jueves, 25 de enero de 2018

ADIÓS A NICANOR PARRA












Hace pocas noches oí por la radio que nos había dejado el poeta chileno Nicanor Parra, el de Poemas y antipoemas, el que supo conjugar en sus versos la ironía, el surrealismo y el humor negro. Este profesor de Mecánica teórica y matemático, inventor de una poesía a contracorriente, erótica y para muchos escandalosa y que él mismo denominó antipoesía, había nacido en San Fabián de Alico en septiembre de 1914. Por su obra, traducida a numerosos idiomas, recibió, entre otros, los premios Nacional de Literatura, 1969, y el Cervantes, 2011 (también ha sido candidato al Nobel en varias ocasiones). A lo largo de sus más de cien años de vida pulsó las cuerdas de varios movimientos literarios (poesía de la claridad, surrealismo, nuevas vanguardias, posmodernismo y cualquiera que significara alguna transgresión de lo oficialmente establecido, recurriendo para ello al absurdo, al arte callejero, al chiste y a la cultura popular) y también del mundo político pertenecientes a la izquierda y al comunismo, al ecologismo, etcétera. Entre sus libros destacan, además del mencionado arriba, Versos de salón, Sermones y prédicas del Cristo de Elqui, Ecopoemas y Obras públicas. 

 Para ir abriendo boca, copio a continuación las Preguntas a la hora del té, composición perteneciente a Poemas y antipoemas:
 "Este señor desvaído parece
Una figura de un museo de cera;
Mira a través de los visillos rotos:
Qué vale más, ¿el oro o la belleza?,
¿Vale más el arroyo que se mueve
O la chépica fija a la ribera?
A lo lejos se oye una campana
Que abre una herida más, o que la cierra:
¿ Es más real el agua de la fuente
O la muchacha que se mira en ella?
No se sabe, la gente se lo pasa -
Construyendo castillos en la arena.
¿Es superior el vaso transparente
A la mano del hombre que lo crea?
Se respira una atmósfera cansada
De ceniza, de humo, de tristeza:
Lo que se vio una vez ya no se vuelve
A ver igual, dicen las hojas secas.
Hora del té, tostadas, margarina,
Todo envuelto en una especie de niebla."

lunes, 15 de enero de 2018

PABLO GARCÍA BAENA, HASTA SIEMPRE



 

Ayer, domingo 14 de enero, se nos fue el poeta Pablo García Baena, que había nacido en Córdoba en 1923. Estudió pintura e historia del arte en la Escuela de Artes y Oficios de Córdoba. Consumado lector, desde muy niño ya leía a san Juan de la Cruz (del que antes de cumplir lo veinte años estrenaría en su ciudad natal una versión teatral de cuatro poemas suyos) y luego a Marcel Proust, Juan Ramón Jiménez, Salinas, Guillén y Luis Cernuda, cuya lectura frecuentaría toda la vida. Fundó la revista "Cántico" con los poetas amigos Ricardo Molina, Juan Bernier, Mario López y Julio Aumente. Este grupo de poetas, a los que se unieron lo pintores Moral y Liébana, será conocido con el mismo nombre que el de la Revista. "Cántico", que buscaba más exigencia formal y estética y abierta sensualidad en sus manifestaciones artísticas, estaba ligado directamente con la poesía de la Generación del 27, especialmente la representada por Luis Cernuda, muy elaborada a la vez que vitalista, lo que influyó en las generaciones posteriores, sobre todo en la de lo llamados Novísimos. Volviendo a Baena, su primer libro, Rumor oculto, apareció en la revista "Fantasía" en enero de 1946. Le siguieron otros, entre los que destacan Mientras cantan los pájaros, Óleo, Almoneda o Poniente (con dibujos del propio autor). Su poesía completa se reunió en 2008 en un libro que con introducción de Luis Antonio de Villena editó Visor Libros. Entre los numerosos premios y galardones que su obra ha merecido, sobresalen los siguientes: Premio Príncipe de Asturias en 1984, Premio Andalucía de las Letras en 1992 y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2008.   
La muerte ha silenciado su voz, pero nosotros la reavivamos con nuestro recuerdo.
“Reías. Dependía del color de la túnica,
del color del deseo invadiendo tus hombros
como yedra que repta por estatua de otoño.
Reías.
Era dulce aquel tóxico,
aquel filtro o narcótico del amor en tus brazos:
un dragma de beleño, phelandrio, tejos fúnebres.
Un día te alejaste. Como un golpe de mar
te arrebató, desnuda, la galerna de Europa.
Pienso si salvarías al menos del naufragio
 el samovar de plata.”        (De “Ágata 2”)