viernes, 8 de marzo de 2024

CUADERNO DE HOTEL (I)


 

BRAHMS

El sol que quedaba en la fachada de enfrente

acaba de irse mientras oímos a Brahms

--ahora el piano es nuestra mejor compañía--..

El Concerto número 1 

avanza hacia un final imposible.

Del músico recordamos

una estatua suya que encontramos

en nuestro camino hacia el Belvedere

en aquel viaje a Viena que nos sabe a presente

en esta habitación de hotel donde suena su música

mientras la tarde se apaga en el cristal de la terraza.



MI MUJER

A través de las ventanas del salón de bail

veo la lluvia en lo oscuro de los pinos.

Verla así, la lluvia es más hermosa,

vestida con hilos de plata.

Pero le gana en hermosura

la imagen de mi mujer leyendo junto a mí.

Así de perfil, con la cabeza inclinada,

los ojos puestos en el libro

--Jane Austen, su autora favorita--

nada tienen que hacer con ella las lectoras pintadas

--la pelirroja de Renoir, la soñadora de Fragonard,

la de Van Gogh...-- hermosas todas,

pero todas atrapadas en su ventana eterna,

posan congeladas en un sueño imaginado.

Al ruido impetuoso de la lluvia, 

mi mujer levanta la mirada del libro 

y me mira...

¡y entonces el poema se hace vida!



LA VIDA SENCILLA

En el jardín del Hotel

hay gorriones que bajan a las piscinas para beber,

voces de jubilados que juegan a la petanca,

tinajas que olvidaron contener aceite

para convertirse en nidos de geranios.

Agua, palmeras,

brisa que susurra bajo el cielo azul.

Hora quieta como un pensamiento de paz.

¿Dónde la dificultad de encontrar las palabras precisas?

Basta sentir en la piel

este sol de marzo recién estrenado

para hallar la calmada luz del poema

o de la vida sencilla, que es lo mismo.



EN EL HAMILTON

En el Hamilton, mientras bailábamos,

nada nos hacía pensar

que el Hotel ocultaba cortesanas intrigas,

traiciones amorosas... Y aquella misma noche

después de nuestro baile, se repitió el misterio.

Y cuando la cantante

cerró el atril y se apagaron las luces del salón

y los corredores alfombrados enmudecieron

las últimas pisadas de los huéspedes...,

bajo los arcos de las terrazas

y en los espejos de los ascensores

apareció una dama de luz con los ojos vacíos

y las manos transparentes,

llorando en silencio

por la muerte de su amado el Almirante.

Y al amor del misterio

que abrazaba la noche del Hotel,

nosotros nos amamos

más allá de la magia

y la prosa del tiempo.



miércoles, 28 de febrero de 2024

COPLAS DE FEBRERO




Cada vez llega más lejos

nuestra ilusoria política:

a los jueces maniata

y amordaza a la justicia.


Por San Blas, más que cigüeñas,

vimos cuervos con poderes

de fiscal con intenciones

de amnistiar al Delincuente.


 ¿Qué le pasa a nuestro “presi”

que de pronto cree que España

se ha hecho de VOX y que el campo

se ha vuelto ya CAMPOFACHA?



 Todo el año es Carnaval,

con razón lo dijo Larra,

y es el gobierno de ahora

el que mejor se disfraza.


 Adivina adivinanza

¿por qué sube tanto el ocio

y la lectura desciende

hasta los números rojos?




¿Qué está pasando en España

para que se niegue a un muerto,

que dio su vida por ella,

un minuto de silencio?


Adivina adivinanza:

¿castellano o catalán?

Cualquiera de los dos sirve

para honrar a España más.


 Otra ocurrencia trivial

la del ministro sin trenes:

la amnistía economiza

la faena de los jueces.


 Por San Valentín se aman

las izquierdas y derechas.

Me refiero a las dos manos

del cuerpo al que están sujetas.







lunes, 19 de febrero de 2024

ZAMORA EN INSTANTÁNEAS (I)

    


  A medida que se acerca la Semana Santa al calendario, a mí me asalta la emoción de recordar algunos detalles relacionados la mayor parte con la Semana Mayor, habida cuenta de que si Dios quiere pronto haré uno de mis retornos a la ciudad del alma. Y lo haré en varias instantáneas.


La primera no puede ser otra que la Plazuela de Belén, donde estuvo la casa en que nací (aún siguen sus cimientos vivos sosteniendo lo que ahora es un hostal). Mi casa, los tres balcones (desde el balcón central, a cuya luz se sentaba mi madre a coser) veíamos la ciudad estirarse de un extremo a otro muy por encima del Puente de Piedra: la Catedral (el esbelto cimborrio de escamas de piedra y la torre del Salvador con su enigmática disposición de ventanas y campanas en sus cuatro cuerpos: tres, dos, una, ninguna), la Casa del Cid (su torre rosada, sus almenas mirando al río, su puerta ferrada mirando siempre a la cuesta del Obispo...), la muralla extendida de izquierda a derecha, los campanarios, las iglesias de San Ildefonso y San Cipriano (románicas de pro). Y el Puente de Piedra.


 

Segunda instantánea. Vamos por la calzada del Puente de Piedra, vigilada por la barandilla de barrotes de hierro rematados en chirimbolos y por pequeños muros de cemento construidos estratégicamente para mayor seguridad de los peatones. El río Duero fluyendo bajo los arcos del Puente de derecha a izquierda, camino de Oporto. Islas, azudas, aceñas. Los ojos, los cortamares, el agua golpeando siempre en ellos y siguiendo su marcha a la vez para cumplir su destino. Caminamos hacia la salida del Puente, cordón umbilical que une el barrio a la ciudad. A la izquierda la carretera de Vigo, Olivares (antes, ya ciudad, la cuesta de Pizarro que lleva a San Ildefonso). A la derecha, orillando el Duero, la avenida del Mengue (mi padre me contaba tradiciones y leyendas del Mengue o Diablo que he narrado en otros sitio). Calle del Puente, dirección Plaza de Santa Lucía, ya Barrios Bajos de la ciudad (calles de oficios y gremios (Baños, Zapatería, Plata, Alfamareros, Manteca...). Y Plaza de Santa Lucía.

La tercera instantánea nace en la mencionada  Plaza de Santa Lucía. A la izquierda, el Palacio de Puñonrostro o el Cordón (rejas, puerta de medio punto, cordón, gárgolas...), arquitectura señorial civil del siglo XVI con chambrana (cordón franciscano) tallada sobre la piedra y en la que se resguardan el escudo de armas de los Puñonrostro. Hoy es el Museo de Zamora (el que yo conocí estaba en la calle de Santa Clara). Haciendo ángulo recto con el Palacio, la iglesia que da nombre a la Plaza (los ojos de la santa que íbamos a besar toda la familia el 13 de diciembre, la espadaña con el nido de cigüeña y el típico crotoreo de la esbelta ave...) Adiós a otra iglesia, que hoy es almacén visitable del mismo museo. El principio de la cuesta de Alfonso XII e iniciada ésta, el arranque de la costanilla de San Cipriano. Las dejamos para otra instantánea y regresamos a la embocadura de la calle Zapatería (recuerdo del “Jerusalem, Jerusalem” que en la Plaza se canta ante el Cristo de la Buena Muerte el Lunes Santo por la noche muy de noche).


 

Cuarta instantánea. Calle de la Zapatería (recuerdo del poeta Claudio Rodríguez, a quien le gustaba venir por estos lugares de cantina y vino moro, gentes buenas y sencillas que se bañaban en el río y a veces encontraban la muerte en él; “siempre la claridad viene del cielo”, “hoy el primer surco será mi cuerpo.”), Calle de la Plata (por aquí pasaba la Vía de la Plata, Al-Balat, calzada romana que cruzaba la Península Ibérica por el oeste de sur a norte). Iglesia románica de Santa María de la Horta (torre cuadrada, muros con contrafuertes, ventanas ciegas, hornacinas apuntadas, puerta con arquivoltas, ábside...). Perteneció durante siglos, junto con el convento que en el siglo XIV se construyó anexo a ella, a la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. En el templo se guarda el Cristo de la Agonía o de la Expiación, anónimo de la segunda mitad del siglo XVII, que desfila el Martes Santo por la noche en la Hermandad Penitencial de las Siete Palabras. Una alta chimenea de la primera fábrica de electricidad de la ciudad (después convertida en fábrica de alcohol) parece estar clavándole una gigantesca cruz sin brazos. En los alrededores calles con nombres de profesiones: Alfamareros, Caldereros... Vamos hacia la cuesta del Piñero. (Nos esperan, entre otros, el Seminario y la iglesia de San Andrés.)


 

Quinta instantánea. Por la cuesta del Piñero (El Piñero hace referencia a una población de la provincia de Zamora que limita al norte con Gema y Sanzoles, al sur con Fientespreadas y San Miguel de la Ribera, al este con Venialbo y al oeste con Jambrina. El nombre del pueblo alude a la existencia antigua de pinos en la zona y su fundación se remonta a la Edad Media dentro del proceso repoblador emprendido por los reyes de León en su avance reconquistador contra los árabes.) Por la cuesta del Piñero llegamos al antiguo Seminario, edificio construido en el siglo XVIII para cumplir una misión pedagógica y religiosa ejercida en principio por la Compañía de Jesús. El artístico inmueble forma ángulo recto con la iglesia de San Andrés, templo de origen románico (en el siglo XII existía un templo con el mismo nombre que fue reedificado entre 1550 y 1570 por cuenta de las indicaciones del testamento de Antonio Sotelo Cisneros, capitán de Hernán Cortés en la conquista de México, por lo que en el interior de la iglesia actual se aprecian detalles góticos. Y sobre todo cuenta con el sepulcro del propio Antonio de Sotelo, con la estatua orante del difunto en alabastro, obra de Pompeyo Leoni en los últimos años del siglo XVI. En la capilla de San Nicolás de Tolentino se venera la Virgen de la Saleta, obra de Ramón Álvarez, desde el año 2014. Y también se expone al culto La Dolorosa de Ricardo Segundo, que procesiona con la Cofradía de la Vera Cruz en la tarde del Jueves Santo. Del exterior se conservan parte de la fachada norte y la torre mocha románicas. Tras observar estos regalos escultóricos, salimos de nuevo a la calle de San Andrés, desde la cual podríamos caminar, a nuestra la izquierda, hasta la playa Mayor. Sin embargo, lo haremos a mano derecha, hacia el Mercado de Abastos y la calle de Santa Clara, donde nos esperan sorpresas arquitectónicas notables.


Sexta instantánea. Por San Andrés llegamos a la plaza donde se levanta el magnífico edificio modernista del Mercado de Abastos, construido en 1902 bajo el diseño del arquitecto benaventano Segundo Viloria, construcción elegante donde destacan sus enormes ventanales y altas bóvedas. Son muchos los recuerdos que tengo de experiencias vividas allí durante mi infancia y adolescencia, cuando mi madre me llevaba a la consulta del médico de cabecera y luego premiaba mi buen comportamiento con un bollo suizo que devoraba mientras ella hacía la compra en el interior del mercado y luego me dejaba ver el espectáculo variopinto que tenía lugar en el exterior de la plaza, compuesto por ciegos cantadores de crímenes ocurridos en la provincia, adivinadores y charlatanes que vendían todo tipo de artículos, desde pomadas de serpiente que curaban todo tipo de enfermedades hasta plumas estilográficas que clavaban en troncos para probar que eran irrompibles y duraban toda la vida. 


Por la plaza de Mercado de Abastos se pasa a la de la Gobernación y de allí a la calle de Santa Clara, donde nos espera una vista general de la iglesia de Santiago del Burgo, en la cual destacan, de izquierda a derecha, la torre cuadrangular, lisa hasta que alcanza los vanos campaneros (se supone que las ventanas perdieron el arco de medio punto antes del siglo XIX y que la mocha torre acababa en un agudo remate piramidal a cuatro aguas); varios contrafuertes, ventanas franqueadas por columnitas, la hermosa y mágica puerta principal con sus arquivoltas y el capitel colgado (no necesita columna), la lágrima de piedra que cantó nuestro poeta Claudio Rodríguez... Y sólo falta el murete frontal poblado de ancianos que toman el sol. Santiago del Burgo es el templo románico por excelencia que, del siglo XII (construida durante el reinado de Fernando I), como la Catedral, mantiene la estructura de tres naves de cabecera tripartita y sin crucero. La nave central, de gran altura, esta cubierta con bóveda de cañón y las dos laterales con bóveda de arista, separándose entre ellas mediante arcos de medio punto que descansan en seis pilares a los que se adosan semicolumnas. Los capiteles existentes son fundamentalmente de tipología vegetal, aunque algunos son historiados como la lucha de David con una honda, Sansón y el león, aves y dragones picoteando racimos de uvas y diferentes caballeros. Por último, su cabecera es copia exacta de la iglesia de San Esteban, que se encuentra en la plaza del mismo nombre entre los barrios de San Torcuato y La lana.


 

Séptima instantánea. Puestos ya en la calle de Santa Clara, sin duda la arteria más animada y humana en todos los sentidos de la ciudad del alma, volvemos hacia el centro y a los pocos pasos llegamos a la plaza del Casino (llamada actualmente Plaza de Zorrilla), que nos regala con nuevas sorpresas arquitectónicas y escultóricas de peso: en primer lugar el propio Casino, llamado también El Círculo de Zamora, que es uno de los edificios de estilo modernista (su espléndida fachada muestra los rasgos propios de la arquitectura modernista, mosaicos, balaustres, ventanas ordenadas en arco...) más importantes de la ciudad, construido en 1905 por Miguel Mathet Coloma. Frente al Casino e levantado en la calle de San Torcuato, se halla el Palacio de los Momos (ejemplo de arquitectura civil de los pocos que podemos encontrar en España con decoración de estilo gótico isabelino del que solo se conserva la fachada, en la que destacan las puertas adoveladas, los arcos conopiales, las ventanas del piso más alto formadas por dos arcos de medio punto y adornadas con seres mitológicos y motivos florales y los escudos). Su origen se remonta a finales del siglo XV y principios del XVI y fue conocido como Casa de los Sanabria. Hoy aloja la Audiencia Provincial de Zamora.


 Finalmente, en el centro del jardín de la plaza se erige el grupo escultórico de bronce de Baltasar Lobo La Maternidad (Mère et enfant au l’air), de 1947 y que el escultor zamorano, inspirado por una escena que vio mientras veraneaba en el pueblo de La Ciotat, cerca de Marsella (una madre jugaba con su pequeño en la arena de la playa entre risas y gestos cariñosos) donó a la ciudad en 1984. La madre alzando al hijo con sus manos adorna la fuente que parece reír incesantemente ante el júbilo maternal representado por el bronce.

Octava instantánea. Por la acera del Palacio nos encaminamos hacia la Plaza Mayor, donde nos aguardan con los brazos abiertos nuevos tesoros arquitectónicos y escultóricos. Nada más entrar en la Plaza, a la izquierda se levanta, haciendo esquina con la cuesta de Balborraz, el Ayuntamiento Viejo. Antes de hablar del Ayuntamiento Viejo, debemos detenernos en la calle Balborraz (del árabe "bab al ras" que se traduce como “puerta de la cabeza”, llamada así porque en su dintel existía la cabeza esculpida de Ahmed-ben-Moavia. una bajada muy acentuada hacia los Barrios Bajos y el Duero, en una de cuyas casas instaló su taller el imaginero zamorano Ramón Álvarez, autor de muchas de las esculturas que procesionan en Semana Santa. Desde el siglo X es una calle de artesanos que enlazaba la judería vieja con el casco antiguo de Zamora, donde vivían los artesanos más típicos: alfamareros, caldereros, carpilleros, herreros, laneros, lateros... Finalmente, conviene añadir que en esta calle se encuentran dos casas de estilo modernista obra del entonces arquitecto municipal Francesc Ferriol Carreras, cuyos rasgos principales son: la verticalidad, la ornamentación profusa y minuciosa, los motivos florales y vegetales y la utilización de las líneas curvas (esas dos casas son: la casa de Mariano López fundada en 1908 y la casa de Faustina Leirado fundada en 1910. 


Volvemos a la Plaza Mayor, al Ayuntamiento Viejo, un edificio porticado de los más antiguos de la Plaza junto con la iglesia de San Juan. Tuvo funciones de Ayuntamiento hasta 1950, justo cuando comenzó a funcionar el nuevo edificio, ubicado justo enfrente, al otro extremo de la Plaza. El Ayuntamiento Viejose realizó a comienzos del siglo XVII y es de estilo plateresco (entre sus cambios más significativos está la eliminación de dos de sus torres, y de la restauración del edificio en 1977). En la actualidad alberga las dependencias de la Policía Municipal. En la esquina derecha se abre la Calle de los Herreros, la del viacrucis del vino y de las tapas de mi juventud.

 




sábado, 10 de febrero de 2024

COPLAS DE ENERO

 


Menos pantallas y menos

móviles en la escuela,

y  atención y más esfuerzo

en la lectura y las cuentas.


Hay un juez que está obligando,

con el bluf de la amnistía,

a inventar a Frankestein

decretos y leyes frívolas.


Adivina adivinanza:

¿quién es aquí el que gobierna:

el presidente de dentro

o el "presidemte" de fuera?


Adivina adivinanza:

¿qué nombre tendrá mañana

esta rara nación nuestra:

Espalunya o Catalaña?


Mientras razona el senado

para salvar la justicia,

el congreso la destruye

con pactos de alcantarilla.



¿Qué tienen que ver los climas

y las ruinas naturales

con la protesta vandálica

de ensuciar las obras de arte?


A veces llega al ridículo

nuestro excelente folclore

cuando hay gente que a otra gente

tira panes y jamones.


¿Será siempre una tragedia

dejar el patrio terruño

buscando ser más feliz

y morir en un cayuco?



Covid viene, gripe va,

vacunas y medicinas,

mientras la vida se apuesta

buscando una nueva vida.


Ha inventado otra palabra

nuestro cabo de intendencia

para aquellos que no aplauden

sus refranes: "fachosfera".


Si quería Cataluña

 su independencia a la carta,

ahora exige en los hogares

la suya con fuerza el agua.".


 

lunes, 29 de enero de 2024

TEATRO NEGRO (III) EL HECHIZO

 


EL HECHIZO

Adaptación libre del cuento Vampiro, de Emilia Pardo Bazán



PERSONAJES

Por orden de aparición


CURANDERO, varón de mediana edad, con aspecto de extranjero sin serlo, barba y quevedos, lleva una consulta semiclandestina en una cabaña de monte

DON NATO, varón de ochenta años, de aspecto caduco y atrabiliario, poseedor de una gran fortuna

DON CARLOS, cura de pueblo y tío de Inesiña, que vive a su cargo

INESIÑA, joven de veinte años, guapa y de aspecto lozano, sobrina de don Carlos y devota de Nuestra Señora,

BOTICARIO del pueblo, varón maduro, con bata blanca

PARROQUIANA 1

PARROQUIANA 2

Ambas mujeres, mayores de edad, típicas cuzas de pueblo

MARGA, amiga inseparable de Inesiña, algo mayor que ella, con una experiencia muy dura a cuestas

JUGADOR 1

JUGADOR 2

JUGADOR 3

Varones de cierta edad, solteros, vividores y amigos de la burla


PRIMER CUADRO

Cabaña en el monte

El curandero y don Nato



La cabaña, pequeña y de un solo espacio, no es más que la consulta de un curandero desconocido en el pueblo. El mobiliario se reduce a una mesa con un sillón para el curandero, situada en la pared de la izquierda cerca de la embocadura, y una silla para el paciente opuesta al sillón. En la pared del fondo habrá una estantería llena de tarros con plantas, pócimas, etcétera y, un poco separada de la estantería una ventana abierta a través de la cual se verán algunos árboles. Y en la pared de la derecha, al lado de una cabeza de ciervo colgada del muro, se situará la puerta de entrada.


El curandero y don Nato, sentados en sus respectivos asientos, hablan en el momento en que se ilumina el escenario.


CURANDERO Creo que lo que usted, don Nato, desea es que la boda con esa chiquilla, Inesiña me ha dicho que se llama, le resulte redonda. ¿Voy bien encaminado?

DON NATO Se podría decir que sí. Pero redonda, redonda, lo que se dice redonda, no lo creo posible. Me conformaría con recuperar, por medio de los brebajes y pócimas que usted guarda ahí (Señala con su mamola seca y puntiaguda la estantería de los tarros), la fuerza y el vigor necesario para ser un buen marido, al menos hasta que expire mi último aliento que, dada mi edad, no creo que dure mucho.

CURANDERO (Niega con la cabeza) Ya hemos empezado…, ya ha empezado usted con mal pie. Aún no le he dicho qué remedio puedo ofrecerle a cambio de la cantidad de dinero que piensa pagarme por mis servicios y empresas. Cuando se lo diga, siga usted mis indicaciones durante un tiempo y compruebe las primeras reacciones de su naturaleza, mudará de pensamiento. Mi remedio, junto con el convencimiento de que, puesta en contacto su senectud con la fresca primavera de Inesiña, producirán un misterioso cambio en su organismo, harán posible el milagro que usted desea.

DON NATO Pues no esperemos más. Proporcióneme de una vez ese remedio, brebaje, receta, fórmula mágica o lo que sea para ponerlo en práctica lo antes posible. Ya sólo queda una semana para que Inesiña y yo contraigamos matrimonio.

CURANDERO De acuerdo, don Nato. Pero antes déjeme que le diga que hace  tiempo traté un caso como el suyo y el resultado, aunque salió bien…

DON NATO (Le interrumpe, impaciente) Con eso me basta. Adelante.

CURANDERO Permítame que concluya mi exposición: aunque salió bien al principio, iba a decir, uno de los dos cónyuges no…

DON NATO (Ídem) No me interesa oír la segunda parte de su frase. “Nunca segundas partes fueron buenas”, dijo Sansón Carrasco al referirse a la Segunda Parte del Quijote. Además la vida crece en interés si encierra algo de misterio en su discurrir, y a mí no me gusta, y creo que a nadie, saber lo malo que le va a suceder.

CURANDERO Como quiera, don Nato. Usted paga. (Se levanta para coger de la estantería un tarro pequeño de color verde y, una vez sentado de nuevo, coloca el recipiente en la mesa delante de don Nato). Cada día, a partir de hoy, no importa la hora en que lo haga, debe untarse con el dedo corazón de la mano izquierda las siguientes partes del cuerpo, y por este orden: la frente, el esternón, el hombro izquierdo, el hombro derecho y el bajo vientre. Cinco toques, ni uno más y, repito, por ese orden. ¿Me ha entendido, don Nato?

DON NATO Sí, perfectamente. (Coge el tarro y hace gesto de levantarse de la silla para irse)


 

CURANDERO (Pide calma con un gesto de la mano) Perdone, don Nato; eso sólo es el principio. Hay más cosas que quiero decirle. Guárdese el tarro si quiere.

Coge una libreta de espiral de la mesa, arranca una hoja y empieza a escribir en ella.

Don Nato, mientras tanto, fija sus ojos acuosos en la barba del curandero y luego en la cabeza del ciervo colgado en la pared de la derecha. Se queda absorto mirando la cornamenta del animal disecado.

DON NATO (Que, finalmente, repara en el tarro que tiene delante, alarga la mano, lo coge y se lo guarda en el bolsillo. Luego ve que el curandero ha terminado de escribir y lo está mirando con la hoja cogida en la mano para dársela) Perdone, me he distraído. Cosas de la vejez. (Pausa para señalar la hoja) ¿Ya está?

CURANDERO (Sonríe) Nos pasa a todos, don Nato; a jóvenes y a viejos. Sí, ya he terminado de apuntarle aquí las instrucciones que debe seguir nada más volver a casa. No olvide untarse antes con la pomada del tarro las partes del cuerpo que le he dicho, y por el orden indicado, no lo olvide. (Pausa) Léase bien las instrucciones y apréndaselas de memoria sin olvidarse ninguna. Son pocas pero muy importantes. Cuando esté seguro de haberlas aprendido todas, queme la nota nada más hacerse de noche en el cementerio del pueblo al pie del ciprés de la fosa común. Tome. Léalas en voz alta y deténgase cuando no acabe de entender alguna instrucción.

DON NATO (Coge la hoja y lee) Primera: “Desnudo de cuerpo entero, mírese al espejo y dígase: ‘Untadas las partes de mi cuerpo con la pomada del olivo puedo ser cada día menos viejo y cumplir con los deberes de un marido’ “Segunda: Concierte una entrevista con su prometida y obtenga de ella voluntaria o involuntariamente cabellos, lágrimas, saliva, recortes de uñas y unas cuantas gotas de sangre, y emplee como bolsita de todo ello un pañuelo usado de Inesiña, a poder ser con su inicial.” (Pausa para mirar al curandero) Aquí tengo una duda.

CURANDERO (Lo mira fijamente por encima de los quevedos) Me imagino que está pensando en las gotas de sangre, ¿verdad? (Don Nato asiente) Comprendo que es lo más comprometido de conseguir. Pero por otra parte es el ingrediente sin el cual el milagro que espera usted, don Nato, no se realizará. De todos modos bastará un ligero pinchazo de alfiler. ¿Quiere leer las dos instrucciones que faltan?

DON NATO (Ídem) “Tercera: Hecho con el envoltorio, vuelva a casa y entre en el dormitorio de la noche de bodas, colóquelo sobre la almohada que ocupará su esposa y pronuncie, durante tres noches seguidas, la siguiente frase: ‘Inesiña, Inesiña, por esta bolsita serás siempre miña.’ “Y cuarta y última instrucción: Un día antes de la boda, desnudo ante el espejo, pásese el envoltorio de Inesiña por la frente el pecho, los hombros y el bajo vientre tres veces seguidas, sin dejar de repetir ‘Inesiña, Inesiña, por esta bolsita serás siempre miña.” (Pausa) ¿Me quedo con el envoltorio escondido en algún sitio de la casa?

CURANDERO (Tajante) ¡No! Deberá deshacerse de él junto con la nota, la misma noche que vaya al cementerio, quemando los dos al pie del ciprés de la fosa común. ¡No lo olvide! Si no, toda esta empresa se irá al traste.

DON NATO (Convencido) Destruirlo todo para reconstruirme a mí mismo, también del todo. Sea.

Fundido





SEGUNDO CUADRO

Unos días después. Y antes de la boda de Inesiña y don Nato

Rectoral de don Carlos

Sala de estar. Habrá lo necesario en una estancia así, como en la ilustración.

Don Carlos e Inesiña


DON CARLOS Entonces quedamos en que aceptas casarte con don Nato. ¿Alguna objeción, querida sobrina?

INESIÑA No, tío. Ninguna. Salvo lo que ya le dije el otro día.

DON CARLOS ¿Que os case yo? Ya te dije que sí.

INESIÑA Y que lo haga en el Santuario de Nuestra Señora. Ya sabe usted que soy muy devota de la Virgen (le enseña a don Carlos su escapulario).

DON CARLOS No te preocupes. Eso lo arreglo yo en un santiamén.

INESIÑA Y no olvides, querido tío, que mi futuro esposo es ya un anciano y no podrá subir a pie la cuesta del santuario ni sostenerse a caballo.

DON CARLOS Tampoco tienes que preocuparte por ese detalle. Dos mozos fuertes de Gondelle llevarán a don Nato en la silla de la reina hasta la misma iglesia.

INESIÑA Gracias, tío (le da un par de besos en sendos carrillos). Ya me quedo más tranquila.

DON CARLOS (Sonríe) Por mi sobrina hago yo cualquier cosa.

INESIÑA (Sonríe también aunque pálidamente) Sin embargo, tío, siento un temor que no soy capaz de explicarme.

DON CARLOS ¿Cuál es, hija?

INESIÑA Temo que, después de darle el sí quiero a don Nato en el altar de Nuestra Señora, una vez en casa recién casados, no sea todo lo feliz que espero junto a él. Mi amiga Marga no hace más que recordarme lo que le pasó a ella y está diariamente rezando a Nuestra Señora

DON CARLOS No tengas miedo, boba. Cásate tranquila. Lo de tu amiga Marga fue una desgracia, pero también una prueba que le mandó la Virgen para demostrarle que la gracia se consigue a veces con grandes sacrificios. Lo demuestra la fe que sigue teniendo en Nuestra Señora al seguir rezando por ti. Ya verás cómo cuando estéis a solas en vuestro hogar, felizmente casados, tu anciano marido te regalará dulces y paternales razonamientos que disiparán todos tus temores. Y sólo te pedirá un poco de cariño y de calor, que suelen ser los incesantes cuidados que necesita la extrema vejez. El tuyo, mi pequeña niña, será un oficio piadoso; ejercerás algo así como el papel de enfermera y de hija, y sólo por algún tiempo, quizás muy corto.

INESIÑA (Sonríe abiertamente) ¡Asistir a un viejecito! Sí. Eso sí que lo haré con mucho gusto. Durante el día y durante la noche. Sobre todo durante la noche, que será cuando me necesite más a su lado, pegada a su cuerpo como un abrigo amable. Sí, me comprometo a atenderle, a no abandonarle ni un solo momento. ¡Pobre don Nato, que ya tiene un pie metido en la sepultura! Yo que nunca conocí a mi padre, ya me figuro que Dios me ha deparado uno. Me portaré con mi marido como una hija con su padre.

DON CARLOS Y como esposa que serás ya de él, te portarás mejor que una hija con su padre porque las hijas no prestan cuidados tan íntimos, no ofrecen su calor juvenil, los tibios efluvios de su cuerpo; y en eso justamente creerá don Nato hallar algún remedio a la decrepitud. Pero eso ya se verá, cuando llegue ese momento. Ahora, Inesiña, deja a un lado tus temores.

Fundido




TERCER CUADRO

Pocos días después de la boda.

Botica del pueblo

Boticario y dos parroquianas


BOTICARIO (Ve entrar en la tienda a dos parroquianas que hablan entre ellas y siguen conversando dentro. Se abotona la bata) ¿Desean alguna cosa?

PARROQUIANA 1 (Deja de hablar con su interlocutora para dirigirse al boticario) ¿Ya se ha enterado usted?

BOTICARIO (Con asombro) ¿De qué?

PARROQUIANA 2 ¿De qué va a ser? Es la comidilla del pueblo.

BOTICARIO Pues si no es más clara, sigo sin enterarme.

PARROQUIANA 1 De la boda de don Nato con Inesiña, la sobrinita del cura.

BOTICARIO Buen matrimonio donde los haya. Vaya por delante mi enhorabuena. (Pausa) ¿Y ustedes? ¿Desean alguna receta de mi humilde botica?

PARROQUIANA 2 (Con lo suyo) Hay que convenir en que el pueblo caza muy largo, y en que a Inesiña le ha caído el premio mayor.

BOTICARIO Habrá que alegrarse de ello, ¿no les parece, vecinas?

PARROQUIANA 1 Porque ¿quién es Inesiña, vamos a ver?

BOTICARIO Que yo sepa, una jovencita fresca, llena de vida, de ojos brillantes, de carrillos como rosas…

PARROQUIANA 2 ¡Qué demonios! Como ella hay un montón en la provincia.

PARROQUIANA 1 En cambio, capital como el de don Nato no se encuentra otro igual en toda Galicia.

BOTICARIO Eso es harina de otro costal porque los que vuelven del otro lado del charco con tantísimos miles de duros, sabe Dios qué historia ocultan en la maleta… Sin embargo, ¿quién se mete a investigar el origen de una fortuna como la suya? Por otra parte, esas clases de fortuna son como el buen tiempo: se disfrutan y no se preguntan sus causas.

PARROQUIANA 2 ¿No le bastarían a ese viejo chocho siete pies de tierra?

PARROQUIANA 1 El caso es que don Nato ha dotado espléndidamente a Inesiña.

PARROQUIANA 2 Más aún: la ha hecho su heredera universal.

BOTICARIO Pues que tenga cuidado don Nato con los berridos que deben estar soltando ahora sus parientes.

PARROQUIANA 2 Sí, eso es algo que ya se rumorea por el pueblo; ya han salido a relucir los tribunales y la locura senil de don Nato, así como su posible encierro en el manicomio.

PARROQUIANA 1 Pero de locura senil, nada. Ahí sigue don Nato tan acabadito y hecho una pasa seca, pero conservando íntegras sus facultades, al lado de Inesiña, en la casona de su propiedad.

PARROQUIANA 2 Sin embargo, no ha podido evitar la monstruosa cencerrada que le han preparado delante de la mansión renovada, decorada y amueblada sin reparar en gastos.

BOTICARIO (Interesado) ¿Puede saberse qué ha ocurrido?

PARROQUIANA 2 Más de cincuenta bárbaros se han juntado armados de sartenes, cazos, trípodes, latas, cuernos y pitos y no sé cuántos trastos más, y se han puesto a alborotar cuanto han querido sin que ninguna autoridad se lo impidiese.

BOTICARIO (Ídem) ¿Cómo acabó todo? ¿Qué hicieron los felices contrayentes?

PARROQUIANA 2 Nada. En la casa no se entreabrió una ventana, no se filtró luz por las rendijas; así que cansados y desilusionados, los alborotadores se retiraron a dormir ellos también. Y aún hay más: aunque habían acordado seguir cencerreando toda la semana, ya la misma noche de tornaboda dejaron en paz a los recién casados.

BOTICARIO (Asiente con la cabeza) Como debe ser. Y colorín colorado este cuento se ha acabado. Y ahora, vecinas, ¿me pueden decir qué les sirvo?

PARROQUIANA 2 (A su amiga) Pide tú, que yo sólo he venido a acompañarte.

PARROQUIANA 1 De acuerdo. (Al boticario) Quería algo para las quemaduras; mi marido se quemó ayer en el fuego de tierra mientras apartaba de las brasas el puchero.

BOTICARIO Para eso tengo una pomada de aloe y caléndula que es mano de santo; ya verá.

El boticario desaparece por la puerta de la rebotica y las dos parroquianas se ponen a hablar otra vez.

Fundido.




CUARTO CUADRO

Un par de semanas después de la boda.

Casa de don Nato e Inesiña

Dormitorio de Inesiña

Inesiña y Marga


Dormitorio amueblado y decorado con todo lujo de detalles, donde destacará la cama donde yace Inesiña, de cuatro chirimbolos dorados rematando las cuatro esquinas. Al lado derecho de la cama habrá una silla de estilo renacentista que ocupará en todo momento Marga, su amiga.


INESIÑA (Pálida y débil, levemente incorporada sobre amplios y esponjosos almohadones. Mantendrá cogidas por sus cinturas a dos muñecas que habrá a ambos lados de joven) No sé cómo, Marga, podré agradecerte tus atenciones y tu reconfortante compañía en estos momentos tan difíciles.

MARGA (Sentada en la silla muy cerca de la cama, sonríe) No podía dejarte sola, Inesiña, en este duro trance que estás viviendo; tú eres mi mejor amiga y estaré a tu lado siempre que me llames y me necesites. Porque no sé si lo sabrás, Inesiña de mi alma; pero es que tú sigues siendo una chiquilla: no hay más que verte con estas dos muñecas tan grandes, vestidas de sedas y encajes y que, dicho sea de paso, mi querida amiga, tienen caras de tontas.

INESIÑA (Mohín de desagrado) Tampoco es para tanto, Marga. Estas muñecas que aquí ves abrazadas por mí, mucho me temo que serán las únicas criaturas que haya en mi casa, criaturas de fina porcelana, y no criaturas humanas engendradas por este cuerpo mío tan decaído y frágil.

MARGA Ahora que has tocado ese delicado tema, y viendo tu estado actual, todavía me pregunto qué te ha podido pasar en tu matrimonio para llegar a tal debilitamiento. (En voz baja) ¿No habrá tenido algo que ver en todo ello el trato que te ha dado tu marido?

INESIÑA (Niega con la cabeza) Mi marido siempre me ha tratado bien, mejor que bien, Marga. Y te lo digo de verdad. Y no te puedes imaginar con cuánta ternura. Y yo, como esposa suya, le correspondía. Al principio de casarnos solía repetirme: “Inesiña, querida, lo que yo tengo es frío, mucho frío; es la nieve de tantos años que ya está cuajada en mi venas.” Me decía muchas cosas bonitas, Marga. Por ejemplo, me decía unas frases románticas parecidas a la que leíamos en el colegio y a las que aprendí cuando representé a doña Inés, ¿recuerdas? Mi marido me decía: “Te he buscado como se busca el sol; me arrimo a ti como si me arrimase a la llama bienhechora en mitad del invierno. Acércate, échame los brazos; si no, tiritaré y me quedaré helado inmediatamente. Por Dios, abrígame; no te pido más”. Y cosas así. (Pausa para recuperar la respiración.)

MARGA (Con cariño) No deberías hablar tanto, Inesiña. Estás muy débil y muy demacrada. Descansa. Yo vengo a verte para acompañarte y atenderte por si sufres algún ataque de los que ha dicho el médico y suministrarte los medicamentos que te ha recetado. Y hablarte. También hablarte para entretenerte. Y hay una cosa que llevo tiempo querer decirte y si no te la digo, me moriré. Y es, Inesiña, y te pido que no te enfades conmigo, que mientras tus fuerzas han ido desapareciendo, tu marido las ha ido recuperando de tal manera que he llegado a creer que su decrepitud y agotamiento se han trasladado a tu cuerpo de flor temprana hasta ajarla del modo que lo ha hecho, como si él, cuando os besabais los dos y hacíais el amor, absorbiera a través de tu aliento, tu saliva y tus efluvios, todas tus energías vitales. He visto cómo don Nato ha rejuvenecido y recuperado el color sonrosado de la lozanía. Ya no parece un anciano y hasta tiene un aura viva, ardiente y pura, tan contraria a la tuya. Inesiña, que muestras una postración agónica que me apena y me asusta mucho…

INESIÑA (Con voz débil) ¿Es que ya me espera la losa sepulcral?

MARGA (Quita hierro a la situación) Claro que no. Te curarás de la enfermedad cualquiera que sea la que te está consumiendo. (Pausa) Pero a veces, sobre todo últimamente, he soñado que tú eras una víctima, una oveja que don Nato había traído a su matadero particular y con el egoísmo sin límites propio del acabamiento de la vida en que se hace cualquier cosa con tal de prolongarla, se arrimaba a ti, Inesiña de mi alma, para absorber tu lozana respiración y beber tu saliva perfumada para sostenerse en pie, y no satisfecho con eso hizo un pequeño corte en tu cuello y chupó la sangre que brotó de él, ¡horror, Inesiña mía, horror! (Pausa) ¿No habrá hecho un pacto con el diablo? Te lo digo con horror, Inesiña, ¿no habrá algún tipo de magia en todo esto? Oí hace días que el curandero inglés de la cabaña del monte ha desaparecido de la noche a la mañana y de la cabaña no ha quedado nada tras un misterioso incendio al parecer provocado…

INESIÑA (Ídem) Has hablado de magia, y ahora recuerdo que antes de que nos casáramos don Nato me pidió algunas cosas mías, pelos de la cabeza para llevarlos siempre encima, unas cuantas gotas de sangre que conseguí pinchándome con un alfiler, un pañuelo con mi inicial…

MARGA ¡Ya me lo imaginaba!

Fundido




ÚLTIMO CUADRO

Tres semanas después de la boda.

Casino del pueblo

Sala de juegos

Tres jugadores de dominó


En la sala se verán en la pared del fondo dos o tres mesas vacías y un reloj de estación, cuyo tictac no dejará de sonar durante todo el cuadro. En la pared de la izquierda estará la entrada en arco, sólo semicubierta con una cortina verde atada a los lados con cordones del mismo color. En el centro de la estancia se encontrará la mesa de billar, también sin usar. Y en la pared de la derecha cerca de la embocadura se instalará la mesa de mármol blanco a la que estarán sentados los jugadores de dominó 1 y 2, de lado y uno enfrente del otro, con la caja de dominó sin abrir. Están esperando, para iniciar la partida, al jugador 3, el cual, cuando haga su entrada por la puerta de la izquierda, se sentará de cara a los espectadores. En las tres paredes habrá colgadas fotografías grandes y medianas de vistas del pueblo, y en la del fondo, además, e reloj de estación mencionado arriba.


JUGADOR 1 (Acaricia la caja de madera del dominó y corre y descorre con parsimonia la tapadera de la caja) Así que la última historia de amor del pueblo ha terminado de la forma más trágica posible.

JUGADOR 2 Y estrambótica. Y con ella la última ocasión de reírnos un poco e inventar nuevos chistes a costa de nuestros paisanos. Y, la verdad, la cencerrada que montanos la noche de bodas de sus protagonistas fue sonada. Lástima que no pudiéramos repetirla en la tornaboda. Yo la echo de menos.

JUGADOR 1 Y yo, claro. Pero no dejo de pensar el triste desenlace de ese matrimonio. El viejo carcamal acabó haciendo suya a la bella Inés.

JUGADOR 2 Sí, no dejo de recordar la obra de teatro que representamos en esta casa el Día de los Difuntos del año pasado, en la que ella encarnó divinamente a la doña Inés del Tenorio.

JUGADOR 1 Sí que era hermosa, sí. Y tú hiciste el papel de Don Juan bastante pasable, y te llevaste sus caricias, cabroncete.

JUGADOR 2 Y ahora, ya ves. Muerta como el mejor personaje que creó Zorrilla. Y el viejo cumpliendo el dicho “El muerto al hoyo y el vivo al bollo.”

JUGADOR 1 Ni que lo digas. Ahí tienes a don Nato pizpireto y tieso como un lirio, el octogenario a quien tenían pronosticada a los ocho días la sepultura.

JUGADOR 2 Recuerdo que recién casado ya empezó a dar señales de mejorar y hasta de rejuvenecerse. Al principio salía a pie un ratito, apoyado primero en el brazo de Inés, después en un bastón, a cada paso más derecho, con menos temblequeteo de piernas…

JUGADOR 1 Y al poco tiempo se presentó en nuestro casino y jugó su partida de billar en esa misma mesa, quitándose la levita, hecho un hombre. Habría jurado que le soplaban la piel, que le inyectaban jugos. Y a ojos vistas sus mejillas perdían las hondas arrugas anteriores, su cabeza se erguía, sus ojos se llenaban de brillo y de vida, lejos ya de aquellos ojos muertos, sumidos en el cráneo con que lo habíamos conocido.

JUGADOR 2 Ahora que lo dices, recuerdo lo que el médico del pueblo dijo horrorizado al ver el rápido rejuvenecimiento que había experimentado el carcamal: “Mala rabia me coma si no tenemos aquí un centenario de esos de quienes hablan los periódicos.”

JUGADOR 1 Y puede que algún día los periodistas logren averiguar algo más sobre la verdadera causa de su muerte a raíz del certificado de defunción firmado por el médico del pueblo: “Consunción, fiebre hética.”

JUGADOR 2 Algo así como “La muerte de la joven Inés… etcétera, pone de manifiesto que la ruina de un organismo ha regalado a otro su capital.” O cosas parecidas. Pero entonces, ¿a quién le interesará eso? (Pausa)

(Se oye insistentemente el tictac del reloj de estación de la pared del fondo)

JUGADOR 1 (Mira al reloj y hace una mueca) Tu compadre tarda. ¿A qué hora era el entierro?

JUGADOR 2 A las cinco de la tarde.

JUGADOR 1 Como las corridas de toros,

JUGADOR 3 (Mira al reloj) Si todo va como se espera y don Carlos el cura no se alarga en el sermón y en los requiems por su sobrina, estará aquí en diez minutos o un cuarto de hora máximo.

JUGADOR 1 (Abre de una vez la caja de las fichas de dominó y las deja extenderse sobre el mármol de la mesa) Podemos hacer tú y yo una partida mientras él llega. Sin robar fichas, sólo con las siete que escojamos, y el que pierda de los dos paga la consumición de los tres. ¿Te parece bien?

JUGADOR 2 ¿Qué prisa tienes?

JUGADOR 1 No mucha, pero he quedado a las siete y media en ir a la ciudad a recoger a un amigo que viene en tren desde Zamora. Ya te lo presentaré. Es un poco pardillo, pero majo; se las da de buen jugador, pero no sabe ni tenerlas. Nos divertiremos a su costa y podremos desgustar varias rondas sin perder una sola partida.

JUGADOR 2 Bueno, alguna dejaremos que gane para que se confíe. Venga va, empecemos ahora esta partida. (Se pone a mover las fichas con las palmas de las manos). Coge tus siete fichas, y que sean buenas; porque si no... ya sabes qué te pasa.


(Ambos cogen sus respectivas fichas, las ponen de pie y las colocan en arco tras sus manos)

JUGADOR 1 ¿No has cogido la que menos pesa? (El jugador 2 niega con la cabeza) Pues empiezo yo con el cinco doble (pone la ficha sobre la mesa con un golpecito triunfal mientras mira fijamente a su contrario con ojos risueños).

JUGADOR 2 ¿Qué pasa fantasma? ¿Cuántos cincos llevas?

JUGADOR 1 Los suficientes para cerrar antes de que des cuenta. Sólo juegan catorce fichas. Pon.

JUGADOR 2 ¿Que ponga? No he cogido ningún cinco. Paso. A ver cuál pones tú ahora.

JUGADOR 1 (Suelta una risilla) Ésta misma, que sin duda te hará daño, el cinco seis.

JUGADOR 2 (Levanta una ficha sin enseñar) Espero que no porque me quito de encima diez puntos cosa que al final me ayudará a ganar la partida; siempre, claro, que juegues mal, como supongo. El seis cuatro.

JUGADOR 1 (Risa abierta) Se acabó: el cuatro cinco. Cerrado (Y enseña sus fichas) ocho puntos. ¿Y tú? ¿Cuántos tienes?

JUGADOR 2 (Enseña sus seis fichas) Quien ríe último ríe más.

JUGADOR 1 (Visiblemente molesto) ¡Todas blancas! Así cualquiera. El dominó tiene esas cosas. Deberías saberlo.

Entra el jugador 3

JUGADOR 3 (Se sienta en la silla que da cara a los espectadores) ¡Que cagaprisas sois!

JUGADOR 1 Estábamos probando las fichas. A ver si rodaban bien.

JUGADOR 2 Y ruedan bien... sobre todo para mí, que le he ganado la primera jugada por sabihondo. (Pausa) Bueno, cuenta cómo ha ido todo,

JUGADOR 3 Buen entierro y buen mausoleo no le ha faltado a Inés. Pero me ha dicho Marga que don Nato anda ya buscando otra novia.

JUGADOR 2 (Se sorprende) ¿Otra novia?

JUGADOR 1 (Ídem) ¿Otra novia?

JUGADOR 3 Sí, otra novia, como lo oís. Así que o se marcha del pueblo ese viejo mamón o nuestra cencerrada siguiente acaba con la quema de su casa.

JUGADOR 1 Con él dentro.

JUGADOR 2 O mejor aún, antes de quemarle la casa, sacarlo de ella a rastras y darle una paliza de muerte mientras ve cómo toda su fortuna es devorada por las llamas.

JUGADOR 3 Y mientras lo ve, echará de menos aquellos días en que sonriendo mascaba con la dentadura postiza el extremo de uno de sus pestilentes puros habanos. ¡Estas cosas no se toleran dos veces! (Pausa) Y ahora, mientras jugamos nuestra partida de dominó de costumbre, maduramos el plan. (Se pone a mover las fichas)

Fundido

Fin