sábado, 27 de noviembre de 2021

A ESCENA (IV) Don Illán el Mago


 

DON ILLÁN EL MAGO

(Adaptación libre del cuento Historia del Deán de Santiago y de don Illán de Toledo, de Don Juan Manuel, incluido en su obra El Conde Lucanor)


PERSONAJES

(Por orden de aparición)


DON ILLÁN, el mago de Toledo

EL DEÁN DE SANTIAGO

LA CRIADA de don Illán

UN MENSAJERO DE SANTIAGO

UN MENSAJERO DE ROMA


La acción transcurre en la Edad Media, en el laboratorio de magia de DON ILLÁN, a muchos metros bajo tierra, que estará iluminado por velas y al que se accederá por una puerta a la derecha del escenario, elevada sobre unos escalones.



PRIMER CUADRO


DON ILLÁN y EL DEÁN DE SANTIAGO, sentados frente a frente en sendas sillas y rodeados por cachivaches de alquimia y estanterías llenas de libros y frascos con contenidos extraños. Sobre la mesa cercana habrá una campanilla.

DON ILLÁN. Bien ya estamos en lugar seguro, mágico como verá, y ya puede decirme el motivo de su visita.

EL DEÁN. Sí. Verá. En el lugar donde resido, Santiago de Compostela, he oído hablar de su magia y quisiera que me enseñara algunas fórmulas de nigromancia para tratar con mayor eficacia mis asuntos en la rectoría de Santiago. Le prometo que, en caso de verse en algún apuro o necesite de mi humilde persona algún favor, le ayudaré en todo.

DON ILLÁN. No tengo ninguna objeción que hacerle a su interés por conocer las artes mágicas, pero sí a que yo se las enseñe.

EL DEÁN. (Extrañado.) No comprendo qué quiere decir.

DON ILLÁN. Sencillamente que siendo usted deán y hombre de importancia, se olvidará pronto de ayudarme cuando llegue el caso. Por eso sospecho que cuando haya aprendido todo lo que quiera saber de mí acerca de las artes mágicas, no cumplirá lo que me ha prometido.

EL DEÁN. Sólo la sospecha me ofende. Si yo le digo que le ayudaré es que le ayudaré. Y no se hable más de esa cuestión.

DON ILLÁN. (Tocando la campanilla de la mesa.) Vale. No hablemos de esa cuestión…de momento. (Se abre la puerta de los escalones y se asoma la CRIADA.)

CRIADA. Diga, don Illán.

DON ILLÁN. Vaya preparando unas perdices para la cena, pero no las empiece a guisar hasta que yo se lo diga.

CRIADA. Como usted mande, don Illán. (Sale y vuelve a cerrarse la puerta.)

DON ILLÁN. Bien, ya podemos empezar la primera lección.

EL DEÁN. (Frotándose las manos.) Perfecto. ¿Cuál es?

DON ILLÁN. En primer lugar debe saber que la magia lo mismo puede hacer bien que mal.

EL DEÁN. (Interesado.) ¿De qué depende eso?

DON ILLÁN. Depende de la intención con que se haga.

(Suenan unos golpes en la puerta.)

DON ILLÁN. Adelante.

(Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE SANTIAGO.)

MENSAJERO DE SANTIAGO. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es de su tío el señor Arzobispo. Es urgente.


 

EL DEÁN. (Extrañado, coge la carta.) Gracias.

EL DEÁN. (Excusándose ante DON ILLÁN.) Perdone unos instantes. (Abre el sobre y se pone a leer el contenido de la carta. Su rostro se aflige.)

DON ILLÁN. (Preocupado.) ¿Ocurre algo grave?

EL DEÁN. (Que ha acabado de leer la carta.) Sí. Que mi tío el Arzobispo está en el lecho de muerte y me ruega que si quiero verle aún con vida me ponga en camino inmediatamente.

DON ILLÁN. Si lo desea, yo puedo hacer que llegue a Santiago a tiempo para ver morir a su tío.

EL DEÁN. Lo siento mucho por él, pero si voy me pierdo sus lecciones de magia y no querría por nada del mundo que eso ocurriera. Voy a escribir al dorso la respuesta y haré que el mensajero se la lleve de vuelta a mi tío.

DON ILLÁN. Como guste. Aquí en la mesa tiene pluma y tintero.

EL DEÁN. (Se sienta a la mesa.) Gracias. (Escribe la respuesta, mete de nuevo la carta en el sobre y se lo da al MENSAJERO.) Parte raudo con la respuesta.

(El MENSAJERO DE SANTIAGO coge la carta, inclina la cabeza y desaparece cerrando la puerta a sus espaldas.)

DON ILLÁN. ¿Seguimos con la primera lección de magia?

EL DEÁN. Ardo en deseos de aprenderla.

DON ILLÁN. Siguiendo con lo que le decía, es conveniente hacer buen uso de la magia si queremos que se ponga de nuestra parte. Si lo que queremos es curar una enfermedad, lo primero…(Suenan unos golpes en la puerta.) ¡Adelante!

(Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE SANTIAGO.)

MENSAJERO DE SANTIAGO. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es del Arzobispado.

EL DEÁN. (Extrañado, coge la carta.) Gracias, mensajero. (El MENSAJERO DE SANTIAGO desaparece.)

EL DEÁN. (Excusándose ante DON ILLÁN.) Perdone un instante. (Abre el sobre y se pone a leer en silencio el contenido de la carta. Su rostro se aflige.)

DON ILLÁN. ¿Es grave?

EL DEÁN. El arzobispo ha muerto y yo voy a ser elegido su sucesor.

DON ILLÁN. Una noticia triste y otra noticia alegre. Usted será elegido arzobispo. Enhorabuena. Y ahora que usted va a dejar vacante el puesto de deán me atrevo a pedírselo para mi hijo.

EL DEÁN. (Contrariado.) Le ruego que consienta en que este puesto de deán se lo dé a mi hermano. Sin embargo, si viene conmigo a Santiago y quiere llevar con usted a su hijo, allí le encontraré un cargo importante.

DON ILLÁN. De momento me quedaré aquí en Toledo trabajando en mis artes mágicas. Y mi hijo seguirá estudiando.

EL DEÁN. Es verdad. Las artes mágicas. Precisamente he venido a aprenderlas de usted. ¿Por qué no continuamos con la lección iniciada?

DON ILLÁN. Podemos continuar siempre que usted esté dispuesto a cumplir lo prometido, y ya al primer favor que le he pedido se ha excusado.

EL DEÁN. Comprenda que mi hermano necesitaba ese cargo, pero si hay un segundo cuente usted con él. Y ahora, si no le importa, continuemos con la magia.

DON ILLÁN. (Sonriendo.) Eso, la magia. Verá usted. Para vivir de la magia debe creer en ella y no creo que un arzobispo… (Suenan unos golpes en la puerta.) ¡Adelante!

(Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE ROMA.)

MENSAJERO DE ROMA. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es de Roma. Un asunto muy importante.

EL DEÁN. Gracias, mensajero. (El MENSAJERO DE ROMA desaparece.)

(Abre la carta. A DON ILLÁN.) Perdone un momento. (Lee en silencio la carta y sonríe satisfecho.)

DON ILLÁN. ¿Algo importante?


 

EL DEÁN. Mucho. Me siento tan feliz. Me acaban de nombrar Obispo de Tolosa y es un puesto que busco afanosamente desde mucho tiempo atrás.

DON ILLÁN. Me alegro por usted. Y a propósito, ahora que deja vacante el puesto de arzobispo de Santiago, ¿sería tan generoso de dar el Arzobispado a mi hijo?

EL DEÁN. (Mohíno.) Permita, señor, que se lo dé a un tío mío, hermano de mi padre. Pero si venís conmigo a Tolosa acompañado de su hijo allí le encontraré un cargo digno de él.

DON ILLÁN. (Sonriendo.) No se preocupe. Lo entiendo. Y de momento me quedaré aquí en Toledo para que mi hijo continúe los estudios que está haciendo.

EL DEÁN. Es usted muy comprensivo. Como sea igual de mago, estoy convencido de que saldré de aquí conociendo a la perfección las artes mágicas. A propósito, ¿dónde estábamos?

DON ILLÁN. Aquí, en mi laboratorio de Toledo, envueltos de esta atmósfera de magia donde todo es posible. (Ríe maliciosamente.)

EL DEÁN. (Molesto.) ¿De qué se ríe?

DON ILLÁN. No, de nada. De que usted sin moverse ya ha pasado de deán a obispo de Tolosa. Y eso, amigo mío, se debe sin duda a este ámbito sobrenatural y mágico. ¿No es para reírse?

EL DEÁN. Ahora que lo dice, sí. (Ríe.)

(En ese momento suenan unos golpes en la puerta.)

DON ILLÁN. ¡Adelante!

(Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE ROMA.)

MENSAJERO DE ROMA. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es del Santo Padre. Un asunto de capital importancia.

EL DEÁN. Gracias, mensajero. (El MENSAJERO DE ROMA desaparece.) (A DON ILLÁN.) Excúseme un instante. (Abre la carta y la lee en silencio. Gestos de alegría.)

DON ILLÁN. Otro nombramiento, ¿verdad?

EL DEÁN. Así es. Acaban de nombrarme Cardenal y me piden que puedo ceder el Obispado de Tolosa a quien yo desee.

DON ILLÁN. Estupendo. Ya sabe lo de mi hijo. A él le vendría muy bien ese cargo.

EL DEÁN. ¡Cuánto lo siento! Verá. Me gustaría dar ese Obispado a un tío mío, hermano de mi madre, puesto que se muere por él. Pero si viene conmigo acompañado de su hijo, allí podré encontrarle un cargo que le venga muy bien. ¿Qué le parece?

DON ILLÁN. Como le he dicho otras veces, prefiero quedarme aquí en Toledo y asistir a la conclusión de los estudios de mi hijo. (Finge estar afligido.)

EL DEÁN. No debe entristecerse. Tarde o temprano logrará su hijo situarse en la vida, mientras que usted, dueño de los conocimientos de las artes mágicas, puede convertirse en el dueño del mundo y de los destinos de los hombres.

DON ILLÁN. Eso espero, pero de momento me conformo con lo que tengo.

EL DEÁN. Que es mucho. Y hablando de lo que posee, ¿por qué no me cede un poquito de su magia?

DON ILLÁN. Para eso, debe estar convencido de que lo que vaya a hacer con la magia es producto de su humildad y no de su engreimiento. Los magos deben ser los hombres más humildes de la creación y usted…

EL DEÁN. (Extrañado.) ¿Yo qué?

DON ILLÁN. Enseguida lo verá. (En ese momento llaman a la puerta.) ¡Adelante! (Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE ROMA.)


 

MENSAJERO DE ROMA. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es del Vaticano.

EL DEÁN. (Extrañado.) Gracias, mensajero. (El MENSAJERO DE ROMA desaparece. A DON ILLÁN.) Perdone un instante. (Lee en silencio la carta. Gestos de júbilo.)

DON ILLÁN. Algo que ni se imaginaba, ¿verdad?

EL DEÁN. El Papa ha muerto y el Cónclave me ha nombrado su sucesor. ¡No me lo puedo creer!

DON ILLÁN. Así que Papa, ¿eh?

EL DEÁN. Sí, Papa.

DON ILLÁN. Bueno y ahora que usted es nada más ni nada menos que Papa. El hombre que manda en la tierra. Ahora ya no tiene usted excusas para no cumplir lo que me prometió. Ya le dije al principio que sospechaba de sus promesas.

EL DEÁN. (Irritado.) ¡Cómo se atreve a hablarme así! Soy el Papa y puedo condenarle a prisión de por vida. Usted no es más que un hereje y amigo de encantamientos y brujerías, que no tiene otro oficio en Toledo que ejercer el arte de la nigromancia.

DON ILLÁN. (Sonriendo.) Ya me esperaba una cosa así. Usted se ha convertido por mi magia en toda la jerarquía de la Iglesia aquí en mi laboratorio de Toledo. Y en vista de su desagradecimiento, le hago volver a su cargo de deán, que nunca ha dejado de ser. Ni le voy a dar lecciones de magia ni parte de mi cena. (Coge la campanilla de la mesa y la hace sonar. Al punto se abre la puerta y aparece la CRIADA.)

CRIADA. Diga, señor.

DON ILLÁN. Ponga a guisar las perdices para la cena y acompañe al deán hasta la salida. (Al DEÁN.) Buen viaje de vuelta. Si tiene hambre, a la salida de la calle encontrará una posada. (Salen la CRIADA y EL DEÁN.) (Al público.) A quienes ayuden y no sepan reconocer sus favores, ninguna ayuda tendrán de ellos cuando sean personas muy importantes.

(Oscuro.)

FIN



 

domingo, 21 de noviembre de 2021

DEL TEATRO AL CINE (V) Eloísa está debajo de un almendro, de Jardiel Poncela


 

Eloísa está debajo de un almendro es una obra teatral escrita, como quedó dicho en una entrada anterior, por Enrique Jardiel Poncela (Madrid, 1901-1952), que fue periodista, novelista y dramaturgo. Aunque se inició como periodista, colaborando en la revista La correspondencia de España y en diversos diarios, y cultivó la novela (caricaturizando personajes y ambientes y empleando un lenguaje hábil y brillante) en títulos como Amor se escribe sin hache, Espérame en Siberia, vida mía o La tournée de Dios, su fama de escritor la obtuvo como dramaturgo, adscribiéndose al teatro del absurdo (dejando a un lado el humor de siempre para abrazar un humor intelectual pero muchas veces fuera de toda lógica y otras verdaderamente inverosímil), lo que le situó al margen del teatro español de su época. Antes de la Guerra estrenó piezas como Usted tiene ojos de mujer fatal y Angelina o el honor de un brigadier. Tras la Guerra llevó a las tablas varias obras más, entre las cuales destaca Eloísa está debajo de un almendro, la pieza que estamos tratando aquí y ahora.

Su argumento, grosso modo, es como sigue: Mariana está enamorada de Fernando porque lo considera portador de un gran secreto, en el que ella tiene algo que ver, pero a la vez lo odia cuando el hombre ase enmascara de persona corriente. Según Clotilde, la única persona de la familia en su sano juicio y tía de Mariana, el afecto amoroso de ésta no es normal, y eso se explica porque forma parte de una familia de locos, en la que su padre, sin ir más lejos, no ha pisado la calle desde hace muchísimos años, pero viaja en un tren imaginario todas las semanas; su tía Micaela está obsesionada con los ladrones y con coleccionar búhos, y su hermana, la loca oficial de la familia, está desaparecida. Por ello no es demasiado raro que Mariana necesite que su  novio sea un hombre misterioso y que le oculte algo grave para ser feliz. Por su parte, Ezequiel, el tío de Fernando, puede que también esconda algún turbio secreto…


     He aquí una conversación entre Mariana y su tía Clotilde sobre Fernando y el amor que siente por él la sobrina:

“MARIANA.—Entonces, ¿por qué no encontrar normalidad en mis sentimientos?

CLOTILDE.—Porque no es muy corriente que digamos que una muchacha espere para marido a un hombre misterioso y , a ser posible, provisto de un secreto grave...

MARIANA.—Tampoco yo esperaría eso de otro; pero de Fernando sí.

CLOTILDE.—¿Y por qué esperarlo de él?

MARIANA.—Porque él ha sido el único que me hizo pensar al conocerle, y porque, a veces, me lo hace pensar todavía.

CLOTILDE.—¿Eh?

MARIANA.—(Confidencialmente, a media voz.) No siempre, ¿sabes?; pero a ratos hay algo en él, en sus ojos, en su gesto, en sus palabras y en sus silencios, hay algo en él, ¿no lo has notado?, inexplicable, oscuro, tenebroso. Su actitud entonces conmigo, la manera de mirarme y de tratarme, las cosas que me dice y el modo de decírmelo, aunque no me hable de amor, todo ello no puede definirse, pero es terrible; y me atrae y me fascina. (Subiendo el tono de la voz.) En esos momentos siento que hemos venido al mundo para unirnos y que ya hemos estado unidos antes de ahora. (Vibrantemente.) En esos momentos, tía Clotilde, ¡le adoro!... (Rápidamente; explicativa.) Pero esto no significa que exista en mí algo anormal; ¿acaso soy yo la única muchacha a quien le fascina y le atrae lo misterioso y lo que no puede explicarse? (Volviendo al tono de antes.) Y en otras ocasiones, que, por desgracia, son las más frecuentes, él reacciona, como alarmado y arrepentido de haber descubierto quizá el verdadero fondo de su alma: sus ojos miran como los de todo el mundo, sus gestos y sus palabras son los gestos y
las palabras de cualquiera, y sus silencios están vacíos; se transforma en un hombre corriente; pierde todo encanto; bromea y ríe; se recubre de esa capa insulsa, hueca e irresistible que la gente llama simpatía personal... (Elevando el tono de voz, como antes.) Y entonces siento que uno y otro no tenemos nada de común, y me molesta que me hable, y si me habla de amor me crispa, y no puedo soportar su presencia y estoy deseando perderle de vista (Vibrantemente.) porque entonces me repele y
me repugna ¡y le detesto!”

Eloísa está debajo de un almendro se estrenó en el Teatro de la Comedia de Madrid en 1940, interpretando sus principales papeles Elvira Noriega, Guadalupe Muñoz Sampedro, que fue sustituida posteriormente por María Luisa Moneró, Mariano Azaña, José Orjas, Carlos Lemos, Fernando Fernán Gómez y María Asquerino. Y fue luego muchas veces representada en teatros madrileños como el María Guerrero, el Centro Cultural de la Villa o el Español, y en los años 2016-17 en una gira por toda España.

Dicho lo anterior, Enrique Jardiel Poncela también fue un gran devoto del cine pues escribió guiones cinematográficos, viajó a EEUU para colaborar, siguiendo a Arranz, “en películas basadas en sus obras, como Angelina o el honor de un brigadier (…); dirigió algunos cortometrajes y puso hilarantes diálogos a la película muda Mauricio o Una víctima del vicio).” Conviene añadir, antes de hablar de la adaptación al cine de su Eloísa está debajo de un almendro, que varias piezas teatrales suyas fueron llevadas también a la gran pantalla, como Es peligroso asomarse al exterior, Un adulterio decente y Blanca por fuera y rosa por dentro.


  Eloísa está debajo de un almendro
fue adaptada al cine con el mismo nombre por Rafael Gil en 1943 de manera bastante libre pues, según Arranz, el cineasta le dio al texto de Jardiel Poncela “un tratamiento de cine de suspense bastante atractivo y que no perdía nunca la perspectiva humorística de su original. Incluso en algunos tratados fílmicos se dice que entronca con el cine de terror gótico, quizá por la presencia de la fallecida (Eloísa), que parece impregnarlo todo.” En cuanto al humor absurdo característico de Jardiel, el director no sólo lo mantiene vivo en el filme, sino que lo concilió “con el romántico, interpretado por la pareja de moda Durán y Ribelles, que se repitieron poco después en El clavo.”

En la película lo primero que aparece, a diferencia del orden de las escenas teatrales, es el regreso de Fernando a su hogar después de haber estudiado en Bélgica. Una vez en casa, descubre una misteriosa carta de su padre, en la que le pide que averigüe las extrañas circunstancias de la muerte de Eloísa, a quien años atrás había amado fervientemente. Fernando en sus investigaciones encuentra varios objetos relacionados con Eloísa que lo llevan a la casa de la familia de Mariana, de la que se enamora. Etcétera.

Rafael Gil además de dirigir la película escribió su guion cinematográfico, mientras que la fotografía corrió a cargo de Alfredo Fraile y la música de Juan Quintero. Sus principales actores fueron Rafael Durán (Fernando), Amparo Ribelles (Mariana), Guadalupe Muñoz San Pedro (Clotilde) y Alberto Romea (Ezequiel).



domingo, 14 de noviembre de 2021

ENRIQUE BADOSA Verso (II)

 


Es hora ya de hablar, en esta puerta... (Historias en Venecia)


Especie de estancia asonantada compuesta de versos de sílabas impares (endecasílabos, la mayoría, con algún que otro eneasílabo y el resto heptasílabos) rimando en o-a en los versos pares, aunque la asonancia se produce a prudente distancia (sólo se observa claramente al principio del poema). Veámoslo:

"Es hora ya de hablar. En esta puerta

el día terminó. Ven y reposa

junto a la luz de nuestras noches blancas,

la luz de estar a solas.

Ya todo es del amor, y velaremos

en las palabras tenues,

pues de nuevo sucede que la noche

deja de ser oscura en nuestras horas.

Agua fresca en tu voz, yo que la bebo,

tú cercana, tan cierta,

dormir y despertarnos poco a poco

en palabras de amor madrugadoras.

La luz de cuanto hablamos, fue dejando

un horizonte azul en la pared...

¡El día una vez más, y ven conmigo

a dar un nombre nuevo a cada cosa!"

Íntimo y profundo poema de amor expresado con palabras cotidianas, nocturno clásico en el que al acabar el día y acogerse a la noche para acudir a la confidencia, el poeta enamorado ve el momento de hablar con su amada, de invitarla a reposar junto a él, en la luz de sus noches blancas. Ya es hora de entregarse al amor y velar en la íntima conversación hasta que el sueño les venza y despierten con más palabras de amor. El gozo de estar juntos un día más invita a dar un nuevo nombre a las cosas de su entorno. No en balde los enamorados se encuentran en Venecia, mágica ciudad.



Salamina (Mapa de Grecia)


Composición escueta, rotunda, como los cinco endecasílabos libres la forman. Libres y elocuentes como el significado del título del poema, que dice:

"Por esto ha sido escrito el Partenón

con la más bella tinta de la tierra.

Por esto se ha labrado el pensamiento

en la piedra más sabia y perdurable.

Por esto estás hablando en lengua libre."

Como si se tratara de una imborrable inscripción, leemos los cinco versos que hacen referencia a la batalla naval de Salamina en la que los griegos derrotaron a la flota naval persa que había intentado por segunda vez invadir Grecia en el año 480 antes de Cristo. Gracias a esta victoria providencial, Grecia puede mostrar orgullosa al mundo uno de los monumentos arquitectónicos fundamentales de su cultura, el Partenón, que corona la Acrópolis “con la más bella tinta de la tierra”, con “la piedra más sabia y perdurable.” Gracias a lo que significó el triunfo griego sobre el extranjero que quería apoderarse de su tierra, todos nosotros, los descendientes de la cultura clásica, hoy nos expresamos en un idioma libre.



Astrelia (Cuadernos de barlovento)


Astrelia es una breve narración lírica o un verdadero poema en prosa, como se quiera decir. Sólo deseo destacar de este texto singular de Badosa la segunda parte del mismo. En la primera relata el poeta su llegada al último muelle de la isla acantilada cuando el sol estaba a punto de ponerse. En medio de una soledad y un silencio extraños, recorrió la distancia que le separaba el puerto de la plaza en cuyo centro se levantaba el mástil de una bandera. Y justo cuando el sol desapareció en el horizonte, empezaron a abrirse puertas y ventanas y a salir la gente de sus casas como si hubieran confundido el amanecer con el ocaso. Y mientras la oscuridad se iba extendiendo por todas partes, el poeta empezó a escuchar “un rumor de pasos solemnes y procesionales.” Y ahora la segunda parte anunciada.

“Desde el muelle, multitud de encapuchados arrastraba con dificultad un gran cofre de madera transparente. Se detuvieron al pie del mástil, rodeado de la aglomeración de los lugareños. El hierofante dio la orden, y los tapados sacaron y desplegaron una enorme bandera. En medio de casi total oscuridad y con liturgia siempre silenciosa, la izaron. Muy alto, en un cielo de tiniebla de estrellas, se percibió un gualdrapazo. El flamear de la bandera, extendida por un viento que salía de sus mismos colores, expandió una luz cálida, acogedora y plácida que disponía a todo trabajo y esclarecía la mente y el corazón. Astrónomos, astrólogos y viejos pescadores se reunieron en buena compaña para estudiar en esa luz los más recónditos espacios siderales, y los cuerpos celestes que les dan nombre. Yo me acerqué por si me llegaba alguna palabra reveladora de todo en cuanto en tierra firme me circunda, me hace ser o me impide ser quien quisiera. Los apuntes que tomo, quedan escritos en lengua todavía ignorada por mí. Pero están escritos.”

Un poema en prosa que trata de explicar en un lengua todavía ignorada por el hombre los misterios insondables que rodean a diario al ser humano que busca afanosamente la revelación de lo que, como dice Badosa de sí mismo, “me hace ser o me impide ser quien quisiera.” Ojalá un día visitara al mundo esa “luz cálida, acogedora y plácida” que impulsa a trabajar y esclarece las mentes y los corazones humanos.


Poema XXVIII (Epigramas confidenciales)


Seis versos endecasílabos libres que se ajustan, sin embargo, perfectamente en forma y fondo a los dos significados principales que posee el término “epigrama” porque, métricamente, es en verdad una composición poética muy breve que expresa con gran precisión y agudeza un pensamiento satírico, y, semánticamente, una inscripción grabada sobre piedra, metal u otro material duro.

Leámoslos para comprobar lo anterior:

"Eres inteligente e ilustrado,

sin embargo no puedo decir culto.

Mi olfato ya no logra soportar

tu alto vocabulario excrementicio.

Toma papel, y límpiate la boca.

Tira de la cadena cuando calles."

El poeta denuncia, o condena más bien, el habla obscena y escatológica de cierta persona conocida, la cual, aunque parece inteligente, está muy lejos de ser culta (educada), empleando ingenio y exactitud en la exhortación que le dirige: “Toma papel, y límpiate la boca”, que se acentúa sobremanera en el último verso: “Tira de la cadena cuando calles.” El texto completo merecería grabarse sobre piedra, metal u otro material duro para que todo el mundo lo tuviera presente cada vez que abre la boca para hablar en público.





domingo, 7 de noviembre de 2021

ENRIQUE BADOSA Verso (I)

 

Acaban de cumplirse ahora cinco meses del fallecimiento del poeta, ensayista y traductor Enrique Badosa (1927-2021), y es el momento de dedicarle un cariñoso recuerdo. Recuerdo que empiezo haciendo referencia al acto literario que se celebró en su honor en el Ateneo barcelonés y en el que cambié unas palabras con él.

    1. GUÍA DEL ACTO LITERARIO

En Barcelona, el 14 de junio de 2013 tuve la suerte de disfrutar no sólo de la presencia de Enrique Badosa, sino de una presentación de su semblanza biográfica y literaria en el marco serio y responsable del Ateneo de la ciudad condal, al que me siento unido desde hace unos cuantos años, en que presenté un libro monográfico de un colega de la Enseñanza, y ya luego yo mismo fui presentado por otros poetas amigos.

Ese día, recuerdo, hacía mucho calor en el aula donde tuvo lugar el susodicho acto, programado, todo hay que decirlo, por El Laberinto de Ariadna, y el homenajeado pidió encarecidamente que se abrieran las ventanas que daban a la Plaza de la Villa de Madrid porque no se sentía muy bien, El caso es que en los minutos previos a las diversas intervenciones de los componentes de la mesa que flanqueaban a Badosa, a todos los circunstantes se nos entregó un pequeño dossier de cuatro folios en los que se incluían varias informaciones sobre lo que sería el contenido de la charla colectiva, las primeras, relacionadas con la obra del poeta, dividida en Poesía, Ensayo, Traducción y Bibliografía.

A continuación, en la especie de guía del acto que se nos había entregado, se añadía, tras una nota biobibliográfica de Badosa escrita por el poeta Giménez-Frontín en 2006, una relación de los textos badosianos escogidos tanto de su poesía como de sus traducciones, para documentar la presentación. Resumida la nota bibliográfica de Giménez Frontín, sería algo parecido al texto siguiente: Enrique Badosa (Barcelona, 1927), poeta, traductor de poesía, ensayista y crítico literario, fue tutor durante dos décadas de las Selecciones de Poesía Española y las Selecciones de Poesía Universal de la editorial Plaza y Janés, Como poeta, Badosa aporta una voz inconfundible a lo más selecto del grupo poético de los 50 en varios registros: lírico, satírico-epigramático, de viajes, de traducción... En el registro lírico destacan títulos como Baladas para la paz, Historias de Venecia, Marco Aurelio 14, Ya cada día es más de noche; en el satírico-epigramático, Dad este escrito a las llamas o Epigramas confidenciales o Epigramas de la Gaya Ciencia; en la vertiente de poesía de viajes, Mapa de Grecia, Cuadernos de Barlovento, Relación verdadera de un viaje americano o Cuaderno de las Ínsulas Extrañas; finalmente, destacan las traducciones poéticas de Horacio, Espriu o J. V. Foix.


En lo que respecta a los textos escogidos de Badosa de que se hablaría en la presentación, se mencionaban los poemas siguientes (en riguroso orden de publicación): En memoria (Más allá del viento, 1956), De la posible historia de un amor (Historias en Venecia, 1971), Salamina (Mapa de Grecia, 1979), Astrelia (Cuadernos de Barlovento, 1986), el poema XXVIII (libro III, Epigramas confidenciales, 1986), Tikal (Relación verdadera de un viaje americano, 1994), Vinimos al silencio al que se nos llamaba (Marco Aurelio 14, 1998), el poema XIX (Epigramas de la Gaya Ciencia, 2000), Epitafio de un poeta renegado (Parnaso funerario, 2002) y Puesto que cada día es más de noche (Ya cada día es más de noche, 2006). Luego se citaban la versión en castellano de Salvador Espriu, Remor de cops d'aixada, no la sents? (Llibre de Sinera, Antología de Salvador Espriu, 1972) y la traducción de Horacio, Parcus deorum cultor et infrequens (XXV Odas de Horacio, 1992).





    1. TEXTOS ESCOGIDOS

Antes de hablar de la intervención del propio Enrique Badosa, que era el punto fuerte del acto poético, deseo hacer una breve referencia a sus textos escogidos.


En memoria (Más allá del viento)


Se trata de un soneto perfectamente ejecutado, con un esquema clásico: 11A, 11B, 11B, 11A; 11A, 11B, 11B, 11A; 11C, 11D, 11E; 11C, 11D, 11E, si bien las rimas son bastantes asequibles (ido, ado, ento, ada, ombra), que dice así:


"¿Qué caminos te tienen escondido?

Un roce te apartó de nuestro lado,

y dejaste de andar por un cansado

viento de puertas rotas al olvido.


Hacia un buscarte a ti tan sólo has ido.

Te inicias en tu muerte. Te has llamado

fuera de este lugar acostumbrado.

Te alejas de vivir. Te has conseguido.


¡Qué pronto te apartaba el pensamiento

de nuestra soledad tan acallada.

Pero queda el silencio que te nombra.


Ya recorres, veraz, extraño, lento,

tu plenitud sabida y encontrada,

donde vive en tu luz tu misma sombra."


Bellísima y emotiva composición entre canto y elegía escrita como para él mismo. Los caminos que buscaba ya los habrá encontrado y ahora ya no le perturba ningún olvido. Al alejarse de la vida ha conseguido ser él en todos los sentidos: se ha encontrado a sí mismo. Y aunque el pensamiento nos separaba de él tras su adiós, nos queda su recuerdo que lo tiene siempre presente. Se encuentra por fin en la plenitud que deseaba y “vive en su luz su misma sombra.”