LAS PEQUEÑAS COSAS
Son otra cosa las pequeñas cosas,
las cosas cotidianas que hacen hueso
y carne y sangre y llanto y luz y beso
y vida en nuestras noches dolorosas.
Ellas son las espinas y las rosas
que pueblan la ascensión a nuestro teso,
la sal y el pan que alivian tanto peso
de andamios y jornadas presurosas.
Y hablarán de nosotros cuando el carro
de los muertos nos vuelque entre las ruinas,
y el silencio amordace nuestra historia.
Y alas de luz pondrán a nuestro barro
y nos devolverán a estas esquinas
donde hacemos girar a nuestra noria.
VERSOS PARA AMAR LA VIDA
Dos versos para amar la hermosa tierra
que a diario pisamos con ternura.
Dos versos más para palpar la hondura
azul que tiene el cielo que la encierra.
Un verso para amar la dulce casa;
tres versos para amar a la familia,
escudo singular que nos auxilia
contra el fuego exterior que nos abrasa.
Tres versos también para amar las rosas
y espinas que jalonan el camino,
luces y sombras, cicatriz y herida.
Y dos versos más para amar las cosas
que tejen el andamio del destino:
¡catorce versos para amar la vida!
SOL DE MI OTOÑO
Un soneto me manda hacer mi nieto,
y en mi vida me he visto en tal ventura
porque vuelo por él a más altura
y por él se hace luz cualquier secreto.
Y a punto de empezar otro cuarteto,
él me dicta la fiel literatura:
nuevo sol de mi otoño, miel, ternura;
en mi nueva vejez sabio amuleto.
Mi vida se convierte en aventura,
cuando él está a mi lado, él, un brujo
que vuelo y luz le da a mi vida oscura.
Y así feliz concluyo este soneto
cantando sin cesar el bello influjo
que a mi vida normal le da mi nieto.