domingo, 31 de marzo de 2013

SEMANA MAYOR Sábado Santo

Una perla de esperanza


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Al atardecer sale de San Juan
La Soledad más sola y enlutada.
Suena la Salve en labios de las damas
que la acompañan en su desfile triste
por la ciudad del alma,
también de luto, con la mirada fija
en la tulipa que arde
en la noche callada.
La lluvia aguarda tras las nubes negras,
mientras el silencio, un ofidio
que serpea entre el desfile,
es la imagen del tiempo que perdura;
y el recuerdo, una lágrima
que en los ojos más puros de una niña
es una perla de esperanza.
Compás de espera, como el surco espera
que los granos germinen.
A lo mejor mañana…
Mientras tanto la Virgen con la mirada puesta
en las manos cogidas en un gesto que asume
el destino más alto, expone su dolor
ante el mundo de siempre.
Lo sé aunque no haya ido
este año a mirarla.
Lo sé porque he vivido
ese instante mil veces.
Mi novia desfilaba
con la blanca tulipa
y la triste mirada.
 

sábado, 30 de marzo de 2013

SEMANA MAYOR Viernes Santo

Mientras la marcha de Thalberg



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Labios para callar y corazón
para sentir mientras la marcha
de Thalberg sigue al paso
de la Soledad más sola. Mañana
de churros y aguardiente.
Tres Cruces, las campanas
mágicas de Barandales,
el río que nace y muere en San Frontis…
Por el cristal del tiempo
la mañana y la noche se hacen una.

Labios para callar
y corazón para sentir. La lluvia
acaso mojará el descendimiento
o la trémula lanza de Longinos
en la explanada de la Catedral,
pero siempre brillará en el alma
mi mirada bajo el capuz
de un santo Viernes Santo que no olvido.

 

viernes, 29 de marzo de 2013

SEMANA MAYOR Jueves Santo

El tiempo de las santas Esperanzas


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Me callo. Que hable aquel tiempo,
Que hablen aquellas mañanas
en que la Virgen salía
de la iglesia de la infancia.

Las Dueñas, el manto verde
bordado de estrellas blancas
y las tres hileras negras
de las hermanas calladas,
portando todas tulipas
y en los ojos una lágrima.

El Puente se lleva el paso
dejando atrás mi fiel plaza…
 
Me callo. Que hable aquel tiempo
de las santas Esperanzas.
 

jueves, 28 de marzo de 2013

SEMANA MAYOR Miércoles santo

El Silencio


 



 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Tú mirabas la sombra
de la cruz en el muro
avanzando hacia el mundo del silencio,
entre llamas amarillas y encarnadas
capuchas. El Silencio
avanzaba por las calles antiguas
de balcones apagados y faroles
despiertos. Sólo a veces
Retumbaba un tambor entre los pasos
de los cofrades. Tú mirabas
con mirada de niño las heridas
del Cristo que en la cruz agonizaba,
la sangre que corría
por su piel cenicienta…

Mirabas… ¡El recuerdo
es tan mágico a veces!
Pero anoche la lluvia
al Silencio privó de penitencia.
 
El charol de las calles,
tímido y solitario,
sólo vio a la nostalgia
cumpliendo el juramento.

 

miércoles, 27 de marzo de 2013

SEMANA MAYOR Martes Santo


 La esperanza

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ahora el puente sabe a río
que refleja faroles y cornetas,
caperuces morados y los pasos
del Jesús de San Frontis y la Virgen
de la Esperanza.
Me espera la plazuela del recuerdo,
la casa de la infancia y los visillos
del balcón movidos por la mano
de la madre que cose eternamente.
Es la hora de la despedida.
Jesús genuflexiona
ante la imagen de su Madre
y luego marcha solo hacia su iglesia
entre oscuros negrillos y el sollozo
del Duero en las azudas.
Mientras la Virgen de la Esperanza
enfila Cabañales para entrar
en las Dueñas. ¡Cómo grita
el recuerdo entre los carros!
El tiempo se agarraba al ojo blanco
de la luna en el Puente,
que ahora sabe a río que refleja
lo que deseo que jamás se escape
este amor a las cosas más pequeñas
que conmigo crecieron en la infancia.

 

martes, 26 de marzo de 2013

SEMANA MAYOR. Lunes Santo

Sueña el viento en la noche















Sueña el viento en la noche
con lágrimas de cera.
El Cristo de la Buena Muerte
pasa el Arco de Doña Urraca
mientras la noche reza
en el desván del alma
y el tiempo se hace un lío
entre los recuerdos de ayer
y las emociones presentes.
¿Estoy viendo las llamas de las hachas
Temblando mientras cantan los cofrades
“¡Jerusalem, Jerusalem!”
en la Plaza Santa Lucía?
¿O sólo es un reflejo de amor y de nostalgia?
Pero oigo campanas,
y tambores solemnes, y veo al viento
cómo azota las llamas de las hachas.
Sin embargo, no quiero abrir los ojos
y encontrarme con que no estoy allí,
en la ciudad del alma,
recordando lo que viví de niño,
viendo de vuelta a casa
al río de mi infancia recorrer
los saltos de la azuda,
los ojos benditos de la aceña.
¿Sueña el viento en la noche?
¿O sueño yo que estoy allí en la Plaza,
resuelto en fiel nostalgia, como siempre?
 


lunes, 25 de marzo de 2013

SEMANA MAYOR. Domingo de Ramos

Las aceitadas
 


 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Las aceitadas:

esos dulces perennes

que son de infancia.

 

Manos de madre

ponían en la harina

cariño y arte.

 

Y luego, en casa,

bajo el quieto baúl

su flor cantaba.

 

Su flor de anís

que en mis manos se abría:

¡jardín feliz!

 

Las aceitadas:

su nombre misterioso

me aniña el alma.

domingo, 24 de marzo de 2013

CURIOSIDADES ETIMOLÓGICAS


Papa, Pontífice, cónclave, encíclica, concilio, Iglesia, católico, cardenal, obispo, liturgia, misa...
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ahora que acaba de ser noticia la renuncia del papa anterior y la elección de un nuevo pontífice, Francisco I, es oportuno comentar el significado y origen de las palabras que titulan esta entrada, todas relacionadas en torno al máximo representante de la Iglesia católica.

Cónclave: “Lugar donde los cardenales se encierran) para elegir papa”, y también “Junta o asamblea que celebran con este objeto”. Tomado del latín “conclãve” (que significa ‘cuartito, habitación pequeña’ (extraña manera de denominar a la amplísima y hermosa Capilla Sixtina).

Concilio: Junta de prelados en la que se tratan temas importantes de la Iglesia. Del latín “concilum” (‘junta o congreso para tratar algo’)

Papa:Cabeza de la iglesia católica y jefe del Estado del Vaticano. Del latín “papas” (y éste del griego ‘pappas’).

Pontífice:El Papa, que es  el prelado que tiene el grado más elevado dentro de la iglesia católica y sirve de puente entre los fieles y Dios. Del latín “pontífex, pontífices” (‘que construye puentes’).

Obispo:Prelado de la iglesia católica que se encarga del gobierno eclesiástico de una diócesis. Del latín “epíscõpus” ( y éste del griego ‘epískopos’).

Liturgia:Conjunto de ritos y reglas que se siguen para celebrar los oficios divinos, especialmente la misa, y que son determinados por cada una de las iglesias. Del bajo latín “liturgia” (y éste del griego ‘leiturgia’), que significa “servicio público”.

Misa: Celebración eucarística. Del bajo latín “missa” (´despedida’, ‘misa’).

Cardenal:Cada uno de los prelados que forman el cónclave para elegir Papa. Del latín “cardinãlis” , que significa ‘fundamental’.

Católico: Que profesa la religión católica. Del latín “catholicus” (y éste del griego ‘katolikós’), que significa “universal”.

Encíclica: Carta solemne que dirige el Papa a los obispos y, a través de ellos, a los fieles de la Iglesia. Del latín “encyclica” (y éste del griego ‘énkúklios’), que significa “circular”.

Iglesia: Congregación de los fieles cristianos en virtud del bautismo. Del latín “ecclesia” (y éste del griego ‘ekklesia’), que significa “asamblea”. En minúscula, iglesia, significa “templo cristiano”.

 

viernes, 22 de marzo de 2013

MIS POETAS Jorge Manrique


Jorge Manrique

 
















Aquello tan oído y repetido de que “Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir” lo escuché de labios de mi maestro don Andrés muchas veces de niño, pero no supe que eran versos sacados de las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique (1440-1479) hasta bastantes años más tarde en el mundo aparentemente serio y responsable del Instituto, cuando el inefable don Ramón Luelmo nos explicaba cómo un hijo poeta habla de la muerte de su padre don Rodrigo, Conde de Paredes y Maestre de Santiago, serena, sentenciosamente, para enseñarnos a considerar la vida como un paso transitorio para lograr otra mejor, que todos los placeres son fugaces como el tiempo o la misma existencia y que la muerte iguala a todos los seres humanos sin tener en cuenta edad, raza, religión o condición social. A mí todo eso me parecía bien, pero nada más. Lo que me importaba en realidad de las Coplas era la maestría prodigiosa de Jorge Manrique para hablar con naturalidad de todas esas cosas sin que la métrica empleada, todo un despliegue de ritmos y rimas consonantes, entorpeciera esa limpia y serena naturalidad de un lenguaje cotidiano y sencillo que todo el mundo entendía.

 

Así empiezan las famosas

COPLAS

 

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

como se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el placer,

cómo después de acordado

da dolor,

cómo a nuestro parecer

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.

Y pues vemos lo presente

cómo es un punto se es ido

y acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo no venido

por pasado.

No se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar

lo que espera

más que duró lo que vio,

porque todo ha de pasar

de igual manera.

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar a la mar

que es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

y los más chicos;

allegados son iguales:

los que viven por sus manos

y los más chicos.

 

miércoles, 20 de marzo de 2013

CURIOSIDADES ETIMOLÓGICAS


Catástrofe, hecatombe, cataclismo.

 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Normalmente solemos emplear, para calificar una desgracia natural de considerables dimensiones, cualquiera de las tres palabras anteriores. Y así decimos indistintamente:

“Las riadas sufridas por el pueblo el invierno pasado han resultado ser una catástrofepara la ciudadanía.”

“Las riadas sufridas por el pueblo el invierno pasado han resultado ser una hecatombe para la ciudadanía.”

“Las riadas sufridas por el pueblo el invierno pasado han resultado ser un cataclismo para la ciudadanía.”

Pero ¿qué significan originariamente estas tres palabras que solemos emplear para definir la misma cosa?

Catástrofe. Tomado del griego “katastrophé” (que significa ‘ruina, trastorno, desenlace dramático), y éste de “katastréphõ” (`yo destruyo’).

Hecatombe.Deriva del griego “hekatómbe” ( que significa ‘sacrificio de cien bueyes’) de “hekatón” (‘cien’) y “bûs” (‘buey’). Los antiguos solían sacrificar a los dioses cien bueyes para aplacar su ira.

Cataclismo.Procede del latín “cataclysmos” (que significa ‘diluvio?), y éste del griego “kataklysmós” (también ‘diluvio’), derivado a su vez de “kataklýzõ” (que significa ‘yo inundo’). Parece que es el único significado que se acerca a las “riadas” de la frase.

Mientras que un diccionario corriente las define del siguiente modo:

Catástrofe: Suceso que causa mucho mal.

Hecatombe: Desastre con muchas víctimas.

Cataclismo: Trastorno de gran magnitud que sufre la Tierra o parte de ella a causa de un agente natural.

lunes, 18 de marzo de 2013

MIS POETAS Pablo Neruda


Pablo Neruda

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ahora que los medios de comunicación dicen que van a exhumar los restos mortales del poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973) ante la duda de si fue envenenado o simplemente murió debido a una enfermedad larga y grave como el cáncer, recuerdo que el autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada desde muy pronto ha estado presente en la lista de mis poetas admirados y leídos. Su relación con poetas españoles de la generación del 27 y la trágica guerra civil me lo acercaron aún más. Siempre me gustaron sus Odas elementales, cánticos fervorosos a las cosas más humildes y cotidianas (la cebolla, los calcetines, el vino, la alcachofa, el libro...) cuyo lenguaje bellísimo lleno de metáforas y personificaciones llega al alma y el corazón del lector. Pero también disfruto con los elementos surrealistas que emplea en otros libros como Residencia en la tierra,  las notas sensoriales propias del Modernismo en obras como Crepusculario y la pasión y el romanticismo del citado

 

VEINTE POEMAS DE AMOR…

 



Éste es el Poema 12:
 
 
"Para mi corazón basta tu pecho,

para tu libertad bastan mis alas.

Desde mi boca llegará hasta el cielo

lo que estaba dormido sobre tu alma.

 

Es en ti la ilusión de cada día.

Llegas como el rocío a las caracolas.

Socavas el horizonte con tu ausencia.

Eternamente en fuga como la ola.

 

He dicho que cantabas en el viento

como los pinos y como los mástiles.

Como ellos eres alta y taciturna.

Y entristeces de pronto, como un viaje.

 

Acogedora como un viejo camino.

te pueblan ecos y voces nostálgicas.

Yo desperté y a veces emigran y huyen

pájaros que dormían en tu alma.

 

 

miércoles, 13 de marzo de 2013

SABER DE POESÍA (8)


II. DEL LIBRO DE POEMAS

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
En primer lugar habría que partir de la base de que un buen libro de poemas es, en principio,  el que está formado por buenos poemas, independientemente de si está más o menos bien estructurado y el título es lo suficientemente claro como para saber y aunar de entrada el contenido del libro, ambos factores, junto a otros que examinaremos a lo largo de este segundo apartado de nuestro modesta contribución, igual de importantes que el que sirve de arranque para el presente párrafo.

Ejemplos de buenos libros que parten del hecho incontestable de estar formados por versos y poemas de alta calidad los encontramos en nuestra propia poesía.

Para no hacer exhaustivo este apartado, citaremos por orden cronológico una veintena de títulos desde Jorge Manrique a Miguel Hernández:

 

Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique (1440-1478)

Buenos ejemplos de estrofas de pie quebrado (cuyo esquema métrico es 8a 8b 4c 8a 8b 4c) agrupadas de dos en dos y separadas por números romanos (hasta un total de 40), que, además de trazar una semblanza del padre del poeta y su conformidad cristiana ante el hecho de morir,  hablan de la conveniencia de vivir rectamente la vida terrena para lograr la vida de la fama y la salvación eterna y del poder igualatorio de la muerte.

Así empieza el libro:

“Recuerde el alma dormida

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte,

tan callando;

cuán presto se va el placer,

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer,

cualquiera tiempo pasado,

fue mejor.”

 

En el caso que nos ocupa, se cumplen a la perfección los tres aspectos citados en el primer párrafo:

Obra con calidad de versos y poemas,

Con título claro que permite saber y aunar el contenido de la obra y

Con estructura cerrada.

 

lunes, 11 de marzo de 2013

MONÓLOGOS TEATRALES (1)


MONÓLOGO DE LA SOMBRA

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La acción transcurre en una celda. A la izquierda, junto a los barrotes, situados en la falsa pared del público, se halla el camastro donde descansa el preso.

PRESO (Despierta y, reparando en el público, se levanta y se agarra a dos barrotes.) Se preguntarán por qué estoy aquí. Todo empezó una noche en el lavabo de casa en que una sombra se me metió en el ojo derecho. Apenas duró un instante, pero cuando volví a la cama caí tan profundamente dormido, que al despertar era ya muy tarde. (Pausa.) En el trabajo me llevé una solemne bronca del jefe. Menos mal que, gracias a la visión que había adquirido de repente mi ojo derecho, en nada rellené los documentos acumulados sobre mi mesa. (Pausa.) Esa misma noche me ocurrió lo mismo, pero esta vez la sombra se alojó en este ojo. (Señalándose el izquierdo.) (Pausa.) Caí de nuevo en la cama, (Juntando las manos a un lado de la cara), y dormí como un bebé hasta las doce del día siguiente. Esta vez el jefe se puso como un basilisco y me amenazó con despedirme si volvía a llegar tarde. Pero como que el día anterior, mi inmejorable visión me ayudó a acabar en un tiempo récord la ingente tarea que me esperaba. (Da unos pasos por la celda. Regresa a los barrotes.) Me acostumbré a esperar con ansiedad la benefactora presencia de la sombra. Porque debo decirles que yo era entonces un cúmulo de imperfecciones físicas: (Se irá señalando cada lugar mencionado.) cataratas, próstata, artrosis en las manos… (Pausa.) El caso es que la tercera noche la sombra vino a mis manos. (Pausa.) Al instante noté una agilísima actividad en los dedos. (Los agita fuera de los barrotes.) Contento como una castañuelas, me metí en la cama y no desperté hasta la tarde del día siguiente. (Pausa.) Cuando llegué al trabajo, mi jefe me esperaba con la carta del despido. Le saludé como siempre mientras advertía que mis ojos podían ver el fajo de billetes que escondía en uno de los bolsillos de su americana; así que, sin mediar palabra, con una mano le cogí la carta y con la otra, con una agilidad a toda prueba, le saqué del bolsillo el fajo de billetes sin que notara nada. Salí del despacho y enfilé el pasillo de salida pensando que para nada necesitaba yo volver a trabajar con la estupenda visión y las agilísimas manos que mi querida sombra me había proporcionado. (Pausa.) (Pensativo, da unos pasos por la celda. Vuelve a los barrotes con gesto serio.) Pero advertí enseguida que a medida que daba un nuevo paso hacia la salida se alargaba un metro más el pasillo que tenía delante. Al poco tiempo era ya un túnel y no parecía terminar nunca. (Con un tono de voz cada vez más elevado.) Entonces decidí darme la vuelta y regresar al despacho mientras la idea de devolverle el dinero a mi jefe para ver si me reintegraba al trabajo me rondaba la cabeza. Pero también el pasillo de ese lado empezó a alargarse y cuanto más deprisa andaba en esa dirección, más se estiraba el pasillo y la puerta del despacho enseguida se hizo un punto en la lejanía. (Pausa. El tono de su voz se vuelve triste y apagado.) Un túnel infinito llevaba a la salida y otro túnel infinito al despacho del jefe. Y yo en medio de ninguna parte. Así que, atenazado por el pánico y en un último intento de salir de aquel laberinto, pedí ayuda a mi querida sombra, ayuda que no se hizo esperar. (Señalándose la cabeza.) Entró directamente en mi cabeza y, en medio de una gran tranquilidad, perdí el conocimiento. (Pausa.) (Torna a separarse de los barrotes para sentarse sobre su camastro.) Lo que pasó desde entonces hasta este momento se lo pueden imaginar. Descubrieron el dinero del jefe en mi poder y me trajeron aquí. (Torna a levantarse y a agarrarse de los barrotes.) Ah, y de la sombra, nada de nada. (Ríe irónicamente.) Lo que sí estoy haciendo es pasar una temporada a la sombra (Ríe de nuevo.)

FIN

martes, 5 de marzo de 2013

EL RELATO DEL MES


                                    LOS TEBEOS DE ANTOLÍN                                                           

 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Cuando me colé en el cuarto donde estaba el ataúd con el cuerpo de Antolín, tan quieto y tan amarillo, me pareció estar en otro mundo. Su cara ya no era la de aquel niño que intentaba a veces sonreír cuando le contábamos alguna de nuestras aventuras por las huertas del barrio o las últimas hazañas de Carlos el Latas en el río ante la mirada asombrada de decenas de personas asomadas a la barandilla del Puente.

Antolín, metido en una caja de madera barnizada, tenía la nariz afilada, las manos cruzadas sobre el pecho y un rosario enredado entre los dedos. Como no había allí nadie más que yo, me incliné sobre él y le toqué una mano. ¡Qué helada estaba! ¡Qué tristeza me entró de repente!

Pero no se me escapó ni una lágrima. ¡Qué cosas más raras nos ocurren cuando somos niños! A veces llorábamos viendo una escena tonta de una película de dibujos animados, y otras permanecíamos con los ojos secos aunque tuviéramos muchas ganas de llorar. Como yo cuando estaba a solas con el ataúd donde se helaba el cadáver de Antolín.

La madre entró con una corona de flores en el cuarto donde estaba su hijo de cuerpo presente y la colocó a los pies de la cama. Entonces reparó en mí y, mientras me acariciaba la nuca, se le escapó un sollozo. Me escurrí hacia la sala contigua donde estaban los familiares y los vecinos rezando el rosario en torno a una mesa llena de dulces y algunos licores.

Luego llegó don Alberto acompañado de un monaguillo y eso fue el toque de alarma para que las mujeres allí reunidas estallaran en llanto. Yo sabía que iba a empezar de un momento a otro la parte más dolorosa del velatorio, aquella en la que el cura se dirigiría al ataúd donde dormía para siempre Antolín para rezar los responsos con voz grave y triste mientras el hisopo lanzaba agua bendita sobre el cuerpo muerto y en los rincones de la estancia despertaban las intensas fragancias de las coronas de flores.

Y luego ocurrió lo que yo nunca me había imaginado. Durante unos segundos don Alberto, mientras decía aquello tan terrible de “Dies irae… lux aeterna… requiescat in pace…”, tembló de arriba abajo. Durante unos segundos su negra sotana se agitó como un junco bajo el viento. Lo juro. Él, un hombre de Dios, siempre tan fuerte en los diversos avatares de la vida, estaba verdaderamente emocionado por la muerte de Antolín. Entonces sentí un calambrazo en la espalda y unas ganas inmensas de deshacerme en lágrimas.

Salí a la calle y bajé hasta la orilla del río. Allí, mientras el agua bajaba brincando sobre los guijarros camino del primer ojo del Puente, di rienda suelta al llanto. Cuando, al cabo de un rato me sentí aliviado, empecé a subir la cuesta mientras pasaban raudamente por mi cabeza mil momentos de la vida del barrio, con sus personajes más carismáticos y sus aventuras más chocantes, los juegos con los amigos, el aire del soto, la piedra Lupe, las tartanas del señor Rafael, los pichones de la aceña, los recortes de pan de ángel, la carcoma de la iglesia, los gusanos de seda y los tebeos de Antolín…

Y aunque sabía muy bien que la gente nace, vive y acaba muriéndose, vi con claridad la enorme diferencia entre la muerte del señor Longinos, que había muerto muy mayor, y la de Antolín, que se había ido siendo todavía un niño. Al menos el señor Longinos había vivido y disfrutado lo suyo, pero ¿y el pobre Antolín? Siempre atado a su silla de ruedas y sin haber podido bañarse ni una sola vez en el río, subir a los árboles a coger nidos o saltar las tapias del Carruco para robar unas cuantas peras... Instantáneamente pensé en la injusticia del mundo y de la vida.

Cuando llegué a casa, ya mi madre había vuelto del entierro. Se me ocurrió decirle:

--He visto llorar a don Alberto.

Mi madre me miró fijamente a los ojos. Luego, con toda la delicadeza del mundo me preguntó:

--¿Sí?

--Sí. Cuando bendecía el ataúd con el hisopo de agua bendita.

Mi madre me revolvió el pelo, como siempre que me veía preocupado. Luego dijo:

--Piensa, hijo, que don Alberto antes que cura es hombre, y tiene sentimientos como los demás. ¿A quién no hace llorar la muerte de un niño?

Y me abrazó tanto que casi me deja sin respiración. Luego cambió de tema:

--La madre de Antolín me ha dicho que, cuando pasen unos días, te acerques por su casa, que tiene que decirte algo.

Las palabras de mi madre me sorprendieron.

--Pues hoy me ha visto y no me ha dicho nada.

--Hoy no era día para decir muchas cosas, ¿no crees?

Y volvió a estrujarme entre sus brazos.

Al cabo de una semana aún seguía sin atreverme a pasar por la casa de Antolín para ver qué quería decirme su madre. Y una tarde que bajaba a pescar barbos al garbanzo,  la madre de Antolín me llamó al pasar. Dejé la caña en la puerta y seguí a la mujer hasta el interior de la casa. Me extrañó el silencio que había allí dentro y, de refilón, eché una ojeada a la habitación del niño muerto. Un escalofrío me bajó por el espinazo al entrever en las sombras del cuarto su silla de ruedas.

--¿Quieres un poco de pan con chocolate?—me preguntó solícita.

--No, gracias. Ya he merendado.

--Como quieras. Siéntate un momento.

La obedecí y, mientras ella entraba en la habitación del chico a buscar algo, yo apoyé los codos sobre la mesa del comedor cubierta con un hule donde tantas veces había hablado con Antolín mientras cambiaba con él las aventuras de Roberto Alcázar y Pedrín, El Cachorro o El Guerrero del Antifaz, siembre ante la mirada atenta de su madre.

Un montón de recuerdos de escenas entrañables se agolparon en mi cabeza. Pero no tuve tiempo de recrearme con ellos porque la mujer de la casa apareció portando dos cajas que enseguida reconocí. El corazón me dio un vuelco cuando las puso delante de mí. Luego me cogió las manos y me miró a los ojos profundamente. Me dijo:

--Sé cuánto te quería Antolín. Siempre hablaba de ti y decía que eras diferente de los que venían a cambiar sus tebeos con él. Decía que tú sabías cuidarlos y contabas sus aventuras como nadie. Por eso he creído que sus tebeos debes tenerlos tú.

Se me hizo un nudo en la garganta y no pude evitar que se me empañaran los ojos. Le di las gracias.

Minutos después, con la caña al hombro y las cajas de tebeos bajo el brazo, me olvidé de la pesca y regresé a casa llorando a moco tendido. La primera en verme con los ojos rojos fue mi hermana Mari. De un golpe me limpié las lágrimas con el dorso de la mano para que no me viera.

--Has llorado—dijo con cierto tono de burla.

--¡Qué va!—respondí haciendo notar al momento mi orgullo de niño--. Ha sido un granito de arena que se me ha metido en el ojo.

Luego fui a la sala donde cosía mi madre ante la luz que entraba por el balcón. Le di un beso y le conté lo que me había pasado con la madre de Antolín y lo que me había dicho, aunque no fui capaz de terminar, ahogado por los sollozos.

--Deberías estar contento—me dijo.

--Y lo estoy, pero no puedo dejar de llorar.

 
(Del libro Cuentos del Barrio)