sábado, 27 de febrero de 2021

RECORDANDO A JOAN MARGARIT

 


 

Me he puesto a revisar un libro que trata de la Poesía Amorosa Completa 1980-2000 del poeta recientemente fallecido Joan Margarit, que a principios de este siglo me regalaron durante una cena memorable un grupo de alumnos, tan generosos como inteligentes, de cuando yo era profesor en la Enseñanza Privada. 

La Introducción, a cargo de Sam Abrams, ensayista y poeta estadounidense autor entre otras obras de Oda a un ase i altres poemas, está dividida en dos partes: en la primera Abrams realiza un paseo por la poesía amorosa catalana desde Ausias March a Joan Margarit, pasando por Maragall, Salvat-Papasseit, Clementina Arderiu, Palau i Fabre, Bartra, Feliu Formosa, Ferrater, Estellés, Marta Pessarrodona, Maria –Mercè Marçal, etcétera; y en la segunda parte habla de la incorporación de Joan Margarit a la poesía catalana en el año 1981 con L’ombra de l’altre mar, dieciséis años después de su carrera poética en castellano, y de la composición del libro, del que ya trataré más tarde. 

El Prólogo, escrito por el propio Margarit, comienza con la cita bíblica “estimeu-vos els uns als altres”, que para el poeta, además de ser la base de nuestra civilización, afirma el valor de la persona y de su libertad. Margarit añade que la característica más relevante de los poemas de amor es el hecho de que nunca son tristes y termina confesando que jamás habría imaginado que publicaría este libro en unos momentos en que está viviendo con la máxima intensidad una relación amor-dolor, y es que a su hija Joana, que ha estado siempre presente en sus poemarios anteriores, los médicos le han dado poco tiempo de vida en su larga y penosa enfermedad. Por el Prólogo, nos enteramos además de que Margarit escribió los poemas del libro en las décadas de los 80 y 90; por ellos van y vienen, dice el poeta, mujeres y hombres (vivos y muertos, niños, jóvenes, maduros, ancianos), a los que he querido y que la mayoría de las veces me han querido. Por último se dirige al lector con estas palabras: “este libro busca –a veces desesperadamente—el camino que me lleva hacia ti, lectora o lector lejanos, no de manera directa por medio de un sentimiento imposible, sino a través de esta red amorosa que sale de mi cabeza hacia los que amo, y que te llega a ti a través de los que amas."


 

La Poesía Amorosa Completa  en catalán de Joan Margarit se abre con dos poemas que pertenecen al 2000 titulados de la misma manera, Mentre tu dorms, dedicados a Mariona y Joana. El resto de los poemas se agrupan en siete partes de distinta extensión: Tantes ciutats on havíem d’anar (43 poemas), Els ulls del retrovisor (25), Pietat (15), Amor i temps (30), Amicitiae (14), Menyspreu de Calipso (38) y Final de recital (1), con idéntico título, Final de recital, que me he atrevido a traducirlo así:

Deslumbrado por los focos

miro la oscuridad donde vosotros etáis.

Los focos son esta ilusión

de la sombra donde escucháis la claridad

de mi ceguera: todos llevamos dentro

un auditorio oscuro

escuchando en silencio esta historia

de la seducción sin esperanza.

Amar es estar distante.

El amor es ser extranjero,

pero vosotros sois la hospitalidad de este silencio

que me ha escuchado sabiendo que dentro de vosotros

he dejado de existir, que no habré sido otra cosa

que la sombra amada de algún otro ser.

 



Y ésta, mi versión de "Good Luck", el primer poema de la primera parte del libro, titulada, como queda dicho, "Tantes ciutats on havíem d’anar":

Halle suerte quien ame este silencio

de la palabra escrita y pueda tener

una amiga con los ojos color miel

para envejecer juntos.

Sólo miedo por esta hijita

que nunca se hará mayor, tesoro y ruina

de los mármoles de vuestra juventud.

Ahora, el humo de la hoguera está en tus ojos:

suerte tienes, pues, de amar este silencio

de la palabra escrita y poder tener

una amiga con los ojos color miel

para envejecer juntos.

 

Otros poemas del libro.

 CEMENTIRI DE MONTJUIC

Alguna cosa queda de las ánimas,

como la brisa que se levanta

cuando pasa alguien

o hace volar con delicadeza

el visillo de la ventana.

Por el camino de ásperas piedras que no olvidan,

pero callan, severas, lo que saben.

El viento nos trae el silencio de las lágrimas

por vidas como la nuestra, ya perdidas.

“Concesión eterna”, la tierra

siempre insensible, hileras de cipreses:

provinciano teatro de la muerte.

Nuestro amor es como el que ellos perdieron.

Se ha hecho de noche. Mira, desde lo más alto

de este monte de los muertos, bajo el cielo negro,

las luces de la ciudad:

un barco anclado en el firmamento

que nos espera para zarpar.

 

EL GARRAF

Ahora es un atardecer en las costas de Garraf:

Volvíamos de Sitges, frente al vidrio

donde acababa el tren, viendo escapar

precipicios y túneles suspendidos sobre el mar.

Pero se nos fue haciendo oscuro, y el cristal

nos reflejaba solos dentro del vagón.

La vida ha ido escapando como esta tarde,

entrando, saliendo de los túneles, peligrosa

y a gran velocidad. La luna sobre el mar

no ha dejado nunca de perseguir a las noches

en el vidrio oscurecido.

LES MIL I UNA NITS

Me miran tus ojos: son el presente,

unos cuantos instantes ya casi desvanecidos

que no puedo cambiar. Pero también

son el mañana que ya estaba escrito

en los espejos fugaces y relucientes

de la infancia. Y serán el ayer,

esta indiferencia del tiempo.

Después serán recuerdo, este mundo gris

donde ya no te veo aunque te mire.

Y después de recuerdo serán olvido:

ya no sabrá nadie por qué me mirabas

ni por qué hay este pozo en lugar de ti.

En cada instante hay una historia distinta

de las mil y una noches en nuestros ojos.

CAMÍ DE TARDOR

El mirlo de alas negras

nos recibe como un viejo dios agrícola.

El vino joven está sobre el mantel,

en una botella de reflejo rosa

como el cristal de los adivinos.

Se ve –entre las viñas—un camino

con las pisadas que dejamos tú y yo,

juntas y solitarias.

Estamos en el frío del cristal. Cuando lo toco

nos desvanecemos, aunque me sonríes, real,

Al otro lado de la mesa blanca.

la botella entre los dos—nuestra vida—

tiene la luz del ocaso, que es la del amanecer.


 

MATINS

Hay muertos que aparecen dentro de nosotros:

tú nunca presentiste esta sombra

de verde arboleda y de fanal futuro.

En Joana brotan noticias vaporosas

de una ternura que nunca sabrás

cuando estalla la sonrisa de la mañana

al abrazarte en medio de un rayo de sol.

Su escuela es una casa vieja

rodeada de un jardín con pocas flores.

Os despedís lejos de la reja

y, especialmente si llueve, esperas que entre

con su andar de pájaro herido.

Mientras le dices adiós, mantienes los ojos cerrados

recordando vuestra soledad.

PIETAT

El tiempo entre dos trenes. Se ha acercado

buscando aquella guerra de la infancia.

Es patético tratar de conversar,

a los cincuenta, con el padre de veinte años.

Junto al viejo río fangoso de la batalla,

el viento empujaba de un lado a otro las hierbas

delante de la lápida. Es una joven eternidad

pasando como las aguas del Ebro, lejos de casa.

La tarde va volviéndose una campana

con pájaros oscuros por caminos de cañas.

Le dejó un pasado pequeño y gris,

que acabó con la bala de algún máuser.

De repente, descubre que está llorando

como un padre en la tumba de su hijo.


 

L’ECO DE MEFISTÒFELES

Cada otoño caen más deprisa

las hojas de los ramajes. Los crepúsculos

son adioses donde, lenta, sale la luna

para jugar al último juego de la lujuria,

en cuyo desenlace sólo te espera la muerte.

Mientes a la vida en ti si noechas de menos

los años de juventud, si no te atormenta

la debilidad de Fausto. Tu presente

nada más es un vértigo, al mirar

el vacío dejado por la palabra amor

en la edad más profunda de tus ojos.

Tus ojos no han llegado a tiempo.

Sólo puedes verla gris de lluvia

y sola detrás de los cristales,

en las cartas que jamás te escribirá.

Podrás tenerla si haces de tu deseo

el último placer del tiempo que se va.

Sin ella jamás habrías sido tú.

No eres sino mañana, posibles caminos,

y mientes también a la vida si tampoco

añoras los grandes dolores de otro tiempo.

 

 


jueves, 18 de febrero de 2021

ALGUNOS REFRANES DEL QUIJOTE

 




A mediados de este febrero cayó en mis manos nuevamente un libro del que guardo muy buenos recuerdos, especialmente el que me trae a la memoria la mejor Novela de Cervantes. El libro, Los refranes del Quijote, obra de José Coll y Vehí, vio la luz en la Imprenta del Diario de Barcelona en 1874. Se trata de un trabajo serio, que muy bien podría llamarse La Moral del Quijote. De todos modos es una acertada “colección amena y sustanciosa” de los refranes que Cervantes pone en boca de Don Quijote y Sancho Panza en su magna obra y también los usados en otros títulos cervantinos, como el Persiles, la Galatea, las Novelas Ejemplares y el Viaje al Parnaso, sin olvidar tampoco los refranes que contiene el Quijote de Avellaneda. El número de los refranes del Quijote de Cervantes asciende a 263, de los cuales 73 corresponden a la Primera Parte, y el resto a la Segunda. Rotunda desproporción, que llevó a Coll y Vehí a sospechar “si la idea de convertir a Sancho Panza en padre de los refranes, debió de ocurrirle a Cervantes al tiempo de dar mano a la mencionada segunda parte de su obra.” 

 



    Es precisamente en esta Segunda Parte donde Don Quijote pierde los estribos al oírle decir a su escudero tantos refranes, a la vez que él mismo cae en la tentación de salpicar las páginas con ellos, cuando en la Primera no encuentra el Ingenioso Hidalgo la ocasión de llamarle la atención por esa causa. Sólo en un pasaje de esta Primera Parte se habla de los refranes en general y es en la Historia del Cautivo, mientras en la Segunda Parte existen más de quince pasajes donde se trata de los refranes  y en alguno de esos textos se hace extensamente. La importancia de la presencia de refranes pronunciados por Sancho es notoria. Por citar algunos casos que la avalan, ahí tenemos el momento en que la Duquesa “aplaude y celebra los refranes del buen Sancho”; el hecho de que Teresa reprocha el vicio de su marido de decir refranes, acerca de los cuales el propio Sancho constata y “confiesa que no sabe decir razón sin refrán ni refrán que no le parezca razón”; y hasta el Cura aprovecha la ocasión para afirmar “que todos los del linaje de los Panzas nacieron cada unao con su costal de refranes en el cuerpo.

A continuación se copian algunos pasajes del Quijote donde se habla de los refranes que dicen Sancho y su amo y de su gusto o su más o menos oportunidad al citarlos.

“En lo que Sancho se mostraba más elegante y memorioso, era en traer refranes, viviesen o no a pelo de lo que trataba, como se habrá visto y habrá notado en el discurso de esta historia...”

“...Así es la verdad, dijo el paje, que el señor Gobernador Sancho a cada paso los dice, y aunque muchos no vienen a propósito, todavía dan gusto, y mi señora la Duquesa y el Duque los celebran mucho...”


    “Dios te guíe, Sancho, y te gobierne en tu gobierno, y a mí me saque del escrúpulo que me queda, que has de dar con toda la ínsula patas arriba, cosa que pudiera yo excusar con descubrir al Duque quién eres, diciéndole que toda esa gordura y esa personilla que tienes, no es otra cosa que un costal lleno de refranes y de malicias...”

“También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles: que puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias. Eso Dios lo puede remediar, respondió Sancho, porque sé más refranes que un libro, y viénenme tantos juntos a la boca cuando hablo, que riñen, por salir, unos con otros; pero la lengua va arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan a pelo; mas yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo: que en casa llena presto se guisa la cena y quien destaja no baraja, y a buen salvo está el que repica, y el dar y tener seso ha menester”.


“No más refranes, Sancho, dijo don Quijote, pues cualquiera de los que has dicho basta para dar a entender tu pensamiento: y muchas veces te he aconsejado que no seas pródigo de refranes, y que te vayas a la mano en decirlos, pero paréceme que es predicar en desierto.”

“Paréceme, respondió Sancho, que vuesa merced es como lo que dicen: dijo la sartén a la caldera, quítate allá ojinegra. Estáme reprendiendo que no diga yo refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos. Mira, Sancho, respondió don Quijote, yo traigo los refranes a propósito, y vienen cuando los digo, como anillo al dedo; pero tráeslos tú tan por los cabellos, que los arrastras y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te he dicho, que los refranes son sentencias breves sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios, y el refrán que no viene a propósito, antes es disparate que sentencia.” Etcétera.

Los pasajes que acabo de copiar pertenecen a la Segunda Parte del Quijote. El único pasaje de la Primera en que se habla de refranes es este que dice: “Hay un refrán en nuestra España, al parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de la luenga y discreta experiencia, y el que digo, dice: Iglesia, o mar, o casa real.”

Dejando aparte la afirmación de Don Quijote de que “todos los refranes son verdaderos”, aseveración equivocada habida cuenta de que, siguiendo a Coll y Vehí, “no es difícil ni raro en hallarlos en pro y en contra de una misma opinión, en cuyo caso claro es que alguno de ellos necesariamente tiene que ser falso", intentemos explicar el significado de los refranes que figuran en los pasajes apuntados más arriba.

Y empezamos por el que aparece en la Primera Parte del Quijote

Iglesia, o mar, o casa real

Cervantes lo emplea en el prólogo de la Historia del Cautivo y también en la Novela Ejemplar La Gitanilla en boca del gitano al describir a Andrés las costumbres y estatutos de la gitanería: “En conclusión, somos gente que vivimos por nuestra industria y pico, y sin entretenernos con el antiguo refrán: iglesia, o mar, o casa real, tenemos lo que queremos; pues nos contentamos con lo que tenemos.

El resto de los refranes pertenecen a la Segunda Parte del Quijote

En casa llena presto se guisa la cena

Cuando se tienen los recursos necesarios, el objetivo propuesto se logra rápida y fácilmente.

Sancho emplea este refrán oportunamente. refiriéndose a la abundancia de refranes que poseía para cualquier ocasión. En una de esas ocasiones lo aclara: “Quiero decir, que a mí no hay que decirme ni advertirme de nada, que para todo tengo, y de todo se me alcanza un poco.”

Quien destaja no baraja

Para evitar problemas y litigios, antes es necesario determinar las condiciones de las alianzas, pactos y contratos; en resumen, prevenir los problemas de cualquier negocio.

A buen salvo está el que repica

Covarrubias: “En las costas de mar descubren desde las torres cuando hay enemigos, y al punto el que está allí tañe a rebato, y éste no tiene peligro, porque está encastillado en la torre”.

El dar y tener seso ha menester

Es dudosa la aplicación que hace Sancho en la ocasión a que se refiere el pasaje apuntado. Más traído al dedo se halla en la circunstancia en que hace reír a Don Quijote, que es aquella en que le habla al escudero de la imagen de San Martín repartiendo su capa con un pobre, añadiendo: “...y creo que fue más liberal que valiente, como lo puedes echar de ver, Sancho, en que está partiendo la capa con el pobre y le da la mitad, y sin duda debía de ser entonces invierno, que si no él se la diera toda, según era de caritativo. No debió de ser eso, dijo Sancho, sino que debió de atener al refrán que dice: que para dar y tener, seso es menester.”


Predicar en desierto

La RAE considera esta expresión (que también aparece como predicar en el desierto, cuya etimología proviene de Mateo 3:1-2, "Voz del que clama en el desierto...”), más que un refrán, una locución verbal familiar que significa: “Intentar, infructuosamente, persuadir a quienes no están dispuestos a admitir razones o ejemplos.” Y también “da a entender que los oyentes no están dispuestos, antes sí repugnantes para admitir la doctrina y consejos que se les dan.” Con todo, Cervantes lo juzgó refrán en el pasaje apuntado más arriba en el que Sancho replica a Don Quijote: “Estáme reprendiendo que no diga refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos.”

Dijo la sartén a la caldera, quítate allá ojinegra

Las colecciones de refranes más conocidas cambian generalmente ojinegra por culnegra o culinegra (hay otros que en vez de caldera dicen cazo), y todos se aplican a quienes, teniendo ciertos defectos, se los echan en cara a los demás. En el caso que nos ocupa, Sancho se lo aplica oportunamente a Don Quijote tras reprenderle éste por decir refranes, cuando él los ensarta a pares.

Y nada más: A buen entendedor, con pocas palabras basta.

martes, 9 de febrero de 2021

MEMORIAS DE UN JUBILADO Defensa de la correspondencia (II)

 

Respecto a la correspondencia que mantuvo Joan Maragall con Miguel de Unamuno, conviene empezar diciendo que ambos escritores se conocieron en Barcelona en 1906 durante una visita del escritor bilbaíno a la ciudad condal con motivo de celebrarse allí un Congreso de la Lengua. A partir de entonces ambos escritores mantuvieron una relación de amistad en torno a su quehacer común: la poesía. 

Y todo eso se desprende de las cartas que Maragall envió al poeta vasco desde el 16 de enero de 1906 hasta el 25 de marzo de 1911. Los asuntos de dichas cartas son variados si bien acaban dando vuelta alrededor del eje de la poesía. En la primera misiva el poeta catalán retrata la personalidad fuerte e inquebrantable del poeta vasco a partir de una fotografía que éste le había enviado, y entre otras cosas escribe: "Su retrato se parece más a su obra que a usted mismo (...) El que haya leído a usted y vea este retrato, sentirá un acorde, una paz. Pero si le ve a usted se desconcertará un poco; pero más desconcertado quedaría, y con dolor, el que viniera a conocer su obra después de conocer a usted personalmente."


 La segunda carta se encarga de hablar de la mutua simpatía entre ambos poetas: "...la singular atracción que su espíritu ejerció ya de tiempo en el mío, y que su presencia y su palabra viva convirtió en simpatía más completa, era mutua, en algo al menos, y por lo tanto había de ser fecunda.". 

En la tercera, por una parte salen a relucir la catedral de Barcelona y la Oda dedicada al templo que escribió Unamuno y que envió a Maragall, y por otra parte se comparan en emoción dicha Oda y el poema titulado "Salamanca". 

 


La cuarta carta incluye varios puntos: primero se explica la idea, tan diferente, que tienen uno y otro poetas acerca de Dios; a continuación se habla del hecho de que el poema unamuniano titulado “En el desierto” muestra una vibración aguda y en ocasiones estridente; luego se menciona la publicación en La Vanguardia de su poema “Catedral de Barcelona”, que el público lector considera fuerte y noble, adjetivos aplicables a la personalidad de Unamuno; después se constata la hermandad entre las lenguas catalana y castellana; y en último lugar la carta habla de la traducción que hace el poeta vasco de "La vaca cega", poema, que como todo el mundo sabe, es obra de Maragall, sobre la que el poeta catalán le hace algunas correcciones (esma, embanyada…). 

En la quinta carta (en realidad una postal) Maragall da las gracias a Unamuno por mandarle "A Sombra do Cuadrante",  Eugenio Castro, gran amigo del poeta bilbaíno y de paso le pide la dirección del poeta portugués para mostrarle también su agradecimiento y enviarle su "Enllà", libro en el que se incluye, entre otros poemas, la famosa Canción dedicada al conde Aranau. 

 


La sexta carta habla de la emoción que inspira la visión de un paisaje catalán y la evocación de Castilla, y de la poesía francesa, que es menor que la castellana y la catalana. La séptima trata del poema “El último héroe” que Unamuno escribió a sugerencias de Maragall hechas en la carta anterior, y que le sirve para dar una explicación de lo que es para él la poesía: decir lo máximo con las menos palabras posibles a causa del ritmo. El ideal supremo sería crear el mundo con una sola palabra. “Lo verdaderamente poético es siempre inconsciente en su origen. Por esto creo también que el poeta ha de ser el hombre más humilde del mundo.” 

La octava carta habla del Unamuno que combate contra muchos y es combatido por todos por su valentía en decir las cosas que duelen. La novena trata del porvenir de España y de la nueva integración de Cataluña en España; también del ansia de Maragall por recibir el primer tomo de poesías publicado por Unamuno, que saldría a la luz el año siguiente, 1907, bajo el escueto título de “Poesías”, libro donde por cierto incluiría los poemas aludidos en las cartas de Maragall: “En el desierto”, “Catedral de Barcelona”, “Salamanca”… 

En la décima carta Maragall se refiere al recibo de “Poesías”, que tiene lugar el 24 de abril de 1907. Le dice: “Ya lo tengo a usted conmigo para siempre. Es un poeta, es el poeta castellano de nuestro tiempo, poeta al revés, o al menos, al revés nuestro.” A continuación el poeta catalán compara la poesía catalana con la castellana y concluye: “Poeta de dentro afuera. Porque a nosotros es la luz, son los campos, son los montes, son los actos y los gestos humanos los que se meten dentro y nos mueven, y vuelven a salir en palabras con el ritmo que ellos mismos han promovido en nosotros; pero en el poeta genuinamente castellano, en usted, todo empieza dentro; allí está su luz, allí sus campos, allí sus montes, allí la Humanidad toda y Dios mismo; y de allí sale originariamente el verbo inflamado para dominar, para hacer servir a su expresión, campos y montes y sol y estrellas, y los actos y gestos humanos, y el alma del Universo.” Esta es tal vez una de las mejores críticas que se han hecho de este primer libro de poesía de Unamuno, a la vez que una de las mejores páginas sobre la concepción poética y preceptiva literaria que he leído: “Cuando hay emoción y potencia verbal se emociona a los demás; y esta es toda la preceptiva y toda la crítica que cabe en poesía”. Y cita algunos poemas que le han emocionado más: “A sus ojos”, “La muerte del perro”, “La basílica de Santiago de Bilbao”, “Cruzando un lugar”…

 


En la carta undécima Maragall le reprocha a Unamuno su sempiterna tristeza y le habla del secreto de la fuerza actual de Cataluña: "Es un pueblo que espera. Tiene todos los defectos y todos los excesos que usted dice y mucho más; pero espera, y esta es toda su fuerza. Y esta fuerza, la esperanza (...) se la hemos dado, o despertado, mejor, nosotros, los poetas, cada cual en su medida."

En la doce, escrita en Nochebuena con buen espíritu, el poeta catalán habla de la dieta de leche a la que se ha sometido el poeta vasco, y sobre todo de su artículo "Adentro", "donde se encuentra todo". Mientras que en la carta decimotercera Maragall acusa recibo de los "Recuerdos de niñez y mocedad" de Unamuno y dice de ellos que le ha gustado su lectura "porque esa espontaneidad y nervio de su estilo aquí se encuentran más llenos y vivaces porque van ceñidos a hechos, y a hechos amados por usted como no otros (...) Y de ello resulta una calidad no muy común en usted, el enternecimiento, que brotando de un alma de fuerte temple de la suya, es cosa exquisita."


Maragall escribe su carta decimocuarta para decirle que está de acuerdo con Unamuno "en que los hombres debemos comunicarnos obedeciendo sólo al ritmo de nuestro corazón: es la única manera de hacerlo con eficacia". A continuación pasa a hablar de la soledad en que dice encontrarse el escritor bilbaíno "que le deja ver y decir verdades que fuera de ella no vería o no podría ver".

En la penúltima carta Maragall agradece la impresión que a Unamuno ha causado su "Cant espiritual" y constata la sensación que ambos escritores experimentan ante el alma ibérica, en la que creen los dos. "Es el único camino para ir con gloria adonde debamos ir, así fuera a la muerte. Y esta alma ibérica, que todavía somos tan pocos en sentir, hay que buscarla hacia adentro: hacia dentro de su Castilla los castellanos (...), hacia dentro de nuestra Cataluña los catalanes, hasta llegar a la raíz común: y de allí arrancará la España grande."

Y en la última carta Maragall halaga las de Unamuno: "¡Qué llenas, qué vivas siempre las cartas de usted! ¡Cómo agitan, cómo despiertan, cómo renuevan!" Para añadir sus ánimos para emprender la Revista Ibérica, si bien algunos verían en el caso de salir la Revista en Cataluña, "cosa de catalanismo,  algo así como un rodeo para ir disimuladamente a lo nuestro (...) Y esto aislaría enseguida la empresa, podría asfixiarla." Y sugiere que sería mejor que la Revista saliera en Madrid, aunque eso también despertaría suspicacias. Y todo queda en el aire. Maragall se despide prometiendo enviarle una nueva edición conjunta de su obra, añadiendo que en Cataluña "de usted se lee y se comenta todo con un interés absolutamente singular, y es que se siente, se presiente en usted a un gran sincero, a un único que no forma especie con nadie en España."