viernes, 26 de mayo de 2017

VIAJE A ITALIA 2017 (I)



PRIMER DÍA. 
Mañana
A poco más de las ocho y media de este viernes especial, 19, ya hemos despertado a medio mundo, tras ver amanecer en el piso del ensanche. Lo digo porque sobre un mar de nubes estamos volando los Tres hacia Bolonia (¿o debía decir Volonia? Jajajá).

 

Ya pasan de las tres y media de la tarde. Primera siesta en Bolonia y primera comida en nuestro apartamento de Cadutti di Cefalonia, en el mismo corazón artístico de la ciudad docta, grossa y rossa. Desde el apartamento podemos ver importantes siluetas artísticas de la ciudad, entre ellas la emblemática Torre Asinelli. Se trata de un acogedor apartamento con código personal de acceso que se halla en un palacio del siglo XIII en una de cuyas esquinas se levanta otra de las monumentales torres de defensa. A la hora mencionada ya llevamos en la retina gran parte del centro histórico (no en balde nos encontramos a unos pasos de la Piazza Maggiore y de la Fuente de Neptuno, ahora cubierta por obras de restauración). Entre lo más significativo que hemos visto hasta ahora se halla la basílica gótica de San Petronio, que no fue más allá en sus colosales dimensiones por disposición del Papa de entonces que no quería que ningún otro templo superase a San Pedro de Roma y se quedó como se quedó, y a medio vestir la fachada de mármol, para mayor vergüenza de su desnudez; menos mal que ya en las puertas puede admirarse la mejor escultura de aquel tiempo (Quercia, Lombardi…), y en cuanto a su magnífico interior, cuenta con un coro del Quattrocento, dos órganos monumentales, el ciborio del altar mayor construido por Vignola y otras bellezas artísticas como los frescos de las paredes pintados por Módena, el mejor para mí el del Juicio Universal, o la Meridiana de Cassini, la más larga del mundo; como curiosidad literaria, el poeta Carducci dedicó a la basílica el poema titulado En la plaza de San Petronio:
“Surge nel chiaro inverno la fósca turrita Bologna,
 /e il colle sopra bianco di neve ride.
/È l’ora soave che il sol morituro saluta /
le torri e ’l tempio, divo Petronio, tuo; /
le torri i cui merli tant’ala di secolo lambe, /
e del solenne tempio la solitaria cima. /
Il cielo in freddo fulgore adamàntino brilla; /
e l’aër come velo d’argento giace /
su ’l fòro, lieve sfumando a torno le moli/
che levò cupe il braccio clipeato de gli avi. /
Su gli alti fastigi s’indugia il sole guardando /
con un sorriso languido di vïola, /
che ne la bigia pietra nel fósco vermiglio mattone /
par che risvegli l’anima de i secoli, /
e un desio mesto pe ’l rigido aëre sveglia /
di rossi maggi, di calde aulenti sere, /
quando le donne gentili danzavano in piazza
e co’ i re vinti i consoli tornavano. /
Tale la musa ride fuggente al verso in cui trema /
un desiderio vano de la bellezza antica.”

Resultado de imagen de plaza verdi bolonia
Tarde
Tras la siesta, de nuevo en la calle, siguiendo la ruta que nos marca el familiar cicerone. Por Via Zamboni nos dirigimos a la zona universitaria, y sobre las cinco y media de la tarde estamos sentados en la plaza de Verdi, junto a la ópera, en una terraza de un bar plagado de estudiantes que charlan, beben y fuman sin parar. Probamos los famosos “spritzs”, refrescos con alcohol que recuerda la ocupación austriaca; esta parte histórica no nos interesa para nada en este presente feliz y turístico, artístico y mundial que estamos viviendo en Bolonia; sólo el espíritu juvenil que ha vuelto de repente a nuestras vidas. Mientras bebemos y charlamos (el fumar ya no es tan importante), escuchamos el cántico de las campanas de S. Giacomo Maggiore, que está aquí, cerca de nosotros y que yo apunto en mi libreta de acuarela para inmortalizar un poquito este momento. Poco antes visitábamos por supuesto esta basílica románico-gótica, mucho más pequeña que San Petronio, pero muy interesante (allí descubrimos un extraordinario grupo escultórico de Alfonso Lombardi en la tumba del jurisconsulto Malavolta, en la girola del templo. Acabado el placentero rato del rosado “Spritz”, nos metemos por las calles silenciosas ahora cercanas a la Via de San Vitale, adonde vamos buscando una heladería artesanal para degustar  tan emblemático producto de la tierra. Por San Vitale accedemos a la plaza de las Dos Torres (la vuelta ha sido casi completa) y cerramos el círculo del paseo al pie de los versos que Dante dedicó a la torre Garisenda, la mocha, la torcida, la que se cae de vergüenza ante la esbeltez y valentía de su hermana la Asinelli, versos del Infierno de su Divina Comedia:
“Qual pare a riguardar la Carisenda / sotto ‘l chinato, quando un nuvol vada / sovr’essa sì ched ella incontro penda; / tal parve Anteo a me che stava a bada / di vederlo chinare, e fu tal ora / ch’ i’ avrei voluto ir per altra Strada.”


SEGUNDO DÍA
Mañana
El primer día en Bolonia se nos ha ido como un vuelo de vencejo, como el sabor inconfundible del “spritz”. Y el segundo día, sábado 20, me despierta a las 7 y media de la mañana una franja de luz que entra por las cortinas de la ventana de nuestro dormitorio. Ardiendo de ilusión me levanto y abro la ventana a los tejados y al fornido volumen cuadrado de la torre del palacio donde está el apartamento. Entre unos y otra descubro un cielo azul purísimo poblado de vencejos que chillan y vuelan sin parar dando  la bienvenida al día. Y en cuanto a mí, aunque no he pasado buena noche, pensando en la ruta que nos espera hoy, nuevas emociones, otras calles, otros monumentos, lo vivo todo con buen espíritu. Y en espera de que se haga el desayuno, me asomo al resto de las ventanas del apartamento para saludar las partes más altas del palacio Podestá, del Ronzani, el trozo descarnado de San Petronio y la torre Asinelli, que aquí en Bolonia es como la Torre Eiffel en París.

Resultado de imagen de torre garisenda di bologna

Puestos en camino, entramos en la calle de la Independencia, pórticos a un lado y a otro (lo de los pórticos, la terracota, los embutidos, las torres y los “spritzs” ya son un clásico para mí en Bolonia, sin olvidar el románico, el gótico y el renacentista, que en sí mismos formarían un volumen infinito). En los soportales de la derecha encontramos enseguida la catedral de San Pietro. No pararía de visitar este hermoso templo, fachada barroca con pilastras corintias, cuyo interior, una nave única con capillas laterales que disponen de deambulatorio, encierra un tesoro de bellísimas sorpresas, la principal de ellas para mí la constituye el grupo escultórico en terracota de Lombardi Cristo muerto con las Marías que lloran, en el que destacan las figuras de Cristo yacente tendido en primer término sobre un lecho y las tres mujeres que lamentan la muerte de Jesús (el realismo de estas cuatro figuras y el resto impresiona vivamente a quien nada más entrar en el templo repara en el grupo, situado ya en la primera capilla de la derecha).
Resultado de imagen de cristo muerto de lombardi bolonia 
Son curiosas también las figuras de leones en mármol rosa que, repartidos por el templo apresan entre sus garras varios animales y sostienen con sus cabezas sonrientes pilas de agua bendita o pequeños andamios para las velas. Sin olvidar el magnífico órgano que muestra con orgullo a nuestro asombrado paso sus enormes tubos grises, lápices gigantes que parecen esperar el momento de dibujar la música solemne y sagrada en las altas bóvedas de la nave central.

Resultado de imagen de cristo muerto de lombardi bolonia 

Dispar contraste entre el silencio de San Pietro y el barullo de gente que se arremolina en torno de los puestos de ropas del mercadillo de la plaza del 8 de agosto, mientras el tráfico rodado pone su discordante sinfonía de cláxons y rodar de ruedas. Al fondo descubrí el arbolado del parque más importante de Bolonia, el de La Montagnola, de triste recuerdo para nosotros, pues hace casi treinta años durante una rápida visita a Bolonia, sufrimos el robo de una maleta que dejamos durante un rato en el vehículo donde viajábamos en aquella ocasión, antes de continuar nuestro viaje a Venecia y Florencia. Gracias a Dios, las circunstancias de este viaje de ahora no tienen nada que ver con aquel. Aun así, dimos una vuelta por el parque, árboles centenarios, fuentes esculturales (las de los leones cazando y las gigantescas tortugas siguen en pie, pero el agua brilla por su ausencia) y vagabundos, que a estas horas de la mañana, casi las once, están todavía en alguno de sus duros sueños. 

Resultado de imagen de canales bolonia 

De vuelta hacia el centro, descubrimos viejos canales que nos recordaron algunos de Venecia (el Reno, el río de Bolonia, no anda lejos). Subiendo por Independencia, encontramos una tienda donde hacen a la vista del público riquísimos tortellini y decidimos comprar una buena cantidad para la comida de hoy en el apartamento. El cansancio del primer día, con una noche regular por medio, ya va haciendo su efecto en las piernas y los pies, por lo menos en mí. Así que sobre las doce, mientras ellos dos hacen la compra para la comida, me meto en la iglesia de los Santos Gregorio y Siro, situada en la calle Monte Grappa, a descansar y a escribir unos apuntes. Hay un filipino haciendo la limpieza del templo y me temo que por sus miradas me está diciendo que he llegado en una mala hora. Efectivamente, mientras observaba una capilla dedicada al Santo del Opus Dei, al que llegué a conocer en persona cuando yo era profesor en un Colegio de Barcelona que regía la Obra, me avisó de que la iglesia iba a cerrarse al público (en Bolonia muchos templos cierran a mediodía). Obedientemente recogí los bártulos y salí de nuevo a la calle, desde la cual se puede contemplar en todo su esplendor el hermoso campanario de la catedral de San Pietro, justo donde empezamos esta mañana el “percorso”, como le gusta decir a nuestro querido cicerone familiar. Doy un paseo en espera de que los dos acaben de comprar en el COOP y saludo nuevamente a la estatua de bronce de Ugo Bassi, patriota religioso fusilado que, subido a su pedestal en la calle de su mismo nombre, continúa señalando con su dedo índice extendido un lugar fuera de la vía, ahora muy concurrida. A mí me parece un dedo acusador de la intolerancia religiosa, a la vez que confirma su fe independiente. 

Resultado de imagen de ugo bassi bologna 

Con la compra en las manos, entramos en una gelatería artesanal a tomarnos un helado de dos gustos (un helado al día y cada día dos gustos: hoy he escogido pistacho y mango).

Tarde
Tras la comida en el apartamento, que nos sirve de placentero descanso en medio de este ir y venir por las arterias de Bolonia (también incluyo una pequeña siesta), revisamos las cosas que más nos han gustado de la mañana y las fotos que hemos hecho, para borrar aquellas que no nos gustan o que repiten los mismos motivos. Y a patear. Si quieres descubrir una ciudad en su vida diaria y disfrutar a la vez de sus monumentos artísticos, debes concienciarte para andar hasta el agotamiento siguiendo cada día, cada mañana, cada tarde, un nuevo “percorso”, un nuevo itinerario o recorrido. Para que puedas además premiarte con un helado, una buena comida, una “birra” y también, como en nuestro caso, un “spritz”. Hoy toca, entre otras cosas, visitar con la suficiente tranquilidad la zona de Santo Stefano. 

Resultado de imagen de santo stefano bolonia 

Y sobre las 4 y media de la tarde estamos entrando en el complejo religioso medieval que lleva el nombre de nuestro santo, el protomártir de la Iglesia, complejo que ha sido bautizado más de una vez como la Santa Jerusalén de Bolonia. Construido en el siglo V por el obispo Petronio, el de la basílica de la plaza Mayor, contiene una reproducción del Santo Sepulcro, que es lo primero que vimos, siempre guiados estupendamente por nuestro especial cicerone, que me señala en la cripta la columna que se trajo de Jerusalén y que recuerda la estatura que tuvo Jesucristo, que es la nuestra más o menos. 
El recorrido es emocionante: los ojos, ante tanta belleza artística y significación humana, no dejan de mandar al corazón mensajes de ternura y caridad. En las paredes del Crucifijo los frescos hablan de la vida de San Esteban. Aquí estuvo enterrado san Petronio antes de que sus restos fueran trasladados a la basílica que lleva su nombre. Nuevas emociones al pasar a la iglesia de los santos Vital y Agrícola, cuyos sarcófagos, hoy vacíos, muestras ricos relieves de leones, pavos reales, ciervos… Y la cruz que hay en una de las paredes dicen que es la que portaba Agrícola cuando fue martirizado. Como enamorado visitante de estas cosas, me dejo llevar gustosamente por el aire encantador de las leyendas (¿y si fuera verdad lo que cuenta el pueblo devoto?). Nuevas sorpresas nos esperan en el patio de Pilato. El cicerone nos llama la atención sobre la pila de mármol que se levanta en el medio, ahora rodeada de gente que quiere hacerse fotos con ella. Según la leyenda, en ella se lavó las manos Pilato para dejar en manos de la chusma la pasión y muerte de Jesús. Más real que eso… También hay un gallo de piedra del siglo XIV que recuerda el que cantó por tres veces consecutivas mientras Pedro negaba conocer a Cristo otras tantas. El claustro de San Esteban es un lugar apropiado para recapacitar en todo lo que hemos visto. Me inspiro en las paredes, en las columnas, en el espacio de cielo, como hizo Dante para escribir la Divina Comedia (salva sea la diferencia) para redactar estas notas que morirán sin gloria pero que hasta ese momento llegue me servirán para recordar una hora de una tarde de mayo de 2017 en este sagrado lugar donde las citas se repiten en las paredes. “El más rápido en transformarse en cruz.” “Visten el color de la muerte, pero son la más bella expresión de la vida.”

Resultado de imagen de santo stefano bolonia 
A las cinco y media nos sentamos en la terraza del bar Agricola e Vitale, los dos protomártires cristianos cuyos sarcófagos acabamos de ver en la basílica del conjunto de San Esteban, que inundados de sol y visitantes muestra su estampa al otro lado de la explanada de cantos que nos separa de ella. Tres, habituales ya, “spritzs” nos acompañan generosos en la mesa, junto a la libreta de acuarela donde hago el segundo apunte de Bolonia. A la izquierda de la explanada se levanta igualmente un edificio civil de hermosa arquitectura, el Palacio Cavazza, con el remate lleno de cabezas de piedra que se asoman a la plaza y la parte inferior abierta con airosos arcos apuntados. Al acabar nuestras bebidas atravesamos el palacio por patios encantadores y lugares de esparcimiento llenos de vida y salimos a la estrada Maggiore. Vista de la omnipresente torre Asinelli. Recorremos nuevos rincones hasta ahora nunca vistos y volvemos a la via Rizzoli, esquina con las Dos Torres. Un selfie de los Tres nos parece necesario a estas alturas de nuestra estancia en la ciudad de las torres.
Sobre las siete de la tarde entramos en la famosa librería Feltrinelli en busca de algún libro especial sobre Bolonia y tras los primeros tanteos encuentro uno cuyo título ya despierta mi curiosidad e interés, detalles que casi siempre constituyen el punto de partida de una lectura provechosa: 101 stori su Bologna che non ti hanno mai raccontato- c’é un’altra città nella città; como se ve, un título harto elocuente de un libro que contiene anécdotas, hechos curiosos, apuntes biográficos sobre las más diversas figuras relacionadas con la historia de Bolonia y sobre las adversidades sufridas por la propia ciudad. Un libro escrito por Margherita Bianchini que me tendrá muy ocupado a partir de ahora mismo.

sábado, 6 de mayo de 2017

BICENTENARIO DEL POETA MELÉNDEZ VALDÉS




 

Dentro de unos días, concretamente el próximo 24 de mayo se cumplen los doscientos años del fallecimiento del poeta extremeño Juan Meléndez Valdés, y no quiero dejar pasar la ocasión de dedicarle un recuerdo. Había nacido también en mayo 63 años antes en Ribera del Fresno, Badajoz. No es extraño, pues, que la primavera con su alegría y ganas de vivir, los ríos y los árboles estén siempre presentes en su poesía. En el retrato que de él hizo uno de nuestros principales pintores, Francisco de Goya y Lucientes, aparece, sin embargo serio y con mirada entre triste y soñadora. Y acertó porque la causa de ese carácter melancólico que siempre tuvo se halla en el hecho de que se quedara huérfano de madre aún muy niño y a los veinte perdió también a su padre. Pocos años más tarde sufrió además la dolorosa pérdida de un hermano. Paralela a su trabajo como catedrático de Derecho en la Universidad de Salamanca, fiscal, juez y canciller, es su labor como poeta, género en el que destacó sobremanera (sus composiciones anacreónticas, por ejemplo, son de una calidad indiscutible). El conjunto de sus poemas se recogió en Poesías (Imprenta Real, Madrid, 1820). He aquí una selección de versos de su poema De la primavera:

 

“La blanda primavera
derramando aparece
sus tesoros y galas
por prados y vergeles."
(…)
"De esplendores más rico
descuella por oriente
en triunfo el sol y a darle
la vida al mundo vuelve."
(…)
"Con su aliento en la sierra
derretidas las nieves,
en sonoros arroyos
salpicando descienden."
(…)
"Revolantes las aves
por el aura enloquecen,
regalando el oído
con sus dulces motetes;
y en los tiros sabrosos
con que el Ciego las hiere
suspirando delicias,
por el bosque se pierden,
mientras que en la pradera
dóciles a sus leyes
pastores y zagalas
festivas danzas tejen."
(…)
"Y nosotros, amigos,
cuando todos los seres
de tan rígido invierno
desquitarse parecen,
¿en silencio y en ocio
dejaremos perderse
estos días que el tiempo
liberal nos concede?
Una vez que en sus alas
el fugaz se los lleve,
¿podrá nadie arrancarlos
de la nada en que mueren?
Un instante, una sombra
que al mirar desparece,
nuestra mísera vida
para el júbilo tiene.
Ea, pues, a las copas,
y en un grato banquete
celebremos la vuelta
del abril floreciente.”