lunes, 27 de diciembre de 2010

MADRID ESENCIAL 2010

EN EL CAFÉ GIJÓN


Una cerveza y un café, y un mar de gente que inunda los espejos como los precios de la consumición nuestros bolsillos. Y a vivir, y a beber la vida como si se fuera ahora, mientras el humo de los cigarros se enreda en las palabras de las conversaciones que pululan entre las columnas como fantasmas del pasado.


Por las rejillas blancas miran ojos invisibles de actores que hicieron mutis hace un siglo o susurran labios ateridos monólogos de Arniches o Víctor Ruiz Iriarte, mientras que desde encima de la barra, cátedra de humanidades, ofrecen lecciones de belleza cuadros de bohemios que aquí empezaron su camino.


Desde la pared que da a Recoletos Cela y Umbral nos miran serios como si acabaran de pronunciar una grave sentencia, algo difícil de entender, un párrafo de soledad en medio del hervidero de la gente o un capítulo de existencia límite entre el albor de una mañana de primavera y un oscuro crepúsculo de fusilamiento.




Por un momento, el Café Gijón, por arte de la magia y el ensueño, se aísla de este noviembre y levita sin crisis y sin ansias en un mundo de ficción. Hasta el reloj, de marco lobulado, parece detenerse en una hora sin fin, como el nivel dorado de mi cerveza. ¡Lástima que tenga que salir de esta burbuja sin tiempo!


Antes de volver al gélido otoño de la calle, constato el hecho de que el Café Gijón vive más del pasado que del presente. Nosotros, viajeros del 2010, hemos entrado en él para vivir algo de lo que vivieron los artistas, los bohemios y los literatos de otro tiempo, que hicieron lo que es hoy el Café y será siempre.


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