lunes, 19 de octubre de 2009

MEMORIAS DE UN JUBILADO

El reencuentro de octubre



Ayer, 18 de octubre, nos reunimos de nuevo los hermanos para celebrar el cumpleaños del mayor. Lo venimos haciendo desde que nuestros padres desaparecieron, hace ahora ya treinta y cuatro años. Esta vez ha sido el reencuentro en Caldetas, población del Maresme a la que guardo mucho cariño porque en ella, entre otras cosas, pasé una temporada curándome de una crisis de ansiedad hace unos años en casa de la hermana pequeña y luego, pasado algún tiempo, vivimos la experiencia dura del ingreso de mi suegra en una residencia del lugar con motivo del terrible Alzheimer que la pobre sufría desde que su marido muriera algunos años antes. Por otra parte, Caldetas me trae también momentos y escenas muy agradables, como los baños en verano, las charlas con alcohol en algunos de los bares del Paseo de los Ingleses, las incursiones por el parque del Negrero, desde cuyas alturas las vistas del mar son soberbias, los paseos primaverales por los campos vecinos a San Vicente de Montalt y tantos otros. Y el último, éste de nuestro nuevo encuentro en torno al hermano mayor. Todas las reuniones van acompañadas de una comida copiosa regada con buenos vinos, pastel de cumpleaños, regalos, poemas y, sobre todo, charlas, conversaciones, comentarios que ayudan a reforzar los lazos familiares, pese a las pequeñas diferencias que suele haber hasta en las mejores familias. El reencuentro de este año tenía para mí mucho más interés y emoción que los anteriores. Por primera vez iba a estar presente mi nieto Xavi, un añito de esperanzas y futuro para esta familia nuestra cada vez más mayor y numerosa. Salimos de Cerdanyola los cinco (mi nuera Loli, que conducía el coche, mi hijo pequeño Javier, que por haber sufrido hace unos días un apartoso accidente de coche, hacía de copiloto, mi mujer, mi nieto Xavi y yo) rumbo al mar sobre la una y media para llegar a Caldetas a la hora fijada, entre las dos y dos y media. El mar, intensamente azul y algo movido, nos acompañó durante todo el trayecto en la distancia hasta que, cuando salimos de la autopista en Mataró para coger la nacional, se puso a nuestro lado y ya no nos abandonó. En Caldetas dejamos el coche en la riera y cuando bajábamos de él, nos encontramos con la hermana mayor, que iba a recoger algunas cosas del piso que tiene en la parte alta de la localidad, muy cerca de los baños termales. Ella nos dijo que ya había gente de la familia en el restaurante donde íbamos a celebrar la fiesta. Por el camino nos encontramos con otros miembros de la familia y juntos fuimos hacia el Manau, establecimiento singular donde sirven comidas caseras y abundantes. La sala destinada para nosotros era ideal para que una familia numerosa y vocinglera como la nuestra estuviera a sus anchas. Nos dijeron los dueños que en el verano ése era el lugar más solicitado, pues está al aire libre, como si fuera un patio (una gigantesca glicinia sirve de techo). La mesa estaba a un lado con los cubiertos preparados. Las cocinas a un extremo le daban su ambiente realista y en el otro un estanque con peces y algas ponían una nota de romanticismo al lugar. La zona de la mesa del banquete estaba rodeada de arcos y columnas pintadas de rojo que me hicieron pensar por un momento que nos encontrábamos en una villa de la Toscana italiana. Todo estaba preparado para que la fiesta saliera a pedir de boca. Y así fue. No sin notar que el tiempo pasa y no en balde pues los mayores nos vamos acercando a esa edad peligrosa de las despedidas mientras que los jóvenes, que son ya la mayoría, vienen con fuerza e ilusiones imparables. Sin embargo, hay una nota feliz en todo ello que me consuela: somos los mayores un pasado nostálgico rodeado de un futuro esperanzador. Así lo digo en el poema de este año, el que siempre escribo para el hermano anfitrión. Viajeros sin vuelta, siempre estamos abiertos a la llegada a nuestro paso de alguna rosa que nos perfume el camino. Nuestro barco sigue teniendo vientos favorables para llevarnos al puerto más justo.

1 comentario:

  1. Es cierto que, el futuro crece a nuestro alrededor con tal fuerza que nos hace olvidar los pequeños contratiempos de cada día.

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