Desde la terraza veo el final de un día. Mientras el cielo conserva un poquito del sol que vivía feliz hasta hace unos minutos sobre este paisaje de Tossa, los elementos terrestres se sumen en las sombras. Alturas de montes y abetos son ya oscuros pasados que vieron mis ojos llenos de verdes esplendorosos, de cantos de pájaros y arrullos de palomas, brillos y juegos de luces que la brisa movía a su antojo. La brisa ahora es silencio, es inmovilidad bajo el naranja tibio que semivelan los celajes. El día se va, pero otro le seguirá mañana. Ojalá nuestro atardecer fuera así, un irse hasta otro día.
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