lunes, 16 de noviembre de 2009

FOTOGRAFÍAS QUE HABLAN SOLAS

3.

En la Plaza del Arca, un pequeño ensanchamiento de la calle de Eduardo Dato, el viajero se encuentra con una gigantesca escultura de bronce, estilo Giacometti, llamada El Caminante. Como su nombre indica, la curiosa escultura (cabeza desproporcionadamente pequeña respecto a los puños y los pies) está en actitud ambulatoria, como emulando al visitante de la ciudad que, desde que se levanta hasta que se recoge en el hotel, patea sin parar las calles en busca de una nueva sorpresa que llevarse a los ojos y de aquí al corazón, motor de los recuerdos. El Caminante es un signo de identidad de Vitoria, como lo son la Plaza de la Virgen Blanca o la perpetuamente en obras catedral de Santa María o las chapelas de chocolate rellenas de gelatina de pacharán que se venden en las pastelerías como objeto de recuerdo y de regalo. Y así existe algún restaurante con este nombre en el Casco Antiguo, numerosas tallas de diversos tamaños en las casas de suvenires o puesto de adorno en la barra de algún bar, como la de la cafetería de la estación de ferrocarril, que pude contemplar a mis anchas mientras tomaba el último café antes de abandonar Vitoria. El Caminante podría significar mi propia actitud ante la hermosa capital alavesa. Lo que siento ahora es que la foto que me hice a su amparo me salió borrosa. Sin embargo, su visión permanece meridianamente neta y clara en mi memoria. Ahí seguirá caminando conmigo en sucesivos viajes por centenares de sitios lejos de su carismática Vitoria.

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