sábado, 17 de octubre de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

La decisión de Sophie




Gracias a Público, ayer pude ver por fin (siempre me quedé con ganas de hacerlo) la gran película de Alan J. Pakula La decisión de Sophie, basada en la novela del mismo título del escritor norteamericano William Styron que había sido publicada en 1979. Protagonizada por Meryl Streep, que obtuvo un Óscar a la mejor actriz principal en 1983, Kevin Kline y Peter MacNicol, entre otros, narra la historia atormentada de una mujer polaca que se pasa su vida tomando decisiones in extremis y falseando la verdad sobre su padre, profesor de universidad que odia a los judíos y escribe artículos pidiendo su exterminación como la única salvación de Polonia. Cuenta la historia Stingo (Peter MacNicol), un escritor que va a Nueva York en busca de un tema para su futura novela y allí intima con sus vecinos, una pareja extraña formada por Nathan (Kevin Klin), un hombre judío con sus facultades mentales totalmente desequilibradas por una esquizofrenia aguda, y Sophie (Meryl Streep), una mujer hermosa que tiene un pasado trágico (estuvo prisionera en Auschwitz y perdió a sus dos hijos) y está tan profundamente enamorada de Nathan que depende física y psíquicamente de él (William Styron, autor de la novela de la que parte el film llegó a decir de la relación entre los dos protagonistas que eran "relaciones de amo y esclava"). A medida que avanza la película, Sophie cuenta a Stingo, en los intervalos en que Nathan está ausente haciendo de las suyas en causas que tienen que ver con la persecución de los nazis, cómo conoció a éste y, sobre todo, las penalidades que tuvo que sufrir en Auschwitz y cómo, al borde de la desesperación, primero se vio obligada a escoger entre sus hijos, mandando a la muerte a su pequeña niña, y luego comprobando que nunca más volvería a ver a su hijo, por el que suplicó y lloró ante el oficial alemán en cuyo despacho trabajó como secretaria. Le enseña asimismo la cicatriz de la muñeza, efecto de su intento de suicidio tras la guerra porque no puede seguir viviendo cuando todos los suyos están muertos. Stingo, testigo de excepción de las contantes peleas entre Sophie y Nathan, que pasa del entusiamo a la ira, del piropo al insulto, del arrobamiento amoroso al maltrato físico y psicológico en cuestión de segundos, se convierte en el protector de la mujer y se enamora de ella hasta el punto de pedirla en matrimonio. Pero Sophie, que se ha pasado la vida, como ya hemos dicho, tomando difíciles decisiones, toma la última, que es morir junto a Nathan tras ingerir cianuro. La escena de los dos acurrucados uno junto al otro en la cama, muertos, produce en el espectador una congoja especial. El escritor, tras presenciarla junto al hermano de Nathan, que es el verdadero y callado protector suyo, el que ha hecho posible su vida de regalos y champán, toma la maleta y vuelve a Virginia, de donde procede. Guardo de la película un profundo sabor agridulce, de su fotografía, de la que es responsable el español Néstor Almendros, de la interpretación de Meryl Streep, que es soberbia, pero también de Kevin Klin y Peter MacNicol, sin los cuales la cinta no sería como es.

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