martes, 14 de diciembre de 2010

CURSOS

TRES DRAMATURGOS ROMÁNTICOS



Ángel Saavedra, Duque de Rivas (1791-1865) nació en Córdoba. Votó la suspensión de Fernando VII y fue gravemente herido en la batalla de Ocaña durante la guerra de la Independencia. Tras sufrir destierro durante diez años, regresó a España y ocupó varios cargos políticos y académicos, como el de director de la Academia de la Lengua, tarea que desempeñó hasta su muerte.

Su obra abarca los siguientes géneros:
.-La leyenda en verso, uno de cuyos títulos más conocidos es La azucena milagrosa.
.-Los Romances históricos, entre los que destacan Una antigualla en Sevilla, El moro expósito o El solemne desengaño, del que destacamos los siguientes versos:

“No más abrasar el alma
con sol que apagarse puede,
no más servir a señores
que en gusanos se convierten.
Y desmayóse de nuevo
hundido en maligna fiebre,
que puso su noble vida
muy a pique de perderse.
Este Marqués de Lombay
estaba a los pocos meses
en una mezquina celda
confundido y penitente;
y predicando a los hombres
con ejemplo tan solemne,
el desprecio que a las pompas
del ciego mundo se debe.
Hoy san Francisco de Borja
le llama la Iglesia, y tiene
culto propio, con que buscan
su patrocinio los fieles.”

.-Pero su aportación más importante a la literatura española se debió al drama romántico. El estreno de su Don Álvaro o la fuerza del sino en 1835 representó el triunfo del Romanticismo en España. La obra, que expone el fatalismo que pesa sobre don Álvaro, cuyo amor por Leonor se ve vetado por el padre de ésta el marqués de Calatrava, entronca con el teatro tradicional español (olvida las tres unidades, mezcla el verso con la prosa y lo cómico con lo trágico, y su métrica es muy variada) y abre un nuevo camino que seguirán Hartzenbusch y Zorrilla, entre otros dramaturgos españoles. Otra obra dramática suya de parecido trazado es El desengaño de un sueño (1842).

He aquí una muestra extraída de Don Álvaro:

“DON ÁLVARO (Solo)
¡Qué carga tan insufrible
en el ambiente vital
para el mezquino mortal
que nace en sino terrible!
¡Qué eternidad tan horrible
la breve vida! Este mundo,
¡qué calabozo profundo
para el hombre desdichado
a quien mira el cielo airado
con su ceño furibundo!
Parece, sí, que a medida
que es más dura y más amarga,
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.
Si nos está concedida
sólo para padecer,
y debe muy breve ser
la del feliz, como en pena
de que su objeto no llena,
¡terrible cosa es nacer!”




Juan Eugenio Hartzenbusch (1806-1880) nació en Madrid de padre alemán. Aunque empezó ejerciendo el oficio de ebanista, y fue taquígrafo, oficial en la Redacción de la Gaceta de Madrid y traductor de obras teatrales, su cambio de rumbo llegó en 1837 cuando logró un triunfo sin comparación con su obra dramática Los amantes de Teruel. Llegó a ser académico y director de la Biblioteca Nacional.

Fueron meritorias sus ediciones de la Biblioteca de Autores Españoles y escribió fábulas en verso, como El león y la liebre o El caballo de bronce, del que destacamos los siguientes versos:

“Niños que de seis a once,
tarde y noche alegremente
jugáis en torno a la fuente
del gran caballo de bronce
que hay en la Plaza de Oriente:
suspended vuestras carreras,
pues hace calor, y oíd
una historia muy de veras,
y de las más lastimeras
que se cuentan por Madrid.
Este caballo años ha
estaba como quizá
sabréis, sin que yo lo indique,
puesto en el Retiro, allá
frente a la Casa del Dique…”

Pero fue más conocido por su drama romántico citado, Los amantes de Teruel, que trata de los amores desgraciados de Diego de Marsilla e Isabel de Segura, amores que, también por causas fatalistas, acaban con la muerte de los enamorados. A continuación copiamos un fragmento de la famosa obra.




“MARSILLA.
Mi nombre es Diego Marsilla,
y cuna Teruel me dio,
pueblo que ayer se fundó
y hoy es poderosa villa,
cuyos muros, entre horrores
de lid atroz levantados,
fueron con sangre amasados
de sus fuertes pobladores.
Yo creo que al darme el ser
quiso formar el Señor
modelos de puro amor
un hombre y una mujer,
y para hacer la igualdad
de sus afectos cumplida,
les dio un alma en dos partidas,
y dijo: “Vivid y amad”.
al son de la voz creadora
Isabel y yo existimos,
y ambos los ojos abrimos
en un día y una hora.
Desde los años más tiernos
fuimos ya finos amantes:
desde que nos vimos… antes
nos amábamos de vernos,
porque el amor principió
a enardecer nuestras almas
al contacto de las palmas
de Dios cuando nos creó…”





José Zorrilla y Moral (1817-1893) nació en Valladolid en el seno de una familia tradicional. Se trasladó a Madrid, donde se dio a conocer como poeta al leer unos versos ante la tumba de Larra, aquellos tan famosos que dicen:

“Ese vago clamor que rasga el viento
es la voz funeral de una campana,
vano remedo del postrer lamento
de un cadáver sombrío y macilento
que en sucio polvo dormirá mañana.”

Viajó por varios países de Europa y Méjico, donde encontró la ayuda del emperador Maximiliano. A su regreso a España, fue coronado en Granada como poeta nacional y más tarde ingresó en la Academia Española.

Zorrilla narró gran parte de su vida en el libro de memorias Recuerdos del tiempo viejo. Fue un gran versificador y escribió infinidad de poesías, entre cuyas colecciones destacan las Orientales, imitación de Víctor Hugo, una de las más conocidas es la que empiza

“Corriendo van por la vega
a las puertas de Granada
hasta cuarenta gomeles
y el capitán que los manda.
Al entrar en la ciudad,
parando su yegua blanca,
le dijo éste a una mujer
que entre sus brazos lloraba:
--Enjuga el llanto, cristiana,
no me atormentes así,
que tengo yo, mi sultana,
un nuevo Edén para ti…”

O las Leyendas en verso, entre cuyos ejemplos más conocidos destacan Margarita la tornera, tema ya tratado por el Rey Sabio, Berceo o Lope de Vega, y A buen juez, mejor testigo, de la que extraemos los versos siguientes:

“…Vaciló un poco Martínez;
mas, porfiando que jurase,
llevóle Inés hacia el templo
que en medio la vega yace.
Enclavado en un madero,
en duro y postrero lance,
ceñida la sien de espinas,
descolorido el semblante,
víase allí un crucifijo
teñido de negra sangre,
a quien Toledo, devota,
acude hoy en sus azares.
Ante sus plantas divinas
llegaron ambos amantes,
y haciendo Inés que Martínez
los sagrados pies tocase,
preguntóle:
--Diego, ¿juras
a tu vuelta desposarme?
Contestó el mozo:
--¡Sí juro!
Y ambos del templo se salen…”

Pero es en el drama romántico donde Zorrilla adquiere fama nacional. Son conocidísimos Traidor, inconfeso y mártir, El puñal del godo o, el más importante de todos, Don Juan Tenorio, que trata el tema del conquistador irredento, ya tratado por Tirso y Zamora, pero al que Zorrilla sabe dar una orientación cristiana, capaz de salvar a don Juan por medio del amor de doña Inés y el arrepentimiento en último extremo del protagonista. La obra está dividida en dos partes, cada una de las cuales tiene cuatro actos que suceden la misma noche; y entre una y otra parte transcurren cinco años. He aquí un fragmento de la famosa obra que, hasta no hace mucho tiempo, se representaba durante la fiesta de Todos los Santos.




“DON JUAN.
¡Injusto Dios! Tu poder
me haces ahora conocer
cuando tiempo no me das
de arrepentirme.
ESTATUA
Don Juan,
un punto de contrición
da a un alma la salvación,
y ese punto aún te lo dan.
DON JUAN
¡Imposible! ¡En un momento
borrar treinta años malditos
de crímenes y delitos!
ESTATUA
Aprovéchalo con tiento,
(tocan a muerto)
porque el plazo va a expirar
y las campanas doblando
por ti están, y están cavando
la fosa en que te han de echar.
(Se oye a lo lejos el oficio de difuntos.)
DON JUAN
¿Conque por mí doblan?
ESTATUA
Sí.
DON JUAN
¿Y esos cantos funerales?
ESTATUA
Los salmos penitenciales
que están cantando por ti.
(Se ve pasar por la izquierda luz de hachones y rezan dentro.)
DON JUAN
¿Y aquel entierro que pasa?
ESTATUA
Es el tuyo.
DON JUAN
¡Muerto yo!
ESTATUA
El capitán te mató
a la puerta de tu casa…”

Zorrilla con un lenguaje cercano al pueblo acertó a plasmar en su obra el folklore, las leyendas, las costumbres, la religión y las emociones que conocían y sentían sus paisanos. Elementos que en el teatro se vieron acompañados de una versificación sonora y fluida.



Lecturas y actividades

Lee los siguientes fragmentos, el primero perteneciente a Don Juan Tenorio, de Zorrilla, y el segundo a Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque de Rivas, y contesta las preguntas de abajo:

1.
“DOÑA INÉS.- (lee)
“Inés, alma de mi alma,
perpetuo imán de mi vida,
perla sin concha escondida
entre las algas del mar;
garza que nunca del nido 5
tender osastes el vuelo,
el diáfano azul del cielo
para aprender a cruzar;
si es que a través de esos muros
el mundo apenada miras, 10
y por el mundo suspiras
de libertad con afán,
acuérdate que al pie mismo
de esos muros que te guardan,
para salvarte te aguardan 15
los brazos de tu don Juan.”
(Representa)
¿Qué es lo que me pasa, ¡cielo!,
que me estoy viendo morir?
BRÍGIDA.-
(Ya tragó todo el anzuelo.)
Vamos, que está al concluir. 20
DOÑA INÉS.- (lee)
“Acuérdate de quien llora
al pie de tu celosía,
y allí le sorprende el día
y le halla la noche allí;
acuérdate de quien vive 25
sólo por ti, ¡vida mía!,
y a que tus pies volaría
si le llamaras a ti.”





2.
“DON ALFONSO.-
¿Me conocéis?
DON ÁLVARO.-
No, señor.
DON ALFONSO.-
¿No veis en mis ademanes
rastro alguno que os recuerde
de otro tiempo y de otros males?
¿No palpita vuestro pecho, 5
no se hiela vuestra sangre,
no se anonada y confunde
vuestro corazón cobarde
con mi presencia?... O, por dicha,
¿es tan sincero, tan grande, 10
tal vuestro arrepentimiento,
que ya no se acuerda el padre
Rafael, de aquel indiano
Don Álvaro, del constante
azote de una familia 15
que tanto en el mundo vale?
¿Tembláis y bajáis los ojos?
Alzadlos, pues, y miradme.
(Descubriéndose el rostro y mostrándoselo.)
DON ÁLVARO.-
¡Oh Dios… ¡Qué veo!... ¡Dios mío!
¿Pueden mis ojos burlarme? 20
¡Del Marqués de Calatrava
viendo estoy la viva imagen!
DON ALFONSO.-
Basta, que está dicho todo.
De mi hermano y de mi padre
me está pidiendo venganza 25
en altas voces la sangre.
Cinco años ha que recorro
con dilatados viajes
el mundo para buscaros.
Armas no tenéis, lo veo; 30
yo dos espadas iguales
traigo conmigo: son éstas;
(Se desemboza y saca dos espadas.)
Elegid la que os agrade.”

a) Averigua de qué tratan las dos obras y redacta sus respectivos argumentos.
b) Expón brevemente el contenido de ambos fragmentos y sitúalos dentro de la trama de la obra a que pertenece.
c) Comenta el valor de las acotaciones.
d) Explica los versos y las estrofas que aparecen en los fragmentos y escribe sus esquemas métricos.
e) Explica las metáforas del texto de Don Juan.
f) Comenta lo recursos expresivos empleados en el texto de Don Álvaro.

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