domingo, 30 de septiembre de 2012

VIAJE RELÁMPAGO A TERUEL (III)


10.

Acompañado de los vapores del Cariñena y el sopor de la comida, así como por el monótono rodar del autobús, lucho por no caer en la siesta más indigna y, ya camino de Teruel (no pararemos más hasta llegar a nuestro lugar de destino), me aferro a la vista de los melocotonares, prácticamente recolectados, de Calanda (¡ay, aquellas delicias del paladar que un amigo mío hacía posibles hasta hace pocos años!). Todo pasa y nada queda… hasta el próximo año en que volverán a engordar y sonrosarse poco a poco para acabar envueltos en sus honorables camisas antes de convertirse en rica mercadería.

 

11.

A casi setenta kilómetros de Teruel (¡todavía!) la incansable y extensa serpiente gris sigue subiendo y bajando, encajonada ahora entre montes pelados y pueblecillos habitados por la soledad y la ruina, pueblos mineros que fueron prósperos ayer y hoy conservan solamente sus esquilmados pozos y algún que otro Museo que se erige así en su único recuerdo. Utrillas es un ejemplo. Antes pasamos por Alcorisa, pueblo más próspero que vive de secaderos de jamones. Y ahora por Montalbán, que está en plenas fiestas.

Un poco más adelante se asoma el avance de las nuevas tecnologías en la cresta de la montaña en forma de molinos de viento (sus tres aspas mueven el presente y preparan el futuro). Así es la vida: aquí la limpia energía eólica sustituye la energía no renovable y obsoleta del carbón.

 

 
12.

Y mientras aparecen de forma notoria los primeros síntomas de cansancio y el síndrome de silla va en aumento, a media hora de Teruel, vuelvo a enfrascarme (más para olvidarme del agotamiento del viaje que para otra cosa) en el librito de la ciudad del toro y el amor. Nuevos nombres de plazas, calles, torreones, iglesias, puentes vienen a mi cabeza antes de verlos en persona. Convento de Santa Clara, Carmelitas descalzas, Plaza del Torico, los Parcent, iglesia de San Francisco, los Amantes en San Pedro, Acueducto de los Arcos… Son demasiadas cosas y aún no estoy allí. ¿Sabré encontrarlas todas?

 

13.

 
 
Por fin, en Teruel, instalados en el Hotel Reina Cristina, comprobamos enseguida su excelente ubicación. A un paso del Edificio del Gobierno de Aragón y de La Escalinata, desde la que se goza de una espléndida vista, efectuamos el primer contacto (siempre suele ser el más impactante) con la ciudad del toro y el amor. Y la primera sorpresa que recibimos nada más torcer la calle es la torre mudéjar del Salvador. Lo que he leído sobre ella se queda cortísimo ante su belleza. El arco apuntado de la calle, el ladrillo que asciende hacia las almenas que rematan la construcción como una llamarada roja, la cerámica verde y blanca, el juego de ventanas y arcos… A la luz de media tarde, la impresión que recibo de la torre es inolvidable. Por los adoquines grises del pavimento, hechos para evitar los resbalones durante la temporada del hielo, ascendemos nosotros por la calle hasta desembocar en una de las plazas más singulares que he visto en mucho tiempo, la Plaza del Torico, animal ibérico donde los haya y símbolo del nombre de la ciudad y de su origen histórico.
 
 
La columna de la fuente, donde cuatro cabezas de toro de bronce hacen de caños para que el agua fluya eternamente, sostiene en lo alto el cuerpo diminuto de un toro (de ahí el nombre de la plaza), aunque pesa más de cincuenta kilos. En plaza tan especial (tiene forma de triángulo alargado y da principio y fin, según como se mire, a un buen número de calles) no pueden faltar otras sorpresas arquitectónicas, como los soportales de columnas de piedra y arquitrabes de madera que cobijan tiendas y bares y sobre todo las dos casas modernistas de Monguió, discípulo de Gaudí: una, La Madrileña, de color azulado, simbología floral y espléndido forjado de hierro en los tres balcones, con ilustraciones de la metamorfosis de la mariposa, y la segunda, la Casa del Torico, con columnas y decoración más variada que la anterior, con ventanas superiores circulares, un alero trabajado y un torreón con cúpula en la parte izquierda del tejado.

El resto de la tarde lo pasamos indagando en las calles y plazas aledañas con nombres de santos y santas y descubrimos otros monumentos de extraordinario interés, como la Catedral, el Museo Provincial, la Fuentedel Deán… vamos, el corazón de Teruel dividido, como en todas partes, entre el poder civil y el eclesiástico. Pero también, siguiendo el azar de los pasos, salimos del corazón de la ciudad y conocemos los dos viaductos, el moderno y el antiguo, que se besan en un pequeño parque donde Torán escucha desde su peana el canto eterno de la fuente y la Aguadora, a sus pies, espera la foto de recuerdo de los visitantes.

En Teruel el agua de las fuentes es el punto de referencia, tanto de lo antiguo, recuérdese la fuente del Deán, junto a la torre mudéjar de la catedral, como de lo actual, como ocurre con los chorros de los surtidores de la Plazade San Juan, donde se levantan el airoso Casino y los serios edificios de la Diputación Provincialy de la Hacienda Pública.

Poco antes de entrar en esta plaza, donde pone su nota variopinta y popular un mercadillo de ropa y de calzado, hemos podido admirar el monumento relacionado con el origen de la fundación de Teruel, compuesto de cuatro elementos: el toro, la estrella, el ángel y el vaquero.

Y paseando entre el río de gente que visita el mercadillo, volvemos al punto de partida, es decir, la Plaza del Torico, cuando ya las primeras luces artificiales anuncian la llegada de la noche. Antes de buscar la calle del Salvador para regresar al hotel, tenemos tiempo de descubrir una curiosidad que tiene que ver con el torico de la columna: situándose uno en determinado lugar de la plaza frente a la columna que lo sostiene, puede ver la estrella de hierro, que hay colocada sobre el tejado del edificio que cierra la plaza detrás de la fuente, justamente colocada entre las astas del diminuto pero poderoso toro.

Hay ya poca gente sentada en las terrazas de los bares de la plaza. La vida de la ciudad va de retirada. Es domingo y mañana es día de trabajo.

 

viernes, 28 de septiembre de 2012

Patadas al diccionario

A vueltas con los apócopes

El diccionario de la RAE define apócope como "supresión de algún o algunos sonidos al final de un vocablo".
En nuestro idioma tenemos abundantes ejemplos: buen en vez de bueno, gran en vez de grande, san en vez de santo, tan en vez de tanto...
Y se emplean cuando van delante de un sustantivo:
Es un buen hombre.
Pescó un gran tiburón.
Se sabía de memoria el evangelio de san Lucas.
Este último caso presenta una excepción y debe escribirse la palabra completa, santo, delante de nombres como Domingo o Tomás.
Viajé el mes pasado a Santo Domingo.
Santo Tomás es el modelo de hombre incrédulo.
 
 
El caso de tan en vez de tanto es algo diferente de los demás, pues, en vez de ser adjetivo calificativo como los otros, es adverbio de cantidad y se emplea acompañando a adjetivos y adverbios en construcciones comparativas y consecutivas:
Es tan alto como un armario.
Es tan alto que tiene que agachar la cabeza cuando entra en su habitación.
Me miró tan fijamente que llegó a asustarme.
 
El error se comete cuando se emplea delante de un verbo, especialmente de las formas verbales de ser, ejemplo que oímos a menudo en la radio. Hoy mismo un locutor decía refiriéndose a lo mal que va la economía en nuestro país (¡vaya noticia!):
Tan es así que los más optimistas no ven una solución del problema antes de 2014.
 
Aquí no vale el apócope: hay que emplear el vocablo completo, tanto:
TANTO ES ASÍ QUE...

jueves, 27 de septiembre de 2012

VIAJE RELÁMPAGO A TERUEL (II)


5.

Subidos de nuevo al autobús, decimos adiós al Castillo, llamado de los Catalanes porque la historia sitúa en él a los Condes de Barcelona, y enfilamos el rumbo a Alcañiz, próxima parada, tras torcer por el puente atravesado en medio del pantano. Enseguida el autobús empieza a subir tanto que deja muy abajo al agua del estanque que reflejan el azul limpio del cielo, y la carretera se convierte en una interminable serpiente gris que repta, sube y baja entre montes habitados por pinares y carrascas.


6.

Como la marcha se vuelve monótona, aprovecho para echar un vistazo al librito de Teruel que me he traído conmigo. Repaso la historia de la ciudad y releo sus principales leyendas de amor y guerra entre moros y cristianos. La primera y más conocida es la de Isabel de Segura y Diego de Marcilla, tema central de varias obras literarias, la principal de las cuales es el drama romántico firmado por Hartzenbusch y titulado inequívocamente Los amantes de Teruel. Pero también recuerdo la del tributo de Leonor o la del puente de Elvira, igualmente emotivas y llenas de romanticismo, así como la que explica el origen de la construcción de las dos torres mudéjares gemelas de la ciudad, la del Salvador y la de San Martín, o la de la fundación de la ciudad por Alfonso II, en la que figura un toro y una estrella, entre otros símbolos. Asimismo examino los planos de Teruel con indicación de los lugares y monumentos más visitados de la ciudad del toro y el amor. Y leo algunas notas sobre las pinturas del techo de la Catedral
Luego recurro a mi biblioteca de una página, llamo así al Kindle, invento excepcional para el buen lector, donde tengo reunidos unos cuantos de mis libros favoritos de Poesía, Teatro, Narrativa y Ensayo, y me enfrasco en la relectura de Los amantes de Teruel, de Hartzenbusch.
"¿Conocéis en esta cara
marchita y amarillenta,
en estos ojos que cubre
de dolor oscura niebla,
en este labio en que siempre
un ¡ay! lastimero suena,
en esta efigie animada
del pesar, veis la belleza
que llamasteis algún día
en mil trovas lisonjeras
perla del Guadalaviar.
de Teruel fúlgida estrella?"

 


7.

Y así entramos en la provincia de Teruel, según la voz de la guía que lo anuncia en estos momentos. La enorme e incansable serpiente gris sigue serpeando, subiendo y bajando por el tobogán del paisaje aragonés, ahora pobremente representado por pedregales y yermos, pinos solitarios y algunas sabinas albares. El sol, en lo alto de las ventanillas del autobús, empieza a calentar mientras a la derecha de la marcha aparecen algunos olivares y más sabinas albares. Las conversaciones de los pasajeros, algo cansadas y repetitivas, han ido bajando de tono. La que persiste es la música del MP3 del autobús, que, al contrario que la anterior, se ha vuelto más vocinglera, ligera y popular. Allá a lo lejos, delante del autobús, se perfila violeta la sierra de Albarracín.

Y llegamos a la vista de Alcañiz, que, subida en un altozano, nos espera para una larga visita.


8.

Alcañiz, topónimo de origen árabe que en castellano significa El cañizo, es una población tranquila y pequeña, pero cuajada de atractivos monumentos artísticos, entre los cuales destacan la excolegiata de Santa María la Mayor, con una portada renacentista formidable, el rincón formado por el Ayuntamiento y la Lonja, del más depurado estilo gótico, y el Parador de la Concordia, subido a lo más alto de la población como un águila de piedra para dominar el paisaje, que fue en el pasado un convento franciscano y que guarda en su interior sorpresas inauditas como las pinturas góticas murales de una de sus torres o su recoleto claustro del mismo estilo; anexionado a él está el Castillo de los Calatravos con imponentes torreones e inexpugnables almenas. La vista de la vega que rodea al río Guadalope desde allí arriba es insuperable. No olvido el paseo por las calles antiguas de Alcañiz que dimos a nuestra vuelta de las impresionantes alturas porque también en ellas guarda celosa su vida pasada, y por las modernas, que constituyen el presente y el futuro de una población que no quiere vivir sólo de su historia.
 

Subidos de nuevo al autobús, nos dirigimos al Hotel Alcañiz en cuyo restaurante podremos reponer nuestras fuerzas tan bellamente perdidas. Sin embargo, nos hemos adelantado al horario convenido y el autobús, para hacer tiempo, nos lleva a La Estanca, a pocos kilómetros de allí, que según nos dice la guía es un lugar paradisiaco donde podemos pasar apaciblemente y tomar algún refresco.

 

9.

La llamada Estanca no es más que una gran charca donde Alcañiz ha establecido su privilegiado Club Náutico. Cabe añadir apenas que el lugar no posee una sola sombra y el calor es sofocante. Así que refugiados en el Bar que se levanta cerca de su orilla, mientras tomamos el vermú, echamos una mirada cansina al agua estancada y a un solitario velero que a los escasos impulsos del viento a duras penas navega por ella. Los juncos crecen en sus orillas y enfrente, en la otra margen, verdean unos cuantos árboles. Nos enteramos en el bar de que contigua a La Estanca hay una presa con compuerta que en momentos abundantes libera agua de la charca para regar algunos cultivos. Antes de subir al autobús para acudir a cumplir con las obligaciones del estómago, no me resisto a bajar hasta la orilla donde el velero, gobernado por dos hombres, aún lucha por surcar unos metros más en dirección al atracadero del Club Náutico las aguas quietas de la charca. Manos mal que tengo la suerte de descubrir a una libélula volando sobre los escuálidos juncos.
 
 
 

miércoles, 26 de septiembre de 2012

VIAJE RELÁMPAGO A TERUEL (I)


Primer día

 

1.

Antes de amanecer, ya viajamos en el autobús que nos llevará a Teruel. Y con las primeras luces del alba, bajo unas nubes de un gris indeciso que navegan en sentido contrario a nuestra marcha, desayunamos en La Panadella, lugar de agridulce recuerdo pues en un pasado que se pierde en lontananza aunque no en el corazón fue testigo de la muerte de un ser muy querido y en alternadas ocasiones sirvió de referencia de otras idas y vueltas, unas felices y otras no tanto, y de encuentros con algún que otro personaje del mundo del espectáculo hoy tristemente desparecidos.

De nuevo a bordo, la guía de la agencia de viajes nos pone en antecedentes sobre los nuevos altos que haremos en la ruta antes de arribar a nuestro destino, el primero de los cuales será Mequinenza, y de las excursiones y recorridos turísticos que la Agencia tiene previstos en un futuro próximo.

 

2.

Al paso del autobús, van despertando los árboles, los puentes, los pueblecitos, las tierras de labor, los baldíos, los lejanos horizontes y los cercanos taludes por donde se abre paso el autocar, bajo una luz pálida y tímida, todavía niña y sin malicia, bajo una neblina rosada y mate. La música suave que irradian los altavoces del vehículo y las conversaciones medio dormidas y como en sordina de los pasajeros forman una especie de sinfonía sosegada que hace más agradable el viaje.

 

3.

Con el sol ya levantado desde hace rato, los colores de la naturaleza, con sus brillos y sus sombras, se desperezan poco a poco. Los amarillos brillan en los maizales, los verdes en las arboledas, los rojos en los tejados de los pueblecitos y las granjas…

Ya está ahí la mañana, a un lado y a otro de la carretera. Mientras que aquí, en el vientre del autobús suenan sedantes todavía los boleros eternos, el de Reloj, no marques las horas, Perfidia, Sabor a ti… Es una lástima que las conversaciones de los pasajeros, completamente despiertos ya a estas alturas, vayan subiendo de tono. Pero…

 

4.

Dejamos la autovía y tomamos la carretera nacional. Campos de frutales, ya recolectados, nos dicen adiós. Sin avisar, aparece paralelo a la ruta el río Cinca. Poco a poco la cinta azul brillante del curso del río se va ensanchando hasta llegar al pantano de Mequinenza, lago de plata donde muestra el turismo su poderosa fuerza y su oficio mercantil y económico. Atracaderos para barcos, restaurantes, parques de atracciones… Nueva parada del autobús. Mequinenza.

En vez de ir al bar disparados como hace la mayoría de nuestros compañeros de viaje, estiramos las piernas paseando por la orilla del pantano, sintiendo la brisa de la mañana en la cara y llenando los pulmones de aire sano. La superficie tersa del gran estanque calla, mientras el agua de la orilla canta junto a los muelles y los atracaderos, y de la zona de naves industriales, cercana al lago, bullen las últimas conversaciones de los jóvenes que han pasado la noche en fiesta. Allá arriba, coronando la montaña de enfrente, continúa impertérrito el Castillo de Mequinenza, testigo de la historia que no teme asomarse al presente.

martes, 25 de septiembre de 2012

Un poema tristemente perdido y felizmente encontrado

LUIS ROSALES

En el octubre de veinte años atrás escribí este poema dedicado al autor de La casa encendida, muerto entonces, y nunca más supe de su paradero hasta hoy en que, revisando los libros de una de las estanterías inferiores de mi biblioteca, lo encuentro entre las páginas de un libro. No quiero esperar más en sacarlo a la luz en mi blog. Decía (y dice) así:
 
 




Es tu nombre la luz,
y un perfume de abril
en la azul enramada tu apellido,
Luis Rosales, Cervantes cabalgando
sobre el Rocinante de libertad
que te dan tus palabras
encendidas en versos.

No te preocupes más: Lorca lo sabe.
Aquel paisano tuyo que la guerra
se llevó confundido,
ahora sale a tu encuentro
y te dará un abrazo de Alhambra y de jardines.
La paz os abrirá sus ventanales
y juntos compondréis los altos versos
que el Gran Poeta dicta a sus amigos.

Es tu nombre la luz,
y un perfume de abril
en la azul enramada tu apellido,
Luis Rosales, ensalmo
que conjura al olvido.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Memorias de un jubilado


LA VIDA SATISFACTORIA

Simplificando excesivamente, la vida satisfactoria para mí puede cifrarse en una buena paella hecha por mi mujer y luego saboreada en compañía de los nuestros en el porche del jardín y a salvo de los mosquitos. El sofrito de los inicios (el ajo, el tomate, la cebolla... con las gambas), el hervor de los mejillones y las almejas en recipiente aparte, el arroz, el agua de los mejillones y almejas colada, y, finalmente, cuando el arroz va tomando cuerpo, el añadido del marisco... Todo ese formulario de la cocina puesto en funcionamiento para que el resultado sea óptimo. La vida también es así. Hay que ir cocinándola a fuego lento, sin prisas, con cuidado, durante la infancia y adolescencia (aquí el peligro de que se eche a estropear todo es constante) para que en la juventud asiente el arroz y no se pase. Los gustosos añadidos son las agradables circunstancias que acompañan al persistente aprendizaje (los miedos, las esperanzas, los problemas, el estudio cabal de unos y otros, la búsqueda atemperada de las soluciones) de la vida. Y luego, en la madurez, saborear los resultados; mirar atrás con satisfacción de haber hecho muchas cosas buenas y pocas malas.
Hasta el momento es así, y hoy día de la Merced, a muchos de aquel en que tuve la suerte de conocer a la que sigue siendo la compañera de mi vida, no deseo que cambie nada, que siga habiendo muchas paellas y muchos otoños por estrenar con los más cercanos.

 

sábado, 22 de septiembre de 2012

Patadas al diccionario



 Aunque ésta no es una entrada al uso, guarda cierto parecido con cualquiera de ellas pues el fallo que se detecta en ella se debe como en muchas ocasiones a un despiste del escribiente, con lo que provoca en el lector una reacción cuando menos simpática. Allá va.


Un animal extrañísimo
 
Leyendo la Guía Azul de Teruel (2010) antes de emprender el viaje a ese lugar precioso en arte y vida de Aragón, tristemente olvidado, encuentro en la página 128, perteneciente al punto Comarca de Albarracín y su sierra, este párrafo:
“Pero las condiciones inhóspitas para el ser humano favorecen la proliferación de especies animales características de parajes montañosos, como el jabalí, el ciervo, la a, la liebre y la perdiz…”
¡Qué animal tan interesante! Y misterioso, y múltiple si se juega sólo con la inicial. Continúa el párrafo diciendo:
“ …Un gozo auténtico para los aficionados a la caza…”
¡Faltaría más! ¡Con ese aliciente oculto y a la vez ambiguo…! Y concluye el párrafo:
“… y para los estudiosos de la fauna y la naturaleza.”
¡Ya lo creo! Aunque mejor para los estudiosos del mundo de las adivinanzas.
Fuera bromas y haciendo nuestras propias averiguaciones, hemos llegado a la conclusión de que esa vocal inicial misteriosa es la de la  ardilla.


jueves, 20 de septiembre de 2012

TRES PERSONAJES PARA UN ENTREMÉS

TRES PERSONAJES PARA UN ENTREMÉS (2)


cementerio rural

ARLEQUÍN

Prefiero el segundo al primero. Ah, los comedores, los ventorrillos, las suculentas comidas y las interminables cenas. Comer y beber hasta reventar.

PANTALÓN

Así se llega antes al cementerio.

DOCTOR

Lo conveniente es comer y beber con moderación para mantener a distancia la casa donde nunca se come ni se bebe.

ARLEQUÍN

¿Toda esa sabiduría que usted posee la saca de ese libro que lleva bajo el brazo?

DOCTOR

Casi toda. También conviene echar mano de los conocimientos empíricos.

PANTALÓN

(A ARLEQUÍN.) De eso sabe usted bastante, pues ha vivido de ellos siempre, ¿no?

ARLEQUÍN

¿De los conocimientos empíricos? Sí, pero sobre todo de los desconocimientos generales que tienen los demás. (Al DOCTOR.) A usted que está tan bien preparado en Letras y Humanidades, me gustaría hacerle una pregunta que tiene que ver con la poesía que quiero leerle a mi amigo en el día de su boda.

DOCTOR

Usted dirá.

ARLEQUÍN

¿Qué está mejor dicho: “A partir de hoy, quiero que tu vida sea un camino de rosas” o “Quiero que tu vida sea, a partir de hoy, un camino de rosas”?

DOCTOR

En Métrica como en Gramática, todas las cuestiones son difíciles. Sin embargo, antes de seguir adelante, me gustaría que me contestara usted a una pregunta mía. ¿Es usted el autor de esas palabras?

ARLEQUÍN

Sí, claro. Aunque sé que son palabras sencillas, me hace ilusión leerle algo personal.

DOCTOR

En ese caso, lo mejor es seguir lo que le dicte el instinto. Pero si he de pronunciarme, prefiero la segunda opción; la expresión es igualmente correcta que la primera aunque más musical. Aunque lo que importa en realidad es que lea bien la que elija.

ARLEQUÍN

(Echándose mano al bolsillo para sacar algo de él.) ¿Quiere que le lea el escrito? Lo llevo aquí.

DOCTOR

 (Se lleva la mano al estómago.) No hace falta: sé que lo hará bien cuando llegue el momento. Y ahora, si me perdonan, debo echar una cabezadita en un lugar a la sombra. (Vuelve a ponerse la mano en el estómago.) La comida y la bebida me pesan demasiado. (Empieza a caminar hacia la izquierda.)

PANTALÓN

Por mí, adelante.

ARLEQUÍN

Yo tampoco me opongo. Después de una copiosa comida conviene echar una buena siesta.

(El DOCTOR sale.)

 

 

CUARTA ESCENA

ARLEQUÍN y PANTALÓN

 

ARLEQUÍN

(Mirando hacia el lado por donde ha salido el DOCTOR.) ¿Se ha fijado en la manera como lleva el libro?

PANTALÓN

(Mirando también hacia ese lado.) Ahora que lo dice, sí. Parece que le tiene gran afecto. ¡Si hasta lo usa de almohada!

ARLEQUÍN

Ese libro debe de esconder algún secreto para no separarse de él ni un instante.

PANTALÓN

Si está pensando en lo que creo que está pensando, más vale que se lo quite de la cabeza.

ARLEQUÍN

¿Qué cree que estoy pensando? No soy ningún asesino ni nada que se le parezca. Sólo digo que si nos hacemos con ese mamotreto saldremos de dudas si oculta en él algo importante o no. Sólo eso.

PANTALÓN

Seamos sensatos. Los libros no encierran otra cosa que conocimientos, datos, estudios, ideas y sentimientos que pensaron y sintieron otros hombres. ¿Qué piensa usted que puede haber en ese libro? ¿Dinero? ¿Joyas? ¿Documentos que hacen ricos a los hombres así, sin más?

ARLEQUÍN

Conozco historias de libros que luego no lo eran.

PANTALÓN

¿Libros que no eran libros? Eso no es más que una contradicción.

ARLEQUÍN

Sé lo que digo. He oído hablar de libros que eran estuches. Una de las cubiertas hacía de tapa y el cuerpo de hojas, debidamente pegadas y ahuecadas luego, formaba el interior del estuche. Yo mismo vi en cierta ocasión uno de estos raros volúmenes que ocultaba en su interior la daga que había cometido un crimen. ¿Por qué no puede ser el libro del Doctor uno de esos libros?

PANTALÓN

Y si lo fuera, ¿qué haría usted para conseguirlo? ¿Cometer otro crimen?

ARLEQUÍN

Nada de sangre. Ya le he dicho que no soy un asesino. Sólo quiero aprovechar el sueño del caballero para en un descuido hacerme con la almohada, digo con el libro. Ahora que si usted no quiere colaborar conmigo, no pasa nada. Yo sigo adelante con mi plan. Luego no me venga con querer que reparta con usted los beneficios.

PANTALÓN

(Mirando a todas partes.) Tampoco es eso. Y sabiendo que no va a haber violencia alguna en su plan, me gustaría participar de algún modo en él. ¿Qué tengo que hacer?

ARLEQUÍN

Nada más fácil. Cuando esté dormido profundamente y sus ronquidos se oigan en el cementerio, le levanta usted la cabeza al erudito durmiente el tiempo justo para que yo pueda hacerme con el libro y luego le vuelve a dejar la cabeza en el suelo. ¿Qué le parece?

PANTALÓN

(Titubea un segundo.) De acuerdo, el momento que usted necesita para quitarle el libro, ¿no?

ARLEQUÍN

Eso es lo que he dicho.

PANTALÓN

(Dudando.) Y cuando tenga el libro, ¿qué hacemos?

ARLEQUÍN

(Haciendo ademán de empezar a caminar hacia la izquierda.) Lo que suele hacerse en estos casos. Salir corriendo.

PANTALÓN

(Agarrándole del brazo.) Un momento. Salir corriendo ¿hacia dónde?

ARLEQUÍN

(Quitándole la mano.) Tenemos dos opciones: o al cementerio, y allí, tras examinar el contenido del libro, tomar una decisión, o directamente hacia el ventorrillo y allí preguntar al posadero dónde encontrar el medio de transporte más cercano.

PANTALÓN

Vistos los pros y los contras de ambas opciones, estoy pensando en una tercera.

ARLEQUÍN

(Dando muestras de impaciencia.) ¿Cuál es esa opción?

PANTALÓN

Ir al pueblo y allí hacernos con el medio de transporte que nos vaya mejor a cada uno, a usted para acudir a la boda de su amigo y a mí para…

ARLEQUÍN

(Mira hacia el lado izquierdo sobresaltado.) Ahora ya no hace falta. Acaba de despertarse el Doctor.

PANTALÓN

(Sorprendido simplemente.) Habrá tenido una pesadilla. Las comidas pesadas suelen provocarlas.

ARLEQUÍN

Aquí la única pesadilla es usted. Pero en fin. No hay mal que por bien no venga. Más tarde o más temprano me haré con ese libro y sólo yo me beneficiaré de él. Y ahora silencio. Ni una palabra sobre el asunto. Que aquí llega el Doctor.

 

 

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Recuerdo de Teruel

 
Ayer regresamos de un viaje relámpago a Teruel, la ciudad del toro y del amor, extremos del arco de la vida. Aunque aprovechamos para visitar lo mejor de Alcañiz y el encanto serrano y artístico de Albarracín. Sensaciones que ahora son recuerdos. El parador que fue convento en Alcañiz, el mudéjar de Teruel y las casas colgadas de Albarracín, por ejemplo, son visiones que pasan a enriquecer el mundo de las emociones .
 
 
Viendo ahora las imágenes robadas a la realidad para alimentar la fantasía dolorosa de la ausencia, nos hace confirmar en la idea de que la vida rutinaria nos ata tanto a lo material y transitorio, que necesitamos de vez en cuando estos bocados de belleza y poesía, símbolos de lo eterno, para salvarnos del mar de la desidia y el aburrimiento

viernes, 14 de septiembre de 2012

GALERÍA PERSONAL

Historia de uno de mis cuadros que,
 aunque no sea de los mejores,
es sin duda de los más queridos


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Allá a principios de los años ochenta del pasado siglo, nos trasladamos a vivir a Cerdanyola para estar más cerca del Colegio privado donde trabajaba de profesor desde finales de los sesenta. Y un día una vecina nos regaló, para alegría de mis hijos, un gato siamés que se pasó maullando en la galería del lavadero toda la noche. Pero poco a poco se fue acostumbrando a nuestra compañía y nosotros a la suya, de tal modo que era uno más de la familia. Sus ojos azules, el color canela de su cuerpo y su magnífica cola persa eran las delicias de propios y extraños; los pocos, eso sí, que lograban verlo porque en cuanto Canela, así llamamos a nuestro gato por el dominante color de su pelaje (si bien habría sido más apropiado ponerle el nombre en masculiono porque era macho), decía que en cuanto Canela adivinaba pasos foráneos en el pasillo del ascensor aproximándose a la puerta del piso, salía escopeteado hacia el sofá de la sala donde yo había instalado mi biblioteca y se escondía detrás de él, para no volver a dar señales de vida hasta que la visita se había ido de casa.
Canela acostumbraba a dormir y a filosofar sobre una silla de anea con cojín rojo cuya desaparición ahora no recuerdo ni cómo ni cuándo sucedió.
Pues bien, un día me dio por eternizar los sueños de nuestro gato pintándolo en un  lienzo destinado a representar una vista de mi ciudad natal. He hice bien. Porque mi ciudad natal sigue estando donde ha estado siempre y en cualquier momento mis ojos pueden volver a extasiarse con su vista, pero nuestro Canela no: lo regalamos ya de mayor a una señora que cuidaba de otros gatos, cuando empezamos a viajar y a ir de un sitio para otro y comprobar que el querido siamés sufría un calvario en cada desplazamiento.
Cuando quiero recordarlo, contemplo este cuadro del 85 y me parece ver a Canela acomodándose sobre el cojín rojo de la silla de anea antes de una de sus memorables siestas.

jueves, 13 de septiembre de 2012

TRES PERSONAJES PARA UN ENTREMÉS


 

TRES PERSONAJES PARA UN ENTREMÉS  (I)

 

ARLEQUÍN

PANTALÓN

DOCTOR

 

La acción transcurre en un lugar y tiempo indefinidos

 

PRIMERA ESCENA

ARLEQUÍN solo

 

ARLEQUÍN

(Al público.)  Hola, me llamo Arlequín y mis antepasados provienen de Bérgamo. Bérgamo, no sé si ya lo sabrán, es una ciudad de Italia, capital de la provincia del mismo nombre, que se halla en la región de Lombardía y a menos de cincuenta kilómetros al noroeste de Milán. Las estribaciones de los Alpes comienzan al norte de la ciudad. (Pausa.) No quiero cansarles con datos eruditos que no vienen al caso. Acabo de despertar de un largo sueño y no sé cómo he llegado aquí. Estoy deseando encontrarme con alguien que me indique qué lugar es éste para volver a mi tierra lo antes posible. Un amigo mío se casa y tengo que leerle unos versos en el día de su boda.

 

SEGUNDA ESCENA

El mismo y PANTALÓN

 

ARLEQUÍN

(Aparte.) Por fin, un semejante como yo, aunque parece  más estirado y fino.

PANTALÓN

(Mirando a su alrededor con aire despistado para acabar reparando en ARLEQUÍN.) Ah, hola. ¿Qué sitio es éste?

ARLEQUÍN

(Aparte.) Vaya, creo que no me va a sacar de mi ignorancia. (A PANTALÓN.) Acabo de despertar de un largo sueño, y lo desconozco como usted. A propósito, ¿quién es?

PANTALÓN

Me llamo Pantalón y soy de Venecia, una ciudad italiana que…

ARLEQUÍN.

Ya, ya, ya la conozco. Yo también soy italiano, de Bérgamo. ¿Y a qué se dedica?

PANTALÓN

Hasta hace poco era comerciante, ¿y usted?

ARLEQUÍN

Hago la vida.

PANTALÓN

Y eso para usted ¿qué significado tiene?

ARLEQUÍN

Sencillamente que tomo de la vida lo que me ofrece, y no me lo da gustosamente, se lo robo. (Pausa breve.) Pero sin usar la violencia, ¿eh? No se vaya a creer usted lo que no hay.

PANTALÓN

En otras palabras, es usted lo que vulgarmente se llama un pillo.

ARLEQUÍN

Pero también un filósofo.

PANTALÓN

La filosofía no se lleva muy bien con el pillaje.

ARLEQUÍN

A veces es necesario saber pensar y hablar adecuadamente para abrirse paso en la vida y convencer al prójimo.

PANTALÓN

Vamos que además de pillo es usted embaucador.

ARLEQUÍN

Como desee, pero en el sueño que acabo de tener he comprobado que el filosofar me ha ido bien. Ahora sólo me falta saber dónde me encuentro y buscar de nuevo mi camino para llegar a tiempo a la boda de un amigo mío.

PANTALÓN

¿Cuándo se casa?

ARLEQUÍN

¿Qué día es hoy?

PANTALÓN

Tampoco lo sé.

 

TERCERA ESCENA

Los mismos y el DOCTOR, con un libro bajo el brazo.

 

DOCTOR

Hola, caballeros. Buen día éste para pasear, ¿eh?

ARLEQUÍN

¿Es usted de por aquí?

PANTALÓN

¿Podría decirnos qué lugar es éste?

DOCTOR

Responderé a sus preguntas por estricto orden cronológico. En primer lugar, procedo de Bolonia, que es una ciudad italiana que…

ARLEQUÍN y PANTALÓN

(A la vez) Nosotros somos también italianos y…

DOCTOR

Perdonen. No lo sabía. Como iba diciendo, soy doctor en Letras y Humanidades. Y contestando a la segunda pregunta, este lugar se llama el Descanso porque muy cerca de aquí se encuentra el cementerio. Aunque también existe cerca un ventorrillo donde se come buena carne y se bebe mejor vino. Precisamente vengo ahora de allí paseando para ayudar a la digestión y allí volveré más tarde a merendar un par de huevos fritos con torreznos.

martes, 11 de septiembre de 2012

Galería personal

Dos bodegones últimos


He hablado aquí y en otras partes de mi inclinación por los bodegones. Ya, a mi llegada a Barcelona a mediados de los sesenta del siglo pasado, gustaba de admirar las exposiciones pictóricas que tuvieran como eje temático el bodegón. Mi amigo el Pintor tenía algunos suyos en su casa y en cada visita a su estudio me recreaba con su vista. Las botellas oscuras de alto cuello, los botes con pinceles, los botijos, las sillas arrumbadas en oscuros rincones, las sombras burdeos de los fondos y las luces de los brillos de las frutas y las copas... Yo mismo empecé a pintar mis primeros bodegones. Y hasta ahora no he dejado, como digo, de sentir un cariño especial por este género pictórico. Ya antes, en alguna entrada de mi blog, expuse algunos bodegones representantes de otras tantas etapas de mi vida como pintor. Y hoy expongo dos muestras realizadas con acrílicos este verano que va lentamente avanzando hacia su fin.


 

lunes, 10 de septiembre de 2012

El poema del mes



GARCILASO

 

A veces unos versos
retratan un río rumoroso,
unas ninfas que bordan sus leyendas
en la orilla con un hilo de oro.

A veces una vida
pelea entre la pluma y las almenas,
y de ella queda un alma
llorando entre la niebla.

A veces un río castellano,
oculta en su corriente
las voces doloridas de un poeta
segado por la muerte.

A veces en el aire
su voz se deja oír:
“No me podrán quitar
el dolorido sentir.”

Garcilaso es el nombre,
la luz apagada de una estrella:
una muerte prematura,
imagen vital de un gran poema.