martes, 20 de octubre de 2009

DELIBES, UN ESCRITOR PARA LEER EN FAMILIA

2. Las primeras novelas. El camino












La primera de todas es La sombra del ciprés es alargada, con la que logró, como ya quedó dicho en la nota biográfica, el Premio Nadal de 1947. La importancia de esta novela es inmensa porque sin ella no podría hablarse de la producción posterior de Delibes (él mismo dijo que “sin el Nadal es posible que no hubiera escrito más”). Pero creemos que no sólo por eso es importante su primera novela. Lo es también porque en ella el novelista vallisoletano trata de dos temas que serán obsesivos en su obra: la infancia y la muerte. En efecto, en La sombra del ciprés es alargada se cuenta la amistad entre dos adolescentes, Pedro y Alfredo, frustrada por la muerte de este último. El mundo aislado de estos dos niños, frente al de los adultos, tiene como marco la entrañable y vetusta ciudad de Ávila. Tras la muerte de Alfredo, Pedro recorre el mundo, pero su corazón sigue al lado de su amigo entre aquellas murallas antiguas de la ciudad castellana, fría y austera. Mucha gente se pregunta por qué Delibes situó la acción de su novela en Ávila. El mismo nos contesta: “Desde el primer momento, Ávila se me representó como lugar ideal para ambientarla, porque el frío mineral que la envuelve y el frío físico de la nieve se adecuan a la perfección con la idea de la muerte.”
Pues bien, junto al de la muerte el otro tema que hilvana la acción de La sombra es el de la infancia, el de los niños, el de la amistad infantil truncada. Tema que volverá a tratarse en El camino, novela publicada pocos años más tarde (1950), donde también se da la muerte de otro niño, en este caso la de Germán, el Tiñoso, amigo entrañable de Daniel, el protagonista y narrador de la novela. Y en Diario de un cazador (1955) también la muerte se cobra una víctima en el hijo de Mele.
Dada la aceptación de lectores que ha tenido la novela, ésta se ha reeditado casi una veintena de veces.

Su segunda novela, Aún es de día (1949), es una narración social, de suburbio, escrita con tintes tremendistas, en la que la sociedad es directamente responsable de los problemas que acosan a Sebastián Ferrón, su protagonista, que vive con su madre y su hermana en una casa vieja y fría y que es despedido de los almacenes donde trabaja por haberse apropiado durante unas horas del guante de un cliente. Delibes emplea una técnica que nos recuerda mucho a la de Galdós y está muy lejos de sus grandes novelas. Él mismo la considera obra de principiantes. No en balde Aún es de día se ha reeditado muy pocas veces.

Sin embargo, El camino, novela publicada en 1950, ya es otra cosa. Recuerdo los momentos agradables que he pasado con mis alumnos en mis lagos años de docencia, tanto en la enseñanza privada como en la pública, leyendo este precioso relato, ágil, sencillo, nostálgico. Difícilmente pueden olvidarse las aventuras de los tres niños protagonistas de la novela, Roque, el Moñigo, Germán, el Tiñoso, y Daniel, el Mochuelo, en su despertar frente a la vida. Estamos de acuerdo con Umbral cuando dice que Delibes encontró su camino verdadero como novelista escribiendo El camino. El libro, jugoso y tierno, en cuyas páginas muchos de nosotros nos sentimos identificados respecto a las vivencias de la infancia descritas en él, trata de la reconstrucción nostálgica que Daniel hace de su vida transcurrida en el pueblo durante la noche anterior a su partida hacia la ciudad para estudiar y hacerse un hombre de provecho. Y cuando los recuerdos terminan y el muchacho se encuentra con la realidad de la mañana en que tiene que dejar el pueblo por designios de sus padres, Daniel llora. Las frases siguientes corresponden al final de la novela: “Y cuando empezó a vestirse, le invadió una sensación de que tomaba un camino distinto al que el Señor le había marcado.” A pesar de todo, nadie le podrá quitar nunca la maravillosa aventura vivida en su querido pueblo junto a Roque, el pobre Germán, que ha quedado enterrado en el cementerio del lugar y tantos otros personajes igualmente entrañables como don José, el cura, “que era un gran santo”, las Lepóridas, Quino, el Manco, etcétera.
Sin duda El camino es la novela que más gustará a la gente joven de la casa, pero también a los mayores. Prueba de la aceptación lectora que El camino ha tenido son sus más de treinta reediciones.
Y de la vida rural de la aldea Delibes pasa a la vida provinciana de una urbe (en realidad, la novelística de nuestro autor fluctúa de la ciudad al campo y del campo a la ciudad, como veremos a lo largo de este estudio). Mi idolatrado hijo Sisí, novela aparecida en 1953, es una peculiar crítica de la burguesía provinciana pues en ella Delibes censura el egoísmo de un hombre que se niega a tener mas hijos y que al fin tiene uno, Sisí. Se trata, por lo tanto, de una novela de tesis al estilo de Galdós, uno de sus maestros reconocidos, aunque con una técnica muy actual consistente en ilustrar el paso del tiempo mediante recortes de periódico. Frente a los libros anteriores, Delibes muestra en Mi idolatrado hijo Sisí una novedad importante: se formula las primeras preguntas trascendentales a la vez que revisa los valores antibélicos que el mundo burgués, la familia y la sociedad burguesas, ha observado siempre. Precisamente por eso en Mi idolatrado hijo Sisí Delibes alude con pinceladas amargas a nuestra guerra civil pues el protagonista, Cecilio Rubes, ve cómo la guerra le arrebata a su hijo. Y aunque la novela siempre ha sido considera como una irónica sátira contra el maltusianismo (teoría económica expuesta por el británico Thomas Malthus, según la cual el ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica, mientras que el ritmo de aumento de los recursos para su supervivencia lo hace aritméticamente), nunca ha tenido demasiada acogida de público (apenas existen media docena de reediciones).

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