jueves, 9 de diciembre de 2010

MADRID ESENCIAL 2010

EN EL REINA SOFÍA




Por un antiguo Hospital de Sabatini, curados de todo espanto, tuteamos a Nonell, Dalí o Picasso y hablamos con sus gitanas, sus blandos masturbadores y sus horrores bélicos, pero sin grandes sobresaltos, como si fuéramos inmortales, igual que la pintura que salió resucitada y nueva de sus pinceles.


Por frías galerías y blancas habitaciones, convertidas en salas de exposición, caminan nuestros pasos con sonidos de cansados fantasmas que fueron confidentes de los antiguos enfermos que yacieron con dolor en sus desaparecidas camas, huecos moradores de sus fríos y encalados silencios.


Espectaculares ascensores, asomados por un lado a la noche viajera de la vecina Atocha y por otro a los ventanales encendidos del Conservatorio de Música contiguo, nos conducen a constantes emociones visuales, marcos abiertos a sueños que han olvidado al tiempo, ventanas donde viven seres intangibles que nos hablan sin palabras.


He llegado a la conclusión de que en el Museo Reina Sofía suenan voces que claman en el desierto de la muerte, seducen mujeres que son incapaces de enamorar de nuevo, se levantan garrotes que no sirven para ajusticiar, se ofrecen frutas que no alimentarán nunca, braman toros incapacitados para embestir y cornear…






De pronto en la sala del Guernica el Pie Grande, encarnado por José Sacristán, gesticula y vocea palabras maduras delante del gran cuadro de la guerra más injusta, sin que la antorcha empuñada vuelva a temblar de miedo, el caballo relinche o los niños lloren otra vez bajo el furibundo bombardeo.


¡Qué feliz vive ahora Picasso con su cordero en brazos, sin sufrir los estampidos de las sangrientas bombas en sus tapiados tímpanos! ¡Qué felices están ahora estas blanqueadas paredes de Hospital, salvado para siempre, aséptico y cambiado por la magia del futuro en ventanas de luz donde cantan los pájaros de la belleza!


Hay andamios de hierro y de cristal que me emocionan mientras los dejo atrás en los rincones, donde los ascensores son aves que suben al cielo de la noche y bajan al silencio de la calle, y el Gran Profeta de Gargallo o el Espectador de Espectadores del equipo Crónica me desean felices cervezas y luces de neón.



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