miércoles, 1 de diciembre de 2010

CURSOS

LA MAGIA, EL DIABLO Y LAS BRUJAS
EN LA LITERATURA ESPAÑOLA


Durante mi etapa universitaria elaboré un trabajo con este título bajo la dirección de mi profesor y amigo José María Castro Calvo, a quien desde aquí vuelvo a darle las gracias por su dedicación y tiempo. Parte de ese trabajo lo incluyo en el presente, previas ligeras correcciones y breves añadidos.
En la literatura española, heredera en gran parte de la literatura clásica (ahí están los ejemplos de Lucano, Homero, Virgilio, Apuleyo, Petronio, Eurípides y un largo etcétera), existen presencias constantes del poder de la magia, el diablo y las brujas.



1.


Ya en la baja Edad Media encontramos verdaderas reliquias de estas presencias. Por ejemplo, en el Poema de Mio Cid (anónimo de mediados del siglo XII) encontramos al protagonista interpretando augurios a la salida de su tierra tras ser desterrado por el rey Alfonso VI. Se trata del vuelo de la corneja, ave con signos mágicos, que una vez le señala buena suerte al volar a la derecha de las huestes y que al poco tiempo se convierte en adversa cuando vuela a la izquierda del ejército del Cid. Veamos los versos del Cantar que aluden a ello:


“A la salida de Vivar tuvieron la corneja diestra,
Y entrando en Burgos tuviéronla siniestra.
Movió Mio Cid los hombros y sacudió la cabeza:
Albricias, Alvar Fáñez, pues echados somos de nuestra tierra,
Pero a gran honra volveremos a Castiella.”

Unas veces son las aves y otras las piedras las que indican a los hombres extrañas señales y hasta, bajo los signos de las estrellas, adquieren virtudes y poderes extraordinarios y ofrecen bienes y males sin cuenta.


Es lo que ocurre con las piedras de El Lapidario, libro supervisado por el monarca Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando III el Santo y nacido en Toledo alrededor de 1220. Supo compaginar su vida de luchas contra los moros e intrigas familiares con una labor literaria y lingüística de primer orden. Fue un gran poeta en gallego y a él se debe, entre otras cosas, la creación de la prosa científica en castellano, entre cuyos libros principales destaca el arriba mecionado Lapidario, que se tradujo entre 1250 y 1260 con el propósito de describir trescientas sesenta piedras cuyas propiedades están relacionadas con los trescientos sesenta grados del Zodiaco. Tienen nombres extrañísimos y son de todos los colores, olores, temperaturas, formas, tamaños, texturas, transparencias y opacidades que puedan imaginarse. Y entre sus poderes se encuentran los siguientes: curan enfermedades, provocan otras, ayudan en tareas y labores domésticas e industriales, son buenas para la alquimia y la cosmética, favorecen la preñez y el buen parir, pero también los perjudican, ayudan a enamorarse y provocan el desamor, unas envenenan y otras sirven de triacas. Y en cuanto a la forma de aplicarse, pueden estar molidas, pulidas, llevadas al cuello tal cual, mezcladas con agua, vino, aceite, vinagre, etcétera.
Copiamos a continuación algunos ejemplos ilustrativos:


“De la piedra a que dicen milititaz.
(…) Su propiedad es tal que, si la pulen con alguna cosa, sale de ella sabor dulce como miel. En el arte de física hace esto gran provecho, pues si lo dieren a beber a hombre que tenga tos u otra dolencia en el pecho, hácele gran bien y sana luego. Y si la colgaren sobre aquel lugar donde fuere la dolencia, hará eso mismo, pero no tan pronto.”



“De la piedra que llaman abarquid.
(…) Tiene tal virtud que cuando alguna mujer la trae consigo, enciéndela tanto por codicia de varón, que no se puede contener sino por muy gran fuerza; y así lo hace cualquier animal que la tenga que sea hembra. Los de India, que trabajan mucho del arte de nigromancia, obran mucho con esta piedra. Y tiene tal virtud que si dieren de esta piedra molida a beber a mujer, hínchale el vientre poco a poco, de manera que semeja a preñada; y cuando viene el tiempo de parir, deshácese. Y los nigromantes hacen creer que, por su arte y por su saber, se hace aquella preñez y se deshace.”


“De la piedra que tiene nombre zamorat.
(…) Y tiene otra virtud: que al que la trae consigo, protégele de la enfermedad a que llaman demonio, usándola antes de tener la enfermedad, y por esta razón y porque es muy hermosa, ámanla los hombres y mayormente los honrados. Y en aquella tierra donde hallan las mejores, cuéganla a los niños a los cuellos para que no tengan esta enfermedad sobredicha; y si la tienen en comienzo y se la atan al muslo del brazo o de la pierna, antes de que envejezca, cura.”

2.


Gonzalo de Berceo es el primer escritor castellano de nombre conocido, aunque conocemos pocos datos biográficos suyos (sabemos, sin embargo, que fue natural de Berceo, localidad cercana a Nájera, en la Rioja, y que se crió en el monasterio de San Millán de Suso; su nacimiento ronda alrededor de 1200 y su muerte después de 1250). Entre sus obras destacan los Milagros de Nuestra Señora, compuestos alrededor de 1245, de los cuales nos interesa destacar El romero de Santiago, El clérigo embriagado y El milagro de Teófilo.



El primero (milagro VIII de la colección) cuenta lo sucedido a un hombre llamado Guiraldo antes de meterse a fraile en la abadía de Cluny, de donde San Hugo era abad. Este Giralt, de soltero, se daba a todo tipo de pecados, hasta que un día el apóstol Santiago le tocó el corazón animándole a que le hiciera la romería a su Catedral. Y así lo hizo, pero en vez de hacer vigilia, se acostó con una mujer, y sin tomar penitencia como la ley obliga, se puso en camino. En la tercera jornada se le apareció el demonio con apariencia de ángel verdadero



“El antiguo demonio que siempre fue traidor
es de toda enemiga maestro sabedor;
a las veces semeja ángel del Creador,
pero es demonio fino de mal sonsacador.” (versos 21-24)



y le recordó su fea acción, que sería desaprobada por la Virgen María. Preguntado quién era, el falso ángel le contestó que era el mismísimo apóstol Santiago, y que para redimirse debía cortarse el miembro con que había pecado y luego degollarse, haciendo así a Dios sacrificio de su propia vida.



“Dijo el falso Santiago: “Este es el juicio:
que te cortes los miembros que hacen el fornicio,
luego que te degüelles: harás a Dios servicio,
que de tu carne misma tú le harás sacrificio.” (versos 45-48)


El pobre loco le creyó y con un cuchillo que llevaba se cortó los genitales y se degolló, muriendo de este modo excomulgado. Los compañeros de romería decubrieron el cadáver de Guiraldo y descartaron el robo como móvil de su muerte porque seguía teniendo sus pertenencias encima. Temerosos de que la justicia los apresara a ellos, huyeron a la descampada. Y los diablos se dispusieron a llevarlo al infierno, pero Santiago les salió al encuentro para impedírselo diciéndoles que era romero suyo y eso lo convertía en un hombre de bien. A lo que un diablo le replicó que Guiraldo se había matado como Judas y por ello debía ser juzgado y condenado. Entonces Santiago le recordó que su romero había sido engañado por uno que se había hecho pasar por él, y para arreglar el pleito, propuso acudir al juicio de Santa María. La Virgen oyó a una y otra partes y luego sentenció que, como Guiraldo, creyendo que obedecía al propio Santiago, se quitó la vida, volviese su alma al cuerpo de donde salió y que el romero, recuperada la vida, hiciera penitencia para redimir su pecado. Con pesar de los demonios, Guiraldo volvió a vivir: el corte del cuello desapareció al instante, pero el miembro viril no le volvió a crecer. Aún así, rindió gracias a Dios y a la Virgen María, y también a Santiago, cuya romería cumplió totalmente. Luego volvió a su tierra y se metió a monje en Cluny, como quedó ya dicho.

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