sábado, 30 de noviembre de 2019

MEMORIAS DE UN JUBILADO. CUANDO YO ERA PROFESOR (I)

De mi vida como profesor (cuarenta años, que se dice pronto y bien), guardo muchos y muy buenos recuerdos. En primer lugar de lo que aprendí de mis propios alumnos, que de eso también hablaré en estas memorias. Pero ahora quisiera dedicar unos párrafos a lo divertido que era revisar, corregir y valorar sus intervenciones orales en el trascurso de las clases y sus trabajos y exámenes.
Un día en que me disponía a repartir unos cuantos jeroglíficos para trabajarlos conjuntamente en clase para hacerles pensar sobre el origen del propio lenguaje como mero entretenimiento, pregunté quién sabía decirme qué era un jeroglífico. Al momento varios alumnos levantaron la mano para intervenir. Señalé a uno de ellos, el cual, tras ponerme en pie, me dijo muy convencido:
--Es donde se ponen las cervezas.
Otro día, después de haber explicado qué era un lavavajillas, un alumno intervino de la manera siguiente:
--Profe, en casa tenemos un lavavajillas; se llama Mistol.
En cierta ocasión, al terminar de  explicar los nombres de los versos, le pregunté a una chica si sabía repetirme el nombre de un verso de catorce sílabas, y la alumna me respondió:
--No me acuerdo; tengo anemia.
Una vez pedí a un chico que me dijera la lista completa de las preposiciones. Y como se quedara muy sorprendido, le di una pista.
--La primera es la A.
Entonces el alumno pareció caer en la cuenta y me dijo:
--Ya recuerdo: A, E, I, O, U.
En un trabajo que les había mandado hacer sobre la figura del Cid Campeador, encontré, entre otros, los siguientes gazapos:
--El Cid en Cardeña: la llegada a la isla fue un reencuentro familiar...
--Transcurriendo el viaje la tropa del Campeador, se posaron en Castilla.
--Más de un centenar de jinetes se preparan para sombrear al Cid.
--En la llegada a Alcacer, tras haber conquistado Castilla...
--Después de una larga instancia en Valencia...
--El Cid manda 100 caballos en busca de su mujer.
--Las cualidades morales del Cid se manifiestan en su carácter, de tal manera que lo que quería moralmente hacía lo posible por conseguirlo.
--Un largo etcétera de árabes vino desde Sevilla.
--La Chanson de Roland es una obra simple pero al mismo tiempo es una obra maestra. Trata sobre el emperador Carlomagno.
--Al Campeador le brota la alegría por todas partes.


En la libreta de un alumno encontré este resumen "largo" del Lazarillo de Tormes:
--Es un chico que vive con una familia pero su padre muere, su madre se pira con otro y lo tienen que regalar.

Y termino esta sesión incluyendo algunas ocurrencias erróneas encontradas en varias pruebas de Literatura.
--Los romances provienen de la edad media, pero fueron repescados en el renacimiento.
--Las coplas ya no reflejan la muerte como un tema muy agradable.
--Los romances tienen origen después de Jorge Manrique, cuando un emperador los vio en otro país y le gustaron y los trajo aquí.
--La intención de La Celestina era que el lector aprendiera a no fiarse de la gente como la Celestina que era una vieja puta.
-...La Celestina, cuyo autor era Fernando de Glorias...
-El culteranismo servía para mofarse de los demás.

A la pregunta que yo hacía sobre qué tipo de héroe es el Cid respecto de los otros héroes épicos, recibí, entre otras, las siguientes respuestas:
--El Cid es un héroe distinto, porque no vuela ni es fantástico.
--Es diferente porque era muy bajito.
--Se hace amigo de los moros (árabes) y también de los cristianos, cosa que le da una capacidad de inteligencia brutal.
--No era guapo, no era especial, era un simple guerrero.

--Juan Ruiz escribió el Roldán
--La obra más importante de Gonzalo de Berceo fue el mester de clerecía.
--La obra más importante de Juan Ruiz fue El Arcipreste de Hita.
--Gonzalo de Berceo fue el primer escritor español que tuvo Constanza.

He aquí algunas afirmaciones sobre El Lazarillo:
--En el camino hacia el mercado, el Lazarillo se encuentra con varia gente que está acarreando a un ataúd con un muerto dentro. Al parecer es un hombre que ha dejado a su mujer viuda.
--Al ciego le robaba el vino y él se daba cuenta, porque Lázaro es alcohólico.
--En la iglesia después del milagro vendió muchas mulas.
--El bulero vendió muchos bulderos.

Finalmente, sobre las relaciones que había entre Cervantes y Avellaneda, el autor que publicó un Quijote apócrifo en el espacio temporal entre la primera y la segunda parte originales de Cervantes (una década nada menos), un alumno escribió:
-Avellaneda conocía muy bien a Cervantes; quería que Cervantes sufriera. Mayor candor, imposible.
Una alumna fue algo más considerada con Avellaneda:
-Un día llamó a la puerta de la casa de Cervantes para felicitarle por su segunda obra (sic) del Quijote.

viernes, 22 de noviembre de 2019

MEMORIAS DE UN JUBILADO. LECTURAS DE AYER (IV)


 


Otras disciplinas, Revistas y Enciclopedias

Hasta para enseñar otras disciplinas se empleaban ejercicios basados en la lectura y trabajo de poesías. Un botón como muestra. En el Libro de Álvarez, Sugerencias y ejercicios, hallamos en las llamadas Unidades didácticas multitud de ejemplos que se proponen para ser recitados, aprendidos de memoria y comentados: en “El agricultor”, Crepúsculo matutino, de Francisco Villaspesa, “El pastor” cuenta con El zagal y las ovejas, de Samaniego y así hasta una treintena de composiciones, entre las que sobresalen Plegaria por el nido, de G. Mistral, El sapo y el mochuelo, de Iriarte, El Teide, de Gerardo Diego, El lagarto está llorando, de Lorca, La ola, de Ricardo E. Pose, Castilla, de M. Machado, El niño bien criado, de Calderón de la Barca, El barquito de papel, de A. Nervo...

Por supuesto que  la asignatura de Lenguaje  basaba el conocimiento y práctica del idioma en la lectura, copia y aprendizaje de textos poéticos, tanto en prosa como en verso, de manera que encontramos entre sus páginas poemas y composiciones de todo tipo, desde juegos líricos como Chiquitín, de Aurora Medina, hasta Las siete vidas del gato, de R. Pombo o Bien por mal, de Hartzenbusch, pasando por La señora luna, de J. de Ibarbourou, ¡A dormir, que llueve ya!, de Gloria Fuertes o Abril florecía, de A. Machado.

Pues bien, muchos de estos trozos literarios y poemas los hice míos, como también empecé a sentir como propios aquellos textos que el Libro de Lengua de Segundo, ya en el Instituto, insertaba entre lección y lección el romance del Infante vengador los versos vocacionales de Amado Nervo, que luego hizo universales la famosa canción de los Panchos,

“Si Tú me dices: ¡Ven!,
 lo dejo todo.
 Pero dímelo fuerte, de tal modo
 que tu voz, como toque de llamada,
 vibre hasta en el más íntimo recodo
 del ser, levante el alma de su lodo /
y hiera el corazón como una espada....”,

 
los cantares populares de las tierras de España la Elegía del niño mariscador, de José María Pemán, el serio y fervoroso soneto de Gerardo Diego al ciprés de Silos la misteriosa Balada de la placeta donde Lorca pide a Dios que le devuelva su antigua alma de niño la Canción del pirata, que todos aprendíamos de memoria Los motivos del lobo de Rubén Darío, señalada la página con una hoja seca de chopo del Duero o la Oriental de Zorrilla donde el moro que habla se confiesa cautivo en la prisión de los ojos de su cristiana.
 Antes de terminar este apartado, me gustaría comentar una Antología poética juvenil que la editorial Mateu dio a conocer en Barcelona en 1965 y que yo tuve la suerte de encontrar en un puesto del Mercadillo de San Antonio por aquel entonces. Resulta que ojeando su contenido, llegué a la conclusión de que había seguido los pasos de aquel “Versos para niños”, de Antonio Fernández del que ya me ocupé en otro lugar de este trabajo. Me explico. Trece años después, los poetas principales del libro de Antonio Fernández, volvían a aparecer en el libro de la editorial Mateu, y lo hacían con los mismos poemas de entonces. Siguiendo un riguroso orden alfabético, he aquí los poetas y poemas repetidos: Anónimos: El señor don Gato, el Soneto a Cristo que comienza: “No me mueve mi Dios para quererte” (en el de Antonio Fernández se titula “Acto de contrición” y lo firma San Francisco Javier). Ávila, Francisco de : el Villancico que comienza: “Portalico divino...”  Berdiales, Germán : Mañana de domingo y En tus brazos. Bernárdez, Francisco Luis:  El establo.  Cané, Luis: Romance de la niña negra. Darío, Rubén: Marcha triunfal y A Margarita Debayle. Diego, Gerardo: Letrilla (en el de Antonio Fernández se añade “de Navidad”), Si la palmera pudiera (“Canción del Niño Jesús”, en Antonio Fernández) y ¿Quién ha entrado en el Portal? Fernández, Antonio (por lo del favor con favor se paga): Tienen alma. Gabriel y Galán, José María: Idilio y Dos nidos. García Lorca, Federico: Canción (“El lagarto está llorando...”). García Nieto, José: Canción del pastor en vela. Góngora, Luis: Hermana Marica. Góngora, Manuel de: Romancillo del desvelo de la Virgen bordadora. González Hoyos, M. : Bajo el palio azul del cielo. Ibarbourou, Juana de: Lirio del Valle y La higuera.  Jiménez, Juan Ramón: Lo que Vos queráis, Señor, Novia del Campo, amapola, La estrella y La cojita. León, Ricardo: Sonetillos. Machado, Antonio: Caballitos, Sueños de felicidad (en Antonio Fernández, Anoche cuando dormía) y Canciones (“Abril florecía...”). Machado, Manuel: La primera caída y Castilla. Marquina, Eduardo: La hermana. Mesa, Enrique de: Voz del agua y ¿Por qué corriendo te alejas? Nervo, Amado: Buen viaje y El puente. Pemán, José María: Sol de las cinco, Yo me levanté a la aurora, Ya mi galera de oro, la infanta jorobadita y Arroyuelo del molino. Pérez de Ayala, Ramón: La muñeca. Pose, Ricardo E. : La ola y El capitán. Rueda, Salvador: El mirlo.  Selgas, José: La cuna vacía. Villaespesa, Francisco : La hermana. Zurita, Marciano: Los ojos del huerfanito.

 
Como vemos, Pemán gana a todos, incluidos A. Machado y Juan Ramón Jiménez. Se incluyen poetas poco conocidos (Ávila, González Hoyos, Zurita o el mismo Fernández, que entonces copaban todas las audiencias de notoriedad) y también hispanoamericanos de parecida entidad  como Berdiales, Bernárdez, Cané o Pose al lado de los mundialmente reconocidos, casos de Nervo o Rubén Darío.

Sin embargo, conviene anotar que esta Antología poética juvenil gana en presentación y cuidado editorial a la de Antonio Fernández y, sobre todo, en organización, pues en la que comentamos aparecen los poemas distribuidos en apartados que la convierten en un trabajo didáctico y altamente pedagógico, siempre, claro está, según las directrices de la época, a saber: Poesías ingenuas, religiosas, España y los españoles, Hogareñas y Amenas. Además, todo hay que decirlo, incluye nombres que en aquél no aparecían como Acuña, Campoamor, Espronceda, N. Fernández de Moratín, Fray Luis de León, Bernardo López García y algún otro que, con los anteriores, formarían habitualmente la nómina de los libros de versos del franquismo.


 
 

Por otra parte, los mayores y pequeños lectores, disponían de lecturas que les ponían en contacto con el mundo cultural y literario de casa y de fuera, generalmente en formato de revista. Para todos los públicos y respecto a España existían revistas de ideología muy cercana al Régimen y revisadas constantemente por algún organismo eclesiástico, como La familia, que era una “revista mensual ilustrada del hogar”, como reza en el subtítulo, y que había sido fundada en 1908 en Barcelona. Cada ejemplar (escogemos la de enero de 1947) contenía las siguientes secciones: “En torno a nuestra portada “ (sobre la ilusión infantil de la noche de Reyes), “El problema de hoy” (el de que los hombres “han empezado a perder el sentido del pecado”, Pío XII), Un personaje de nuestra historia (el del Cardenal Cisneros), “Cuando nuestros abuelos eran niños” (un cuento de Julia García Herreros sobre la noche de Reyes titulado “El zapato de Angelito”), “El humor de aquel tiempo” (cuatro viñetas mudas que cuentan una historia), “La iglesia enseña” (Declaración colectiva del Episcopado norteamericano), “Poesía” (de varios autores; Federico Yarza de San Pedro, el más presente), “Páginas de hoy” (otro cuento, “Un milagro en la Noche de Reyes”, de Marina de Castarlenas), “En la cocina” (recetas y remedios caseros), “Relato” (“El impromptu de Chopin”, de A. P. De Olaguer), “Historia en serie” (“Bienaventurados los misericordiosos”, por J. Spillmann, S. J. , conclusión),  “Chispas de ingenio” (variedades, epigramas, chistes, poemas...), “A ratos perdidos” (pasatiempos, crucigramas, jeroglíficos...), “Libros y críticas” , “Notas de historia” (sobre fray Francisco Ximénez de Cisneros), “Los cuentos de la familia” (en viñetas, “El sueño de Rosalía”), “Con pluma ajena” (Glosa de F. Valdés, comentando la antología de la poesía española e hispanoamericana de Federico de Onís y centrando su comentario en Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Gabriela Mistral); leamos lo que  dice sobre la poesía, precisamente, F. Valdés: “...La poesía ha de contener sentimiento y emotividad. Tiene que nacer de una intención pura y limpia. Ha de ser sencilla y espontánea. Y creará en nosotros una esencia de vida nueva, depuradora y santificante. Poesía es redención.” Y acaba, tras comentar tres poemas de A. Machado, Juan Ramón Jiménez y Gabriela Mistral, con esta especie de resumen: “Es lo permanente y lo eterno, porque Dios ha guiado, por sendas misteriosas, el aliento poético, encarnado en estos tres poetas. En su vida externa pueden estar alejados de los rigurosos mandatos, pero en su conciencia obra el espíritu divino, dirigiéndolos a la perfección, en medio de sus inquietudes; y ellos, a su vez, inundando de salud a quien se ponga en contacto con su obra. Poesía: aliento angélico. Eternidad. Pureza. Camino de Dios.”; la última sección de la Revista es “Arte contemporáneo” (reproducción de un cuadro y comentario crítico sobre él; aquí “Paisaje de invierno”, de Ceferino Olivé; la crítica está firmada por las iniciales E. F.).

 
Los poemas que aparecen en sus páginas obedecen los dictados anteriores. Son ejemplos de ello la Canción de Reyes, de Susana March, que empieza
 
“Álamos tristes, álamos secos,
 juncos marchitos, amarillentos...

o Un soneto, de Federico Yarza de San Pedro, o la Navideña, de Lope de Vega que lleva como estribillo

“Norabuena vengáis al mundo,
Niño de perlas;
que sin vuestra vista
no hay hora buena.”

Otra revista de la época era la titulada De broma y de veras, ésta editada en Bilbao y  dirigida por Enrique de Larracoechea, S.J., en cuya última página podía leerse, sobre sus intenciones morales y religiosas: “La dirección de la Revista ‘De Broma y de veras’ garantiza a sus lectores que los artículos o trozos seleccionados se ajustan a la más estricta moral y ortodoxia...” Veamos el sumario de una de ellas (ejemplo, el número correspondiente a julio de 1959): “Vayamos al pobre”,  “El compañero Martín no es peligroso, pero...”, “Las posibilidades del cine”, “Tres poemas”, “La familia de don José”, “Himno al Señor”, “De la noticia al lector, pasando por la rotativa”, “La prensa de la Iglesia hace iglesia” y “Examen de cultura”. Había alguna que era monográfica, sin embargo, como la dedicada al humor, a la Navidad o la que lleva como título “Un obrero habla con Dios” (Diario íntimo de Luis Felipe del Moral).

 
Para informar al lector de cómo iba el mundo exterior, existía, entre otras, la revista Meridiano, “síntesis de la prensa mundial”, según rezaba en el subtítulo. Era madrileña, y durante muchos años fue su director Manuel Jiménez Quílez. Aunque sus temas eran más bien generales y de ámbito universal, de vez en cuando incluía artículos que atañían concretamente a lo español, como el “Elogio de la lengua española” del entonces secretario de la Academia Española Julio Casares, “Don Alfonso XIII”, “Nuevas normas de prosodia y ortografía”, “Don Leonardo Torres Quevedo, genio español de la Automática”, “Historia de Numancia “ o “La mejor singladura de una escuadra española”, sin contar con las fotografías que se refieren a diversas calles, plazas, parques y monumentos de Madrid, a los hijos de los hombres célebres (de Menéndez Pidal, Primo de Rivera, Ortega y Gasset, Concha Espina, Juan Belmonte, Ricardo Zamora...)
 

 

Los niños y adolescentes tenían también sus lecturas y sus colecciones. Entre las más conocidas se hallaban la Enciclopedia Pulga, con su famoso logotipo del libro abierto y el pie “El saber no ocupa lugar”, y su lema famoso: “Todo el maravilloso mundo de la ciencia, del arte, de la técnica, de la literatura, Historia, Viajes, Biografías, etc., a su alcance”. O la Enciclopedia Popular Ilustrada, con su lema “La tierra, el pensamiento, el hombre, las musas”. O la Colección Araluce, “Las obras maestras al alcance de los niños. Declaradas por Real Decreto de utilidad pública y de uso para las Bibliotecas Circulantes”, como rezaba su subtítulo. O la muy parecida Colección Ortiz, ésta sólo de clásicos castellanos.

Y hablando de clásicos, había también una Biblioteca de clásicos escolares, publicada bajo la dirección del R. P. Ramón Ruiz Amado, S.J., con tomos de Cervantes, La cristiada de Hojeda, Calderón de la Barca, La epopeya de América, Lope de Vega, Quevedo o Tirso de Molina.

Asimismo había un Don Quijote de la Mancha escolar adaptado a las mentes niñas y redactado pensando en ellas, que yo mismo, como ya he dicho, leía de pie y en corro con mis compañeros de clase, ante la mirada atenta del hermano Salesiano en el colegio que tenía esta Orden en mi ciudad natal. Este libro tenía una innovación y era que las partes descriptivas y “escenas menos convenientes a las mentes pueriles” habían sido suprimidas y resumidas gráficamente como en los Tebeos y demás historietas ilustradas, de lo que ya se ha hablado aquí de forma breve por salirse un poco de los límites de este trabajo, pero que constituían un gran alimento lector para los chicos de entonces. ¿Lo siguen siendo en la época actual?

sábado, 9 de noviembre de 2019

MEMORIAS DE UN JUBILADO. LECTURAS DE AYER (III)


 
Versos para niños y Libros de lectura


A)    Versos para niños

Recuerdo de la escuela que don Andrés, mi primer Maestro Nacional, tenía siempre en su mesa algún libro del inefable Antonio Fernández, su Enciclopedia Práctica en todos sus grados, Iniciaciones, Estampas evangélicas o los famosos Versos para niños, de los cuales nos leía de vez en cuando la Oración de J. A. Silva, la Canción del pastor en vela de J. García Nieto, el Crepúsculo campesino de Francisco Villaespesa o la Marcha triunfal de Rubén Darío, de ritmos tan marciales, aquellos versos que el maestro escribía en la pizarra para que los copiáramos con esmerada caligrafía en nuestros cuadernos antes de aprenderlos de memoria:

 “¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
 La espada se anuncia con vivo reflejo.
            ¡Ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines!”.

O una de mis favoritas por entonces, El molino, de Antonio Fernández Grilo :

“Sigue el agua su camino
 y al pasar por la arboleda,
 mueve impaciente la rueda
 del solitario molino.
 Cantan alegres
 los molineros,
 llevando el trigo
 de los graneros;
 trémula el agua
 lenta camina;
 rueda la rueda,
 brota la harina,
 y allí en el fondo
 del caserío
 a par del hombre
 trabaja el río...”.

Versos para niños, que llevaba de subtítulo “Antología lírica ilustrada de poesías recitables”, con el tiempo se convirtió en un referente necesario para hacer nuevos libros de poesía para niños. En su prefacio Antonio Fernández, seleccionador de los poemas del libro y también autor de bastantes de los poemas que figuran en él, nos da una pista de cómo ha de ser la orientación de dichos libros. Citamos sus propias palabras: “Unas poesías recuerdan las nanas con que tu madre duerme en la cuna a tus hermanos más pequeños, otras se refieren a tus juegos y devociones, y algunas te ponen frente a las glorias de nuestra Patria para que aprendas a cantarla y a amarla. Y todas tratan de cultivar tus sentimientos y depurar tus aficiones, de forma que, habituándote a su ritmo y a su belleza, te hagan rechazar con energía las lecturas torpes, como se rechaza una ortiga después de oler una flor...”
Y en efecto, en el libro pueden encontrarse, además de las citadas más arriba, poesías que son nanas o canciones de cuna, oraciones y plegarias a la Virgen, a Dios y a Cristo Crucificado, junto con villancicos que celebran el Nacimiento, juegos, diversiones, descripciones de paisajes, elogios del trabajo y de virtudes humanas, cantos a la Patria y a sus héroes, en una palabra, modelos líricos para cultivar los sentimientos de la época, reducidos a ensalzar la religión católica, la Patria, el paisaje español y la vida laboriosa y honrada de sus gentes.
Y entre los poetas más frecuentes, aquellos más cercanos a la doctrina del Movimiento: Foxá, Pemán , Manuel Machado, Federico de Urrutia, Adriano del Valle, Enrique de Mesa, el P. Julio Alarcón o Luis Fernández Ardavín, para no hacer excesivamente larga la lista, y otros anteriores de quienes extrajeron lo que mejor iba con sus postulados, como Gabriel y Galán, Marquina, Vicente Medina o Villaespesa, además de los clásicos tipo  Lope de Vega, Góngora o los anónimos del Romancero, sin que faltaran, para completar la nómina, autores iberoamericanos cuyas composiciones respondieran a sus exigencias éticas y estéticas, como Nervo, Gabriela Mistral, Francisco Luis Bernárdez  o Juana de Ibarbourou.

 
Los poemas de tales poetas, leídos por el maestro, adquirían a nuestros oídos valores inexcusables, entre otras cosas porque entonces se pensaba unánimemente que el maestro, ante sus alumnos, actuaba en nombre de Dios, de la Patria, de la familia, de la sociedad y de la cultura. Y se aceptaba cuanto de su iniciativa procediera. Lo mismo se aceptaba, por ejemplo, que la enseñanza del idioma en muchos casos se basara en la memorización de poesías que el maestro elegía cuidadosamente. Eran poesías que defendían los valores “eternos” de la familia, la abnegación y la honradez del trabajo de los pobres, el patriotismo, la religión cristiana; poemas muy sentimentales, llenos de ternura y conmiseración con los más débiles.

 

 
B) Libros de Lectura

Eran años aquellos en que los libros de lecturas para chicos y chicas, graduados según las dificultades de los textos y la edad de los lectores, incluían cíclicamente, lecturas que se referían a la vida de familia en el hogar, a la escuela considerada como prolongación de la casa, a momentos agridulces vividos en familia, la muerte de un ser querido, la primera comunión, el santo de la abuelita; también había cuentos entrañables que recordaban festividades vividas en familia como la Noche de Reyes o, simplemente, recordatorios de las narraciones que oíamos desde muy pequeños, siempre basados en los clásicos de Perrault o de los hermanos Grimm (¿quién no ha oído mil versiones y tratamientos, por ejemplo, del Gato con botas?); en dichos libros se incluían también poesías que tenían que ver con el hogar, y ahí figuraban poemas de Fernández Grilo, la Reyerta infantil, de Juan de Dios  Peza o La muñeca, de Vital Aza, y relatos que nos ponían en contacto con otros países, cuanto más lejanos mejor (Japón, Alaska, Estados Unidos); y no faltaban, por supuesto, referencias a figuras y personalidades históricas que habían hecho de España nuestro común hogar (Fernando III el Santo, Cristóbal Colón, Alfonso X el Sabio); cerraban la lectura con broche de oro los santos españoles que habían convertido su personal camino del cielo en nuestro eterno hogar (San Tarsicio, Santa Casilda, San Juan de la Cruz). Ejemplos de ello eran los libros que Ediciones Jover publicaba en Barcelona en los años sesenta: Amigos, que constituía un primer grado de lectura, y Hogar, el libro de lectura normal.

O los de Mantilla, que era una serie de libros de lectura, también de Barcelona, aunque algo anteriores que los dos citados. Analizando, por ejemplo, el Libro de lectura número 3, vemos entre los Trozos escogidos en prosa Máximas y aforismos, Trozos sacados de los Evangelios (de San Mateo y San Juan), Anécdotas (Amor a la Patria, Amor filial...), textos de autores sobre los más diversos temas  de interés para los chicos, como “La lectura”, de Balmes, “El rico y el pobre”, de Feijoo, “El amor”, de Mateo Alemán, “La arquitectura árabe”, de Pedro de Madrazo, “Elegancia de la lengua castellana”, de G. Garcés, o el “Discurso de las armas y las letras”, de Cervantes.

 
La segunda parte se titula Poetas españoles e hispanoamericanos, y éstos son algunos de los poemas que figuran en ella: A Cristóbal Colón, de R. M. Baralt, A una golondrina, de Carolina Coronado, o Noche serena, de Fray Luis de León.

O las Páginas selectas, “lectura para niños escogida y ordenada”, como reza en el subtítulo, y editadas por Dalmau Carles, en Gerona. Entre los “Trabajos en prosa” destacan “El espejo de Matsuyama”, de Juan Valera, “Los guantes”, de Miguel Ramos Carrión, “Rafael”, de Lamartine, “La misa de los muertos”, de J. Manuel de Sabando, o “Una tarde invierno”, de Pi y Margall, mientras que aprendíamos o recitábamos sólo de sus “Trabajos en verso”  El crucifijo de mi hogar, de Núñez de Arce, A un impaciente, de Manuel Sandoval, El pueblo del porvenir, de Zorrilla, o La catarata y el ruiseñor, de Manuel Reina.

 También eran muy conocidas las Joyas literarias para los niños,  editadas en Madrid y con una “breve reseña histórica de nuestra literatura y colección de biografías de notables escritores españoles, antiguos y modernos, seguidas de artículos, poesías o trozos literarios de los mismos”, según se nos aclara en la portada. Lo mismo que el anterior, aunque mezclados y en orden cronológico descendiente, incluye textos en prosa y en verso, además de una “Breve noticia histórica de la Literatura española”. Entre los textos en prosa destacamos “El combate de Trafalgar”, de Galdós,  “El alma de las cosas”, de Alejandro Sawa, “El Quijote”, de Menéndez y Pelayo, “Peñas arriba”, de José María Pereda, o La Nochebuena del poeta, de Pedro A. de Alarcón, que incluye aquellos cuatro versos llenos de melancolía, inolvidables:

“La Nochebuena se viene,

 la Nochebuena se va,

 y nosotros nos iremos

 y no volveremos más”.

Otro ejemplo lo constituyen los Cuentos, leyendas y narraciones que en mi ciudad natal, Zamora,  dio a conocer Cesáreo Herrero distribuidos en tres grados, con relatos tan entrañables como “Señor, aquí está Juan”, de Fernán Caballero, “El espíritu de las aguas”, “El doctor sabelotodo”, y poesías del propio Cesáreo Herrero, como la titulada Carbonero y de otos autores, como la Nana, de J. De Ibarbourou, o Canto a la bandera, de Villaespesa.

 No puedo pasar por alto aquí un libro titulado Mis amores, que, como reza en el subtítulo, es “una colección de artículos y poesías de los mejores literatos contemporáneos hispano-americanos (reunidos) para que sirvan de lectura educativa, emotiva y sugestiva en las escuelas de niños y niñas”, escogidos y ordenados por don Manuel Guiu Cucurull. Desde la editorial se tenía la convicción de que, a la vez que los niños aprendían y conocían con toda su pureza el idioma patrio, se conseguía que con tales modelos se enfocara el pensamiento infantil hacia la Verdad, y el sentimiento hacia la Bondad y la Belleza; de modo que, al afear los vicios, se embellecían las virtudes. Los trozos literarios y los poemas del libro se agrupaban en diversos apartados: Amor filial , es el primero, donde destacan, entre otros, El ama, de Gabriel y Galán, o El gaitero de Gijón, de Campoamor.  El segundo apartado es el Amor a la escuela, con poemas como Los pajarillos sueltos, de Vicente Medina, o La pluma, la mano y la cabeza, de Manuel del Palacio. El tercero se llama Amor a la patria y en él sobresalen, entre otros, Castilla, de Núñez de Arce, o La marcha real española, de Eduardo Marquina.  El cuarto amor es el Amor a la humanidad , que contiene poemas como La calumnia, de Rubén Darío, o El nido, de Juan de Dios Peza.  Amor a la ciencia y al arte es el siguiente apartado, en el que figuran poemas como A la lengua castellana, de  José Mercado, o El pensamiento, de Calderón de la Barca.  Amor a la naturaleza es otro apartado, que incluye poemas como A un ruiseñor, de Espronceda,. o La lluvia, de Meléndez Valdés.  El último apartado es el Amor a Dios y en él leemos poemas como los siguientes:  Himno a María, de José Zorrilla, o El Cristo de mi escuela, de Miguel Benítez de Castro. Estos son algunos de los poemas del libro, pero también, como queda dicho, es rico en fragmentos en prosa, cuyos autores son, entre otros, Ramos Carrión, E. de Amicis, Pérez Galdós, Martínez Sierra, Castelar, Pardo Bazán...

Tampoco podemos olvidar otro libro típico de la época a que nos estamos refiriendo, titulado El amigo, “método completo de lectura”, según reza en la cubierta, en el que aparecen, junto a trozos de prosa que tratan los más diversos temas (desde la propia presentación del libro como un ser que sirve de utilidad para el que lo lee, hasta asuntos morales (“Fe, esperanza y caridad”, “Conformidad”,”La conciencia” o “La legalidad”), higiénicos y de salud (“Luciérnagas por linternas”, “La salud” o “Nuestro servidor”), pasando por temas gramaticales (“La palabra”, “Sí y no”, “Tiempos del ser” o “Nombre, artículo y pronombre”), mitológicos y religiosos (“Júpiter y la oveja”, “Bato” o “Las lentejas de Esaú”), sociales (“Los tres amigos”, Beneficencia”, “Respeto a los viejos” o “Idea civil”) y de amor a la naturaleza y a los animales ( “El agua”, “El más fuerte”, “Naturaleza” o “El viento, el sol y el peregrino”) y a los héroes patrióticos que defendieron a España contra los invasores : “Pedro Velarde”, “Zaragoza”, “Mariano Álvarez” o “El alto ejemplo”). También incluye bastantes poemas: la décima que dice:

“Tú, cumplir aquí procura

 con constancia sin igual

 cuanto es lícito al mortal

 y debe hacer la criatura;

 al santo Dios de la altura

 encomiéndale tu alma,

 y así vivirás con calma,

 porque Dios, sabio y prudente,

al fin te dará indulgente

 de tus virtudes la palma”;

la fábula Las ranas pidiendo rey, descripciones líricas como La casa, versos inflamados como los de Bernardo López García que cantan a la Guerra de la Independencia u otros más serenos, como los de La honra, de Blanco Belmonte.

 Ni las Lecturas escolares (Notas históricas y páginas selectas de literatura castellana), de Concepción Sáiz, en tres tomos. Para hacernos una idea de cómo eran estas lecturas, seleccionamos el primer tomo, que abarca los siglos XII al XV, para analizarlo sucintamente. Sin embargo, quisiera citar antes unas palabras de la autora presentes en el prólogo porque me parecen de suma importancia y son, además, muy oportunas en el estudio que estamos realizando; son éstas: “Tiene cada nación su característica racial; a ella deben adaptarse los medios educativos, si la educación ha de ser educación, desarrollo y perfeccionamiento de las cualidades nativas” Y un poco más adelante: “La lengua patria, creada al par de la nacionalidad, integra la característica personal del pueblo que al formarla condensó en ella sus heroísmos, sus dolores, sus triunfos, sus derrotas, sus ansias, sus amores, sus ideales, sus creencias, su vida entera”.

En el Capítulo I se exponen los Antecedentes de la Literatura castellana, que, como dice la autora, “considerada como expresión del alma nacional, sintetiza toda la vida espiritual de nuestro pueblo, desde los comienzos de su formación”. Y un poco más adelante: “En la formación accidentada de nuestra nacionalidad y, por tanto, de nuestro carácter racial y de nuestra Literatura, intervinieron con los elementos latinos y septentrionales otros tan contrapuestos como los árabes y hebreos.” Y enseguida, se procede, en el Capítulo II, a mostrarnos los primeros versos del Cantar del Cid, los que corresponden a su destierro; en el III, aparece Berceo con un fragmento de su Vida de Santo Domingo, que incluye aquellos alejandrinos, que aprendimos todos:

“Quiero fer una prosa en roman paladino

 en el qual suele el pueblo fablar a su veçino,

 ca no so tan letrado por fer otro latino,

 bien valdrá commo creo un vaso de bon vino”,

y el primer Milagro de Nuestra Señora, el de la casulla inconsútil de San Ildefonso; y entre otros fragmentos, uno del Poema de Apolonio y un par de Cantigas de Alfonso X el Sabio; las grandes figuras de la Literatura castellana del siglo XIV ocupan el Capítulo IV, entre ellas, el Arcipreste de Hita con  algunos Gozos de Santa María y versos de la Pelea que hobo don carnal con la Quaresma, entre otras muestras; el Canciller Ayala y cuadernas vías de su Rimado de Palacio, o el rabí Don Sem Tob con algunos de sus Proverbios morales; el Capítulo V se ocupa del Marqués de Santillana (la Serranilla de la vaquera de la Finojosa y un par de aquellos sonetos suyos fechos al itálico modo), de Juan de Mena (trozos del Laberinto), o de Rodríguez del Padrón (la Canción que empieza  “Fuego del divino rayo”).

 Gómez Manrique, con su Canto de cuna y Jorge Manrique, con sus Coplas íntegras, entre otros, son presentados en el Capítulo VI; finalmente, el Capítulo VII se ocupa de los Romances, cuyos ejemplos más destacados son: el de don Rodrigo, el de Bernardo del Carpio, el del conde Fernán González y algunos del Cid, entre los históricos;  el del asalto a Baeza, el de Abenámar o el del rey moro que perdió Alhama, entre los fronterizos; y el de Fontefrida, el del conde Arnaldos o el de doña Alda, entre los novelescos y caballerescos.

Ni la Antología del hogar, de María Luz Morales, exclusiva para niñas. En el prólogo se nos explica la razón del título : “...El hogar es el centro vital, el crisol en amor encendido, de donde deben partir, donde deben forjarse todos los nobles anhelos, todas las justas aspiraciones femeninas”. El libro está estructurado en cinco partes y cada una de ellas aparece profusamente ilustrada por textos en prosa y en verso sabiamente escogidos. Veamos algunos ejemplos. En la primera parte, La casa y la mujer, donde la autora nos dice cosas como que “Para que una casa sea un hogar precisa que tenga un corazón” y “El corazón del hogar lo ponen el amor, la armonía, la sensibilidad, de quienes la habitan”, pueden leerse textos de los siguientes autores: de Salomón, La mujer fuerte : “Mujer fuerte ¿quién la hallará? Su estima sobrepuja largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado y no sufrirá despojo. Darále ella bien, y no mal todos los días de su vida. Buscó lana y lino y con voluntad labró de sus manos. Fue como navío de mercader: trajo su pan desde lejos. Levantóse aún de noche y dio comida a su familia y ración a sus criados”...; de F. James, El comedor : “Eres tú, comedor, la despensa divina: ya sea que encierres el higo que mordió el mirlo, o la cereza comida por el gorrión, o el arenque que ha visto el coral y las esponjas, o la codorniz que sollozó el nocturno de las mentas, o la miel de otoño cogida bajo los rayos del sol moreno”...; de G. Martínez Sierra, La mesa, o de J. Ramón Jiménez, Cuarto.

 En Niños y madres, donde se empieza diciéndonos que “la compañía de los niños es la mejor: es grata, es alegre, lo mismo mientras somos niños a nuestra vez que cuando hace ya mucho tiempo que dejamos de serlo”,  hallamos la Romanza sin palabras, de Maragall, o El manantial, de Tagore: “¿Sabe alguien de dónde viene el sueño que pasa volando por los ojos del niño? Sí. Dicen que mora en la aldea de las hadas; que por la sombra de una floresta, vagamente alumbrada de luciérnagas, cuelgan dos tímidos capullos de encanto, de donde viene el sueño a besar los ojos del niño”.

En La paz, leemos poemas como La rosa blanca, de José Martí o Fraternidad humana, de Paul Fort, y prosas bellas de Amado Nervo y de E. María Remarque sobre los rencores y los horrores que produce la guerra.

En Trabajo y alegría, adonde se nos introduce diciendo del trabajo que será el mejor compañero de la vida: “el que estará a tu lado siempre que lo llames, el que dará pan a tu mesa, rescoldo a tu hogar, primor y dignidad a tu casa”, se incluyen poemas como Mi vaquerillo, de Gabriel y Galán, o bellas prosas como La oración de la maestra, de Gabriela Mistral: “¡Señor! Tú que enseñaste, perdona que yo enseñe; que lleve el nombre de maestra, que Tú llevaste por la tierra. Dame el amor único de mi escuela; que ni la quemadura de la belleza sea capaz de robarle mi ternura de todos los instantes. Maestro, hazme perdurable el fervor y pasajero el desencanto”...

Finalmente, en Naturaleza, podemos leer la ternura lírica de El canario se muere, de J. Ramón Jiménez : “Mira, Platero; el canario de los niños ha amanecido hoy muerto en su jaula de plata. Es verdad que el pobre estaba ya muy viejo...El invierno último, tú te acuerdas muy bien, lo pasó silencioso, con la cabeza escondida en el plumón. Y al entrar esta primavera, cuando el sol hacía del jardín la estancia abierta y abrían las mejores rosas del patio, él quiso también engalanar la vida nueva, y cantó; pero su voz era quebradiza y asmática, como la voz de una flauta cascada”...; o la Balada de la placeta, de Federico García Lorca, La espiga, de Rubén darío, o La vaca ciega, de J. Maragall.

 Tampoco quiero dejar de mencionar un librito, curioso donde los haya, del P. José Prat, S. J. titulado Nuevas lecturas para la infancia, que, además de buscar, según se nos dice en el prólogo, la reeducación de la fonación incorrecta de los escolares por medio de juegos de palabras y entretenimientos de amena lectura, incluye anécdotas, relatos y poemas que conviene destacar. Entre las anécdotas hay una de Napoleón,  según la cual desengañó a sus compañeros de armas sobre cuál había sido el día más hermoso de su vida diciéndoles que el día más bello de su vida había sido el de su Primera Comunión; otra de Guillermo II de Alemania ocurrida con una niña quien, tras haber sido preguntada por el reino a que pertenecían una naranja, una moneda con su efigie y su real persona, contestó sin inmutarse: la naranja al reino vegetal, la moneda al reino mineral y Su Majestad al ...reino de Dios (y no al reino animal, como suponía que iba a contestar la niña), y más. Entre los relatos destacan La insignia adorada (que no es otra cosa que un escapulario que echa de menos un colegial antes de dormirse), Obediencia ejemplarísima (sobre la vocación del profeta Samuel ante la llamada de Dios) o La mariposa y la abeja (sobre la constancia y la paciencia en el trabajo). Respecto de los poemas, el librito incluye, entre otros, Las ermitas de la sierra de Córdoba, de A. Fernández Grilo, o El chico, el mulo y el gato, de Campoamor. Y cerraré este apartado citando un librito de principios de siglo que fue muy utilizado en la época de referencia y que está en consonancia con los aludidos más arriba. Se titula Elocuencia y poesía castellanas, “colección de fragmentos en prosa y verso entresacados de notables escritores de los siglos XVIII y XIX para ejercicios de lectura en las escuelas primarias precedida de una breve reseña de la Literatura española”, según reza en el subtítulo. Choca en primer lugar la reducción de los textos a esos dos siglos, pero enseguida, ya en el prólogo, se nos da la causa de esa acotación: “Presentar al niño asuntos e ideas que estén más a su alcance que los modelos literarios de épocas pasadas, más propios sin duda para estudiarse en la segunda enseñanza y cuando el juicio está desarrollado”. Vuelve a separarse aquí la prosa y el verso, y entre los textos de la primera hallamos los siguientes: “Yo quiero ser cómico”, de Larra, “La Biblia”, de Donoso Cortés, “Los artistas”, de Mesonero Romanos, “Los Reyes Católicos”, de Modesto Lafuente, “Montserrat”, de P. Piferrer, o “La esperanza”, de José Selgas.

Mientras que en el apartado de la poesía, podemos leer composiciones como La presencia de Dios, de Meléndez Valdés:

El burro flautista”, de Iriarte, Rimas, de Bécquer, El sol y la noche, de Adelardo López de Ayala...

domingo, 3 de noviembre de 2019

MEMORIAS DE UN JUBILADO. LECTURAS DE AYER (II)

 


 


Paso a hablar de lo que se solía leer durante el franquismo.
Recuerdo que las primeras lecturas que cayeron en nuestras manos estaban basadas, en la mayoría de los casos, en los tebeos y las novelas populares que podían encontrarse fácilmente y por poco precio en los quioscos de nuestras ciudades. El Cachorro, el Guerrero del Antifaz o Roberto Alcázar y Pedrín, entre los primeros, y entre las segundas, las Novelas del FBI, las del Oeste, de Marcial Lafuente Estefanía o las Policiacas, de Silver Kane. Paralelamente, estaban los primeros textos literarios y las primeras poesías de los libros de la escuela y, al poco tiempo, los del Instituto.

En la lectura de los tebeos interesaba, más que el lenguaje o la calidad artística, el mensaje ideológico o los condicionamientos de la época, por ejemplo, el anticomunismo visceral del régimen franquista. Y obtuvieron un gran éxito porque ayudaban a evadirse de una realidad envuelta por la escasez de medios económicos o el recuerdo doloroso de la guerra civil recién pasada. Los tebeos y las novelas citados más arriba, y otros y otras por el estilo, lo mismo que la radio, el cine, el fútbol o los toros, sirvieron para olvidar el entramado político e ideológico que había derivado de los vencedores de la guerra civil. Uno de los casos más interesantes lo representó el cuaderno de aventuras llamado Hazañas Bélicas, cuyos relatos sucedían en escenarios exóticos: el desierto de Sahara, las  selvas del sudeste asiático o las estepas rusas, para evitar el recuerdo tan cercano y propio de nuestra guerra. Y en cuanto a los motivos o temas principales tratados en ellos, tres elementos de gran significación en el franquismo se conjugaban en los cuadernos: el amor o la amistad, el patriotismo y Dios o la providencia divina que estaba siempre dispuesta a ayudar a los buenos.

 
Pero al lado del sentimentalismo relacionado con los puntos anteriores, se ensalzaba la guerra hasta el punto de hacerla necesaria para acabar con cualquier cosa que tuviera que ver con el comunismo, ideario capital de la ideología franquista, como ya hemos apuntado.

Uno de esos tebeos, editado por el Frente de Juventudes, tenía un nombre muy sonoro, pegadizo, Balalín, al que seguía el subtítulo Semanario de todos los niños españoles.

El antecedente de Balalín habría que buscarlo en otro de nombre eufónico, Jeromín, surgido en los años 30, que ya incluía entre sus páginas apartados que veremos en Balalín: Concursos de la revista, Cuentos breves, Conoce nuestra Patria, su historia, sus hombres, sus monumentos, Cromos para recortar, etc. Durante la Guerra surgieron otras revistas semanales como Pelayos, Flechas, Flechas y Pelayos, y en la posguerra, Chicos, Mis chicas y, así, hasta llegar al mencionado Balalín.

 
Además de la aventura cuyo protagonista era el chico que daba nombre a la revista, el Balalín incluía secciones como las siguientes: en formato de cómic, episodios de Historia Sagrada (“José, virrey de Egipto”, “En la tierra prometida”, “Los jueces, Gedeón”...), Historias de grandes hombres (Livinstone, Gravelet, W. Mitchell...), Historias de las cosas (la sal, el café, el fútbol...), Los animales (el mapache, el caribú, animales con pinchos...); también había relatos y cuentos (“La última vez”, de M. Alcántara, “El muchacho que tenía el corazón triste”, de Feliu, o las grandes tiradas de “Miguel”, de Joaquín Aguirre Bellver), Juegos, con sus reglamentos y normas (“Las zapatillas”, “El cangrejo en círculo”, “María subiré”...), El gran concurso de Balalín, que, además de publicar semanalmente las fotos de los chicos ganadores en anteriores certámenes, presentaba las preguntas del presente basadas en las más diversas materias, desde la historia más reciente hasta inventos, gánsteres, medicina, geografía, música, literatura...

De las cosas que más nos gustaban a los chicos del Balalín era la historieta del Tío Mandarino, un labriego inocentón y cazurro que no lograba dar buen fin a ninguna empresa, y una historia policiaca titulada “Redada en el búho rojo”, que a mí me recordaba las aventuras del FBI, aquellas que eran protagonizadas tan trepidantemente por Jack, Bill y Sam. No había poesías entre las páginas amplias y generosas del Balalín, pero sí brotaba cierto lirismo de las imágenes en color de algunas viñetas y de los relatos que intentaban apresar el sentir y el pensar general de la gente menuda de entonces, aunque con algunas dosis de propaganda velada referida a los vencedores en la Guerra.


Las  exigencias artísticas y educativas de todas estas revistas eran escrupulosas y atendían a unos principios básicos y a un programa de acción para la elevación religiosa, moral, social, literaria y estética, según el P. Vázquez dice en su libro La prensa infantil en España, citado por Carlos Castro Alonso en su Didáctica de la Literatura. He aquí algunas afirmaciones de esos principios y de ese programa de acción mencionados:

.- Bondad en el aspecto ideológico,
.-orientación cristiana,
.-contenido fiel a la verdad,
.-valoración equilibrada de la fuerza, salud y belleza del cuerpo,
.-el héroe debe practicar las virtudes humanas: generosidad, sinceridad, valentía, honestidad, discreción..., y combatir las burlas a impedidos, ancianos...,
.-fomento del servicio a la comunidad,
.-respeto al sexo contrario,
.-acercamiento entre las clases sociales,
.-preparación para la vida real y la orientación profesional,
.-cultivo de la poesía,
.-combatir cuanto pueda producir temor al niño, etc.