LOS TRES SÍES
(Adaptación libre del cuento La niña de los tres maridos,
de “Fernán Caballero”)
PERSONAJES
(por orden de aparición)
HOMBRE RICO, dueño del palacete
PRETENDIENTE 1
PRETENDIENTE 2
PRETENDIENTE 3
NOVIA, hija del primero
VIEJECITO
La acción transcurre en la actualidad en un palacete donde vive un
hombre que fue muy rico y ahora venido a menos con una hija joven,
hermosa y casadera.
PRIMER CUADRO
El HOMBRE RICO venido a menos recibe a los tres PRETENDIENTES a la
mano de su hija en la sala de visitas de la casa.
HOMBRE RICO (Al PRETENDIENTE 1). Usted dirá en que basa sus
pretensiones respecto a mi hija.
PRETENDIENTE 1. Habida cuenta de que ustedes no están pasando por un
buen momento económico, yo me ofrezco a ayudarles a salir de la
crisis con mi aportación, que se basa en un sueldo mensual de cinco
mil euros, un ático en la zona de más alto “estandin” de la
ciudad y una casa en la Costa Brava.
HOMBRE RICO. No está mal y tomo nota. Pero piense que mi hija vale
mucho más que todo eso para mí. (Al PRETENDIENTE 2) ¿Y usted, qué
me ofrece?
PRETENDIENTE 2. Yo voy por el mismo camino que mi antecesor. Gano
bien la vida y poseo algunos ahorros. Sin embargo, yo ofrezco algo
que no se mide con el metro de los bienes y la riqueza.
HOMBRE RICO. (Asombrado.) ¿Y qué es si puede saberse?
PRETENDIENTE 2. A eso he venido aquí, a decírselo. Yo, ¿sabe
usted?, soy artista pintor y con sólo mis pinturas puedo alegrar la
vida de la persona más afligida del mundo.
HOMBRE RICO. Hombre, eso es una ayuda añadida a la material incapaz
de medirse, como usted dice, con el rasero monetario. Tomo nota. (Al
PRETENDIENTE 3.) Acabemos esta entrevista porque supongo que tienen
ustedes muchas cosas que hacer, lo mismo que yo. Ahora le toca usted,
caballero, exponer en qué basa sus pretensiones. Cuando quiera.
PRETENDIENTE 3. Seré breve. Yo no poseo bienes como mis antecesores,
pero poseo algo que no tiene la mayoría de los humanos.
HOMBRE RICO. (Extrañado.) Me temo que sin recursos económicos poco
vamos a hacer. Sin embargo, por curiosidad, me gustaría saber qué
es eso que tiene usted y que le falta a la mayoría de los hombres.
PRETENDIENTE 3. Lisa y llanamente la voluntad.
HOMBRE RICO. La voluntad, señor mío, es una de las potencias que el
alma humana posee.
PRETENDIENTE 3. No se lo niego, señor. Pero a la larga, eso no es
más que una información que aprendemos desde niños pero que luego,
en la experiencia, pocos somos capaces de poner en práctica.
HOMBRE RICO. Póngame un ejemplo.
PRETENDIENTE 3. Le pondría mil ejemplos. Pero abreviando, le diré
que cuantas veces he caído en el camino de la vida, nada fácil en
mi caso, otras tantas me he levantado y he seguido avanzando. Prueba
de ello es que hoy he venido aquí a pretender también la mano de su
hija.
HOMBRE RICO. La verdad es que mi hija podría aprender muchas cosas
de usted y de su fuerza de voluntad. Aunque siento decirle que sólo
con la voluntad no basta para levantar un hogar y una familia. (A los
tres PRETENDIENTES.) Les agradezco el esfuerzo que han hecho hoy para
venir a esta entrevista. Pasados unos días les volveré a citar para
hacerles saber el parecer de mi hija. (Se pone en pie y los tres
PRETENDIENTES le imitan.) Hasta entonces, caballeros. (Le estrecha la
mano. Los tres PRETENDIENTES salen.)
(Oscuridad.)
SEGUNDO CUADRO
En la habitación de la NOVIA, hablan ésta y su padre el HOMBRE
RICO.
NOVIA. Padre, ¿has hablado ya con mis pretendientes?
HOMBRE RICO. Sí, hija, con los tres.
NOVIA. ¿Y cómo son?
HOMBRE RICO. Son diferentes. Los tres son inteligentes, amables,
porfiadores, y poseen los tres el modo de abrirse paso en la vida. Y
de ayudarte, y de ayudarnos a salir del atolladero en que nos
encontramos. Sólo que hay uno de ellos que, que, no sé cómo
decírtelo, pero…
NOVIA. Creo que sé lo que quieres decirme. Que no gana mucho dinero
o que no dispone de propiedades o que es pobre pero honrado y
tesonero.
HOMBRE RICO. No podía haberlo dicho yo mejor.
NOVIA. ¿Cuándo los verás de nuevo?
HOMBRE RICO. Les he dicho que dentro de unos días los volveré a
entrevistar para hacerles saber tu opinión.
NOVIA. Empecemos otra vez. ¿Son guapos y buenos mozos los tres?
HOMBRE RICO. Te puedo asegurar que sí.
NOVIA. Sigamos. ¿Cómo son?
HOMBRE RICO. ¿Qué quieres decir?
NOVIA. Me refiero a sus armas, además de su guapura.
HOMBRE RICO. El primero tiene un buen sueldo, posee un ático en la
mejor parte de la ciudad y un apartamento en la Costa Brava.
NOVIA. No está nada mal para empezar. ¿Y el segundo?
HOMBRE RICO. El segundo, como el anterior, se gana bien la vida,
posee algunos ahorros y es artista.
NOVIA. ¿Qué clase de artista?
HOMBRE RICO. Pinta cuadros.
NOVIA. Eso ayuda.
HOMBRE RICO. Eso mismo le he dicho yo.
NOVIA. ¿Y el tercero?
HOMBRE RICO. Aquí quería yo llegar. Dice que no cuenta con bienes
ni riquezas como los dos primeros, pero que posee una voluntad de
hierro para salir de las situaciones más arriesgadas de la vida.
NOVIA. La voluntad es un as en la manga hoy en día, padre. Nos puede
ayudar con la misma fuerza que los otros ingredientes. Por todo ello
he decidido, padre mío, darles el sí a los tres.
HOMBRE RICO. (Extrañado.) ¿A los tres? Entra en razón, hija mía.
Sólo puedes dar el sí a uno. Elige.
NOVIA. Ya he elegido.
HOMBRE RICO. Así me gusta, hija. ¿A quién?
NOVIA. Ya te lo he dicho, padre. A los tres. Elijo a los tres.
HOMBRE RICO. (Preocupado.) ¿Es esta tu última decisión?
NOVIA. (Resuelta.) Sí, padre, y estoy convencida de que es la mejor.
(El HOMBRE RICO sale cabizbajo.)
(Oscuridad.)
TERCER CUADRO
En la sala de visitas el HOMBRE RICO se vuelve a reunir con los tres
PRETENDIENTES de su hija.
HOMBRE RICO. Caballeros, les he reunido de nuevo aquí para
comunicarles el parecer de mi hija.
PRETENDIENTES. (Al unísono. Con ansiedad.) ¿Y cuál es?
HOMBRE RICO. No se lo van a creer, pero mi hija los quiere a los
tres.
PRETENDIENTES. (Extrañados.) ¿A los tres?
HOMBRE RICO. ¡A los tres! Y ya saben que eso es imposible.
PRETENDIENTES. ¡Imposible!
HOMBRE RICO. Y como eso es imposible, les propongo que se vayan por
esos mundos de Dios a buscar una cosa única en su especie y
traérsela a mi hija. El que de ustedes traiga la mejor y más rara
cosa del mundo será el que se case con mi hija. Lo prometo. Así
pues, y si están de acuerdo con mi propuesta, cuando lo deseen
pueden ponerse en marcha. Gracias por el nuevo esfuerzo.
(Los tres PRETENDIENTES, tras estrechar la mano del HOMBRE RICO,
salen.)
(Oscuridad.)
CUARTO CUADRO
En un país exótico, en la calle de un mercado ambulante. El
PRETENDIENTE 1 se encuentra con un VIEJECITO que compra y vende a
voces cosas viejas en su puesto.
VIEJECITO. (Voceando.) ¡Compro hierro viejo, metal y cobre! ¡Vendo
objetos viejos, curiosos y raros!
PRETENDIENTE 1. (Acercándose al puesto para mirar las cosas
expuestas sobre él.) ¿De verdad, señor, que vende usted objetos
viejos, curiosos y raros? Aquí no veo nada especial.
VIEJECITO. Hay que mirar bien, joven. Las apariencias engañan muchas
veces. (Coge un espejito del puesto y se lo enseña.) Mire, por
ejemplo este espejito que al parecer es de lo más normal y
corriente.
PRETENDIENTE 1. ¿Y no es normal y corriente?
VIEJECITO. No, señor. Tiene algo muy especial.
PRETENDIENTE 1. (Extrañado.) ¡Ah!, ¿sí? Yo lo veo pequeño y
hasta feo.
VIEJECITO. Eso es a simple vista. Ya le he dicho que las apariencias
engañan.
PRETENDIENTE 1. Pues dígame qué virtud tiene.
VIEJECITO. (Bajando la voz.) Si de verdad quiere hacerse con él, se
la digo ahora mismo.
PRETENDIENTE 1. No, señor. Así no son las cosas. Para comprarlo,
debo saber antes qué virtud tiene el espejo.
VIEJECITO. Si le digo que en este espejo puede ver usted reflejadas
las personas que desea ver, ¿me creerá?
PRETENDIENTE 1. ¡Claro que no!
VIEJECITO. No sé por qué me esperaba de usted algo así. Sin
embargo, antes de seguir su camino, ¿no desearía comprobar lo que
le digo? A veces la fe mueve montañas.
PRETENDIENTE 1. De acuerdo. (Se asoma al espejo y mira en él.
Asombrado.) No puedo creérmelo. Es verdad. Acabo de ver a una
persona conocida que hace mucho tiempo no veía. ¿Cuánto pide por
el espejo?
VIEJECITO. No mucho. Sólo lo que lleva en el bolsillo izquierdo de
su pantalón.
PRETENDIENTE 1. (Más asombrado todavía.) ¿Cómo sabe que llevo mi
dinero en este bolsillo?
VIEJECITO. Sé solamente lo que debo saber. ¿Está de acuerdo con el
precio?
PRETENDIENTE 1. (Tras dudar unos segundos.) Creo que sí.
VIEJECITO. (Sonriendo.) Puede hacerse con el dinero que quiera por
medio de la tarjeta que lleva en la cartera. Además, el espejo le
proporcionará la verdadera riqueza a la que usted aspira.
(El PRETENDIENTE 1 le da el dinero y el VIEJECITO le entrega el
espejo. El primero se despide guardando el espejo y el segundo
empieza a recoger el puesto del mercado. )
(Oscuridad.)
QUINTO CUADRO
En otro lugar exótico, en otra calle de otro mercado ambulante, el
PRETENDIENTE 2 se encuentra con el mismo VIEJECITO que compra y vende
a voces cosas viejas en su puesto.
VIEJECITO. (Voceando.) ¡Compro hierro viejo, metal y cobre! ¡Vendo
objetos viejos, curiosos y raros!
PRETENDIENTE 2. (Se acerca a curiosear.) ¿Dice usted que vende
objetos raros? Yo aquí no veo ninguno.
VIEJECITO. Porque no mira bien, caballero. Fíjese, por ejemplo, en
este botecito. (Lo coge del puesto y se lo muestra.) No es más que
un botecito normal y corriente, pero dentro contiene un bálsamo
especial.
PRETENDIENTE 2. (Asombrado.) ¿Dice que un bálsamo especial?
Explíquese.
VIEJECITO. Está hecho de sangre de serpiente, pulpa de tamarindo y
huesos molidos de un mártir de esta tierra.
PRETENDIENTE. (Incrédulo.) ¿Y de qué me va a servir a mí?
VIEJECITO. Nunca se sabe, caballero. (Baja la voz.) Pues este bálsamo
tiene la virtud de resucitar a los muertos.
PRETENDIENTE 2. (Más incrédulo aún.) Así que resucitar a los
muertos, ¿eh? Me gustaría verlo para plasmarlo en uno de mis
cuadros.
(En ese momento cruza de izquierda a derecha un carro transportando
un féretro.)
VIEJECITO. (Parando el carruaje mortuorio.) Aquí tiene la ocasión
de comprobarlo usted mismo. Abra el ataúd y moje con una gota de
este bálsamo los labios del muerto.
PRETENDIENTE 2. Si fuera verdad, yo sería como Dios. (Obedece no muy
convencido.)
(A los dos o tres segundos, el muerto abre los ojos, se incorpora en
su féretro, se baja del carro y echa a andar hasta desaparecer por
la derecha.)
VIEJECITO. Ya se lo dije. Y ahora (Le quita suavemente el bálsamo de
la mano.), ¿me compra el botecito?
PRETENDIENTE 2. (Estupefacto.) ¡Claro que sí! ¿Cuánto pide por
él?
VIEJECITO. Sólo lo que lleva en el maletín de pintura.
PRETENDIENTE 2. (Asombrado.) ¿Cómo ha sabido que aquí dentro,
además de los útiles de pintar, llevo mi dinero?
VIEJECITO. Sé solamente lo que debo saber. ¿Está de acuerdo con el
precio?
PRETENDIENTE 2. Por supuesto. (Le entrega el maletín.)
VIEJECITO. (Enrosca la tapa del botecito y se lo entrega.) Con esto
ganará usted la verdadera riqueza que persigue. Que le vaya muy
bien.
(El PRETENDIENTE 2 se va por la izquierda, mientras el VIEJECITO
comienza a recoger su puesto de mercadillo.)
(Oscuridad.)
SEXTO CUADRO
En otro lugar exótico, en otra calle de otro mercado ambulante. El
PRETENDIENTE 3 se acerca a un arca solitaria de considerables
dimensiones y la toca con curiosidad y le da tres toques en la tapa
para comprobar su solidez. Al instante se abre y aparece el
VIEJECITO.
VIEJECITO. Gracias por despertarme, joven. (Se despereza y sale del
arca.) El viaje esta vez me ha cogido desprevenido.
PRETENDIENTE 3. (Asombrado.) ¡Ah!, ¿pero usted viaja en esta arca?
VIEJECITO. Aunque no se lo crea, así es. Me lleva de un lugar a otro
del planeta en menos que canta un gallo. Y conmigo, a quienes quieran
acompañarme. Si lo desea, puede comprobarlo usted mismo.
PRETENDIENTE 3. Bonita manera de viajar. Siempre he soñado con ello.
VIEJECITO. (Asombrado.) ¿Se está burlando de mí, joven?
PRETENDIENTE 3. Nada más lejos de mi intención. En cuanto lo he
visto, he pensado: “Este buen hombre dará solución a todos mis
problemas. Su rostro disipa cualquier duda e inspira la mayor de las
confianzas.”
VIEJECITO. (Conmovido.) No estará pensando usted en adquirirla,
¿verdad?
PRETENDIENTE 3. ¡Qué más quisiera yo! Pero no tengo suficiente
dinero para comprársela.
VIEJECITO. Eso ya lo sabía. Pero tiene algo que a mucha gente le
falta: la voluntad.
PRETENDIENTE 3. (Asombrado.) ¿Cómo lo sabe usted?
VIEJECITO. Sé solamente lo que debo saber. ¿Usted quiere el arca?
PRETENDIENTE 3. Eso ni se pregunta, señor.
VIEJECITO. Pues suya es, joven. De sobra sé que va a hacer buen uso
de ella.
PRETENDIENTE 3. (Agradecido.) Muchas gracias, señor. Ya puede estar
seguro de que va a ser así y siempre lo llevaré en mi memoria.
VIEJECITO. Lo sé. Y siga siempre siendo como es. Llegará muy lejos.
(Echa a caminar hacia la izquierda y se vuelve antes de desaparecer
por ese lado para despedirse con la mano. El PRETENDIENTE 3 le
responde con otro gesto y se pone a acariciar el arca.)
(Oscuridad.)
SÉPTIMO CUADRO
En las afueras de una ciudad de un país exótico, los tres
PRETENDIENTES se han reunido para hablar de sus respectivos hallazgos
raros y curiosos. Sobre el arca está sentado el PRETENDIENTE 3
mientras que los otros dos sostienen sus hallazgos debidamente
envueltos.
PRETENDIENTE 1. Tal como quedamos, nos hemos reunido aquí, antes de
volver a nuestra patria, para hablar de nuestros hallazgos.
(Desenvuelve su paquete y muestra el espejo.) Yo he comprado este
espejito.
PRETENDIENTE 2. Parece un espejo vulgar.
PRETENDIENTE 3. Las apariencias engañan. Supongo que debe tener algo
especial, si no, no lo hubiera adquirido. ¿Verdad?
PRETENDIENTE 1. Verdad. Este espejito tiene la virtud de mostrar a su
dueño reflejado en su cristal lo que él quiera ver. ¿Queréis un
ejemplo?
PRETENDIENTE 2. ¡Por supuesto!
PRETENDIENTE 3. ¡Lo estoy deseando!
PRETENDIENTE 1. ¿Os parece bien que le pida a mi espejo que nos
muestre a la persona que más queremos en este mundo?
PRETENDIENTE 2. ¿Quieres decir que podemos ver a nuestra amada aquí
reflejada?
PRETENDIENTE 1. Eso espero.
PRETENDIENTE 3. ¡Qué emocionante! ¿A qué esperas para pedírselo?
PRETENDIENTE 1. ¡Sea! Quiero, espejito, que nos muestres a nuestra
novia.
(Los tres PRETENDIENTES miran en el espejo y al momento quedan
profundamente afligidos.)
PRETENDIENTE 3. ¡No puede ser, Dios mío!
PRETENDIENTE 2. ¡Está muerta!
PRETENDIENTE 1. ¡Y metida en su ataúd! ¿Qué podemos hacer?
PRETENDIENTE 2. (Mudando el semblante.) ¡Un momento! (Desenvuelve su
paquete y muestra el botecito del bálsamo.) Aquí tengo lo que
adquirí como cosa rara. Un botecito de bálsamo.
PRETENDIENTE 1. (Decepcionado.) ¿Y qué puede hacer un bálsamo en
estas extremas circunstancias?
PRETENDIENTE 3. Nunca se sabe. Deja que se explique.
PRETENDIENTE 2. Podemos estar de suerte, amigos, porque este bálsamo
tiene la virtud de resucitar a los muertos sólo con tocar sus labios
con una gota.
PRETENDIENTE 1. Vale, pero aunque así fuera, que lo veo muy difícil,
por no decir imposible…
PRETENDIENTE 3. ¿Y lo de tu espejo? Y sin embargo, gracias a él,
hemos podido ver a nuestra amada.
PRETENDIENTE 1. Vale, de acuerdo. Supongamos que sea así. Pero ¿cómo
vamos a llegar a su casa?
PRETENDIENTE 2. ¡Eso digo yo! Cuando lleguemos ya será demasiado
tarde y estará comida por los gusanos.
PRETENDIENTE 3. De eso ni habléis. Porque yo tengo la solución.
PRETENDIENTE 1. (Extrañado.) ¿Tú? ¡Pero si no has traído nada!
PRETENDIENTE 3. (Levantándose del arca y mostrándosela a sus
amigos.) ¿Y esto qué es?
PRETENDIENTE 2. Yo solamente veo un arca grande.
PRETENDIENTE 3. Un arca grande, sí, pero que además tiene la virtud
de llevarnos a donde queramos a la velocidad de la luz. Yo mismo he
viajado de este modo hasta aquí. ¡Venga! (Levanta la tapa del arca
y se mete dentro.) ¡Meteos en el arca conmigo!
PRETENDIENTE 1. ¡Es ridículo! ¡En un arca!
PRETENDIENTE 3. Confiad en mí. No perdamos más tiempo. Entrad.
PRETENDIENTE 2. (Metiéndose.) Yo entro.
PRETENDIENTE 3. (Se mete refunfuñando.) De acuerdo. Pero…
(El PRETENDIENTE 3 baja la tapa del arca.)
VOZ del PRETENDIENTE 3. Arca amiga, llévanos rápidamente a casa de
nuestra novia.
(Oscuridad.)
OCTAVO CUADRO
En la casa del HOMBRE RICO, en la habitación donde está expuesto el
ataúd con el cuerpo muerto de la NOVIA. El arca aparece en primer
término.
HOMBRE RICO. (Desconsolado.) ¿Qué será de mí, ahora que tú,
querida hija, vas a desaparecer de mi lado para siempre? ¡Y sin
haber podido lograr nuestros deseos! El mío, de verte feliz, y el
tuyo de casarte con el pretendiente que traiga la cosa más rara que
haya encontrado por esos mundos de Dios. Ya nada tiene remedio. La
muerte pone punto final a todos nuestros sueños.
(En ese momento se abre el arca y aparecen los tres PRETENDIENTES,
que salen de ella y se acercan al ataúd.)
HOMBRE RICO. (Asombrado.) ¡Ustedes aquí! ¿Esto es un milagro? ¿Una
aparición?
PRETENDIENTE 2. Ni una cosa ni otra. Las circunstancias de la vida.
(Saca el botecito del bálsamo.) Si me permite, con este bálsamo
todas sus penas se acabarán.
HOMBRE RICO. (Sin dejar de asombrarse.) Si es para eso, adelante.
PRETENDIENTE 2. (Se acerca al ataúd mientras abre el botecito.) Con
unas gotas que le ponga de este bálsamo en los labios de su hija,
resucitará.
HOMBRE RICO. (Más asombrado aún.) ¿Pero eso es posible?
PRETENDIENTE 1. (Mostrándole el espejito.) Con este espejo
descubrimos que su hija estaba muerta a miles de kilómetros de aquí.
PRETENDIENTE 3. (Señalando el arca.) Y con esta arca hemos viajado
los tres. Así que confíe en el bálsamo de nuestro amigo.
HOMBRE RICO. (Al PRETENDIENTE 2.) No hagamos esperar más a mi hija.
PRETENDIENTE 2. (Mientras moja los labios de la NOVIA con unas gotas
del bálsamo.) ¡Vuelve a despertar!
NOVIA. (Despierta y mira a su alrededor. Ve a su padre y a los tres
PRETENDIENTES.) ¿Lo ve usted, padre, cómo necesitaba a los tres?
(Todos ríen alborozados.)
FIN