miércoles, 12 de junio de 2019

MEMORIAS DE UN JUBILADO. Presentación de libros

En el pasado presenté varios libros de poesía y de crítica literaria. Pero con el tiempo fui declinando invitaciones a practicar esa actividad que me enseñaba mucho. Ahora sólo lo hago de vez en cuando y con algún que otro amigo poeta, como es el caso de Ambrosio Gallego. Y así, ayer, 11 de junio de 2019, sentí un inmenso orgullo presentando en el Ateneo barcelonés su hermoso, profundo y doloroso libro Elegía a tus atajos entre nuestros rodeos, homenaje a su hermana Nieves. A continuación  incluyo el texto en que basé dicha presentación.
 
 
 
ELEGÍA A TUS ATAJOS ENTRE NUESTROS RODEOS,
de Ambrosio Gallego
Yo debí de ser uno de los primeros en leer su bella y emotiva Elegía, un monólogo-diálogo lírico y profundo donde los recuerdos y el amor a la familia y a la tierra extremeña donde nacieron y crecieron el yo y el tú de esta historia dolorosa y entrañable, el poeta y su hermana Nieves, están siempre vivos y presentes en los versos, expresados en la verdad de Cervantes cuando decía que “la poesía se realza cantando cosas humildes”. 
Recuerdo con emoción cuando me la envió en PDF contento e ilusionado por haber conseguido ser finalista en el Premio Leonor de Poesía 2017 con Tus atajos entre nuestros rodeos, sin la palabra Elegía. Ya cinco años antes había conseguido el mismo reconocimiento en el Ciudad de Badajoz, cuyo título era muy significativo: Como en noche de nieve.
Y mientras la leía, comprendí enseguida que la había escrito un poeta hecho y derecho, perfecto conocedor del oficio de crear belleza y emoción con la palabra. Nadie puede negar que es una Elegía heredera de las de nuestros clásicos, ya se llamen Juan Ruiz, Jorge Manrique, Bécquer, Lorca o Miguel Hernández, cuya cita en el encabezamiento del libro está por algo.
 
Los casi cincuenta poemas que componen la Elegía, están agrupados en  tres partes que se necesitan entre sí: Últimos días, Nada es simplemente ayer y Nieve de paso, con clara referencia al transcurso del tiempo y a su doloroso e inexorable desenlace centrados ahora en la persona de Nieves. Cuando los leáis, veréis que son poemas rotundos donde Ambrosio nos habla de la vida y de la muerte de su querida hermana, alma de los versos humanos y dolorosos que los componen, escritos con todo el cuerpo, desde los ojos, el corazón y el estómago, versos en lo que se cumple el dicho de Borges: “La poesía nace del dolor”. Y  el dolor y la tristeza que laten en ellos nos tocan a todos muy de cerca.
Recuerdo una frase de El gozo de vivir, obra de la escritora americana Natalie Goldberg, donde decía de sí misma y de su trabajo: “A menudo, mientras escribo mis mejores piezas se me está rompiendo el corazón”.
Y así creo que debió de ocurrirle a nuestro poeta mientras intentaba detener el “deshielo” (fehaciente metáfora), el doloroso desenlace de su hermana, por medio del recuerdo. Porque para Ambrosio, igual que para el  Proust de En busca del tiempo perdido, su Elegía surge del recuerdo, del pasado acumulado en su memoria, destinado a perderse si no se  rememora y eterniza en los versos. Recordemos a propósito lo que Machado dejó dicho: “Se canta lo que se pierde.”
 
Así pues, la Vida, con mayúscula, es el tema principal de la Elegía. Pero la vida realzada por la muerte de un ser muy querido; y con ellas, formando una amalgama palpitante, la infancia de los dos hermanos, el verano, la familia, el pueblo, la naturaleza, el paso del tiempo, el dolor, la tristeza… Y el amor. El amor a todo eso poniendo en ello los cinco sentidos, el alma y el corazón.
Es el mismo tema trasversal del que hablaba de su misma poesía mi admirado amigo el poeta malagueño Manuel Alcántara, recientemente fallecido, cuando repetía aquello tan famoso de Miguel Hernández: “Con tres heridas yo: la de la vida,/ la de la muerte, /la del amor”.
Si se me permite, quisiera, antes de seguir adelante, condensar lo dicho hasta ahora leyendo el poema Mínima muerte (pág, 67).
En él aparece el amor hasta en los elementos naturales, la mañana, la lluvia, el prado…
La identificación de todos ellos en la persona de Nieves.
Y su entrega final, resignada, generosa, a la muerte.
Esto en cuanto al contenido general de la Elegía.
Respecto al lenguaje empleado, es el mejor que podía utilizar Ambrosio, el suyo, el que hemos visto en poemarios anteriores como Con breves ojos, La mirada sin nosotros o El imperio de las luces… Y el que seguiremos viendo en futuros poemarios. Es decir, un lenguaje limpio, sincero, directo, exacto, lleno de vida, con sonoridades e imágenes de la naturaleza, con nombres de flores, frutas, cacharros hogareños, referencias a las estaciones (el verano de la Arcadia), faenas del campo, etcétera.
 
 
Y el verso, libre, pero perfectamente modulado y armónico para vestir como se merece la idea expresada, ya se trate de emociones, pensamientos o experiencias vitales, cumpliendo fehacientemente lo que Flaubert decía de la relación entre la expresión y el contenido en la poesía: “La forma sale del fondo como el calor del fuego”. No en balde Ambrosio nos regala los sentidos, la inteligencia y el corazón con todo lujo de recursos expresivos, como aliteraciones, juegos de palabras, comparaciones, antítesis, personificaciones, imágenes, paradojas, metáforas, sinestesias… Y siempre la luz, el destello, el rasgo impresionista que se queda grabado en la retina del corazón del que tiene la suerte de leer esta Elegía. He aquí unos cuantos ejemplos:
“Muda sala del dolor en la que irradias
como una primera nieve.”
“Tomar tus manos (…)
era rebuscar en el mejor de los veranos.”
“Y yo sin entender todavía tu herida de tiempo,
que cada segundo tuyo era un chapuzón de días.”
“Lo esencial de tus últimos días cómo brillaba
entre nuestras minucias.
Tus atajos entre nuestros rodeos.”
“Porque morir no crecía bajo tu corteza,
morir sí estaba en tu dolor, pero no adentro.”
“Sólo era la terrible punzada de un adiós de perdido azul
que venía de muy nunca a tan siempre.”
“En tan poco tiempo, tan lejos.
¡Con tan pocas palabras, tan cerca!”
“Toda esa pequeñez de la que te envolvías
era tu mayor belleza.”
“Algo así como cuando deshojabas
las rosillas silvestres que cubrían los brocales de los pozos.”
“Esta nieve que te nombra tan bien,
ha aprendido también como tú a vendar
la herida humilde de los inciertos pasos.”
“Sabe / que aquí lo dejará todo,
entre lo que la noche escribe y el día borra."
Etcétera.
Insistiendo en lo mismo, decía el poeta francés Lamartine que la auténtica poesía debe reunir cuatro elementos imprescindibles: una idea para la inteligencia, una imagen para los ojos, un sentimiento para el corazón y una música para el oído.
 
 
Y la poesía de Ambrosio reúne con creces estos cuatro elementos. Y si no atendamos a lo que dice el poema La mala noticia (pág. 51):
La idea del poema ya se anuncia en su título: la atroz noticia del ahogamiento en un río de un niño que resultó ser un amigo del poeta, “el que sólo quería bañarse en una mano de madre”, nos aclara Ambrosio, para acentuar la indefensión del pequeño.
La primera imagen del poema muestra a las niñas asustadas corriendo a sus casas temiendo que el ahogado sea uno de sus hermanos. La segunda muestra las estrellas que están ahí en la noche para alumbrar nuestro miedo y hacerlo menos miedo.
El sentimiento del poema se desdobla en el miedo lógico de las niñas y en el dolor que causa la pérdida del niño más pequeño, “el que más lleno estaba del dulzor de la higuera”, acentúa Ambrosio.
Y la música del poema la constituye la propia melodía de los versos, entre ellos, los perfectos alejandrinos finales del poema, que destacan la tragedia: “el que más enamoró a la muerte con su vida. / Así es como la noche escoge sus estrellas / para que a nuestro miedo jamás le falte luz.”
En lo que a mí respecta, siempre he considerado que sin emoción ni música es imposible que se escriba buena poesía. Como hace Ambrosio.
Y ya acabo, aunque antes de dar la palabra al verdadero protagonista de esta tarde, que no es otro que el autor de Elegía a tus atajos entre nuestros rodeos, quiero decir de su aleccionador, hondo y humano poemario lo que dijo en su momento Rubén Darío del quehacer poético de Ramón de Campoamor:
“Cuando se tiene en la mano
un libro de tal varón,
abeja es cada expresión
que volando del papel
deja en los labios la miel
y pica en el corazón.”