miércoles, 30 de junio de 2010

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

El cine de las sábanas blancas






El cine, ya lo he dicho alguna vez, siempre es para mí un motivo de alegría. El título que le he puesto a la entrada de hoy es primero una alusión a una frase que mi madre nos decía de pequeños cuando les pedíamos ir a algún sitio por la noche. "Sí, al cine de las sábanas blancas", decía, que significaba "a la cama, a dormir". Y también una referencia al libro que hace mucho tiempo deseaba leer, El cine de las sábanas húmedas, de Vicente Molina Foix (Ediciones Espejo de Tinta, Madrid, 2007). Dejando aparte aquel entrañable recuerdo de la infancia, el libro en cuestión (que acabo de leer) es un homenaje a una serie de actores y actrices que el autor hace desde sus sentimientos personales. Y aunque no comparto muchas de sus opiniones, meramente pertenecientes al mundo del sexo, debo reconocer que el libro, un conjunto de artículos breves pero muchos de ellos sustanciosos, me ha aproximado a algunos nombres que ya son mitos en la historia del cine, como Elvis Presley (El pelo de Elvis, Las nadadoras suecas), Tarzán (El 'sexy' de los ángeles), Marlon Brando (Camisetas mojadas), John Wayne, Montgomery Clift (Las piernas arqueadas), Liz Taylor (Carne minúscula), Jean Seberg (Buenos días, tristeza, Lágrimas negras), Marylin Monroe (El lado malo de la vía). James Dean (La mirada de Caín) y un largo etcétera, en el que destacan figuras emblemáticas como la Garbo o la Dietrich. El amante del buen cine encontrará en el libro muchas anécdotas y curiosidades referidas a estos y otros personajes del mundo del celuloide (al final del volumen se incluye un Índice Onomástico muy útil).

martes, 29 de junio de 2010

EL RINCÓN DE LOS CHISTES

El primo Alfonso


2. La mili



Al primo Alfonso le tocó pasar la mili en un cuartel de montaña. Allí, como en todas partes, tuvo de todo menos buena suerte. La primera vez que el sargento pidió voluntarios para pasarse una mili en condiciones, él dio un paso al frente junto con otros tres de su pueblo. No sabía el pobre aquel dicho de que en la mili lo último que hay que hacer es presentarse a nada como voluntario. Y en la primera ocasión que tuvo cayó en la trampa: se tiró quince días en la cocina pelando patatas y haciendo el chocolate para toda la compañía. Después su estrella mejoró un poco porque el sargento lo trajo al barracón y lo tenía para los recados. Llegó a nacer entre ellos cierta familiaridad, hasta el punto de llegar a limpiarle las polainas con grasa de cerdo o a llevar a la escuela a uno de sus nietos. Un día el sargento le llamó a su despacho. “A sus órdenes, mi sargento.” El sargento tenía en la mano un billete de cinco euros. “Quiero que me traigas tabaco lo antes posible, que vuelvo a tener el mono de fumar.” Alfonso cogió el billete y, tras decir otra vez “A sus órdenes, mi sargento”, salió disparado. Pero antes de atravesar el patio de los barracones, oyó el grito del sargento llamándolo de nuevo. Volvió a toda prisa, cuadrándose ante su superior, que con otro billete de cinco euros en la mano, le decía: “Se me olvidaba. Con este otro billete me traes cerillas, vete y no tardes.” Alfonso cogió el otro billete y desapareció en busca de lo ordenado. Pasaron dos horas sin que el soldado regresara con el tabaco y las cerillas. El sargento, mosqueado y con el síndrome del tabaco haciéndole la vida imposible, llamó al cabo primera y le pidió que fuera al pueblo y averiguara qué le pasaba al soldado Alfonso. El subordinado obedeció la orden y nada más entrar en el estanco del pueblo encontró a Alfonso mirando perplejo a los dos billetes que había depositado sobre el mostrador. “¿Qué te pasa, soldado?” Alfonso, confuso, le contestó: “Nada, que ahora no me acuerdo qué billete era para el tabaco y cuál para las cerillas.” El cabo, con mirada comprensiva, le dijo: “Lo siento, soldado, pero no te puedo ayudar porque yo no estaba presente cuando el sargento te dio los billetes. Lo único que podemos hacer es regresar al cuartel y preguntárselo al sargento.” Alfonso recogió los dos billetes y regresó al cuartel con el cabo. Cuando entraron en el despacho del sargento, éste puso cara de no creerse lo que estaba pasando cuando vio que venían sin el tabaco y las cerillas. “¿Qué ha pasado, que no había tabaco en el estanco?” Alfonso le mostró los dos billetes de cinco euros pero no lograba articular palabra. El cabo le echó una mano. “Verá, sargento, aquí el soldado al llegar al estanco no se acordaba de qué billete era para el tabaco y cuál el de las cerillas, y yo no puedo saberlo porque no estaba presente cuando usted se lo dijo. Así que hemos vuelto para que usted nos lo diga.” El sargento, descompuesto por la rabia, les gritó: ¡Vaya par de inútiles! ¿Cómo queréis que me acuerde yo después de más de dos horas?”
Otro día de verano, de esos tan calurosos que apenas puede dar uno un paso, estaba Alfonso con otros soldados en el barracón jugando a cartas y sudando la gota gorda, cuando entró el sargento y al notar aquel sofoco insoportable dentro, le gritó a primo: “Abre herméticamente las ventanas, camándulas. ¿No ves que aquí os vais a asar como corderos?” El primo Alfonso se atrevió a enmendarle: “Mi sargento, ‘herméticamente’ se dice con el verbo cerrar, no con abrir. Debería haber dicho “Cierra herméticamente las ventanas”. Entonces el superior, con las aletas de la nariz abiertas y los ojos inyectados en sangre, le replicó: “A mí eso me es inverosímil. Así que obedece inmediatamente.”
En otra ocasión vivió una experiencia que estuvo a punto de costarle muy cara. Se acercó, como otras veces por la oficina de teléfonos del cuartel para visitar al telefonista que era un paisano del pueblo. Éste no estaba en ese momento y Alfonso se sentó en su silla y jugó unos segundos a ser telefonista. De repente sonó el teléfono, y su amigo no aparecía. Y el teléfono sonaba y sonaba. Y Alfonso, harto del escandaloso grito del aparato, lo descolgó y dijo: “Sólo un idiota se atreve a llamar de este modo por teléfono. Diga.” Al otro lado de la línea sonó una voz destemplada: “¿Sabe usted con quién está hablando? Soy el Coronel del Regimiento Luca de Tena.” El primo Alfonso se echó a temblar. Sólo se le ocurrió responder con otra pregunta: “Y usted, ¿sabe quién soy yo?” “¡Por supuesto que no! ¡Imbécil!” Entonces Alfonso respiró aliviado y dijo antes de colgar: “¡Pues menos mal!” Y salió de la oficina esperando no encontrarse con nadie.
A veces tenía algún que otro roce con algún soldado de su barracón. Había uno, un tal Perico, al que él le añadía el remoquete de los Palotes para fastidiarle más, que le tenía ojeriza porque creía que el sargento lo tenía enchufado. Una vez que el primo Alfonso se estaba rascando la cabeza por encima de la gorra, se acercó Perico el de los Palotes por detrás y le dijo: “Tú sin duda debes pertenecer al género tonto.” Alfonso se encaró con él. “¿Por qué lo dices?” El otro le respondió con una sonrisa zumbona en los labios: “¿Por qué te rascas la cabeza sin quitarte la gorra?” Entonces Alfonso le replicó: “Perdona, chico, pero cuando te pica el culo ¿te quitas los pantalones?”

lunes, 28 de junio de 2010

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Gatos
El gato que aparece en este cuadro que pinté en 1985 es el último que ha pasado por nuestras vidas. Se llamaba Canela por el color de su pelaje y era un siamés con mezcla de angora (tenía los ojos color cielo y una cola esponjosa y grande). Entró en nuestras vidas el día en que una vecina nos lo regaló aún muy pequeño. Tenía pocos días pero una legión de pulgas, que logramos exterminar con antiparásitos tras duras sesiones de dedicación intensa. Pronto lo educamos a hacer sus cosas en una caja que habíamos dispuesto en el lavadero y estuviese donde estuviese y pasase lo que pasase, con suma disciplina y limpieza acudía a su depositorio. Lo acostumbramos tanto a nuestra compañía que cuando notaba que alguna visita llamaba a la puerta salía zumbando a esconderse detrás del sofá que yo tenía en mi estudio. En invierno solía hacerse un sitio entre nosotros en el sofá y allí se quedaba acurrucado, tan a gusto. Lo que peor llevaba Canela era nuestras subidas a Mas d'en Gall. Notaba el cambio de la casa y se pasaba horas mostrando su disconformidad con maullidos lastimeros. Y tal vez para castigarnos alguna noche la pasaba por los alrededores sin volver a casa. Cuando empezaron sus problemas de encelamiento nos vimos en la obligación, pese a nuestra pena, de llevarlo a un veterinario a que lo castrase. Nunca olvidaremos la estampa del animalito volviendo de la anestesia y, pese a ello y sus torpes movimientos, arrastrándose para acudir a aliviarse a su cajita. Penas, nos llevamos unas cuantas. Una cuando lo llevamos con nosotros a Nautic Almata, el camping de San Pedro Pescador (situado en la bahía de Rosas) donde pasamos varios veranos seguidos, y una noche desapareció de la caravana. Menos mal que cuando ya lo creíamos completamente perdido, una mañana apareció maullando por debajo del avance de la caravana para alegría nuestra y especialmente de los chicos. Otra pena mayúscula fue la vez que tuvimos que dejarla en casa de mi suegra una temporada porque nos fuimos de viaje. A la vuelta nos contó la mujer que Canela en nuestra ausencia no probó bocado durante muchos días y temió lo peor hasta que se fue acostumbrando a ella tanto que cuando aparecimos para llevarla a nuestra casa no quería nada con nosotros, que lo habíamos abandonado. Finalmente, y tras muchos esfuerzos, logramos que poco a poco fuera reconociendo nuestras voces y se hizo de nuevo a nuestra vida. Pero mayor pena sentimos (sobre todo los chicos) cuando tuvimos que deshacernos de Canela, aunque lo hicimos bien porque se lo confiamos a la vecina que nos lo había regalado, la cual se comprometió a llevarlo a un hogar parecido al nuestro donde iba a estar bien atendido. Aún nos acordamos de Canela y más de uno de nosotros lo echa de menos.
Gatos, tuvimos algunos durante nuestra infancia allá en la ciudad del Duero. Pero del que me acuerdo más es de uno negro y común al que mi madre puso de nombre Virili. El animal andaba a sus anchas por todos los rincones de la casa, sobre todo, en el desván donde los ratones le ofrecían un festín gratuito sólo con que se esforzase un poco. Además contaba con un plato de comida de los vecinos de abajo y otro nuestro. Se dejaba acariciar el lomo por los más pequeños y respondía a las caricias con un reconfortante ronroneo y algún que otro maullido de agradecimiento. Pero un día de limpieza de la casa, un somier que estaba apoyado sobre la pared resbaló hasta el suelo y pilló en su caída la cabecita de Virili. Dos días con sus noches estuvo agonizando en el poyete de una ventana maullando sin cesar (era horrible oírle quejarse), hasta que, compadecidos de su sufrimiento, lo envolvimos en un trapo y lo arrojamos al río para acabar de una vez con su agonía.

domingo, 27 de junio de 2010

EL RELATO DEL MES

El hombre del abrigo de terciopelo


James fue siempre de baja estatura y de rasgos juveniles. Esto, unido a que poseía un carácter infantil, le hizo parecer siempre muy joven a los ojos de los demás, y eso que vivió hasta los setenta y siete años. Le gustaba fantasear y jugar con los niños para, según decía, no envejecer nunca ni parecerse a los enfurruñados adultos con los que a veces se veía obligado a convivir. Otra cosa que hacía para conjurar el tiempo era leer incesantemente libros de aventuras y fábulas que lo instalaban en ambientes idílicos y felices, tan distintos y hasta opuestos a los que diariamente tenía que vivir. Y otros que trataban de viajes a lugares exóticos y presentaban vidas de solitarios y náufragos que, contra cualquier inconveniente real, esgrimían soluciones ingeniosas para salir adelante.
Uno de los libros que más veces había leído fue Robinson Crusoe. Al principio, siendo muy niño aún, fue su madre quien se lo leía; pero en cuanto aprendió a leer, ya no se separó nunca de la obra escrita por Robert Louis Stevenson. Así que, cuando no lo tenía a mano en la mesilla de noche junto a su cama, se lo llevaba en la cartera cuando tenía que ir a la escuela o en la maleta, en el momento en que emprendía un largo viaje.
Mientras tanto, el tiempo pasaba sin que hiciera la menor mella en James. Y llegó el día en que hubo de ingresar en la universidad para realizar sus estudios. Tenía diecinueve años. Y una tarde fría en que había nevado y convertido a Edimburgo en una gigantesca tarta de nata, James caminaba distraído por la calle, pensando en duendes, indios o piratas. Al torcer una esquina, tropezó con un hombre que caminaba absorto en sus pensamientos, como él. James se disculpó mientras se fijaba en la ropa que llevaba el otro. Un gran abrigo de terciopelo lo cubría totalmente. Al momento pensó que era uno de esos dandis que se pasan la vida vegetando y sin dar ni golpe sólo porque al nacer han tenido la fortuna de ser hijos de poderosas familias, y que antes de abrir la boca ya ven satisfechos sus deseos y caprichos.
El hombre del abrigo de terciopelo también se disculpó y, mientras lo hacía, adivinó los pensamientos que acababan de volar por la mente de James. Así que para contradecir sus reflexiones, lo invitó a tomar una taza de té caliente en un bar cercano y a charlar amigablemente. James, asombrado de la amabilidad del otro, aceptó su invitación.
Sentados ambos ante el té humeante, los primeros pensamientos de James empezaron a disiparse. Su acompañante, despojado de su abrigo de terciopelo, parecía otro bien distinto. Aunque se le veía bastante mayor que el universitario, su rostro era juvenil y en su mirada había brillos bondadosos. Eso hizo que James dejara que se esfumasen del todo sus prejuicios, y más cuando el recién conocido le dijo que sabía ya lo que había pensado de él nada más verle enfundado en el abrigo de terciopelo, pero que el hábito no hacía al monje. James al punto se sintió avergonzado, pero el hombre lo calmó diciéndole que no era el primero que reaccionaba así al verlo. “Así como me ves”, continuó diciendo el hombre, “soy más sencillo que el suelo, que todo el mundo lo pisa, y tan misterioso como el cielo, que aunque todo el mundo puede verlo nadie sabe qué vendrá de él a la hora siguiente, si sol o nubes o lluvia o esta nieve que ha pintado de blanco la ciudad en poco tiempo. Y fantaseador de historias. Quiero decir que me gusta contar aventuras de todas clases, la mayor parte de ellas inventadas.”
Al oírle decir aquello, James estuvo a punto de confesar su secreto, que era idéntico al del hombre del abrigo de terciopelo, o sea, el de inventar cuentos. Pero no le dijo nada, se limitó a escuchar a aquel hombre, que hablaba y hablaba con tanta amenidad y sabiduría de hombres solitarios y valientes que conseguían salir de sus propias trampas y de cuantas le tendían los demás. A la vista estaba que era muy culto y había visitado casi todas las librerías y bibliotecas del país.
Tras ese momento mágico, los dos hombres se despidieron. Y a James, aunque pasó algún tiempo de aquel encuentro, nunca se le olvidó la cara, la mirada y la voz ingeniosa de aquella persona que siempre fue para él el hombre del abrigo de terciopelo. Hasta que años más tarde una mañana que ojeaba la prensa, vio su figura retratada en un periódico y al pie de la fotografía el rótulo siguiente: “El escritor Robert Luis Stevenson”. Era él, el hombre del abrigo de terciopelo y, oh sorpresa, el autor del libro que más había leído en su vida y a quien admiraba tanto. Y cuando él mismo puso su nombre, James Mattew Barrie, debajo del título de su libro más conocido, Peter Pan y Wendy, recordó con nostalgia aquella charla que había mantenido con uno de sus maestros.

sábado, 26 de junio de 2010

EL POEMA DEL MES

Arcillas sin alma





Cuando estemos en horas bajas, nada
es mejor que abrazarse a la memoria
y volver a ser Fanfanes invencibles,
señores de las tejas y aventuras,
de pasillos arcanos
donde esperan aún las bicicletas
y los viejos paraguas, arsenales
de increíbles saetas.

Si olvidamos el dial de la memoria,
si ponemos candados a las cajas de cromos,
si rompemos las fotos, los discos de vinilo,
las cumbias enlazadas a otros cuerpos,
las cartas perfumadas...,
¿qué miradas ignotas
veremos en el frío
cristal de nuestro espejo?,
¿qué ademanes sin gracia
florecerán en nuestras manos?

Ya no seremos más
el hombre o la mujer
que habitamos un día. Ni tendremos
el olor peculiar de nuestra piel,
los tics de nuestros gestos.

Bajaremos, autómatas,
a la calle y al día
y ya no entenderemos por qué llora
un niño al que se le ha perdido un cromo,
por qué una madre ríe
al oír la primera palabra de su hijo,
por qué se abrazan dos enamorados
o por qué se transforma en esperanza
una carta que alienta en el buzón...

Miraremos las cosas sin quererlas,
moriremos sin sueños,
sin un placer pequeño que acunar en la carne.


Nos habremos convertido de repente
en arcillas sin alma condenadas
a no llegar jamás al paraíso.

miércoles, 23 de junio de 2010

EL RINCÓN DE LOS CHISTES

El primo Alfonso





1. Madrid

Madrid para el primo Alfonso siempre ha sido un libro de enseñanzas. Ya la primera vez que visitó la Corte, por aquellos años en que aún no había luz eléctrica ni agua corriente en el pueblo, y viéndose en la necesidad de pasar la noche, se fue a una pensión de Legazpi. Nada más entrar en su cuarto la patrona tocó la pared y se encendió una cosa en el techo. La sorpresa de mi primo tuvo que ser mayúscula porque, cuando días más tarde regresó a la aldea y la parroquia de la cantina de Saturnino le preguntó por la experiencia de su estancia reciente en Madrid, Alfonso les respondió: “En Madrid avanza el mundo como un relámpago. Con deciros que allí la gente pellizca la pared y se enciende una cebolla, os digo todo.”
Con las experiencias que Alfonso vivió en Madrid podría hacerse un libro. Otra vez tuvo que volver allí para arreglar un asunto familiar. Cogió el tren que pasa de madrugada por el pueblo y llegó a Madrid a mediodía. Algo en mal estado debió de comer en un bar de la antigua estación de Chamartín porque a media tarde empezó a sentir las primeras molestias en el estómago, y cuando caminaba por la Gran Vía hacia el despacho de abogados, le entraron unas apremiantes ganas de ir al lavabo. Miró a su alrededor con verdadera angustia en busca de un lugar adecuado y, como no vio nada que le sirviera de retrete, se vio obligado a meterse en un portal y en un rincón se bajó los pantalones. Envolvió el producto en hojas de periódico y, con él bajo el brazo y una sonrisa de alivio en los labios, llegó hasta una plaza donde varios charlatanes anunciaban a gritos sus mercancías. Se acercó a uno de ellos que en ese momento estaba pesando con una romana un paquete que le había dado una mujer del corrillo. “¿Ven este paquete? ¡Justo dos kilogramos de peso, señoras y señores! ¡Una romana como Dios manda! Tome, señora. A ver usted, señor”, añadió mientras le cogía a Alfonso el bulto que llevaba para ponerlo en el gancho de la romana. “Veamos cuánto pesa su paquete… Humm… sólo kilo y medio.” Y, sin darle tiempo a reaccionar, le lanzó la carga mientras el envoltorio se deshacía y parte del contenido aterrizaba en su cara. Lo primero que dijo en la cantina de Saturnino al volver al pueblo fue: “Lo que no me gusta de Madrid es que al que no caga dos kilos justos se lo tiran a la cara.”
Y es que Alfonso no tiene mucha suerte con eso de aliviar el vientre en Madrid. En otra ocasión, tras arreglar el negocio que lo había llevado allí, se fue a comer a un bar que le habían recomendado de la calle Valverde. Luego, como le quedaban unas horas para el tren de regreso, pensó pasar la tarde viendo una película. El cine era muy viejo y muy cutre. Todo hay que decirlo. La cuestión es que, mediada la película, al pobre Alfonso le entraron unos horribles retortijones de vientre y tuvo que dejar la butaca para buscar a toda prisa los servicios antes de que ocurriera lo irremediable. En el vestíbulo se topó con el acomodador y mientras se cogía con las manos el bajo vientre, le dijo a secas: “Necesito evacuar”. El acomodador le contestó: “El lavabo lo encontrará al final de esa escalera. Vigile porque…” Mi primo no le dejó terminar. La urgencia le obligó a subir corriendo los escalones, pero los tramos de escaleras se acabaron y el lavabo no aparecía por ninguna parte. Al final, dio con un pequeño cuarto oscuro que tenía en medio del suelo un agujero, y creyó haber llegado al lugar adecuado. Y sin más esperas se acuclilló sobre el agujero y vació el vientre. Aliviado volvió a la sala para ver terminar la película y aprovechar al menos la entrada. Pero al llegar al vestíbulo vio que la gente salía de la sala espantada y sacudiéndose de la ropa restos de mierda. Uno decía fuera de sí: “Como encuentre al hijoputa que ha cagado en el ventilador es que lo mato.”
Ya digo que para el primo Alfonso Madrid tiene algo especial. Cuando a mediados de los sesenta el tío Florencio se trasladó del pueblo a la Corte en busca de mejores aires para sus vástagos, encontró Alfonso numerosas oportunidades para darse una vuelta por Madrid. En una de esas visitas eran fiestas en la capital de España y había toros en las Ventas. Manolo, el hijo mayor del tío Florencio, se había ido a la Plaza para ver torear a Jumillano, que era un matador muy reconocido entonces. En el piso que el tío había comprado en Entrevías se hallaban, junto con el patriarca y su consorte la tía Eduvigis, los hijos pequeños, Silín, Marta y Josefa, y Alfonso preparando la merienda cena, cuando al tío Florencio le dio un síncope y cayó al suelo como fulminado. Avisaron a la ambulancia y en el momento en que se lo llevaban a La Paz, la tía le pidió a Alfonso que fuera a la Plaza de Toros e intentara avisar por todos los medios a Manolo. Sin saber muy bien qué iba a hacer salió para las Ventas. Cuando llegó estaban toreando el quinto toro y las puertas se abrieron gratis para la gente que se agolpa en la entrada principal en espera de esa ocasión. Alfonso se metió en la oleada de gente y, ya en un tendido, se puso a mirar a todas partes en busca de Manolo. Al cabo de un rato lo vio en el tendido opuesto, atento a la faena del torero en la arena. Alfonso se colocó las manos en la boca a modo de bocina y empezó a gritar: “¡Manolo!, ¡Manolo!, ¡Manolo!” Pero Manolo no le oía, entre otras cosas porque Manolo estaba al otro lado de la Plaza y porque en ésta había un follón de espanto, entre los olés, las múltiples conversaciones y la música de la orquesta que no paraba de tocar pasodobles. De repente, vio a su lado a un hombre que utilizaba unos prismáticos para enfocar la faena del matador. “¿Eso pa qué sirve”, le preguntó asombrado el primo Alfonso. El aludido, asombrado de la pregunta, le contestó: “Esto, caballero, son unos prismáticos y sirven para ver de cerca lo que está lejos.” El primo Alfonso, debió de ver en aquel objeto la solución para su problema, porque acto seguido, le dijo: “¿Quiere hacer el favor de prestármelos un segundo? Es un asunto muy grave.” El dueño de los prismáticos se los descolgó del cuello y se los prestó. Entonces Alfonso se los puso en los ojos tal como había visto al caballero y los dirigió hacia donde estaba Manolo, al otro lado de la Plaza. Milagro, debió de pensar. Tenía a su primo Manolo al alcance de la mano. Entonces, con una sonrisa de satisfacción, le dijo en voz baja: “Manolo, vuelve a casa pronto, que a tu padre le acaba de dar un soponcio y se lo han llevado al hospital.”

domingo, 20 de junio de 2010

ADIÓS A JOSÉ SARAMAGO


José Saramago (1922-2010) es el único escritor portugués que ha obtenido el Premio Nobel de Literatura (1998). Y merecidamente. En su haber cuenta con libros que pertenecen a casi todos los géneros literarios. En poesía destacan los títulos Poemas posibles y Probablemente alegría. Existe además una Antología de su poesía publicada en 2005 que recoge composiciones de todas sus etapas. De su extensa obra narrativa conviene mencionar la colección de cuentos titulada Casi un objeto y las novelas Tierra de pecado, Memorial del convento, El año de la muerte de Ricardo Reis, Ensayo sobre la ceguera o El viaje del elefante, entre otras. Y en cuanto a su obra dramática, sobresalen los títulos La noche, ¿Qué haré con este libro? o La segunda vida de Francisco de Asís.
Como homenaje a su figura, quiero copiar el brindis que pronunció el autor cuando recibió el Premio Nobel. En él se aprecia su compromiso con el bienestar del mundo y los derechos humanos.
"Se cumplen exactamente hoy 50 años de la firma de la Declaración de los Derechos Humanos. No han faltado conmemoraciones de esta efeméride. Sabiéndose, sin embargo, cómo la atención se cansa cuando las circunstancias le piden que se ocupe de asuntos serios, no es arriesgado prever que el interés público por este asunto comience a disminuir a partir de mañana mismo. Nada tengo contra estos actos conmemorativos, yo mismo he contribuido a ellos, modestamente, con algunas palabras. Y puesto que la fecha lo pide y la ocasión no lo desaconseja, permítaseme que diga aquí unas cuantas más. Este medio siglo no parece que los gobiernos hayan hecho por los derechos humanos todo aquello a lo que moralmente estaban obligados. Las injusticias se multiplican, las desigualdades se agravan, la ignorancia crece, la miseria se expande. La misma esquizofrénica Humanidad, capaz de enviar instrumentos a un planeta para estudiar la composición de sus rocas, asiste indiferente a la muerte de millones de personas a causa del hambre. Se llega más fácilmente a Marte que a nuestro propio semejante.
Alguien no está cumpliendo con su deber. No lo están cumpliendo los gobiernos, porque no saben, porque no pueden, o porque no quieren. O porque no se lo permiten aquéllos que efectivamente gobiernan el mundo, las multinacionales y plurinacionales cuyo poder, absolutamente no democrático, ha reducido a casi nada lo que todavía quedaba del ideal de la democracia. Pero tampoco estamos cumpliendo con nuestro deber los ciudadanos que somos. Pensemos que ninguno de los derechos humanos podría subsistir sin la simetría de los deberes que les corresponden, y no es de esperar que los gobiernos realicen en los próximos 50 años lo que no hicieron en éstos que conmemoramos. Tomemos entonces, nosotros, ciudadanos comunes, la palabra. Con la misma vehemencia con que reivindicamos los derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo pueda ser un poco mejor.
No olvido los agradecimientos. En Francfort, el día 8 de octubre, las primeras palabras que pronuncié fueron para agradecer a la Academia Sueca la concesión del Premio Nobel de Literatura. Di las gracias también a mis editores, a mis traductores y a mis lectores. A todos les vuelvo a dar las gracias. Y ahora también a los escritores portugueses y de lengua portuguesa, a los del pasado y a los de hoy; por ellos nuestras literaturas existen, yo soy sólo uno más que se les vino a unir. Dije aquel día que no nací para esto, pero esto me fue dado. Gracias, por tanto. "

sábado, 19 de junio de 2010

GALERÍA PROPIA

Lautrec, Cezanne, Gaugin






Sigo con la galería propia inspirada o copiada de pintores universales. Hoy les toca a Toulouse- Lautrec, Cezanne y Gaugin.












viernes, 18 de junio de 2010

REVISTAS

Qué leer


Hay revistas de Literatura que prestan una ayuda inestimable a los lectores que quieren estar enterados de los eventos literarios que tienen lugar en nuestro país. Una de ellas es sin duda Qué leer, y en el número correspondiente a junio se dan a conocer importantes noticias del mundo del libro. Yo escojo unas cuantas. La primera de ellas es la del tema del mes, según el cual Barcelona es una de las ciudades españolas que más veces sirve de escenario a la narrativa que se escribe hoy en día. Y no podía ser de otro modo, pues la ciudad condal es de por sí un nido de sorpresas constantes donde todas las razas se pueden dar cita en un solo día en el mundo incomparable de la Rambla, por citar uno de los lugares más emblemáticos de Barcelona. Sin contar con las novelas de Mendoza, que rondan alrededor de una docena, o las de Francisco González Ledesma, que son otras tantas, en el artículo presente se citan Una heredera de Barcelona, de Sergio Vila-SanJuan, Corona de flores, de Javier Calvo, El enigma de la calle Calabria, de Jerónimo Tristante, La herencia de la tierra, de Andrés Vidal y Tren de venganza, de Xavier Casinos, todas ellas ambientadas en la Barcelona del siglo XIX e inicios del siguiente.

También leo con alegría la noticia de que el último Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana ha recaído en el poeta valenciano Francisco Brines, al que tuve la suerte de conocer hace unos años con motivo de la entrega que me hizo del Premio de Poesía Taurina por mi poema Toro de la noche. Su poemarios Las brasas e Insistencia en Luzbel han influido mucho en las últimas generaciones de poetas.

Otra alegría que no puedo ni quiero disimular es la noticia de que la prestigiosa editorial Gredos recupera la monumental Historia de la Literatura Universal que redactaron a dúo el poeta y profesor de Estética José María Valverde y mi viejo profesor de Literatura Medieval de la Universidad de Barcelona el inefable Martín de Riquer. Desde aquí le mando un saludo muy afectuoso.

Finalmente, otras curiosidades dignas de mención son las siguientes. Dentro del Plan de Lectura de Castilla y León, el Centro Provincial Coordinador de Bibliotecas de Zamora ha puesto en marcha un curioso préstamo de mochilas con material didáctico para estimular el desarrollo del lenguaje y la imaginación en niños de hasta 5 años. Ojalá tomaran nota otras Comunidades Autonómicas. Y hablando de niños, ha sido precisamente un jurado infantil quien ha galardonado el poemario de Miguel hernández titulado Me ha hecho poeta la vida con el III Premio de los Niños. Loable iniciativa.

jueves, 17 de junio de 2010

ANATOMÍA DE UN ÁRBOL

Hoy se incluyen los poemas restantes de ANATOMÍA DE UN ÁRBOL. Con ellos cumplo una promesa interior.








HACER VIDA

Mejor que nunca pienses:
“Se acallará este ruido de cristal,
este clamor de savia que alimenta
de constante esperanza mis sentidos.
Se esfumará este aroma derramado
desde el cielo a la tierra por abril
que impregna la madera de mi alma.”

Mejor que siempre digas:
“Es tiempo
de crecer en la savia hacia la luz.
Es tiempo de hacer vida,
de regarla con sangre de la tierra,
de decir nuevamente:
descorcha otra botella.
Los besos, las sonrisas,
las llamitas del tiempo sobre el frágil
pastel de cumpleaños...

Después, hacia el otoño, la fiel lluvia
cayendo en el jardín te afirmará
que todo eso es la vida.




ESTOS DÍAS

No dejemos perder estos días
de silencio nevado. Aprovechemos
esta llama que nos arde en el alma
y robemos la paz escondida
en el polvo del tiempo. Viene a veces
un frío sepulcral del otro lado
y el timón se nos rompe, y no sabemos
dónde está la orilla buena, ni dónde
el marinero que atará los cabos.
Por eso no conviene que dejemos
perder estos días de tan serena
comprensión, en que parece por fin
que los ojos ven más y el corazón
entiende de caricias y defensas
contra el negro malecón de la muerte,
contra el vendaval del olvido.


Nos hieren fácilmente
la soledad y el miedo. Ya el otoño
se encarga de avisarnos que no somos
los de antes. No dejemos
perder estos días que aún nos dan
sorpresas y aventuras
de amor o desamor, pero bien vivos,
atentos a la flor de los festejos,
al sexo de los días y las noches,
al mar del corazón que brama olas
aún de confianza y de deseo.





ÁRBOL

1.

La vida es como un árbol.
No cesa nunca de ascender
el armazón sagrado de las ramas
hacia la luz del canto.
Aunque el otoño corta las alas a la luz
un poco a cada instante
y la lluvia se empeña en hablar de otros miedos.


2.

Mirar hacia delante y hacia arriba,
rellenando el impreso de la obra
y poniendo otra tabla
al andamio del día.
Seguir el ritmo hasta que el pie
se deje amar por músicas que el tiempo
las ha hecho cal y arena de la vida,
como el aire de la ciudad primera
o las noches que fuimos
una pizca dichosos.


3.

Esta música eterna que bailamos
ahora nos recuerda
los cuerpos que tuvimos y el amor
que brilló alguna vez en nuestros ojos
y explosionó en las risas de los sexos.
Este ritmo de ahora nos transporta
por la pista del tiempo intemporal,
anclado en nuestra vida como el barco
que fondea perenne
en la serena cala de la dicha.



4.

La luz es una niña que juega a la rayuela
sobre los azulejos
de la chimenea.
Y las sombras, racimos temblorosos
que trepan por la tapia.
Ni un pájaro,
ni una risa de agua
que rompa este silencio,
este tiempo sin tiempo,
este espacio encendido en palabras de estío.
No transcurras, mañana.
Nosotros
somos frutas pendientes de tus ramas.





5.

Hablar de todo mientras
se desnuda la noche
lentamente y nos deja
en el alma la dulce
soledad de las cosas.
Milagros tan sencillos
que en paréntesis breves
nos hacen olvidar
que somos un andamio en cuerpo y alma,
un cuerpo que será tierra y silencio;
un alma que será como el desván
de los recuerdos.





6.

Cena en el jardín.
Gozar la llama
que nos regala el tiempo.




7.
Labio con labio, arriba.
Vida con vida, abajo,

Y en medio, las lianas
del cuerpo entrelazadas
hasta el justo licor de los abrazos.
Y el tiempo quieto,
colgado de la luz,
mientras desata el beso
todas sus amarras
y cumple su destino
de humilde creación.
Y que deslíe el tiempo
su ovillo en mil abrazos.

lunes, 14 de junio de 2010

ANATOMÍA DE UN ÁRBOL


Estos son poemas de otro tiempo y de otro bosque que quiero trasplantar en un campo soleado y abierto, sólo visible a través de la ventana del blog. Que aproveche su lectura.



Sombra de cada día

Emplear el ancla del silencio
la vela del amor o el salvavidas
de la palabra humilde y el consejo.
Besar al sol que nos visita,
Aprender de la lluvia y los otoños
que alimentan y podan la madera.

Construir el poema honradamente
con la sombra y la luz de cada día.
Ir entrando en nosotros poco a poco
como una savia sabia en la madera.

Sumergirse bien dentro de la vida
y acabar los deberes lo mejor
que nos dicte el corazón y el alma.
Salir a ver el mundo y comprobar
las pálidas monedas del olvido,
las olas de la edad
o las lluvias que el árbol necesita
para seguir trepando hacia la luz.

Y poco a poco ver cómo madura
el árbol con sus sombras más humanas,
aun sabiendo que dentro, por la savia,
boga la muerte hacia su puerto.



Fruta, vino, yedra

Como la fruta
Bajo la ley del tiempo y de la espera,
como el vino sujeto a los rigores
y disciplina de la fiel bodega.

La dura vigilancia,
las condenas
que nos suben al cielo
o nos sepultan entre las miserias.

Celebrar la madurez,
crecer en la madera
como una yedra fiel. Oh, sacramento
del vino en nuestra fiesta,
que en vez de emborrachar cura y alegra.

Celebrar la madurez
de la fruta que espera
entregarse a la boca de la vida
como el grano a su surco fiel se entrega.




Fruto en la rama

Nos alza el sol del día como a un fruto
pendiente de su rama. Todavía
seguimos un día más entre el asfalto
comido de remiendos y la cúpula
del cielo salpicada de humo y polvo.

Peinémonos las canas del olvido
y mintamos al mar donde aún estamos
sufriendo de oleaje. El corazón
nos late todavía en su desván
de dudas y temores. Aún podemos
alegrarnos el alma con masajes
de esperanza y caricias de los nietos.

En el fondo añoramos otro abril
al limpiarnos los labios de cerveza.





Pasado estéril

Comprueba que bien poco
te queda ya de aquel árbol primero
de la tierra que te daba luz y alma.

Mejor que te acostumbres a este cielo
de tarde que se cae sobre tus ramas
y las besa con un poco de sol.

Aún puedes soñar en otras albas
y en el milagro de otro nido
cantando entre tus ramas.

Tu otoño es este otoño.
El pasado es estéril
y un cálido veneno la nostalgia.

domingo, 13 de junio de 2010

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Una fotografía de niño




Querido padre:
Mirando ahora tu fotografía de niño (pelo ensortijado, ojos inquietos), no dejo de pensar en aquella mañana de otoño de 1920 en que el abuelo Esteban te llevó al Colegio de la Santa Espina de Artes y Oficios para firmar tu ingreso. Acababas de dejar la vieja y modesta escuela del pueblo y, al encontrarte dentro de aquel abrumador recinto de extensos y cuidados jardines, de pabellones con ventiladas aulas y amplios talleres con sus mil ruidos de maquinarias y herramientas, te sentiste como pez fuera del agua. Sin embargo, tu despierto interés por aprenderlo todo enseguida llamaron la atención de tus profesores y condiscípulos. Y pronto empezaste a ir acostumbrándote a aquel lugar, donde perfeccionarías el dibujo, el cálculo se haría tu mejor amigo, la caligrafía se volvería en tus hábiles manos elegante y hermosa y el mundo cabal de la carpintería iría impregnándote poco a poco con el honrado perfume del serrín y las virutas y con la generosidad de la madera que tan pacientemente sabe adaptarse a la curvada poesía del baúl, a la seria reciedumbre de la cómoda, a la silenciosa firmeza del ataúd. Pero aún algunas noches, al echar de menos las alegres correrías por la arboleda del camino viejo en compañía de Florencio, tu mejor amigo, escondías la cabeza bajo la almohada para que no te oyeran llorar tus compañeros de internado, y durante el día, al echar de menos la cercanía de las manos de tu madre, te apartabas disimuladamente a algún rincón para quitarte alguna lágrima. Los primeros meses fueron los peores porque el idílico mundo de Valdenebro que acababas de abandonar no te dejaba en paz un momento, y cualquier cosa que vieras o escucharas te evocaba hasta el mínimo detalle de la Arcadia vivida hasta hacía poco; las cejas de un compañero, el andar de algún profesor, ciertos gestos y tonos de voz... te seguirían recordando la cara de un amigo, las costumbres de un hombre del pueblo, las conversaciones de la casa...; hasta la algarabía de los gorriones en los jardines del Colegio o las carcajadas de las urracas entre los pinos cercanos o los cantos insistentes de las totovías en las vecinas tierras de labor te recordarían irremisiblemente los gorriones de las huertas del tío Rafael, las urracas de los tesos de los almendros y granados y las dulces y misteriosas totovías que se acercaban a las bardas de los corrales al caer la tarde y allí entonaban su insistente y melancólica orquesta. Sin embargo, poco a poco te dejaste querer por la vida de paz, de estudio y de trabajo del Colegio. Debiste de sentir al poco tiempo verdadera devoción por el hermano Isaac, que sabía ser sabio y ameno en las clases de Cálculo y tierno y convincente en los sermones de la tarde, momentos antes de subir a los dormitorios. Y por aquel chico enfermizo de Valladolid, Valbuena, Federico Valbuena, que te hizo amar el dibujo con tanta fuerza y tenacidad que ya nunca abandonarías la afición por la línea, las luces y las sombras que un mero carboncillo podía transformarse entre tus dedos en un doliente Cristo de la Caña como el que yo vería en la casa de Zamora muchos años después, o en una bella niña con coleta como aquella que adornó durante mucho tiempo el pasillo de la casa de tu hermana María en Villafranca, y tantas otras cosas que la edad y los cambios continuos de residencia han ido extraviando.
Querido padre:
No dejo de mirar tu fotografía de niño ni de pensar en aquella mañana de otoño en que el abuelo Esteban te internó en el Colegio de la Santa Espina para que aprendieras cultura general, las cuatro reglas y un buen oficio que te abriera el camino del mañana. Cuatro años vivirías intensamente en aquel Centro y, mientras aprendías a hacerte un hombre de provecho en la piedad, la disciplina, el estudio y el trabajo bajo la mirada atenta de aquellos hermanos profesores, tuviste que sufrir la experiencia dolorosa de la muerte de tus padres; primero la de aquel hombre cariñoso y trabajador que tiempo atrás había firmado tu ingreso en el Colegio, y dos años después la de la buena y hacendosa mujer que te había traído a este mundo para luchar cada día y demostrar que la batalla persiste siempre y que al final es uno el que se marcha y el que se queda siempre es el mundo. Los primeros combates fueron duros, muy duros, pues a los doce años te quedaste sin los escudos entrañables que habían sido para ti los seres más importantes de tu vida. Y cuando poco tiempo después saliste de la Santa Espina, ya experto en el dolor, la seriedad y la tarea cotidiana, para irte a vivir con tu hermano mayor Félix, aquel que moriría de gangrena no mucho tiempo después. Que fue sin duda otro combate de consecuencias demoledoras. Entonces, puesto en pie de nuevo, tuviste que empezar a vivir solo, a ganarte la vida con tu propio esfuerzo, con un cepillo, un martillo, unas tenazas... y la dulce y generosa carne de los árboles, que bajo el dominio de tus hábiles manos se fue convirtiendo en las primeras mesas, las primeras sillas, los primeros baúles...
Querido padre:
Ahora, mirando esta fotografía donde apareces de niño, con tu ensortijado pelo y tus inquietos ojos, pienso en lo rápido que creciste, te casaste, tuviste hijos, los criaste... y, cuando podías serenarte, descansar al fin de toda una vida de trabajo dedicada a sacar adelante a los tuyos y ver, desde el horizonte conseguido con todo merecimiento, cómo todos ellos iban saliendo adelante de sus propios y cotidianos lances, una enfermedad atroz y traicionera te obligó a dejar el mundo antes de tiempo y te privó de ver satisfecho ese justo deseo.
Sin embargo, un consuelo me queda. Asegurarte que cada uno de nosotros ha intentado conducirse por la vida según el dictado que, con tu ejemplo, fuiste inculcando dentro de nuestra alma.
Por eso, querido padre, mientras doy un beso a tu fotografía de niño (pelo ensortijado, ojos inquietos), te confieso que no hay un solo día de mi vida que haya dejado de quererte.

miércoles, 9 de junio de 2010

CURSOS

MANUAL DE ORTOGRAFÍA PRÁCTICA






I. DIFICULTADES FONÉTICAS Y ORTOGRÁFICAS MÁS FRECUENTES

1. Forma dos palabras distintas con G/J indicando la diferencia como se hace en el primer caso:

gota : porción de líquido.
jota : clase de baile, nombre de letra.
va o:
ba o :
ma o :
ma o:
pa a :
pa a:
--usto:
-- usto:
tra o:
tra o:
Lu o:
lu o:
le os:
le os:
hi o:
hi o:

2. Forma dos palabras distintas con Y/LL indicando la diferencia:

poyo: banco de piedra
pollo: cría de ave
ca ado:
ca ado:
ma a:
ma a:
ra a:
ra a:
ca ó:
ca ó:
ha a:
ha a:
va a:
va a:
hu a:
hu a:

3. Completa con G/GU, C/Z/QU, Y/LL, R/RR, según convenga, en las siguientes palabras:

Ta a
--allo
to e
--ugo
ro o
pa ete
pe o
--egua
Ca e
--ío
--eso
En i e
--ere
po o pe a
man era
á ila
a ero
a uda
le enda
peli ojo
para a os

4. Construye un pequeño relato de humor empleando algunas palabras de los ejercicios anteriores. Luego no te olvides de subrayar las palabras que hayas empleado.

Ejemplo: Enrique se cayó del árbol por ir a coger una pera.



5. Forma dos palabras distintas con R/RR, indicando la diferencia:

caro: que vale mucho
carro: vehículo
co o:
co o:
pe a:
pe a:
fo o:
fo o:
mo o:
mo o:
pe o:
pe o:
ce o:
ce o:
ence ar:
ence ar:
va a:
ba a:
pa a:
pa a:


6. Forma dos palabras distintas con C/Z, indicando la diferencia:

poco : cantidad pequeña
pozo: manantial de agua
ri o:
ri o:
--orro:.
--orro:
ca o:
ca o:
ro a:
ro a:
lo a:
lo a:
--arpa:
--arpa:
--orra:
--orra:
tra a:
tra a:


7. Escribe con J/G/GU, C/Z/QU/K, Y/LL, R/RR, según convenga:

A u ero
--ilo
--uante
--ema
car a ada
le--
--aula
estre a
--isar
re--
Ta o
ja a
--illermo
arro o
ce o o
--ilómetro
estan e
--umo
ha --
ha er
reco er
--uaderno
quin e
do e


8. Cuenta una anécdota que te haya pasado empleando algunas de las palabras de los ejercicios 5, 6 y 7. No te olvides de subrayar las palabras que hayas empleado.

Ejemplo: Un día le dejé mi cuaderno a Guillermo para que apuntara los deberes y por poco se le cae al pozo de su casa.


9. Lee atentamente el siguiente texto, luego ponle un título adecuado, colócale los puntos y las comas que le faltan y anota sus principales ideas:

Tïtulo--------------------------------------------------------

Una de las actividades que más me gustan cuando voy de salida cultural es hacer una visita al parque zoológico allí en el zoo se pasa el tiempo muy divertido viendo tantos animales juntos hay pelícanos que alargan el pico garzas que corren con sus largas patas leones que sacuden su gran melena y enseñan sus afilados dientes los tigres dan zarpazos en sus jaulas los elefantes alargan sus trompas para recoger caramelos las jirafas estiran sus cuellos pero con los que mejor lo paso es con los monos que saltan se cuelgan se persiguen unos a otros y alargan sus manos para que le eche algún que otro cacahuete

Ideas principales:





10. Completa con G/GU, según convenga:

--algo
al ien
--énero
--erra
--orra
án el
án ulo
--isante
--esto
--inda
--errero
--eografía
--indilla
entre é
ju ete
sar ento
--ente
enco er
jil ero
--isar
prote er
madri era
--imnasia


11. Escribe cuatro palabras que lleven al principio o en medio las siguientes letras y sílabas:

G: ----------------------- ------------------------- ------------------------- ----------------
GUE-------------------- --------------------------- ------------------------- -----------------
GUI------------------- ------------------------ ------------------------- ----------------------
GE --------------------- ------------------------ ------------------------- --------------------
GI --------------------- ------------------------- ------------------------- ---------------------


12. Completa con C/Z/QU, según convenga:

Ca uela
--orte a
tan e
--inco
--erve a
estan e
esto e
--ere a
triste a
pa ete
re eta
--apatilla
--eni ero
mos ito
--erilla
pe eño
--igüeña
--o odrilo
re isito
es eleto
tran ilo
en erado
--eni a
--ír ulo


13. Escribe un pequeño cuento de animales cuyos nombres lleven algunas de estas letras: G/ GU; C/Z/QU.

Ejemplo: Un australiano quiso que vivieran en la misma casa un gato y un canguro. Al principio fue bien, pero enseguida el gato se cansó de los golpes de boxeador que le daba el canguro y se fue de casa en busca de un amigo verdadero. Encontró un guepardo y quiso jugar con él, pero el guepardo le dio un zarpazo que casi lo mata. Así que volvió a casa, porque los golpes del canguro no eran tan peligrosos como los del guepardo.



14. Escribe cuatro palabras que lleven al principio, en medio o al final de palabra las siguientes sílabas:

CA:---------------------- -------------------------- ------------------------ -------------------
CE:--------------------- -------------------------- -------------------------- ------------------
CO:-------------------- -------------------------- ------------------------- --------------------
CI:---------------------- ------------------------- -------------------------- -------------------
ZO:---------------------- -------------------------- ------------------------ ------------------
QUE:--------------------- --------------------------- ----------------------- -----------------


15. Escribe en las frases siguientes las letras que faltan:

Las --indas, las --iruelas, los ---isantes y las --ere—as son ve—etales.
Ju—amos al co—o en la ca—e que está --erca de la pla—a --ervantes.
Al --egar los Re—es Ma—os finali—an las va—a—iones del cole—io.
El mendi—o vestía una cha—eta a—ul y la an—iana una to—illa ro—a.



16. Completa con Y/LL, según convenga:

--ema
ca—e
pe—izco
a—unar
estre—a
--ate
le—es
ma—a
desa—uno
rosqui—a
taqui—a
--ugo
pa—aso
ensa—ar
pasti—a
a—udante
arro—uelo
esta—ido
piti—era
Va—adolid
po—ería
torni—o
ma—or
a—er
rodi—a.



17. Escribe cuatro palabras que lleven:

Y:------------------- ------------------------- -------------------- -------------------
LL:----------------- ------------------------- -------------------- ---------------------
R:------------------- ------------------------ --------------------- ---------------------
RR:------------------ ----------------------- ----------------------- ---------------------



18. Escribe una carta a un amigo /a invitándolo/a a la fiesta de tu barrio, de tu pueblo o de tu ciudad, empleando palabras de los ejercicios 14 a 17; no te olvides de subrayarlas.

Ejemplo: Querido Enrique: Te escribo esta carta para invitarte a mi fiesta, que se celebrará en el corral de mi casa. Estará mi primo de Valladolid y traerá un cesto de cerezas para colgárnoslas de las orejas como si fueran pendientes, etcétera.


19. Completa con R/RR, según convenga:

A—oyo
a—illo
abu—imiento
ba—o
va—a
cata—o
--odilla
ce—ojo
Ce—adura
co—eo
pece—a
para—ayos
este—a
ce—eza
pe—al
a—imar
pu—eza
pe—eza
ta—ima
pe—era
ja—ón
ba—iga
ho—ible
tije—a
ca—etera.



20. Escribe la letra necesaria para formar las siguientes colecciones de palabras (elige entre QU, LL, Y:

Ra—o, pla—a, a—uda, ma—or. Va—e, ma—a, ca—o, ta—a. Al—iler, pa—ete,
Es—ila, re—esón.



21. Aprende las reglas de ortografía de la G:

Se escriben con G las palabras que comienzan por GEN-, GEM- y GEO, como general, generoso, gemelos, gente, gemido, geografía, geometría, geología, etc.
Se escriben con G los verbos terminados en –GER y –GIR, menos tejer y crujir, como coger, proteger, encoger, recoger, mugir, dirigir, exigir, sumergir, resurgir, etc.



22. Teniendo en cuenta las reglas anteriores, escribe con G/J, según convenga:

--eología, reco—er, te—er, --entecilla, --eneración, cru—ir, --eométrico, --entío,
--emelos, ca—ón, vie—o, --osé, reco—er, te—ieron, co—imos, cru—ió.


23. Escribe otras palabras que se escriban con G según las reglas ortográficas que acabas de aprender:

Ejemplos: gentío, gema, destejer, elegir…


24. Escribe un breve relato de miedo empleando algunas palabras de los ejercicios 19 a 23; no te olvides de subrayar las palabras empleadas.


25. Intenta definir el significado de las siguientes palabras:

pollo: cría de ave
poyo: banco de piedra para sentarse
revelar
rebelarse:
ojear
hojear:
hierro
yerro:
hecho
echo:
tubo
tuvo:
hasta
asta:
hola
ola:
bienes
vienes:



26. Coloca Y/LL, C/Z, R/RR para formar palabras distintas y define sus significados:

po—o:--------------------------------- po—o:----------------------------------
po—o:--------------------------------- po—o:--------------------------------
po—o:--------------------------------- po—o:-------------------------------



26. Busca entre las palabras estudiadas las que corresponden a los siguientes significados:

Pasar las hojas de un libro:------------------------------------------
Cuerno de toro:---------------------------------------------------
Banco de piedra para sentarse:------------------------------------
Manantial de agua:-------------------------------------------------
Cría de ave:--------------------------------------------------------
Equivocación:--------------------------------------------------------
Saludo:-------------------------------------------------------------
Riquezas que posee una persona:-------------------------------------
Sublevarse, desobedecer una orden:-------------------------------------




27. Clasifica las palabras estudiadas por dificultades fonéticas y ortográficas.

Ejemplo, G/J: gota, jota, vago, bajo, mago, majo, paga, paja, gusto, justo, trago, trajo, Lugo, lujo, legos, lejos, higo, hijo.



SÍLABAS DE ESPECIAL DIFICULTAD: AC, AT, AD, AB, SEP, RUP, MAG, OB, AP, REP, LEC, SIG, REC, DAD, TAC, SUB, CAP.

28. Mientras lees las siguientes palabras subraya la sílaba dificultosa escrita arriba: Actor, adverbio, magno, pacto, atleta, estricto, adjetivo, acción, apto, séptimo, ritmo, resignación, subjuntivo, absoluto, acto, observar, táctica, captura, ruptura, reptil, lección, insignia, Atlántico, magnífica, admirable, septiembre, bondad, intacto, subdirector.



lunes, 7 de junio de 2010

GALERÍA PROPIA






De Picasso






Otro de mis pintores favoritos es el español universal Pablo Picasso. A él he acudido en multitud de veces en busca de motivos e inspiración para mis trabajos de cualquier tipo, desde los poéticos como aquel cuaderno que escribí en los años ochenta titulado Los mitos de Picasso, hasta los decorativos o simplemente pictóricos. Debo decir, antes de seguir adelante, que mi intermediario en Barcelona fue el amigo y pintor Casals, quien me puso en contacto con la magnífica obra de Picasso en el Museo de su nombre situado en la barcelonesa calle de Montcada. A partir de entonces, el creador del Gernika, fue un referente para mí y las paredes de mi casa fueron abriendo ventanas a escenas picassianas. Como ejemplos de lo que digo expongo hoy aquí tres muestras inspiradas en el genial pintor.











domingo, 6 de junio de 2010

MEMORIAS DE UN JUBILADO

SOBRE EL TEATRO









A mí siempre me ha gustado el teatro. Desde niño ya me gustaba actuar. Una vez, estudiando en los Salesianos, participé en una obra de teatro sobre el personaje del folklore popular Garbancito en una sala municipal. Y me tomé tan a pecho mi actuación como pájaro, que copn todo entusiasmo y con voz de actor cantaba a coro con otros cuantos la letra “Chu, chu, chu, chu, a ver, de Garbacito, decid lo que sepáis. Avecillas que voláis, pajarillos que cantáis. Sabed que Garbancito es un niño formal…”, que nunca se me fue de la cabeza la idea de terminar un día haciendo teatro. Y aprovechaba cualquier ocasión que se me brindaba para hacer mis pinitos. Me subía encima de una silla y hacía de charlatán, tal como había visto hacer a los artistas del engaño popular por la palabra en la plaza del Mercado cuando acompañaba a mi madre a la compra. “Acérquense, señoras y señores, y vean qué les ofrezco por unas cuantas pesetas. Fíjense en esta pomada de serpientes que cura los resfriados. Es una pomada que, tras los primeros síntomas, se aplica en el pecho, la garganta y la nariz, y a las pocas horas dejará de estornudar y de toser y su voz volverá a sonar clara y limpia en sus labios. Sólo por cuatro pesetas cada tarrito. ¿Quién da tanto por tan poco? Señoras y señores, acérquense y vean los productos que les ofrezco por unas cuantas pesetas que no van a ningún sitio. Por ejemplo, este jarabe milagroso hecho con raíces de tomillo y de romero de los campos castellanos que cura las indigestiones y dolores de estómago. Con una cucharadita de este jarabe tomada nada más notar las primeras molestias, sentirá el estómago aliviado y limpio como el de un niño. Y sólo por un duro cada botellita. ¿Quién da tanto por tan poco?”
Y si no hacía de charlatán, me pintaba un bigote con un corcho quemado y simulaba ser mi tío Tano, el guarda jurado, que venía a casa de tarde en tarde y me recitaba simpáticos trabalenguas como aquel que decía: “Oiga, compadre Guerra, ¿por qué ha pegado con la porra de parra a la perra de Parra? Porque si la perra de Parra no hubiera mordido al compadre Guerra, el compadre Guerra no habría pegado con la porra de parra a la perra de Parra.”
Mis padres y mis hermanos se reían a mandíbula batiente oyéndome imitar las voces del charlatán y del tío Tano. Y otras veces me traían caretas de lo más grotescas y me pedían que encarnara al personaje en cuestión. Aquello me estimulaba mucho y sacaba de mi pura invención cosas realmente chocantes, como la vez que me trajeron la máscara de una bruja. Me metí en el cuarto de las escobas y a los pocos minutos salía de él disfrazado de la bruja más mala que habían pensado jamás. Escondido tras la careta, que tenía una verruga horrible en su ganchuda nariz, una bata negra que había desechado mi abuela y una escoba al hombro, me presenté ante la familia y les dije con una voz verdaderamente sepulcral: “Vosotros lo habéis querido. Habéis puesto en mis manos todo el mal del mundo en un momento y ahora caerá sin remedio sobre cada uno de vosotros. Para ti, Lucas (era mi hermano mediano), por todas las judiadas que me has hecho, en especial por dejarme sin merienda los dos días que nos quedamos solos en casa, deseo que cada vez que lleves a la boca una pastilla de chocolate ésta se convierta en un escarabajo. Para ti, Lola (era mi hermana mayor), por haberme tirado a la basura los tebeos del FBI y roto los cromos de la Selección, deseo que cada vez que vayas a leer una carta de tu novio ésta arda entre tus manos y se convierta en cenizas.” Yo me había tomado tan a pecho mi papel, que mis padres me pidieron que concluyera inmediatamente mi actuación. Temían que la maldición cayera sobre toda la familia. Sólo cuando Antonio, mi hermano pequeño, asustado por lo que le pudiera caer a él, me arrancó la careta de la bruja de la cara, se rompió el hechizo teatral y volví a ser yo.
Más tarde en el Instituto mis dotes interpretativas llamaron la atención de los profesores encargados de preparar las obras de teatro para las diversas fiestas del Centro y siempre me alzaba con uno de los papeles más importantes de la obra elegida. Uno de los primeros papeles que interpreté fue la de un actor mediocre que se olvidaba de sus textos y recurría a las improvisaciones más peregrinas, con lo que constantemente hacía montar en cólera al director de la compañía. Recuerdo la vez que debía declamar El Nazareno de Gabriel y Galán ante un público juvenil. Salía al escenario como empujado por alguien y luego me sorprendía al ver que estaba ante el público de un teatro. Miraba a un lado y a otro en busca de ayuda y entonces reparé en la concha del escenario. El apuntador me hacía gestos de que empezara a recitar. “El Nazareno, de Gabriel y Galán”, dijo a continuación para apuntarme. “El Nazareno, de Gabriel y Galán”, repetí como un autómata mirando a las primeras filas del patio de butacas, mientras mi mano se quedaba flotando en el aire. Algunos chicos sonreían. “Les voy a recitar el poema de Gabriel y Galán titulado El Nazareno”, dije mientras con la punta del pie tocaba la concha en busca de un nuevo apunte, “Cuando pasa el Nazareno / de la túnica morada,/ con la frente ensangrentada, / la mirada del Dios bueno / y la soga al cuello echada…” dijo de un tirón el apuntador con un tono que podía oírse en las primeras filas del teatro. Sonaron algunas risas. “Eso. Cuando pasa el Nazareno”, dije con voz de ultratumba, mientras me acompañaba con la mano para señalar el camino. “Con la frente muy morada…” Nuevas risas. “La mirada ensangrentada…” Risas abiertas. “Y una gota de veneno.” Carcajada general.
Pero del papel que mejor recuerdo guardo fue el que encarnaba a un comisionista catalán llamado Pau Palau Tomeu, protagonista de una obra de Vital Aza titulada, si no recuerdo mal, Parada y fonda. En ella llegaba a una fonda de Valladolid en tiempos de ferias y en cuanto algún otro huésped mencionaba algún objeto, yo intervenía abriendo mi maletín de viajante y, mientras me presentaba con la retahíla de nombres Pau Palau Tomeu, representante de Andreu Tiu de Barcelona, le ofrecía como verdaderas gangas productos de lo más peregrino, desde cepillos para la ropa hasta instrumentos para mejorar la audición. Fue un éxito la vez que hicimos en la misma tarde dos representaciones de Parada y Fonda para reunir dineros para el Viaje de fin de curso de Preuniversitario, aunque la comida prevista en la obra la consumimos en la primera sesión y en la segunda comimos galletas puestas en el plato como si fueran filetes de carne.

sábado, 5 de junio de 2010

CURSOS

TEORÍA LITERARIA



En otro Curso anterior traté de la Narrativa (Teoría y Práctica), referida especialmente a la novela y al cuento. Hoy comentaré en primer lugar la autobiografía, la fábula y la leyenda (géneros narrativos que se citan en el título de la Unidad 1), y en las Unidades siguientes, el ensayo y el teatro.



UNIDAD 1.
Otros géneros narrativos:
la autobiografía, la fábula, la leyenda


La autobiografía

Es un género narrativo en el que el autor relata su propia vida. Un ejemplo claro lo constituye el Libro de mi vida, de santa Teresa de Jesús, que trata del proceso espiritual de la carmelita y de las peripecias vividas durante su labor reformadora. Más cerca se halla La arboleda perdida, de Rafael Alberti, visión emotiva de la generación a que perteneció el poeta gaditano (la del 27) y de los avatares sufridos por el poeta durante la Guerra Civil y su posterior destierro. Por otra parte, es corriente ver que muchos escritores incluyen en sus ficciones literarias aspectos más o menos autobiográficos, como hizo en tiempos lejanos el Arcipreste de Hita en su Libro de buen amor y en tiempos más recientes “Azorín” en Las confesiones de un pequeño filósofo. Géneros relacionados con la autobiografía son los libros de Memorias, género cultivado, entre otros, por Mercedes Salisachs, Bioy Casares o Camilo José Cela.

Veamos un par de ejemplos autobiográficos pertenecientes a autores bien diferentes:

“A finales de 1932 me encontraba en Berlín con María Teresa, pensionado por la Junta de Ampliación de Estudios para estudiar los movimientos teatrales europeos. Allí conocí a Erwin Piscator, gran director de escena, a Bertold Brecht, ambos muy jóvenes aún, a Ernest Toller, dramaturgo, que se suicidó más tarde en Nueva York, y a muchos más artistas, escritores e intelectuales que el nazismo arrojó de Alemania, en donde ya, en aquel final de 1932 no se podía vivir.”
Rafael Alberti.

“Lector: yo soy un pequeño filósofo; yo tengo una cajita de plata llena de fino y oloroso polvo de tabaco, un sombrero grande de copa y un paraguas de seda roja con recia armadura de ballena. Lector: yo emborrono estas páginas en la pequeña biblioteca del collado de Salinas. Quiero evocar mi vida. Es medianoche. El campo reposa en un silencio augusto; cantan los grillos en coro suave y melancólico; las estrellas fulguran en el cielo fuliginoso.”
José Martínez Ruiz “Azorín”



La fábula

Género narrativo en verso del que se deduce una enseñanza moral y cuyos personajes principales son en su mayoría animales, aunque también pueden serlo personas y conceptos abstractos. Tiene sus raíces en la literatura oriental. Autores como Fedro y Esopo, entre los clásicos, y La Fontaine, más cercano a nosotros, son los cultivadores que les dieron forma definitiva. En la literatura española ha habido siempre muchos y buenos cultivadores: el Arcipreste de Hita, Iriarte, Samaniego, Hartzenbusch… De este último es la fábula titulada


El águila y el caracol

“Vio, en la inminente roca donde anida
el águila real, que se le llega
un torpe caracol de la honda vega,
y exclama, sorprendida:
-Cómo, con ese andar tan perezoso,
tan arriba subiste a visitarme?
-Subí, señora- contestó el baboso-,
a fuerza de arrastrarme.”



La leyenda

Narración relacionada con un personaje, hecho o lugar que se apoya tanto en elementos fiables e históricos como en aspectos mitológicos y sobrenaturales. Empieza su andadura formando parte de la literatura oral, pero pronto pasa a ser escrita bajo formas dispares: epopeyas, romances, relatos en prosa y en verso. En nuestra literatura se suele asociar con los cantares de gesta medievales, el Romancero o el teatro de los Siglos de Oro. En el Romanticismo la leyenda se convierte en género propio, tanto en verso como en prosa. Zorrilla es el máximo representante de la leyenda en verso (A buen juez, mejor testigo, Margarita la Tornera…), y Bécquer de la leyenda en prosa (Los ojos verdes, El monte de las Ánimas…). A continuación te copio dos fragmentos, el primero perteneciente a Buen juez, mejor testigo, y el segundo, a Los ojos verdes:

“…Y allá en los aires, “Sí, juro”,
clamó una voz más que humana.
Alzó la turba medrosa
la vista a la imagen santa:
los labios tenía abiertos
y una mano desclavada…”
José Zorrilla

“Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. De seguro no los podré describir tales cuales ellos eran, luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día.”
Gustavo Adolfo Bécquer




Actividades

a) Identifica los géneros narrativos a que corresponden los siguientes textos:
1.
“Un oso, con que la vida
ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.
Queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: ¿Qué tal?
Era perita la mona.
y respondióle: Muy mal.
-Yo creo, replicó el oso,
que me haces poco favor,
¡pues qué! ¿Mi aire no es garboso?
¿No hago el paso con primor?
Estaba el cerdo presente,
y dijo: Bravo, ¡bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto ni verá.
Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán molesto
hubo de exclamar así:
Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar.
Guarde para su regalo
esta sentencia un autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!,
si el necio aplaude, ¡peor!”
Tomás de Iriarte.


2.
“En Sevilla, en el mismo atrio de Santa Inés, y mientras esperaba que comenzase la misa del gallo, oí esta tradición a una demandadera del convento.
Como era natural, después de oírla aguardé impaciente que comenzara la ceremonia, ansioso de asistir a un prodigio.
Nada menos prodigioso, sin embargo, que el órgano de Santa Inés, ni nada más vulgar que los insulsos motetes que nos regaló su organista aquella noche.”
Gustavo Adolfo Bécquer

3.
“Éramos tres hermanas y nueve hermanos; todos parecieron a sus padres, por la bondad de Dios, en ser virtuosos, si no fui yo, aunque era la más querida de mi padre; y antes que comenzase a ofender a Dios, parece tenía alguna razón, porque yo he lástima cuando me acuerdo de las buenas inclinaciones que el Señor me había dado y cuán mal me supe aprovechar de ellas.”
Santa Teresa de Jesús


4.
“-Que a los pies de aquella imagen
lo jures como cristiano
del santo Cristo delante.
Vaciló un punto Martínez,
mas porfiando que jurase,
llevóle Inés hacia el templo
que en medio de la vega yace.
Enclavado en un madero,
en duro y postrero trance,
ceñida la sien de espinas,
descolorido el semblante,
veíase allí un crucifijo
teñido de negra sangre,
a quien Toledo devota
acude hoy en sus azares…”
José Zorrilla










UNIDAD 2

El ensayo

El ensayo es un género literario en prosa de extensión breve que expone una opinión personal sobre cualquier tema (religioso, histórico, filosófico, artístico, literario…) con profundidad emotiva pero sin intención de agotar el asunto tratado. Ortega y Gasset, uno de nuestros principales cultivadores, lo definió como “disertación científica sin prueba explícita.”

Sus caracteres fundamentales son:
-límites poco definidos ya que se encuentra entre la didáctica, la crítica y el periodismo y a veces se halla tan próximo a la lírica que recuerda al poema en prosa;
-estructura libre, aunque suele respetar los apartados introducción, desarrollo y conclusión, y breve pese a que en ocasiones puede abarcar todo un libro;
-estilo más cuidado y elegante que afectado y más ameno y divertido que riguroso y serio; y
tono variado entre profundo, poético, serio y humorístico. Y en cuanto a los rasgos que debe reunir su autor, éste ha de ser imaginativo, sensible, culto y buen conocedor del idioma.

La historia del ensayo, a grandes rasgos, suele empezar con el francés Michel de Montaigne (1533-1592), con cuyos Essais (en castellano, “Ensayos”) nos da el nombre del género y sienta las bases del mismo (estilo fácil, natural y de sistema abierto y flexible).
En el Prólogo de la obra nos dice: “Este es un libro de buena fe, lector. Desde el principio te advertirá que con él no persigo ningún fin trascendental, sino sólo privado y familiar; tampoco me propongo con mi obra prestarte ningún servicio, ni con ella trabajo para mi gloria, que mis fuerzas no alcanzan al logro de tal designio. Lo consagro a la comodidad particular de mis parientes y amigos para que cuando yo muera (lo que acontecerá pronto) puedan encontrar en él algunos rasgos de mi condición y humor, y por este medio conserven más completo y más vivo el conocimiento que de mí tuvieron… Así, lector, sabe que yo mismo soy el contenido de mi libro, lo cual no es razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí.”

El ensayo español, aunque ya en épocas anteriores hubo muestras del género (recordemos, entre otros, a Vives, los hermanos Valdés o algunos escritos de los autores citados en la presente unidad), no se cultiva mayoritariamente hasta el siglo XVIII, en que el problema de España se hace más sensible y urgente; fue más didáctico y sociológico que personal, pero ganó en naturalidad y eficacia. Sus máximos representantes fueron Feijoo (1676-1764) con sus Cartas eruditas y Teatro crítico universal; Cadalso (1741-1782), autor de Cartas marruecas, y Jovellanos (1744-1811), al que debemos, entre otros ensayos, el Informe sobre la ley agraria.
“El valor de las opiniones se ha de computar por el peso no por el número de las almas. Los ignorantes, por ser muchos, no dejan de ser ignorantes. ¿Qué acierto, pues, se puede esperar de sus resoluciones? Antes es de creer que la multitud añadirá estorbos a la verdad, creciendo los sufragios al error. Si fue superstición extravagante de los molosos, pueblos antiguos de Epiro, constituir el tronco de una encina por órgano de Apolo, no lo sería menos conceder esta prerrogativa a toda la selva Dodonea…” (Teatro crítico universal, de Feijoo)

En el siglo XIX el ensayo amplió su temática y adquirió mayor carácter literario. Entre todos sus cultivadores destacó Mariano José de Larra (1809-1837), en cuyos Artículos literarios, políticos y costumbristas habló de España, sus problemas y su destino.
“Volví los ojos a los cristales de mi balcón; veíalos empañados y como llorones por dentro; los vapores condensados se deslizaban a manera de lágrimas a lo largo del diáfano cristal; así se empaña la vida, pensaba; así el frío exterior del mundo condensa las penas en el interior del hombre, así caen gota a gota las lágrimas sobre el corazón. Los que ven de fuera los cristales los ven tersos y brillantes; los que ven sólo los rostros los ven alegres y serenos.”

A caballo entre los siglos XIX y XX sobresalen ensayistas de la talla de Leopoldo Alas “Clarín” (1852-1901) con sus Solos, Joaquín Costa (1844-1911), precedente de la Generación del 98 y autor de El colectivismo agrario, Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912), cuya erudición abarcó diversidad de campos: la historia en Historia de los heterodoxos españoles; la literatura en Estudios de crítica literaria; etc.)…
Ensayistas excelentes de dicha generación son Unamuno (1864-1936), autor de obras como La agonía del cristianismo; Ganivet (1862-1898), del Idearium español; José Martínez Ruiz “Azorín” (1874-1968), de El alma castellana, o Ramón Menéndez Pidal (1869-1968), de La España del Cid.
A la generación siguiente pertenece José Ortega y Gasset (1883- 1955), uno de nuestros máximos ensayistas de todos los tiempos y autor de obras tan interesantes como Meditaciones del Quijote, que le sirven para tratar la profundidad de cuanto significa ser español, El tema de nuestro tiempo, donde explica la llamada “razón vital”, sistema filosófico que retrata la vida como una verdad ineludible en la que el hombre es y existe en relación con las cosas que lo rodean: “Yo soy yo y mis circunstancias”, o La rebelión de las masas, para muchos la obra más redonda del autor, donde llega a afirmar, entre otras cosas, que “hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia en la que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos.”
Finalmente, entre los ensayistas más cercanos a nosotros citaremos los siguientes nombres: Julián Marías, autor de Miguel de Unamuno o la Filosofía española actual; J. L. López Aranguren , de La juventud europea y otros ensayos; J. Ferrater Mora, de Cuatro visiones de la historia universal; Laín Entralgo, de España como problema; Fernando Savater, de La infancia recuperada, etc.



Actividades

1. Lee el siguiente fragmento del ensayo de Fernando Savater La infancia recuperada y contesta las preguntas :

“Desaparecidos los científicos de la literatura, los sintomatólogos y los desmitificadores, creo que ya estamos entre amigos. Queda por aclarar qué es lo que se pretende realizar en este libro, puesto que se rechazan los enfoques más consagrados de crítica y desentrañamiento de textos. Sencillamente, aquí no se lleva a cabo más que una evocación, una especie de conjuro literario. Lo evocado no es solamente el retumbar escrito de las grandes narraciones, sino ante todo la disposición de ánimo que las busca y las disfruta, junto con la huella gozosa que su lección deja en la memoria. Para llevar a cabo esta evocación se parte metódicamente de la subjetividad, como ya se ha dicho, utilizando todo lo que la halaga, la alarma o en lo que se reconoce: empleo citas (prefiriendo la versión de la memoria a la corroborada tras compulsar el texto), pero también pastiches más o menos declarados, anécdotas personales ligadas indisolublemente a la primera epifanía de la narración o paráfrasis y voluntariamente caprichosas de algunos episodios memorables. Las ilustraciones que acompañan el texto responden también al mismo propósito. Se intenta así reconstruir –evocar- el nivel ético de la narración, su importancia fundacional en la adquisición de una moral que no remita ante todo a la timorata corrección de las costumbres, sino a eso que alude la expresión española “tener la moral alta, tener mucha moral”: la rebelión ante la necesidad ciega, ante el peso abrumador de circunstancias inhumanas que no parecen dejar lugar para lo humano, el libre coraje que se enfrenta con rutinas y mecanismos en los que no se reconoce y consigue afirmar el predominio de lo maravilloso, de lo inmortal.”

a) Señala la estructura y la idea central del texto.
b) ¿En qué consiste la evocación de la que habla el autor y qué elementos emplea éste para lograrla?


2. Lee el siguiente fragmento del ensayo de Ramón Menéndez Pidal La España del Cid y contesta las preguntas:

“Quizá alguno piense que tal olvido responde a que el recuerdo del Cid no es ahora de la mayor urgencia. Las glorias militares, que antes eran las preferidas de la historia, han perdido mucho de su interés. La milicia no es ya el ejercicio que desarrolla las más nobles virtudes sociales; éstas brillan preferentemente en otros esfuerzos más admirados y provechosos que el bélico, y la historia no busca ya el preparar a los pueblos para las tradicionales guerras del odio racial, sino para los nuevos pugilatos de la cultura. Mas aparte de que este cambio de ideas no puede arrancar su importancia al elemento militar de la historia, la vida del Cid nunca tuvo como principal ese aspecto guerrero que alguien puede creer único en ella y que es único en la vida de otros héroes análogos, como, por ejemplo, Roldán. El Cid ofreció siempre un mayor interés humano, palpitante en su grande obra contrariada y desagradecida.

a) Señala las características comunes de los dos textos como ensayos y sitúalos adecuadamente en la historia del género.

b) ¿Cuáles son las ideas centrales del segundo texto?










UNIDAD 3

El teatro y sus elementos.

El texto teatral, como obra literaria, además de la acción dramática, proporciona el asunto de que trata, los personajes que la protagonizan, las formas de elocución que éstos dicen y emplean, la forma externa o distribución de actos y escenas y el marco espacio-temporal en el que actúan.

El asunto abarca cuanto de la vida humana pueda representarse; coincide con la idea central que se contiene en la acción. Relacionado con el asunto está el argumento, que cuenta los pasos y las causas que explican los diversos acontecimientos de la obra.

La acción y el conflicto se interrelacionan porque si no hay conflicto no hay acción. Lo mismo ocurre con la intriga, que es la trabazón de los acontecimientos entre los que se lleva a cabo la acción. Ésta se desarrolla en la exposición (antecedentes sobre el problema planteado en el argumento y los personajes que aparecen en la obra), nudo (lucha de pasiones, lances, etc., que promueven la curiosidad del público) y desenlace (resolución del problema planteado).

Los personajes son las personas que figuran en la representación teatral. Suele haber tres tipos de personajes o caracteres teatrales: los totalmente definidos, que adquieren gran fuerza humana y se convierten en prototipos (Segismundo, Hamlet, Peribáñez…); esbozados, que sólo tienen rasgos característicos y son los llamados tipos (el gracioso, el galán, el hipócrita…) y los caracteres abstractos, figuras que permiten al autor expresar sus ideas más fácilmente (la salvación, la culpa, la misericordia divina…).
Segismundo, que es un personaje definido, y por lo tanto, convertido en prototipo humano, llega a quejarse ante la providencia divina de la diferencia que existe entre su libertad y la de ciertos seres inferiores:

“Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signos es de estrellas,
gracias al docto pincel,
cuando, atrevido y crüel,
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto:
¿ y yo con mejor instinto
tengo menos libertad?”
(La vida es sueño, de Calderón de la Barca)

Las formas de elocución más extendidas son el diálogo y el monólogo (una variante de éste es el aparte), que pueden expresarse tanto en verso como en prosa o en las dos formas mezcladas. El estilo o el registro del lenguaje debe adecuarse al asunto de la obra y a la condición social de los personajes.
Es famoso el monólogo de Hamlet que empieza:

“Ser o no ser: todo el problema es ese.
¿Qué es más noble al alma: padecer
golpes y dardos de la cruel fortuna,
o armarse contra un piélago de angustias
y darles fin a todas combatiéndolas?
Morir… dormir; no más; y con un sueño
saber que dimos fin a las congojas.
y a los mil naturales sobresaltos
que componen la herencia de la carne,
consumación es esa que con ruegos
se puede desear. Morir, dormir…”

La forma externa de la obra teatral se refiere a la distribución del texto en actos, cuadros, escenas, diálogos, monólogos, acotaciones, apartes… Si el acto cambia con la subida o bajada del telón, el cuadro lo hace con la sustitución de un decorado por otro, mientras que la escena se distingue por la salida o entrada al escenario de uno o más personajes. Las acotaciones son en el teatro lo que la narración y la descripción en otros géneros. Se escriben entre paréntesis y son indicaciones que el autor destina a los personajes o al director de escena. Dentro de ellas se encuentra el aparte.

El marco espacio-temporal se expresa por medio del cambio de actos y decorados, los ropajes de los personajes y el “atrezzo” o conjunto de objetos pertenecientes a una época determinada. También se utiliza la luminotecnia y otros elementos, como las propias palabras de los personajes o sus caracterizaciones para indicar el tiempo.


El teatro y su representación

Aunque hay obras que fueron escritas como objeto de lectura (un ejemplo claro es La Celestina), el caso es que el dramaturgo escribe su obra para ser representada ante un público en un espacio físico llamado teatro. Es cuando el texto se convierte en espectáculo. Entonces intervienen otros elementos: desde el decorado y las tramoyas hasta las luces o el maquillaje de los actores. El público oye y ve las palabras que los actores dicen y los gestos y movimientos que realizan en el escenario, incluidos los bailes y las canciones. Entonces es cuando toma sentido la palabra drama (del griego “drao”, que significa acción), en cuanto que ciertos personajes realizan la acción dramática en un escenario mediante la voz y el diálogo envueltos por una atmósfera adecuada.



Actividades

a) Identifica en el fragmento siguiente los elementos que intervienen en toda obra teatral:

“Doña Paula.- Según dice mi médico, ahora también se mueren antes que las mujeres, pero no en semejante proporción.
Doña Matilde.- Yo creo que lo que les sucede es que hacer el amor les sienta mal.
Doña Paula.- Y los pobres se obstinan en hacerlo, creyendo que con ello nos complacen… ¡Pobrecillos!
Doña Matilde.- ¡Por presumir de hombres y contarlo luego en el Casino, son capaces hasta de morir!
Doña Paula.- En efecto, en efecto… (Y de repente doña Paula se dirige al matrimonio que sigue en el mismo sitio imperturbable, y les dice:) ¡Ah! ¿pero se van ustedes ya? ¡Huy! ¡Pero qué lástima!
Doña Matilde.- ¡Qué pronto!, ¿verdad?
Doña Paula.- (Se levanta.) Nada, nada, si tienen ustedes prisa no queremos detenerles más.
Doña Matilde.- (Se levanta.) Claro que sí… A lo mejor se les hace tarde.
(Y el matrimonio entonces no tiene más remedio y también se levanta.)
Doña Paula.- Pues les agradecemos mucho su visita.
Doña Matilde.- Hemos tenido un verdadero placer.
Doña Paula.- ( Ha sacado de un bolsillo un billete de cincuenta pesetas, que le entrega a doña Vicenta.) ¡Ah! Y aquí tienen las cincuenta pesetas.
Doña Vicenta.- Muchísimas gracias, doña Paula.
Doña Paula.- No faltaba más.
Don Fernando.- Buenas tardes, señoras…
Doña Matilde.- Buenas tardes.
( Y doña Paula les ha ido acompañando hasta la puerta de salida, por donde hacen mutis doña Vicenta y don Fernando. Cierra la puerta y vuelve con su hermana.)
Doña Paula.- Muy simpáticos, ¿verdad?
Doña Matilde.- Mucho. Muy amables.
Doña Paula.- Una gente muy atenta.
Doña Matilde.- ¿Y quiénes son?
Doña Paula.- Ah, no lo sé… Yo les pago cincuenta pesetas para que vengan de visita dos veces por semana.
Doña Matilde.- No está mal el precio. Es económico.”
(Maribel y la extraña familia, de Miguel Mihura)

b) Transforma en una obra teatral la anécdota siguiente:
“Se cuenta de Martínez de la Rosa, famoso dramaturgo del Romanticismo, que en cierta ocasión iba por la calle camino del teatro y dos muchachas jóvenes se cruzaron con él. Al reconocerlo, una de ellas dijo a su compañera que era una suerte encontrar por la calle a Martínez de la Rosa. El escritor la oyó y, girándose hacia ellas, dijo que si él era Martínez, ellas era las rosas.”

c) Reproduce un cuento conocido adoptando la forma de texto teatral (no te olvides de las acotaciones ni del resto de las marcas teatrales).







UNIDAD 4

Los géneros teatrales.

Se consideran géneros teatrales mayores la tragedia, la comedia, el drama y la tragicomedia, mientras que piezas teatrales como el entremés, el sainete, el auto sacramental o la farsa son tomados como géneros teatrales menores. Estudiemos en primer lugar los géneros mayores.

La tragedia es la representación de una acción grandiosa y solemne que concluye en una catástrofe que suele ser la muerte del protagonista. Aristóteles la definió así: “Es la imitación de una acción elevada y completa, de cierta magnitud, en un lenguaje matizado según las partes, efectuada por los personajes y no por medio de un relato, y que suscitando compasión y miedo, lleva a cabo la purgación de dichas emociones”. Pretende la tragedia causar el efecto de lo sublime a partir de la grandeza del conflicto dramático, la nobleza de los caracteres y el vigor de las pasiones. Nació en Grecia, en las fiestas dionisíacas, en las que se entonaba un himno en honor del dios del vino; luego se introdujo un diálogo entre un actor y el coro; pronto se inventaron las máscaras, los trajes, el tablado y el aparato escénico, y la tragedia dejó de ser un himno religioso para convertirse en una representación. Esquilo, Sófocles y Eurípides fueron los trágicos más grandes. Luego ha habido otros autores de tragedias, como Shakespeare, Racine…, y entre nosotros el citado Rojas o el Duque de Rivas, por citar dos de ellos.

La comedia es la representación de una acción dramática en la que el conflicto se debe a la intervención de un elemento cómico. Trata de imitar la realidad de la gente normal, de ahí que se haya adaptado tan bien a todo tipo de sociedades. Frente a la tragedia, en la que los personajes suelen ser de condición social alta y su desenlace funesto, la comedia cuenta con personajes de condición social inferior y su función es divertir al espectador, con lo que el desenlace casi siempre es feliz. También nació en Grecia, con Aristófanes, aunque alcanzó su cumbre con los romanos Plauto y Terencio. El teatro español está bien surtido de autores de comedias: Lope de Vega, Calderón, Moratín…

El drama es de origen moderno y está relacionado con la tragedia y la comedia pues se trata de un intermedio entre los dos. Es el género teatral que mejor imita a la vida pues ésta, lo mismo que el drama, admite mezclados los elementos serios y tristes con los elementos cómicos y felices. El desenlace de la obra varía dependiendo de lo que más convenga al proceder del protagonista; muchas veces es desgraciado, incluyendo la muerte del personaje central, como ocurre en El caballero de Olmedo. Sus creadores fueron, en Inglaterra, Shakespeare y, en nuestro país, Lope de Vega.

Parecida al drama es la tragicomedia (muchas veces ambos términos se confunden). El ejemplo más claro perteneciente al siglo XV es La Celestina, mientras que ya en épocas más cercanas a nosotros, ciertos títulos de Valle-Inclán (Luces de Bohemia, por ejemplo) o de Buero Vallejo (El tragaluz, entre otros) pueden considerarse tragicomedias.

Veamos ahora los géneros teatrales menores más conocidos.

El entremés es una obra dramática breve (de un solo acto), de carácter cómico y popular que se solía representar en los entreactos de las obras mayores, sobre todo, durante el Siglo de Oro español. Son muy famosos los entremeses de Cervantes, donde ciertos personajes (el cornudo, el tonto, el estudiante…) suelen salir malparados o ser objeto de burlas.

Parecidos al entremés son el paso y el sainete; este último es una pieza breve que refleja costumbres y hablas populares y cuya misión fundamental es hacer reír (aunque también hay sainetes de carácter más serio); pero suelen ser más modernos que los pasos y los entremeses. Buenos ejemplos de autores de sainetes los tenemos en Ramón de la Cruz, que trabaja a partir de ambientes, personajes y costumbres madrileños, y en los hermanos Álvarez Quintero, verdaderos maestros en reflejar las costumbres andaluzas haciendo hablar a sus simpáticos personajes con su típico gracejo del sur.
El auto sacramental es una obra dramática en un acto, en verso, cuyos personajes suelen ser muchos de ellos alegóricos, como la culpa, el pecado, la justicia, etc., escrito para exaltar el sacramento de la Eucaristía; se representaba en las grandes festividades religiosas del año, sobre todo, en el día del Corpus, e iba acompañada su representación de una complicada escenografía. Pedro Calderón de la Barca fue su máximo creador y el siglo XVII la época en que más se representó.

La farsa es una obra dramática breve con abundantes notas cómicas y satíricas en la que los rasgos de los personajes aparecen claramente exagerados para destacar más fácilmente la intención denunciadora de la pieza. Valle-Inclán es autor de varias obras de este tipo como la titulada Farsa y licencia de la reina castiza.

Existen también otras obras relacionadas con el teatro, como el llamado drama lírico (cuando al drama se le suma la música), que es llamado ópera cuando el canto acompaña constantemente a la acción , y zarzuela, si el canto alterna con la declamación.




Actividades

a) A partir de los versos siguientes de Calderón, define el auto sacramental:

“Sermones
puestos en verso, en idea
representables cuestiones
de la sacra Teología,
que no alcanzan mis razones
a explicar ni comprender,
y al regocijo dispone
en aplauso de este día.”

b) Identifica el género teatral a que corresponden los dos textos siguientes razonando la respuesta:

1. “Alberto:
¡La policía! ¡La policía, tíos! ¡Rápido, que vienen! ¡Tirar al wáter lo que tengáis! ¡Han salido de mi
comisaría a hacer un registro, no vaya a ser aquí, que venían para esta zona! (Esconde el tiesto de “maría”.En este momento se da cuenta de la presencia de Elena)
Chusa:
Es una amiga. Oye, no sé qué vamos a tirar, si no tenemos nada. (A Jaimito) ¿Te queda algo?
Jaimito:
Una china grande, pero no la tiro, que es lo único que nos queda. Rápido, tú. (A Elena.) A practicar. Toma, métela donde no te la encuentren.
Elena:
(Retrocede asustada sin atreverse a cogerla.) ¡Yo no sé!
Chusa:
¡Trae! (Coge la china y se mete en el lavabo.)
Jaimito:
(A Alberto, señalando a Elena.) Se la ha encontrado.
Elena:
(Ofreciendo educadamente su mano a Alberto.) Elena,
mucho gusto. Anda que si te pillan… ¿Por qué tienes puesto ese uniforme?
Alberto:
Pues porque estoy de guardia, por qué va a ser. (Va a la ventana, la abre y mira fuera. Luego cierra.) No se ve nada raro. Yo me largo de todas formas, no sea que…
(de Bajarse al moro, de José Luis Alonso)

2. “Madre:
Calla.
Vecina:
No puedo.
Madre:
Calla, he dicho. (En la puerta.) ¿No hay nadie aquí? (Se lleva las manos a la frente.) Debía contestarme mi hijo. Pero mi hijo es ya un brazado de flores secas. Mi hijo es ya una voz oscura detrás de los montes. (Con rabia a la Vecina.) ¿Te quieres callar? No quiero llantos en esta casa. Vuestras lágrimas son lágrimas de los ojos nada más, y las mías vendrán cuando yo esté sola, de las plantas de los pies, de mis raíces, y serán más ardientes que la sangre.
Vecina:
Vente a mi casa; no te quedes aquí.
Madre:
Aquí. Aquí quiero estar. Y tranquila. Ya todos están muertos. A medianoche dormiré, dormiré sin que ya me aterren la escopeta o el cuchillo. Otras manos se asomarán a las ventanas, azotadas por la lluvia, para ver el rostro de sus hijos. Yo, no. Yo haré con mi sueño una fría paloma de marfil que lleve camelias de escarcha sobre el camposanto. Pero no; camposanto, no, camposanto, no; lecho de tierra, cama que los cobija y que los mece por el cielo. (Entra una mujer de negro que se dirige a la derecha y allí se arrodilla. A la Vecina.) Quítate las manos de la cara. Hemos de pasar días terribles. No quiero ver a nadie. La tierra y yo. Mi llanto y yo. Y estas cuatro paredes. ¡Ay! ¡Ay! (Se sienta transida.)”
(de Bodas de sangre, de Federico García Lorca)