sábado, 14 de noviembre de 2009

FOTOGRAFÍAS QUE HABLAN SOLAS



A punto de regresar a la rutina diaria de nuestro viaje a Vitoria ya empiezo a conservar recuerdos imborrables, incluido el ajetreo de las obras constantes a que la ciudad alavesa se ve sometida, desde la pavimentación de las calles del Casco Viejo (Cuchillería, por ejemplo, convierte el paseo en un "atractivo" laberinto entre máquinas y obreros y zonas de tierra por enlosar), o la zona de la Catedral neogótica y la Plaza de Lovaina con sus bulevares adyacentes que en días posteriores a lluvias intermitentes, como los que nosotros estamos viviendo, el deambular se convierte en un calvario, hasta los propios edificios monumentales, que son emblema de la ciudad, como los alrededores de la Plaza del Machete y los Arquillos y, sobre todo, la hermosa catedral de Santa María, en obras desde hace años (buen truco turístico este del eslogan ABIERTO POR OBRAS), aunque no por eso el viajero se queda sin visitarla previo el pago de cinco euros (y vale la pena). Pero quien va a Vitoria tiene que vivir con ello porque la ciudad es una maravilla de limpieza y organización, plena de amabilidad y belleza, de parques cuidados y amplios, de rincones entrañables, de bares y restaurantes donde se come y se bebe muy bien a precios razonables, y en especial lo que yo llamo la raqueta lírica de Vitoria, formada por la calle Eduardo Dato (el mango) y el Casco Antiguo (el cuerpo de la raqueta), que va desde la Plaza Nueva y la de la Virgen Blanca hasta el Portalón y la Catedral Vieja con sus redes de calles que escalonan la colina y que tienen nombre de antiguos oficios y los hermosos cantones por los que se acceden a ella con cómodas y resguardadas rampas mecánicas. De todo cuanto he enumerado en esta breve introducción a la capital alavesa, he escogido unas cuantas fotos que hablan por sí solas pero sobre las que no he podido evitar escribir un breve comentario lírico, histórico, costumbrista, según.




1.








No es más importante la piedra que se eleva al cielo en la torre de la iglesia que la piedra que se arrima a la tierra en estas ruinas de muralla. El rincón es bello, está lleno de historia y de belleza. Todo el que camine por este lugar del Casco Viejo de Vitoria, sea o no de la ciudad, se parará imperiosamente delante de este solar aislado atraído por la cantidad de gatos que viven aquí; de hecho, el municipio ha creado un hogar para gatos, y los mininos, de toda raza y sigilo, campan por sus respetos entre las ruinas históricas. Antigüedad (vida que fue) y presente (vida que es), vidas unidas por los alegres maullidos de estos gatos y el lento pasar de las horas en esta zona silente donde de vez en cuando suenan las pisadas de los turistas que, camino de ninguna parte, se arriman a las verjas para soñar un rato.


2.



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