jueves, 31 de diciembre de 2009

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Eso es todo, amigos






Mi padre me llevó muy pronto a los Salesianos para aprender un oficio, y la escuela del barrio se perdió en el olvido. Fue para mejor (el barrio y los juegos se quedaron allí y siempre me acompañaron) porque en los Salesianos pasé un tiempo muy divertido y aquel mundo fue un trampolín de lanzamiento para el que me esperaba en el Instituto y el resto de mi vida en mi tierra natal antes de dar el salto definitivo al futuro, que es hoy y que sigue estando en mi tierra de adopción, pero eso ya lo he dicho y no quiero repetirme (aunque es tan difícil). Estaba en los Salesianos. De aquel mundo de enseñanza y diversión conservo en la memoria muchísimas cosas: San Juan Bosco, María Auxiliadora, los certámenes de Catecismo, las buenas calioficaciones, la entrega de premios en la festividad máxima de los seguidores de San Francisco de Sales, acompañado de aplausos, diplomas y familiares orgullosos de tener en la familia un niño tan listo, el aprendizaje de poemas y la consiguiente declamación en los concursos de la clase, los cuadros de honor, las Compañías, las Buenas Noches y aquellos ejemplos dictados por el Padre Prefecto sobre la muerte, el pecado y la salvación que ponían mis pelos de punta, las salidas a los teatros y cines de la capital para representar a Garbancito y otros personajes populares y un largo etcétera de actos y actividades escolares y extraescolares, como las excursiones a la Cueva del Torrao donde, según se decía, durante las represalias de la Guerra algunos perseguidos se habían refugiado en sus entrañas. Sobre todas esas experiencias, algunas olvidables pero la mayoría inolvidables porque se jugaba en ellas con mi futura personalidad, sobre todas ellas estaba el cine de los domingos que tenía lugar en la sala de actos del Colegio, Colegio en cuya construcción y mejora había intervenido el mecenas zamorano don Carlos Pinilla (nombre que se sacaba a colación constantemente) que había nacido en Cerecinos de Carrizal y era abogado del estado y militante de FET. De nuevo me salgo de la corriente de los verdaderos recuerdos. Lo que quiero destacar es que los cines de los domingos de los Salesianos eran, quizá, la experiencia más honda y viva que podíamos vivir plenamente los externos de mi edad. La cosa empezaba en los soportales del Ayuntamiento viejo donde estaba el puesto de la señora María, que vendía pipas, membrillos, tentemozos o chochos (altramuces en términos ortodoxos), garbanzos fritos y asados, conos de caramelo que incluían reales (ensartados en el palito) como sorpresa y otras golosinas con las que llenábamos los bolsillos en espera de llegar al cine de los Salesianos y empezar la música de la boca que acompañaría a la banda sonora de las películas en cuestión. ¡Cuántos títulos me vienen ahora a la memoria! Corona de hierro, Flecha rota, Los ángeles perdidos... De esta última película guardo un recuerdo entrañable y hasta puedo añadir al respecto que hace unos días mi hijo pequeño me la bajó de Internet y volví a escurrir la pestaña con el mismo furor que cuando la vi por primera vez en los Salesianos (es irrepetible la escena en que Monty Clif atrae la atención de Karen, el niño que busca a su madre por media Europa durante la segunda guerra mundial, con un bocadillo que deja sobre una piedra mientras lo observa por el retrovisor del jeep, o aquella en la que, al final de la película, cuando todo parece perdido, se encuentran las miradas de madre e hijo cuando ella examina los rostros de los niños que desfilan hacia los vagones en busca del de su hijo). Las proyecciones eran muy rudimentarias y hasta, de vez en cuando, se cortaba y en un fotograma se originaba una mancha blanca como de haberse quemado mientras la voz del protagonista se alargaba para caer en un pozo interminable ("¡Manos arribaaaoooooouuuuu...") antes de que el hermano salesiano encargado de la proyección diese la luz de la sala para remediar el desaguisado y reanudar la sesión entre chasquidos de pipas y murmullos de alivio. ¡Cuántas "oes" de asombro y "ayes" de miedo sazonaban las sesiones de cine de aquellos domingos de gloria! Y sobre todo las risas y carcajadas a mandíbula batiente. El gordo y el flaco, Charlot, Buster Keaton... hacían brillar sus luces de magia entre las sombras con sus gages hilarantes, sus golpes y vueltas de vértigo y sus aventuras llenas de termura y emoción. ¿Y los dibujos animados? Las carcajadas se multiplicaban de tal forma que no había tiempo de asimilar la mitad de las escenas y persecuciones, golpes y caídas entre los animales humanizados que llenaban la luz de nuestras pupilas infantiles. Tom y Jerry, Piolín, La hormiga atómica ("Contra el mal.... la hormiga atómica."), El pájaro loco, Bugs Bunny... Las aventuras del conejo inteligente y servicial, pero también atrevido y astuto, hacían nuestras delicias. Acompañado del cazador o del pobre pato Lucas, que se llevaba todos los golpes, Bugs Bunny, con su zanahoria interminable, lo mismo que su sagacidad, salía triunfante de cualquier asechanza y, mirando a la cámara nos hacía un guiño de complicidad mientras soltaba la frase, sobreimpresa en inglés ("That's all folks") en la pantalla, "Eso es todo, amigos."

martes, 29 de diciembre de 2009

POEMAS RESCATADOS






Le toca el turno ahora a los versos que aparecen en mi novela Polvo y pisadas en un camino, que publiqué en Bubok el pasado año (aprovecho la ocasión para afirmar que el resultado tipográfico no es de mi agrado pues, entre otras cosas, el formato que le han dado es el propio de un catecismo, en el que, consecuentemente, la letra ha resultado diminuta y prácticamente ilegible). A continuación rescato los siguientes poemas pertenecientes a Polvo y pisadas en un camino :








COPLA DE LOS JERIFALTES


¡Qué bien os va el carnaval
disfrazados de sotana:

en una mano el misal

y en la otra la sotana!




ENTRE FRAY LUIS Y GARCILASO


¡Y dejas, Jesús Pérez,

a tus chicos ausentes y dolidos

en estas aulas! Vuelve

y hazles entretenidos

sus libros que son arduos y aburridos.


Dolientes, duras horas asesinas,

aulas que a la tarde desfallecen,

alumnos que tropiezan con lexemas

y se duermen al ruido de la tiza

trazando en la pizarra albos senderos.




EN LA MARCHA DE UN COMPAÑERO


Hay pocas cosas tristes en la marcha,

como dejar la vida sobre el tiempo

en el mantel de los olvidos

o sobre el largo río del silencio.

Como dejar un hábito, un oficio

que se hizo humanidad entre los dedos...

Pero el recuerdo y la nostalgia pueden

sacar de aguas benditas el venero

que sigue alimentando las raíces

en nuestro tronco abierto a cielos nuevos.

Y así, un papel doblado en el bolsillo,

un horario, una nota, un libro viejo,

la macha de bolígrafo en un traje...

te evocarán el alma de las aulas,

el ruido del pasillo o de las risas

de una urraca posada en el sendero.

Y seguirás anclado de algún modo

al mar de la enseñanza aunque estés lejos.




EPIGRAMA



Siempre estás triste, Tristón,

en tus hoyos de tristeza

metido hasta la cabeza

y dolido el corazón.

Esa cara has de encender

con nuevos tragos de vino

y alegrar tu gris camino

con la miel de una mujer.



LA ESCOBA


La escoba siempre arrastra

los pelos por el suelo;

su cuerpo, tieso y flaco,

barriendo mira al cielo.

Furiosa el polvo empuja,

y dicen que de noche

sobre ella va una bruja.



EL CISNE BLANCO


Sobre la línea del agua,

el cisne blanco es un dos,

un dos de tiza que nada

y se arrodilla ante Dios.



JUBILADO

A Pallerín


Pallero, viejo amigo,

¿dejaste al fin la tiza a buen recaudo

al fondo del cajón de lo vivido?

¿Dejaste al fin cerrada la ventana

que daba a la arboleda de tu horario?

¿Aún sigues sintiendo la luz fiel

de los ojos alumnos en tu espejo?

Es algo que no muere. Todavía

está reciente el aire que lo mueve.

Aún respira

tu alma los aromas del oficio.

Pero todo algún día pasa y teje

su nido en la memoria y pone huevos

de pálida nostalgia. También tú

vivirás lo agridulce de esta hora.

Los ecos, no las voces, el reflejo

del alma en la corriente. Pero ahora,

Pallero, viejo amigo,

disfruta de esta magia, de este gozo

que da el saber que has hecho los deberes

con alta nota. Brillan todavía

en tus manos las uvas que plantaste.

Bebe el vino de la satisfacción,

que el recuerdo está en la copa ya bebida.






domingo, 27 de diciembre de 2009

MEMORIAS DE UN JUBILADO


Las ranas (6)

Las ranas son los animales que mejor se adaptan a los dos medios más difíciles, la tierra y el agua (el aire es para la lluvia y los aviones), y saben sacar provecho de uno y otro. Quizá por ello a mí, que pertenezco a un signo de agua, me parecen las ranas en este caso los animales que mejor se acoplan a mi carácter. Soy un personaje de tierra que ha nacido para caminar sobre la tierra y acabar un día mezclado con la tierra, siempre, claro está, sin perder de vista el agua, el río que me lleva por ella hacia el fin de todo, que es el mar, como decía un poeta preferido. Quizá por ello, un día, como dije, me decidiera a coleccionar ranas de mentira (las de verdad ya las veía saltar en mi infancia desde la yerbera de la orilla hacia el brazo del río de mi barrio mientras caminaba por ella pensando en alguna aventura), ranas de madera (las que me dan suerte); ranas de cristal (las que me llevan a viajes inolvidables por paisajes lacustres de Italia), que más de una vez he intentado arreglar tras alguna caída accidental; ranas de piedra (las que me traen a las mientes viajes de mi hijo mayor por América, como aquella de Chinatown, subida a una pulida piedra, todo en un bloque, trabajo de chinos); ranas de plástico, de loza, de llavero, de cinta para el pelo, de mechero, de pinza para papeles, de cenicero, de radio, de escafandra, de esponja, de vajilla peruana, de sacapuntas, de cordones para zapatos de niño... y una largo etcétera distribuido, como ya dije, por todos los rincones de la casa y del jardín, rincones que mi nieto conoce al dedillo. El niño, nada más entrar en casa, salta de gozo y sale corriendo hacia la primera vitrina del comedor donde saben que están las ranas diciendo en su lengua balbuciente "aiailanana" (la palabra "rana" brinca en sus labios), y este abuelo, que se muere por jugar con él, le abre la puerta de cristal del mundo de sus sueños y le saca dos o tres ranas que tanto le gustan: una es de cerámica rusa que yo misme hice cuando mi mujer trabajó durante un tiempo este material para confeccionar platos adornados con rosas (aún me acuerdo la paciencia que ponía para construir centenares de pétalos con aquel palito de cabeza esférica con el que moldeaba los finísimos pétalos rosados, colos que conseguía impregnado la masa con blanco de óleo y una pizca de rojo), otra rana es la del tamborcillo de peces pintados que se mueve apretando su base movilble y que en otro tiempo llevé en el salpicadero de mi coche anterior (en el de ahora llevo suelta una rana de madera troquelada que fue llavero y colgando del espejo retrovisor otra ranita formada por pequeños cuerpos cónicos); con las que le dejo juega un rato, hasta que mirando hacia la escalera que lleva a las plantas superiores, me dice con su lengua especial que lo lleve hacia el altillo donde están las otras, mientras empieza a gatas a subir los escalones... La afición por las ranas que tiene mi nieto no sólo se la he infundido yo porque ya en su habitación, sobre su cuna, desde muy bebé vio colgada sobre su cuna una rana de madera con alas abiertas para que diera vueltas a un simple empujoncito y que su padre, mi hijo pequeño, había puesto allí, así como dos lámparas de pared al lado de la cuna que muestran sendas ranas pintadas. Por todo eso, con las fiestas de Navidad su abuelo le acaba de regalar una rana de trapo simpatiquísima que habla, canta canciones, y reproduce música de Mozart según palpe determinadas zonas de su cuerpo debidamente señaladas. Un rato estuvo pendiente de la nueva rana, su rana, y hasta le sacó partido haciéndole repetir: "Esto es... esto es... esto es..." sin levantar el dedito del rombo amarillo del pecho de la rana. Claro está que enseguida la dejó para jugar a su juego favorito, que es subir y bajar las escaleras para jugar con las ranitas de la buhardilla o las del comedor (ahora también ha descubierto la rana imantada de la nevera, junto con la luz del horno... Este niño es el nuevo brillo de la mirada de su abuelo.

viernes, 25 de diciembre de 2009

POEMAS RESCATADOS

Hablando del amigo poeta Antonio Matea, que se marchó hace más de un año ya, recuerdo que entre sus inquietudes literarias había la empresa de crear una revistilla de poemas con el nombre de Llanura y Vallés, de edición no venal, en la que intentaba reunir poetas de su tierra de nacencia, Albacete, La Mancha (de ahí el nombre de Llanura) con poetas de su tierra de adopción, Cerdanyola del Vallés, Barcelona (eso explica el término de Vallés). De 1992 es el número 2, en el que colaboramos, entre otros, Vicente Cano, de La Mancha, y yo, del Vallés. Mi poema de entonces quiero rescatarlo aquí:




RECUERDO


De cuchillos, arados y pañales
se forjan tus poemas,
Miguel Hernández, muerto
limón bajo la tierra.

Caracolas despiertas rajarán
tu carne limonera
y dejarán que asome
de nuevo en primavera
la espina perfumada de tu tallo,
el aguijón de pena
que te hizo toro bello y perseguido
por los rincones de la España negra.

Mas una justa lira,
bajo lunas heridas de Orihuela,
pondrá sagrada música a tus versos
de esposo, de soldado, de poeta.


jueves, 24 de diciembre de 2009

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Los amigos (4)







Hace pocas noches en la cena habitual de estas fechas navideñas con los amigos de la profesión, esta profesión tan difícil e ingrata que consiste en formar futuras generaciones, les decía a esos amigos en el poema dedicado a ellos que la verdad no hay que buscarla muy lejos, sino en el mundo más cercano a nosotros, en el trabajo, en las ocupaciones cotidianas, en la familia, en los encuentros con los amigos, de quienes cabe esperar siempre algún milagro. Y son ellos, los amigos que nos van quedando, ese milagro cotidiano que esperamos. Pero también están los otros amigos cuyo recuerdo viene en estos días tan especiales porque son únicos a ablandarnos un poco más el corazón. Uno de ellos es el poeta Antonio Matea, compañero de tertulias y aficiones, que se fue el año pasado y al que conocí hace más de treinta años en la tertulia de otro poeta, José Jurado Morales. Ayer pasé por su casa para saludar a su viuda y me enseñó una placa que la Peña de Albacete de Madrid le entregaron a su hija en un acto de homenaje en el que se recitaron poemas suyos y se evocó su figura. Junto a Antonio, conocí en la tertulia de Jurado, que se celebraba los sábados por las tardes en su casa de Borrell de Barcelona, a otros poetas amigos cuya amistad me sigue durando, como Sérvulo, Esther, Membrive, Milagros, Visi, Encarna y un largo etcétera, y de otros me sigue acompañando su entrañable recuerdo, como Espejo, Rincón, Carreta o el propio Jurado Morales. La tertulia de Borrell, con la triste marcha de este último desapareció, pero un grupo de poetas de los que allí acudían en busca de alicientes poéticos abrió una nueva tertulia en el Círculo Artístico de Barcelona, adonde yo acudía de vez en cuando a verlos y a cambiar con ellos poemas y sueños, y nuevos amigos vinieron a aumentar mi amplia lista de confraternidad en la poesía, como Ambrosio o Florencio, que aún siguen compartiendo conmigo actos literarios y presentaciones de libros en el Ateneo barcelonés en la tertulia que allí celebran algunos viernes y en la revista poética que dirigen, llamada significativamente El laberinto de Ariadna, que yo identifico con el acto de crear.


Cuando mudé mi domicilio a Cerdanyola, que fue el año 1981, entre Carreta, Matea, Encarna y yo, todos vecinos de la ciudad vallesana, creamos nuestra propio grupo, con tertulia incluida, al que denominamos Viernes Culturales. Desde entonces, pese a la marcha forzosa de Carreta y Matea (después se nos unió Miquel Sánchez), el grupo ha seguido su andadura con desigual fortuna, aunque de todo ello surgió, y esto es lo que me llena de orgullo, un Premio de Poesía con el nombre del Grupo que va ya por la 32ª edición, que ya es decir. Esta retahíla de datos y experiencias literarias la ha provocado el recuerdo de Antonio Matea, poeta del barro, del que ya he hablado en este blog. Quiero, sin embargo, añadir unos versos suyos donde se aprecia su enorme entrega a la vida y la poesía por igual:




"Regreso en tren,
Las vías son carriles
paralelos y angostos, mugre y ruido.

¿Quién soy? ¿Regreso...?
Ni yo mismo quisiera formular más preguntas.
¿Estás? ¿Te fuiste? ¿Te quedaste
pegado en la pared como un recuerdo?

La Mancha sigue impresa
justo en el corazón,
como una llaga.
(...)

El baúl de los recuerdos
pleno de catedrales y sortijas."

miércoles, 23 de diciembre de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Literatura y amistad







Pocas veces se tiene la suerte de comentar el libro de un amigo. El que me ocupa hoy se titula Lienzos en blanco, de mi amigo onubense Félix Amador Gálvez, a quien conocí hace unos años en Madrid con motivo de recibir ambos el premio de cuentos El Chiscón. Desde entonces no ha habido un año en que no nos hayamos cruzado una carta, una felicitación, un e-mail hablando de amistad, de creación literaria, de libros o, simplemente, del gozo de la vida. Hace días me mandó junto con la felicitación de Navidad Lienzos en blanco, su última creación narrativa. Lo he pasado muy bien leyendo las diez historias que incluye el libro. Todas tienen una nota común: el amor, mejor aún, la pasión por el arte. En El dibujante de la Plaza Mayor un retratista callejero descubre en sus dibujos rasgos de la vida privada de sus modelos, aunque eso puede deberse a las propias confesiones a sus angustias y modo de ser. El segundo relato, Vicent y Theo, describe la relación entre dos amigos parecida a la que existió entre Van Gogh y su hermano, una relación de dependencia. Y es tanto el parecido entre el amigo artista y su admirado el pintor holandés, que acaba igualmente loco. La dama del cuadro cuenta cómo Bruno Ferrari, después de jubilarse por motivos de salud, regresa al Museo donde trabajaba (el de Los Uffizi, de Florencia) para contemplar un cuadro que le tiene subyugado: el de La Venus de Urbino, de Tizziano. Y a su sustituto le ocurrirán igualmente sucesos extraordinarios relacionados con la dama del cuadro. En Paisaje antes de la batalla se describe el miedo del artista al lienzo en blanco. El carboncillo es la única arma que defiende al artista del miedo a crear, a la vez que su seña de identidad frente al lienzo en blanco. En la quinta narración, Entre tinieblas, una luz, es la voz del propio Bartolomé Esteban Murillo, uno de los más grandes genios de la pìntura española, quien se lamenta de las críticas que le dedican artistas como Alonso Cano por haber elegido como modelos de sus pinturas a gentes sencillas de la calle, incluidos pícaros o mendigos, en vez de personajes de la nobleza. Les responde que otro tanto hicieron grandes de la pintura como Rubens o Rembrand y que además lo que él pinta es vida, y la vida se encuentra palpitantemente hermosa y como es en las gentes humildes de la calle. Déjà vu relata lo sucedido al aristócrata londinense Mike Turlington cuando en la calle encuentra a una muchacha tan sorprendente que la sigue fascinado hasta la Tate Gallery. Allí descubrirá que tiene el rostro de la mendiga del cuadro expuesto alli El rey Cophetua y la mendiga, de Edward Burne-Jones. En El rostro de Dios aparece el mismo Miguel Ángel luchando dudando intensamente en lo alto del andamio de la Capilla Sixtina sobre cómo pintar el rostro del Creador. Finalmente, pinta al Dios que lleva dentro y llora. Esa fue la primera vez que se pintó a Dios con figura y rostro humanos. En la octava narración, La revolución del viaducto, El estudiante Reñé descubre en un psiquiátrico a un enfermo que está contemplando a todas horas el famoso homónimo cuadro de Paul Klee, y piensa acertadamente que alguna conexión existe entre el paciente, el cuadro y Paul Klee (los arcos, la mirada, los colores, la reacción del enfermo, la propia vida del pintor...). En Acuarela es un profesor universitario que hace mucho que no pinta pero que siente una pasión irrefrenable hacia la pintura, una mañana neblinosa de febrero que marcha camino de la Universidad a dar sus clases ve el mundo como una obra de arte no creada todavía, una especie de acuarela. Finalmente, en La edad de la experiencia, el protagonista de la narración es el propio Leonardo da Vinci, que, huésped del rey Francisco I en el castillo de Cloux, redacta su testamento y aprovecha la circunstancia para hablar de la belleza, del arte, del acto de crear y de las obras de arte expoliadas y destruidas, así como para certificar que él fue un artista que pasó hambre y fue protegido a la vez por reyes y nobles.
Lienzos en blanco es todo esto y también la pasión que siente mi amigo Félix Amador Gálvez por cuanto signifique arte, dibujo, pintura, actividad que él mismo practica alternándola con la de escribir, ambas sujetas a una disciplina férrea y a una soledad muchas veces luminosa, pero otras sumidas en las más negras penumbras. Recomiendo vivamente leer este precioso libro lleno de ventanas abiertas a la paz, la luz, la curiosidad, la esperanza, el placer, el arte, la pasión, los sueños... y al conocimiento de los más diversos pintores, los citados en este comentario y otros que aparecen como destellos en sus páginas (Bacon, Seurat, Antonio López, Chirico, Turner, Goya, Velázquez, Sorolla, Degas, el Bosco...).
Lienzos en blanco, en resumen, es un balcón abierto a un mundo de sensaciones vitales relacionadas con el mundo mágico de la pintura.

lunes, 21 de diciembre de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS


¿Dónde está enterrado Lorca?


Con esto de la memoria histórica nos ha dado por abrir fosas en todas partes en busca de nuestros seres queridos que durante la guerra civil desaparecieron. Federico García Lorca es uno de esos seres, queridos para nuestro patrimonio cultural y literario y para su familia, cuyos restos se quieren desenterrar a toda costa. Pero el caso es que donde se creía que estaba enterrado tras su horrible asesinato en los primeros días del "Alzamiento Nacional" en Alfacar (carretera de Víznar), no está. Allí sigue la piedra que los seguidores del poeta buscábamos para rendirle homenaje, pero nada más (aunque quizá sea todo para recordar al autor de Yerma y no olvidar lo que hicieron con él). Sin embargo, ya puestos a interesarnos por el paradero de sus restos, un montón de preguntas viene ahora a mi boca. Dejando aparte la que encabeza esta entrada de mi blog, la primera que formulo es: ¿Acaso los restos del poeta los rescataron sus familiares al poco de ser sepultados en la fosa de Alfacar para enterrarlos en algún lugar de la Huerta de San Vicente de Granada, donde Lorca pasó mucho tiempo de su vida en paz, con aquel balcón abierto por donde se escapaban las notas melancólicas de su piano en busca de mayor comprensión ("Si muero, dejad el balcón abierto...") y donde su familia instaló una casa museo motivo de numerosas visitas? Otra pregunta que me formulo mucho últimamente es: ¿Dijo la verdad el sepulturero acerca del lugar donde enterró al poeta junto con sus compañeros de tragedia? De cualquier modo, a mí parece que eso, a la vista de la historia (no de la memoria histórica, que eso parece que se ha olvidado en otros casos), a la vista de la historia, digo, no es lo más importante (a Cervantes le ocurrió otro tanto y nunca ha dejado de ser Cervantes). Lo que de debemos hacer todos es leer más a Lorca y no marear la perdiz. Y para contribuir a ello, no se me ocurre otra cosa que copiar un poema del poeta:


Otro sueño


"¡Una golondrina vuela
hacia muy lejos!...

Hay floraciones de rocío
sobre mi sueño,
y mi corazón da vueltas
lleno de tedio,
como un tiovivo en que la Muerte
pasea a sus hijuelos.
¡Quisiera en estos árboles
atar al tiempo
con un cable de noche negra,
y pintar luego
con mi sangre las riberas
pálidas de mis recuerdos!

¿Cuántos hijos tiene la Muerte?
¡Todos están en mi pecho!

¡Una golondrina viene
de muy lejos!

Y atemos al tiempo, como dice el poeta, al tiempo que ya no existe, y dejemos ir en libertad y en paz al tiempo que vivivos y al que nos espera, sin tanto rencor ni tanta memoria histórica. Que lo que hace uno y otra es poner palos en la rueda de quienes soñamos con vivir en paz y en libertad (sin políticas baratas de ninguna clase).

viernes, 18 de diciembre de 2009

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Costumbres navideñas






Cuando yo era pequeño, las costumbres navideñas eran, como es lógico, muy diferentes de lo que son hoy y más si hablamos de comunidades autónomas diferentes (entonces se llamaban regiones y no pasaba nada, pero eso es otra cuestión). Entonces, en Zamora, los niños vivíamos de otra manera las fiestas de Navidad y Reyes. No había ni Árbol de Navidad, ni Papá Noel, ni Santa Claus, ni Tió, que eran propios de tradiciones foráneas. Con hacer el Nacimiento (algodón para las nubes, corcho para las montañas y musgo para el piso, aparte las figuritas de barro cuya colocación era motivo de simpáticas discusiones entre los miembros de la familia) se iniciaban las fiestas, que se adornaban con luces y música de villancicos. Luego venía el día en la iglesia parroquial de besar el pie del Niño Jesús, entre cohetes y gigantillas por las calles y luego en casa los dulces, el turrón y el mazapán (aquella cajita de cartón con la anguila de mazapán era la sensación de los más pequeños y nos pirrábamos por tener una por pequeña que fuese). Pero lo mejor llegaba la noche de Reyes. Entonces, reunida toda la familia a la mesa de cenar, tras los postres y los dulces, jugábamos a la lotería o a cualquier otro juego familiar hasta que los más pequeños íbamos quedándonos dormidos. De repente, sonaba un ruido (luego supimos que era nuestro padre quien lo hacía golpeando la mesa por debajo de la faldilla) y, despertando de golpe, salíamos escopeteados hacia la sala donde los Reyes acababan de dejar los regalos. Con ellos en brazos nos íbamos a la cama deseando que pasara rápidamente la noche para que al día siguiente pudiéramos estrenar los juguetes que la Magia de la ilusión nos habían traído. Eran otros tiempos. Ahora tocan otras cosas y aceptar de buen grado lo que les gusta a nuestros hijos y nuestros nietos en una tierra que, si no es la natal, es sin duda la de adopción y a ella nos sentimos igualmente unidos. En mi caso, si cabe, mucho más, pues en ella, en esta Barcelona y provincia, a las que quiero con toda mi alma, maduré, me hice profesor y formé una familia, y tanto mis hijos como mi nieto son catalanes. Y todo lo que sea catalán, incluidas sus más entrañables tradiciones, me atañe directamente. Y una de estas tradiciones es la del "Caga, Tió", que adquiere su máximo esplendor y vigencia en estos días próximos a la Navidad. Debo decir que ayer, pensando en ello y sobre todo en mi nieto, bajé a la leñera y escogí un pequeño tronco para confeccionarle un Tió. Hice dos taladros en su cuerpo para incrustar las dos patas, pinté sus ojos y su boca en uno de los extremos y le pegué entre los ojos y la boca, a modo de nariz, un pedazo de tapón de corcho. Sólo le faltaba la barretina catalana, que mi mujer le fijó con chinchetas. Y hecho. Menuda alegría se llevó el niño cuando por la tarde le llevamos a casa el Tió. Su madre le cantó la letra de la canción mientras le enseñaba a acariciarle la barretina. Hasta le puso la bandeja de galletas para que se fuera alimentando con vistas a que la Nochebuena le trajera turrón y caramelos como reza la tradición. Claro que en un descuido el niño empezó a comerse las galletas. Cosas de niños.

jueves, 17 de diciembre de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Cine de siempre



Hay películas que, por lo que sea, te remueven el corazón y sacan a la luz recuerdos que dormían en la sombra del desván de la memoria. Una de esas películas es sin duda Secretos del corazón (España, 1997), de Montxo Armendáriz y protagonizada por Andoni Erburu y Álvaro Nagore en los papeles de los dos niños hermanos Javi y Juan, y Carmelo Gómez, Charo López y Vicky Peña y Silvia Munt en los papeles principales de las personas mayores de la historia (los tres primeros, tíos de los niños, y la última, su madre). La historia gira en torno a Javi, el hermano pequeño que, inducido por su hermano Juan, entra en la habitación donde encontraron muerto al padre de un tiro de escopeta para escuchar la voz de su progenitor, porque según le ha dicho Juan los muertos gritan para librarse de sus secretos. Y a través de esa curiosidad innata de Javi, el niño aprende, a veces del modo más brusco, los más elementales y sencillos secretos de la vida, del amor y de la muerte, y sobre todo, el secreto que reina en su propia casa sobre la misteriosa muerte de su padre y los amores a escondidas de su madre y su tío. Javi aprende además a compartir el dolor con otro niño del colegio al que se le muere su madre, y a entender la soledad de su tía Rosa (Vicky Peña) y la alegría vital y libre de su tía María (Charo López), que en un momento de la historia se escapa con Ricardo, el "asesino" de la casa misteriosa, para no volver más. Con la vida de los dos hermanos, tanto en el colegio donde estudian para formarse un porvenir y ensayan Garbancito para la fiesta de fin de curso (recuerdo con añoranza que yo mismo actué de niño como uno de esos simpáticos insectos que cantan alrededor de Garbancito y el mago Tragaflor), como en su pueblo, lleno de tradiciones y donde todo el mundo se conoce y quiere, con esa vida de inocentes aventuras y pequeños fracasos, pero también de importantes triunfos en la difícil escala del crecimiento humano, más de un espectador se sentirá identificado.


Si todavía hay alguien que no ha visto Secretos del corazón, película que fue nominada a un Óscar por mejor película de habla no inglesa y que en la XII edición de los premios Goya obtuvo varios galardones (sobre todo, el de mejor actriz de reparto, que recayó en Charo López o el de mejor actor revelación, Andoni Erburu), podrá encontrarla en cualquier Videoclub. Sin duda pasará un buen rato.

RELÁNGRAFOS



A medida que se escapa el verano, la luz de la tarde se resiste a dejarse devorar por la noche.


Un placer insustituible del cuerpo: zambullirse en el mar y dejarse esclavizar por sus inquietas olas.


Los peces alevines se divierten porque no tienen que ir a la escuela.


La muralla de Tossa conserva una dentadura inmejorable con la que muerde el cielo azul.


¿De qué lecho de pasión se ha levantado este viento tan cálido?


Un deporte oculto: practicar el sexo durante la siesta.


En la playa se aprende también a ser invisible cuando bajo el techo inmensurable del cielo se extienden los incontables techos de los parasoles.


Sexo agresivo: el mar echando espumarajos al golpearse contra las rocas de los cantiles.


La naturaleza da vida a los cuatro elementos: al viento le da voz; a la lluvia, llanto; a la tierra, hogar, y pasión al fuego.


Un soneto bien hecho es aquel cuyo contenido emociona tanto a la cabeza como al corazón sin que se noten los sonsonetes de las rimas.


La poesía de José Hierro vuela de la tierra al cielo, del infierno al paraíso, del invierno al estío, de la noche al día, del hedor al aroma, del negro al blanco, de la tristeza al júbilo, de la vejez a la juventud...


Sólo en el verano es posible escribir y vivir letras y músicas como "Yo quiero bailar toda la noche..."


En España nadie ha pintado la noche y los seres que la pueblan como Goya.


Un jardín vuelto a regar después de algunos días en verano es un nuevo Lázaro.


Dafne podrá no estar en mi laurel; pero sí la esperanza y otros sueños.



martes, 15 de diciembre de 2009

POEMAS RESCATADOS



Reordenando viejos papeles en la buhardilla, me encuentro unas hojas pertenecientes a la revista mexicana NORTE y en ellas un poema mío que Arias de la Canal, el generoso y atento director de la Revista, escogió a su vez del Cuaderno XX de AZOR, una serie de publicaciones que aquí en Barcelona dirigía José Jurado Morales, maestro también de la tertulia de poetas a la que asistí en los años setenta y ochenta en su propia casa de Borrell y donde hice tan buenos amigos. He aquí ese poema titulado



PODA


Asisto a esta pacífica mutilación,
a esta necesaria mutilación.


La sierra rasga la mañana silenciosa
y los pájaros cantan lejos,
sabedores de esta poda perentoria, urgente
que hará brotar mañana otro follaje,
otro abrigo nuevo para sus blandos cuerpos.


Veo derrumbarse brazos viejos, cansados,
caer a tierra con la piel podrida,
con un golpe de muerte que no agobia,
que no estremece.


El cielo queda limpio.
El árbol queda limpio, adolescente,
de nuevo luchador, de nuevo atento
a la vida.

Poda liberadora,
muerte conveniente:
¡qué resurrección preparas,
lenta, segura, poderosa!
Detrás de los muñotes rezumantes
queda la sangre nueva,
la savia que alimenta las bodegas
del árbol;
mañana subirá encendida
hasta los confines vegetales
para dejar en el aire
el grito verde
de la resurrección anunciada.

lunes, 14 de diciembre de 2009

POEMAS RESCATADOS

Concluyo hoy la labor de rescatar de la revista Traslapuente los siguientes poemas aparecidos en el número 9, mayo de 1994:




SONETOS PARA SEGUIR VIVIENDO



I


¡Qué fácil es a veces escribir
catorce surcos verdes de esperanza
y sembrar en su tierra de bonanza
semillas de ilusión para vivir!

¡Qué fácil es a veces revivir
el tiempo que se nubla en lontananza
volviéndolo, a la luz de la añoranza,
sueño de sol que no quiere morir!
¡Mas qué difícil es vivir de veras
arrancado del mundo del soneto
y arrojado sin barca a la corriente!
¡Hasta cuesta subir las escaleras
barnizadas de amor! ¡Amargo reto
para el poeta atado a este presente!
II.
Tú sabes que el amor es más que manos,
que música y palabra y corazón,
y sabes que no sirve la canción
cuando el dolor nos marca como humanos.
Que puede que queramos dar las manos,
la voz, la calma, el sol del corazón,
y sólo insinuemos la canción
que expresa la pasión de ser humanos.
Y así, la tarde, ardiendo en esperanza,
soñando en darlo todo por amor,
en una larga noche se convierte.
Y es un llanto de lluvia la esperanza,
y es un mundo de luto el buen amor,
el buen amor que en duelo se convierte.
III.
Si quieres seguir vivo, echa del día
los fardos de la prisa y la amargura
y deja que a tu barco, a la aventura,
le empuje el viento azul de la alegría.
Porque ojos tienes para ver la vía
por donde van tus pies en su andadura,
y manos que levantan en la altura
el andamio de tu ser y de tu hombría.
No sueñes más allá de lo preciso
ni escribas de antemano tu futuro
ni siembres en tu campo avena triste.
Que la vida puede ser un paraíso
si te empeñas en dar el brillo puro
del diamante vital que en ti persiste.



domingo, 13 de diciembre de 2009

POEMAS RESCATADOS

Traslapuente, revista literaria de la Ribera de Navarra, a cuyo Consejo de Redacción pertenece mi amigo Rafa Rodríguez, sigue siendo la ventana adonde asoma de vez en cuando algún poema mío. Desde 1994 vengo colaborando con la Revista con trabajos tanto en prosa como en verso. De estos últimos, voy a rescatar hoy aquí el siguiente poema que apareció en el número 16 de la Revista, diciiembre de 1997, año muy importante para mí en muchos sentidos, pues a la vez que obtenía una plaza de Profesor de Secundaria en las Oposiones de ese año, acababa de obtener el I Premio de Poesía Taurina de Valencia con el poema, ya rescatado en esta misma sección, Toro de la noche:



OTRO ALMENDRO

Para mis compañeros de fatigas de otros tiempos


Me dicen que otro almendro,
raquítico y deforme, ocupa el nido
de aquel otro tan nuestro.
En el sol de su alcorque,
bajo la misma tierra
que abrazó a nuestro almendro como a un niño,
clavaron otro almendro, fiel retrato
de sus dueños, santones aburridos.
Así hacen la historia:
cambiando claridad por tenebrismo,
y en vez de alba sonrisa,
plantando miedo oscuro,
amenazas vestidas de cilicios.
Me dicen que otro almendro,
raquítico y deforme, ocupa el nido
de aquel almendro nuestro,
antiguo compañero que nos hizo
más leve y más suave
la costosa pendiente del camino.

Pero un día el buen nombre
de todos los que fueron mis amigos,
que en silencio crecieron y pasaron
y en silencio la daga de la envidia
los condenó al destierro y al olvido,
brillará con luz propia,
y será recordado el fuego atento
con que ardió su maestro y noble oficio.

Recordaré hasta entonces sus palabras,
sus silencios como si fueran míos.
Y hasta entonces echaré de menos
aquel tiempo robado
en que aún eran verdad voces tan limpias
como alegría, lealtad o amigo,
el tiempo que fue nuestro y nos quitaron
los falsos hierofantes y sus cirios,
el tiempo en el que aún no habían llegado
los cuervos de las velas
a velar nuestro esfuerzo con graznidos
disfrazados de cera y de misal,
y a cambiar nuestro almendro
por un tiempo sin flores y sin trinos.

sábado, 12 de diciembre de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Literatura y cine (2)



Hace unos días comencé a escribir un pequeño estudio sobre la relación que hay entre la Literatura y el Cine de nuestro país a partir de leer el libro Las cien mejores películas sobre obras literarias españolas, aparecido el presente año; en la primera parte acabé mi recorrido por la Literatura en el Teatro Nacional del Siglo de Oro. Hoy me centraré en una de las épocas más prolíficas de nuestra producción literaria, que no es otra que la que abarca la segunda mitad del siglo XIX y representada por un dúo de tendencias interrela cionadas: el Realismo y el Naturalismo.


Aunque hay varios novelistas de esta època cuya obra sirvió de inspiración a cineastas españoles y extranjeros, dos son los que acaparan la máxima atención: el canario Benito Pérez Galdós (1843 - 1920) y el valenciano Vicente Blasco Ibáñez (1867 - 1928). Del primero pasaron al cine, entre otras, las obras siguientes: El abuelo, Doña Perfecta, Nazarín, Tormento y Tristana. Veamos, aunque sea brevemente, cada una de ellas.

El abuelo tuvo dos redacciones diferentes, la primera en forma de novela (1897) y la segunda en forma de teatro (1904); ambas cuentan la historia de don Rodrigo de Arista que, al enterarse de la muerte de su hijo, vuelve de América a España para reunirse con la familia que le queda en Asturias y descubre que una de sus nietas es ilegítima, fruto de una infidelidad de su nuera. Pese a no averiguar cuál de sus nietas es hija natural, el anciano acepta el cariño de las dos. José Luis Garci la convirtió en una soberbia película en 1998, cuyas máximas interpretaciones corren a cargo de Fernando Fernán Gómez, que encarna al abuelo don Rodrigo; Rafael Alonso que hace de don Pío, amigo incondicional del protagonista; o Fernando Guillén, el alcalde del lugar.

Doña Perfecta (1876) está ambientada en una inventada ciudad mesetaria, Orbajosa, donde se vive una religiosidad mal entendida y a quien descuida lo más mínimo la práctica de la liturgia es condenado a la crítica social más amarga, incluso a la persecución hasta sus últimas consecuencias, como le ocurre a Pepe Rey, ingeniero progresista que llega al pueblo para casarse con la hija de la protagonista y que, finalmente, muere de un disparo, tras las insidias que difunde contra él la intrigante doña Bárbara (doña Perfecta). Esta historia de intolerancia religiosa fue llevada al cine en 1951 por el mexicano Alejandro Galindo y sus principales papeles corrieron a cargo, entre otros actores, de Dolores del Río, como Doña Perfecta, Esther Fernández, como Rosario, la hija de la anterior, o Carlos Navarro, que encarnó a Pepe Rey.

Nazarín (1895) narra la historia del P. Nazarín (Nazario Zajarín), que practica las doctrinas de Cristo tomándolas como única norma de vida, la cual que transcurre en contacto con la pobreza en una casucha de la calle de las Amazonas, a cuya vecindad pertenece la tía Chanfaina. Se deja maltratar y robar y acoge en su casa a una mujerzuela, la Ándara, que ha herido en una reyerta a otra, por lo que es perseguido por la justicia y, finalmente, se queda sin vivienda porque la Ándara la ha quemado para despistar. Es rechazado en todas las iglesias y no consigue celebrar ni una misa. A partir de ese momento, empieza para el P. Nazarín un calvario por medio Madrid. Uno de nuestros mejores cineastas, Luis Buñuel, gran lector de Galdós, llevó al cine la novela en 1958, siendo los principales intérpretes de la película resultante Francisco Rabal en el papel de Nazarín y Rita Macedo en el de Ándara, entre otros.
En Tormento (1889) asistimos a la historia de Amparo y Refugio, dos hermanas huérfanas que son recogidas por Los Bringas, familia de funcionarios con aires de grandeza. Pero pronto Refugio se independiza y Amparo trabaja como criada en la casa. En estas llega a Madrid Agustín Caballero, pariente de Los Bringas, después de haber amasado muchas riquezas en Ultramar y se aloja en casa de su prima Rosalía en espera de encontrar una mujer con quien casarse. Al conocer a Amparo se enamora de ella y la muchacha de él. Se comprometen, pero Rosalía intenta deshacer ese compromiso porque en realidad desea compartir las riquezas de su primo. Por otro lado Amparo guarda un secreto que todos ansían conocer. Esta apasionante novela de Galdós fue llevada al cine en varias ocasiones: en 1950 en México, de la mano de Alejandro Galindo; en 1974 en España, a cargo de Pedro Olea y, de nuevo en España en 1977, bajo la dirección de César Fernández Ardavín. Para muchos, la mejor versión es la que hizo Pedro Olea en un film donde los papeles importantes recayeron en Ana Belén (Amparo), Concha Velasco (Rosalía) y Francisco Rabal (Agustín).
En cuanto a Tristana (!892), cuenta la historia de Tristana, una sencilla muchacha adoptada tras la muerte de su madre por don Lope, un rico anciano que vive en una ciudad de provincias. Pronto don Lope se obsesiona con la muchacha y aunque está pasando estrecheces económicas le compra ropa nueva constantemente. Esta obsesión de don Lope por Tristana, que acaba abandonando el luto por la muerte de su madre, es comentada en todos los mentideros de la ciudad. A todo esto, Tristana se enamora del pintor Horacio Díaz y juntos dan también que hablar a las gentes. Pero el anciano hace caso omiso de las habladurías y se convierte a la vez en marido y padre de Tristana. Cuando don Lope muere, la muchacha llena su vida criando aves y dedicándose a la repostería. Fue Luis Buñuel quien en 1970 llevó a la pantalla la novela de su admirado Galdós. Fernando Rey encarnó a don Lope, mientras que la acriz francesa Catherine Deneuve hizo de Tristana y Franco Nero de Horacio.

RELÁNGRAFOS




Los temores y las esperanzas son los pies con los que caminan la vida y la poesía.


Del diamante de nuestra infancia sólo nos quedan sus destellos al llegar a la vejez, y éstos, fugaces y en momentos concretos.


La imaginación abre ventanas a la oscura alcoba del alma.


En el jardín de la Residencia de Ancianos las plantas crecen hacia la luz... de la tristeza y la desesperanza.


La vejez es una espera vacía.


La masturbación es un poema malogrado.


En el espejo profundo del estanque la tarde se refleja temerosa de caerse en el verde oscuro y triste de las aguas.


Cuatro palabras de amor: alma, mujer, recuerdo, olvido.


Las cosas de la Religión, cualquiera que sea, si no se viven interiormente acaban convirtiéndose en objeto de la picaresca y en comercio de masas.


La mejor canción de nuestra vida

es la que hemos ido haciendo entre los dos

con tiempo, trabajo y corazón.


Hay un instante en el sexo en el que la muerte y el placer se dan la mano.


En España contamos con un pintor de los oídos, Rioja, y un poeta de los ojos, el Greco.


Existe un Romanticismo eterno basado en la metáfora apasionada.


La Métrica es al poeta lo que la plomada y el nivel al albañil.


Los niños son incansables: llevan la energía de la creación recién estrenada en sus músculos.


Practicar el sexo, pero con seso.


Este lápiz dibuja tan bien que debería llamarse Lapidiez en vez de Lapicero.


Ultracorrección: El pintor pinta pinturas con pinteles (no, pinceles).


Frente al invierno,

pesimista,

que nos obliga a refugiarnos en el pasado,

el verano,

optimista,

nos hace ser felices en el presente y confiar en el futuro.




viernes, 11 de diciembre de 2009

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Viajar (3)





En alguna ocasión los viajes se realizan para cumplir con una tristeza. Es lo que ocurrió un verano de 1968 cuando me tocó viajar con mi madre a Madrid para asistir al entierro de un hermano suyo, el pequeño, aquel tío Tano de tan agradables recuerdos para la familia y para mí que sabía un montón de trabalenguas como aquel entrañable "Oiga, compadre Guerra, ¿por qué le pegado con la porra de parra a la perra de Parra? Porque si la perra de Parra no hubiera mordido al compadre Guerra, el compadre Guerra no le habría pegado con la porra de parra a la perra de Parra." El caso es que aquel verano, tras conocer la pésima noticia de la muerte de mi tío, cogimos urgentemente mi madre y yo una maleta y nos fuimos en tren a Madrid. Llegamos muy pronto a la estación de Chamartín y allí desayunamos antes de coger un taxi que nos llevara a la Clínica de La Paz donde el tío Tano acababa de fallecer. Aún nos dio tiempo de verlo muerto en su cama de hospital. Lo desnudaron entre su mujer y mi madre y lo cambiaron de ropa para el enterramiento. En la habitación estaba también mi primo Tomás. Los dos acompañamos al camillero que llevaba el cadáver de nuestro tío en el montacargas de la Clínica hasta el depósito que se hallaba en los bajos del centro médico. Allí lo dejaron y allí esperamos a que mi madre y mi tía bajaran a hacerle compañía. Enseguida nosotros dos, mi primo Tomás y yo, cogimos el metro hasta Entrevías donde el difunto había comprado un piso poco tiempo antes de que contrajera la enfermedad que se lo llevó por delante. Aún había cajas sin desembalar por los rincones y a mí me entró una congoja enorme al pensar que aquel piso no iba a poder ser habitado por mi tío nunca más y que todos los desvelos que había sufrido para adquirirlo no habían servido para nada. Nos hicimos con la documentación que necesitábamos para contratar una caja de muerto decente y nos acercamos a una funeraria próxima a La Paz (escribir ahora estas dos palabras me resulta casi un insulto al recuerdo de mi pobre tío: qué paz ni qué paz; lo que él quería era la guerra de la vida, vivir con su familia en Madrid y todo eso) para arreglar todo lo referido al enterramiento de mi tío en el cementerio de la Almudena. Así lo hicimos y regresamos al depósito de la Clínica para estar con las mujeres; mi madre entonces sufría unos ataques al corazón que se moría y yo iba preparado con el cardiotónico que ella tomaba en esas agónicas situaciones para atajar los ataques. Y allí, ante su hermano pequeño de cuerpo presente, sufrió uno que me asustó más que otras veces. Menos mal que con las gotas del cardiotónico se le fue pasando. Hasta que no acabó todo con la última despedida a mi tío en una fosa de ladrillo de La Almudena, no veía yo la manera de acabar con aquel viaje tan triste. En el tren de vuelta, ya pasado todo, me atacó un golpe de tristeza tan amargo que no pude evitar los sollozos ni las lágrimas. Me fui al lavabo a llorar para que mi madre no me viera. Ahora de mi tío Tano sólo recuerdo las cosas buenas que tenía, que eran muchas, y de su muerte, su pobre desnudez.


En cambio, sólo un año más tarde, también en verano, viví uno de los viajes más locos que he tenido la suerte y la alegría de realizar antes de casarme. El viaje fue a Zamora y mi acompañante uno de excepción, mi hermano mayor. Ya en el camino asistimos en directo por la radio del autobús en que viajábamos a la primera llegada del hombre a la luna. Por un momento pensé en la inalcanzable luna de los poetas, pero todo llega alguna vez. En Zamora habitamos el piso vacío de unos amigos de la familia situado en la parte más alta de un bloque de viviendas donde el calor era asfixiante y no pasó una noche en que no tuviera que levantarme de la cama empapado de sudor para aliviarme enrollándome una toalla al cuerpo. Empezábamos el día desayunando en un bar americano que estaba frente al Instituto donde tanto mi hermano como yo habíamos hecho el Bachillerato, en tiempos diferentes por supuesto pero con el mismo espíritu de entrega y a la vez de diversión. Luego íbamos a la radio a concertar una entrevista para mí o al periódico, por lo mismo, y el resto del día lo dedicábamos para hacer una visita a algún conocido de la familia, sobre todo, al dueño del piso donde maldormíamos pero que por lo menos nos servía de alojamiento, recorrer las viejas calles de la ciudad llenas de bellos monumentos arquitectónicos para acabar, al mediodía, en alguna zona de bares. Después de comer, bajábamos al barrio a saludar a los amigos de la infancia y a beber otra vez mientras los recuerdos iban y venían de unos labios a otros. En los cinco años que habían pasado desde mi marcha a Barcelona, habían ocurrido muchas cosas en Zamora: alguien se había casado, había tenido familia o incluso se había ido a San Atilano, nombre que tiene el cementerio de la ciudad. Ya digo que fue un viaje lleno de sorpresas, la mayoría agradables. En resumen, a excepción de las noches, que fueron de locura, los días los llenamos de sorpresas, tapas y vinos a raudales, sin contar las visitas a lugares que habían sido emblemáticos durante nuestra vida anterior en la ciudad del Duero, en especial nuestro querido barrio, aunque la vista de la casa donde yo había nacido, con el tejado semihundido y los balcones, puertas y ventanas tapiadas con maderos me dejaba un poco desanimado. Al final, me conformaba pensando que nuestra marcha a Barcelona había sido para mejorar de vida y mi antigua casa ya no era mi casa. Y seguíamos haciendo fotos y entrando en los bares de la calle de los Herreros y otras zonas conocidas por sus viacrucis de vinos a tomarnos un tiberio o una tapa de pulpo con sus correspondientes chatos con gas o sin gas.

jueves, 10 de diciembre de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Literatura y Cine (1)









Siempre he sentido predilección por los libros de Cine y si su contenido está relacionado con la Literatura, la preferencia es aún mayor. Hace días acabé de ojear un libro que hablaba de los dos temas íntimamente conectados, Las cien mejores películas sobre obras literarias españolas, de David Felipe Arranz, cuya edición (Cacitel, S.L, 2009), sin embargo, contiene numerosísimas erratas tipográficas, que a veces se convierten en horribles fallos ortográficos, como escribir extraperlista (así, con X) en vez de la palabra correcta (pág. 218), y algún otro error de bulto, como confundir Francisco de Rojas con Fernando de Rojas (ver las Consideraciones sobre La Celestina, página 103), o escribir José Luis Suárez en vez del nombre del conocido actor José Luis Gómez (ídem, pág. 207), por citar dos ejemplos. Pero en lo demás debo decir que el libro es sumamente interesante y desde aquí aconsejo su lectura a todos quienes aman tanto nuestro Cine como nuestra Literatura. A mí me ha servido para reflexionar sobre lo cinematográficos que son muchos de nuestros escritores más representativos pertenecientes a todos los movimientos y épocas literarias. Y así me he tomado la libertad de hacer un pequeño estudio fílmico-literario en el que se relacionan títulos de nuestra Literatura más emblemática con otros de nuestra filmografía más celebrada.
Dejando aparte el Poema de Mio Cid (Anónimo de mediados del siglo XII), que cuenta en verso las hazañas del caballero don Rodirgo Díaz de Vivar primero en su lucha con los árabes durante el destierro de que ha sido objeto por parte del rey Alfonso VI y luego vengando el ultraje que le han hecho los infantes de Carrión a sus hijas tras reconciliarse con el Rey, hazañas que fueron llevadas al cine por el director americano Anthony Man en 1961, interpretando el papel de don Rodrigo Charlton Heston, y el de su mujer doña Jimena, Sophia Loren, entre otros, el primer título destacado de nuestra Literatura, a caballo entre la Edad Media y el Renacimiento, es sin duda La Celestina (primera edición de 1499), de Fernando de Rojas. La historia de los amores entre Calisto y Melibea, llevados a la práctica gracias a la intercesión de la alcahueta Celestina, fue llevada al cine en 1969 por el director César Fernández Ardavín, donde Amelia de la Torre interpreta a Celestina y Elisa ramírez y Julián Mateos encarnan respectivamente los papeles de Julieta y Romeo. También el director Gerardo Vera, aunque de modo menos afortunado, llevaría a escena la obra inmortal de Rojas en 1996, con Terele Pávez en el papel de Celestina y Penélope Cruz y Juan Diego Bota en los roles de Melibea y Romeo, respectivamente.
Son más numerosos los títulos literarios pertenecientes al Siglo de Oro que inspiraron sendas películas. El primero, cronológicamente hablando, es El Lazarillo de Tormes, anónimo de 1554, cuyas aventuras habidas al servicio de varios amos, entre los que destacan el ciego de Salamanca, el clérigo de Maqueda y el escudero de Toledo, llamaron la atención de directores cinematográficos como Florián Rey, que la llevó a la pantalla en 1925. Aunque fue el citado César fernández Ardavín quien supo mejor reflejar el ambiente de miseria que se vivía en aquella España del siglo XVI, si bien recoge las aventuras del Lázaro más niño. Fue en una cinta de 1959 cuyo protagonista fue encarnado por el niño italiano Marco Paoletti.
El Quijote (Miguel de Cervantes, 1605) y sus ideales caballerescos al servicio de los más débiles fue objeto de diversas miras cinematográficas, desde la del español Rafael Gil de 1947, en blanco y negro, que se basó en las dos partes de la obra cervantina y es la versión más fiel a los designios de Cervantes, que hace renegar de su pasado al hidalgo en su lecho de muerte, al ruso Grigori Kózintsev de 1957, donde don Quijote muere sin renunciar a sus ideales caballerescos y añade algún pasaje que nunca antes había sido llevado a la pantalla como el del caballero enfrentándose al león. En la versión de Rafael Gil Rafael Ribelles encarna a Alonso Quijano, Juan Calvo a Sancho, Sara Montiel a la sobrina, Julia Caba Alba al ama o Fernando Rey a Sansón Carrasco, por citar unos cuantos actores.
También el Teatro Nacional, representado por Lope, Tirso y Calderón, tentó a más de un director de cine. De Lope de Vega fueron escogidas principalmente dos de sus mejores producciones: Fuenteovejuna y El perro del hortelano. La primera fue publicada en 1612 y narra lo sucedido en este pueblo de Córdoba en el siglo XV en el que todos sus habitantes se sublevan (y acaban ajusticiándolo) contra el comendador Fernán Gómez de Guzmán tras haber ejercido el derecho de pernada en la persona de Laurencia, joven esposa de Frondoso, a quien previamente había encarcelado y torturado. La película del mismo nombre fue dirigida en 1947 por Antonio Román, contó con la colaboración de Pemán y fue interpretada por Amparo Ribelles en el papel de Laurencia, Fernando Rey en el de Frondoso y Manuel Luna en el del Comendador, entre otros. En cuanto a El perro del hortelano, de 1618, desarrolla el dicho popular "El perro del hortelano, que ni come ni deja comer", cuenta la historia ocurrida en el siglo XVII con Diana, condesa de Belflor, que encaprichada del apuesto Teodoro, a su vez enamorado de Marcela, dama que sirve a la condesa, hace todo lo posible para romper la relación que existe entre los dos jóvenes, y que una vez conseguido su propósito, se olvida de Teodoro. Pese a estar en verso como las otras comedias de Lope, eso no fue obstáculo para que la directora de cine Pilar Miró la llevara a la pantalla en 1996 con los diálogos originales de Lope, si bien arreglados algunos por Rafael Pérez Sierra, experto en nuestra literatura clásica. Emma Suárez hizo de Diana, Carmelo Gómez de Teodoro y Ana Duato de Marcela, entre otras interpretaciones.
El alcalde de Zalamea, escrita en 1636 por Calderón de la Barca, el otro gran dramaturgo en importancia dentro de nuestro teatro nacional del Siglo de Oro, cuenta una historia parecida a Fuenteovejuna, salvo que aquí el padre de la joven violada Isabel es Pedro Crespo quien, ejerciendo la autoridad que le confiere ser alcalde del lugar, juzga y condena al culpable de tal delito que no es otro que el capitán Álvaro de Ataide, precisamente hospedado en casa del alcalde y pagando así la generosidad del anfitrión con tal horrible ultraje. Historia tan apasionante no podía pasar inadvertida y así numerosos directores de cine la llevaron a las pantallas. En 1914 lo hicieron Adriá Gual y Enrique Jiménez en España, mientras que en Alemania la llevaba Götz Neumann con el título Der richeter von Zalamea. Finalmente, fue el director español José Gutiérrez Maesso quien colocó a El alcalde de Zalamea en las carteleras en 1953. Manuel Luna encarnó la figura de Pedro Crespo, Isabel de Pomés la de Isabel Crespo y Alfredo Mayo la de Álvaro de Ataide entre otros.
Basada en la obra de Tirso de Molina El burlador de Sevilla (1630), pero también en la de José Zorrilla Don Juan Tenorio (1844), en las que se habla del mítico seductor de mujeres que, una vez conseguidos sus favores amorosos, las abandona, para acabar condenándose en la obra de Tirso y salvándose en última instancia en el drama romántico de Zorrilla por el favor de doña Inés, que ha intercedido por él al Cielo tras haber mostrado arrepentimiento en el momento de morir. La figura de don Juan ha sido llevada al cine en multitud de ocasiones (Don Juan, por Alan Crosland, 1926; Don Juan en los infiernos, por Gonzalo Suárez, 1991; o Don Juan, por Jacques Weber, 1998). Pero fue el director José Luis Saenz de Heredia quien en 1950 llevó con más éxito a las pantallas las aventuras del famoso burlador de mujeres, interpretado con solvencia por Antonio Vilar y ayudado por otros actores y actrices tan importantes entonces como María Rosa delgado, que hace de doña Inés, Enrique Guitar de don Luis Mejía o José Ramón Giner de Ciutti, el fiel servidor de don Juan.

domingo, 6 de diciembre de 2009

POEMAS RESCATADOS

Alor Novísimo era (espero que siga siéndolo) una revista monográfica extremeña dirigida por un generoso Bernardo Víctor Carande donde colaboré en tres o cuatro números con sendos poemas. Hoy quiero rescatar del Monográfico dedicado al Mar (Año 6º Números 25/26 Diputación Provincial Publicaciones. Badajoz enero/junio 1991) el poema titulado








MI MAR

No es mi mar el mar que brama en olas
de tinta en prosa o en verso.

Mi mar es el que ahora veo,
esta fuerza sin paz que se enamora
del barco y de la roca,
y con el cielo
estrena la alta vida
en un inmenso beso.

Mi mar, antes de verlo,
era ya este mar que me persigue
por andamios y sueños,
en tristezas y en gozos,
en soledad y en compañía
o en las voces que visten mis silencios.

Y es tanto ya este mar para mi vida
que brama en los latidos de mi pecho,
camina con mis huellas
y ansía con mi anhelo.

Si me alegro, se alegra
y baila con los mástiles del puerto.
Y si lloro, también llora en los cantiles
solitarios
y sufre si yo enfermo.

Mi mar es uno más de la familia:
con él vivo a diario y con él muero.
Y si quiero,
hasta puedo ceñirlo en olas quietas
de tinta en prosa o en verso.




Del Monográfico dedicado a Los Toros (Año 5º/6º. Números 23 /24. Julio /diciembre 1990) el poema







TORO

No quiero que seas más toro que arde,
ciclón de sangre que reclama el luto
en el cerco arenoso de una tarde.
Sigue siendo el toro de la dehesa
que embiste al aire matinal del campo
y cumple, masculino, con las hembras.

No quiero que seas más rayo que escapa
a la burla escarlata de un capote,
a la sombra afilada de una espada.
Quiero verte en la yunta aficionado
y en la noche soñando mientras rumias
el heno de la calma en el establo.

No quiero que seas más asta sin brillos,
trofeo de salón, andamio oscuro
de donde cuelga el tiempo sus hastíos.
Quiero verte en el óleo de los cuadros,
en campos de cerámica encendida,
en duradero bronce recreado.

Porque tú eres el hijo de aquel toro
que eternidad sobre Guisando pasta.
Porque tú eres, soñada piel de mito,
la mágica metáfora de España.




Del Monográfico dedicado a La Biblioteca (Números 21 /22 de ídem) el poema









A MI BIBLIOTECA

Un día me alejarán de ti
llevándose mis pies ya sin caminos,
las manos derrotadas sobre el pecho,
el traje rubricado con tiza y con bolígrafo,
y seguirás hablando desde tu blanco bosque
de algo mío muy mío
que escrito en los linderos
sonará sin un ruido.

¡Qué gran amiga eres!,
¡con qué solicitud me abres tus nidos
cuando al vencer el día vuelvo a casa
en busca del descanso merecido,
cuando tras un viaje entro de nuevo
en la estación tranquila de tu escrito!

En tus surcos de tinta
sembrado estoy de niño
con semillas de Verne, de Kipling o Salgari,
y trepa mi juventud por brotes limpios
de Neruda, de Bécquer o Machado,
hasta tejer el nido
de madurez con ramas de Unamuno o Kundera
hasta pulirme en Cervantes y en su mito.

Como un Quijote humilde viviré en tus hojas,
las únicas que no tendrán olvido.




Finalmente, del Monográfico dedicado a la oveja (Números 19 /20. Julio / diciembre 1989) el poema titulado precisamente





OVEJA

Oveja es palabra vieja,
como Dios, invierno o mundo.
La lana de su nombre
y el fragante queso de su fruto
son nubes de antigüedad
que pastan el embrujo
del verde silencioso
de los campos castellanamente duros.

Oveja es palabra vieja,
como el hombre profundo
que empujaba el ariete hasta romper
el más ardiente muro.

Como la sangre viva
derramada en los ritos más ocultos.
Como los sueños, vellocinos
que resumen la esencia de lo oscuro,
lo que perpetua el ansia de subir
al inquieto desván del otro mundo.



















viernes, 4 de diciembre de 2009

FOTOGRAFÍAS QUE HABLAN SOLAS

6.






Siempre en continuas obras. Y no desmerece por ello el motivo principal. Así es la vida. Renovar o morir. Eso nos pasa a todos y a las ciudades donde vivimos o visitamos también. Como a Vitoria. La fotografía habla sola. La Catedral Neogótica, hoy Museo Diocesano, sigue ahí con su belleza única, remedando fielmente el estilo gótico en puertas, ojivas, pináculos y arbotantes, sin olvidar vidrieras y rosetones, pese al bullicio y trajín de las obras vecinas que se encargan de remozar la cara de calzadas y aceras aledañas a la Plaza de Lovaina. Para hacer todo eso es necesario un poco de sacrificio, que los vitorianos asumen con resignación y a los turistas como yo no les queda otro recurso que imitarles. Un día la cirugía plástica a que se está sometiendo la anatomía exterior de la ciudad dará los resultados apetecidos y toda esta parafernalia de Obras Públicas, con sus baldosas apiladas, palés arrumbados, carteles anunciadores, tuberías, cascotes, maquinaria y herramientas de albañilería, habrá desaparecido de esta parte de la ciudad, y la cara de la catedral aparecerá totalmente despejada, exenta en su total belleza, y la plaza y las avenidas colindantes, volverán a ser transitadas con alegría y orgullo, bajo el cielo cambiante y amable de Vitoria.

jueves, 3 de diciembre de 2009

POEMAS RESCATADOS



Del libro 100 Poetes i la família que la editorial Albada de Tarrasa publicó en 1995 con motivo de la celebración del Any Internacional de la Família 1994, y cuya presentación tuvo lugar en FIATC, Diagonal 648, con la presencia del Presidente del Parlament de Cataluña, rescato hoy mi poema titulado precisamente




FAMILIA


La familia es un árbol que crece con la vida,
un árbol de esperanza con raíces mecidas
con cuentos de la infancia, con historias sencillas
de aventuras domésticas, pañales y sortijas.

La lluvia del trabajo bien hecho lo encamina
hacia el aire más claro. Y la paz y la risa
y el amor y las canas amasados sin prisa
son la leña del árbol, su luz y su resina.

La familia es un árbol cuya leña exquisita
se alimenta con savia de humanas alegrías,
y no con duros nervios u hojarasca perdida
en los vientos helados de tristeza o de ira.

La familia es un árbol de besos y sonrisas,
de paredes que abrazan, de llaves que acarician,
de mañanas abiertas a la luz más tranquila
y de noches amables en torno a la camilla.

Es un árbol eterno: ningún hacha derriba
el corazón sagrado que en su savia palpita.
Y si llega su poda, sólo Dios se la aplica
con filos aceptados y plácidas cuchillas.

Hasta el brote más tierno que espera la venida
de verdes primaveras debe a Dios su salida.
Y nadie en el silencio de la hoz presentida
puede impedirle ver la luz de su alba niña.

Sólo Dios poda a veces las ramas que se olvidan
de vivir porque el alma rezuma miel divina.
Y en vez de luto siembran la palabra FAMILIA
en la memoria dulce de la luz más antigua.


miércoles, 2 de diciembre de 2009

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Viajar (2)







En mi caso muchas veces el hecho de viajar ha ido unido a mis labores de enseñanza o escritura, como quedó demostrado ya cuando recordé el viaje a la dehesa salmantina para enseñar a leer y escribir al hijo de un agricultor y ganadero de la zona. Ahora me toca recrear dos viajes que hice estando trabajando en Viaró. Fue en los años setenta, cuando presentaba a mis mejores alumnos de Lengua al Concurso de Redacción Nacional que patrocinaba Coca-Cola. Entonces se montaba un número especial en el Colegio, adonde iban varios representantes de la marca con un camión de bebidas como traca final y una proyección publicitaria de Coca-Cola y el premio para motivar a los concursantes. Pues bien, en dos ocasiones mis alumnos quedaron finalistas y eso significaba que tanto ellos como el profesor responsable, o sea yo, éramos merecedores de un premio consistente en un viaje por España, cuyo punto de partida era siempre Madrid, adonde viajábamos en avión para iniciar los respectivos itinerarios, el de los alumnos por un lado y el de los profesores por otro.


El primero de esos viajes para los profesores de los alumnos finalistas tuvo lugar en 1974 y fue por tierras de Santa Teresa (Por tierras de Santa Teresa se llama el libro que nos fue entregado nada más iniciar el viaje, libro redactado por el profesor Lázaro Montero, compañero y guía del viaje). Hice muy buenos amigos durante su recorrido, que fue en autobús y con unas ciudades emblemáticas en la vida de la Monja Andariega como parada y fonda; éstas: Toledo, Ávila, Alba de Tormes y Salamanca. En todas partes estuvimos alojados en hoteles de máximo confort y atendidos espléndidamente, sin olvidar las entradas guiadas a los museos y monumentos relacionados con la Santa y las generosas y suculentas comidas, todas ellas vinculadas a la excelente gastronomía de los lugares que visitábamos. Recuerdo que en Toledo vimos el Museo de Victorio Macho (la estatua de la Madre sentada me impresionó vivamente), El Entierro del Conde Orgaz en la primitiva sede de la capilla lateral de Santo Tomé, frente a un bar donde servían unas tapas de tortilla española y unos chatos de vino que ayudaban a ver mejor el vuelo espiritual de las alargadas figuras del famoso cuadro del Greco), la mezquita del Cristo de la Luz, las calles de las leyendas de Bécquer... En Ávila, la Encarnación, convento donde Teresa de Jesús tomó los hábitos de monja y fue priora, San José, la primera fundación de Santa Teresa, sin olvidar la hermosa Catedral (junto a ella se levanta el Hotel donde los alojamos y fuimos regalados con un plato de la ciudad, cochinillo asado), o las murallas, que sirvieron de metáfora a Santa Teresa para escribir su Castillo interior. En el autobús iba leyendo en el libro las curiosidades que Lázaro Montero nos iba explicando por el micrófono, y sobre todo, la antología de textos referida a la ciudad que íbamos a visitar, textos en prosa y en verso cuyos autores, desde Azorín hasta Giménez Caballero, pasando por Garcilaso, Unamuno o Marañón, por citar unos pocos. En Alba de Tormes visitamos el convento donde murió Santa Teresa. El guía nos enseñó en lugar donde estuvo enterrado su cuerpo, que según las monjas del convento despedía un olor fragante a rosas. En el altar, en un relicario, se conservaba un hueso de Santa Teresa. Finalmente, en Salamanca, a un paso de mi tierra natal, sentí una añoranza inmensa mientras paseábamos por calles antiguas que me recordaban las de mi querida Zamora, las calles que van desde la Plaza Mayor, prodigio para la vista (uno de los altos balcones pertenecía a la posada donde yo había estado muchos años antes para examinarme de Preuniversitario), a la Facultad de Letras, frente a cuya plateresca fachada Fray Luis de León habla en bronce de la vida retirada. Detrás dejamos la estatua oscura y rara de Unamuno frente a la Casa de la Muerte. Además de estas presencias, en Salamanca noté la del Lazarillo y el Ciego dándole un coscorrón contra la piedra del arranque del Puente sobre el Tormes, y la de Félix de Montemar, y la del Licenciado Vidriera, y la de tantas criaturas de libro y sueño. Pero era mucho más importante la vida del propio viaje, con los compañeros, la comida, el paisaje y los monumentos que agradaban la vista y emocionaban al corazón.





El segundo viaje fue a Santiago en 1976, Año Santo por más señas por caer la festividad de Santiago en domingo, recorrido que viene muy bien explicado en el libro de Montero titulado precisamente A Santiago de Compostela en Año Santo. Salimos de Madrid, como la otra vez y paramos en Astorga tras cruzar el Alto de los Leones y pasar por Valladolid y León (las vidrieras milagrosas de la Catedral, los sepulcros reales de San Isidoro, la prisión de Quevedo en el Parador de San Marcos...). En Astorga la sensación fue el Museo del Peregrino instalado en el Castillo de Gaudí junto con la Catedral y la Capilla de la Emparedada, nombre que evoca una terrible leyenda. Nos acompañaron viñedos y paisajes de minas mientras recorríamos el camino de Santiago hasta Cebreiro y después hasta Lugo. De vez en cuando leía en la Antología de Textos del libro el poema que Leopoldo Panero dedica a la catedral de Astorga: "Al abrirse tus puertas llega suave / la oscura certidumbre a toda el alma..." En Lugo vimos la Virgen de los Ojos Grandes, obra de Fernando Casas Novoa en la que se inspiró el autor de la Salve, según la guía escrita de Montero, y comimos, tras andar por el camino de la muralla romana de la ciudad, lacón con grelos. Pero fue Santiago la ciudad que me enamoró. Allí nos hospedamos en el Hotel de los Reyes Católicos, en mitad de la Plaza del Obradoiro, a escasos metros de la Catedral. El pulpo y las camelias, las rúas húmedas y calladas, la cabezada en la columna de la entrada, el abrazo al Apóstol en lo alto, el Botafumeiro perfumando las naves mientras los canónigos, sirviéndose de cuerdas, lo hacían bailar de un lado a otro de la nave del crucero... Después seguimos ruta hacia Orense, ya de vuelta a Madrid. Nuevas lecturas en el autocar (Rosalía, de Gerardo Diego : "Pajarillos, fuentes, flores / --ahí va la loca-- decían, / --ahí va la loca soñando--. / La loca yo, Rosalía..."). El Miño nos saludaba al paso. Y tras Orense venía mi querida Zamora. Yo lo sabía y en el alma se me hizo un nudo cuando volví a cruzar el Puente de Hierro camino de Salamanca, mientras veía a mi derecha la silueta de mi ciudad natal rematada por la Catedral al fondo y abajo, entre azudas y aceñas, bajaba el río que más quiero, el Duero, el río que fue testigo de mis juegos infantiles. No podré jamás olvidar este segundo viaje de los años 70 porque me devolvió otra vez a Zamora, a la que yo había tenido que dejar por motivos que nada tenían que ver con mi voluntad.