miércoles, 25 de noviembre de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Rafael Sánchez Ferlosio, Premio Nacional de las Letras 2009





Ésta era una noticia esperada. Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 1927) ha demostrado suficientemente su valía en el campo de la Literatura desde que en 1951 diera a conocer una de las mejores novelas de fantasía de la posguerra, Industrias y andanzas de Alfanhuí. Ratos innolvidables pasé con mis alumnos y mis hijos leyendo las aventuras de su protagonista, un niño enamorado de las grandes maravillas que encierran las pequeñas cosas (fruto de su lectura sentimental y razonadamente asimilada fue Fragmentos de una búsqueda, relato con el que mi hijo mayor recibió el Primer Premio del Concurso Nacional Leer y Escribir del Ministerio de Cultura de 1987). Un ejemplo del estilo que Ferlosio esgrime en Alfanhuí es el que sigue:

"Cuando yo era niño, Alfanhí, mi padre fabricaba lámparas de aceite. Trabajaba todo el día, y hacía candiles de hierro para las cabañas y lámparas de latón dorado para los palacios. Hacía mil y mil clases de lámparas distintas. Tenía también los mejores libros que se habían escrito sobre lámparas. En uno de ellos se hablaba de la "piedra de vetas", Era ésta una piedra que decían durísima, pero porosa como una esponja, y que tenía el tamaño de un huevo y la forma de una almendra. Tenía esta piedra la virtud de beber siete tinajas de aceite. La dejaban en una tinaja y a la mañana siguiente todo el aceite había desaparecido y la piedra tenía el mismo tamaño. Cuando se había bebido siete tinajas, ya no quería más. Entonces bastaba ponerle una torcida y encender para que diese una llama blanca como la leche, que duraba eternamente. Cuando se quería también podía apagarse. Pero si se quería de nuevo el aceite, sólo una lechuza sabía sacárselo, hasta dejar la piedra enjuta como antes."


Una delicia de fantasía y ternura. Pero este estilo de la primera obra cambió radicalmente en la siguiente producción narrativa de Ferlosio. Me refiero a la novela El Jarama, con la que obtuvo por unanimidad del jurado el Premio Nadal en 1955 y al año siguiente el de la Crítica. El estilo de esta novela es absolutamente realista, de tal forma que parece que el autor se ha limitado a poner delante de los hechos y los personajes que los realizan una cámara de vídeo que sólo grabara lo que ve y oye. Pero con un dominio de la técnica y una maestría narrativa tales que pocas veces en el futuro de nuestra novelística han sido superados. Si no, léase el siguiente fragmento con el que comienza la novela:

"--¿Me dejas que descorra la cortina?
Siempre estaba sentado de la misma manera: su espalda contra lo oscuro de la pared del fondo; su cara contra la puerta, hacia la luz. El mostrador corría a su izquierda, paralelo a su mirada. Colocaba la silla de lado, de modo que el respaldo de ésta le sostribase el brazo derecho, mientras ponía el izquierdo sobre el mostrador. Así que se encajaba como en una hornacina, parapetando su cuerpo por tres lados; y por el cuarto quería tener luz. Por el frente quería tener abierto el camino de la cara y no soportaba que la cortina le cortase la vista hacia afuera de la puerta.
--¿Me dejas que descorra la cortina?
El ventero asentía con la cabeza. Era un lienzo pesado, de tela de costales.
Pronto le conocieron la manía y en cuanto se hubo sentado una mañana, como siempre, en su rincón, fue el mismo ventero quien apartó la cortina, sin que él se lo hubiese pedido. Lo hizo ceremonioso, con un gesto alusivo, y el otro se ofendió:
--Si te molesta que abra la cortina, podías haberlo dicho, y me largo a beber a otra parte. Pero ese retintín que te manejas, no es manera de decirme las cosas."


Una delicia de eficacia narrativa y descriptiva a la vez.
Pues estos tan dispares estilos son los que conforman la manera de narrar de Rafael Sánchez Ferlosio, como quedó demostrado en su vuelta a la novela en 1986 en El testimonio de Yarfoz, finalista del Premio Nacional de Literatura.
Sánchez Ferlosio fue galardonado por toda su obra con el Cervantes en 2004, obra que abarcó también otros generos como el ensayo (Las semanas del jardín, dos volúmenes, 1974, o Sobre la guerra, 2007), o el cuento (Dientes, pólvora, febrero, 1961, o El Geco, 2005 ).

No hay comentarios:

Publicar un comentario