viernes, 16 de octubre de 2009

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

¿Poesía o política?





Mezclar poesía con política es salirse del camino, confundir la velocidad con el tocino. Que es lo que han hecho recientemente en Sevilla un grupo de políticos que han vetado a un poeta por ser de otra ideología política. Si echáramos mano ahora de los atropellos de que ha sido objeto la creación artística por asuntos políticos, no acabaríamos. Quizá algún día me ponga manos a la obra, aunque sólo lo haría en el campo de la poesía, que es el que conozco un poco. Volvamos a Sevilla y a los políticos sevillanos, que es donde ha nacido este comentario. Resulta que al poeta madrileño Agustín de Foxá (1906-1959), le han negado un homenaje en Sevilla algunos concejales socialistas y algún que otro miembro de IU por causas estrictamente políticas. La necedad humana llega a tales extremos que a veces olvida que la poesía es universal y siempre queda, mientras que la política es pasajera y ahijada del tiempo y de las modas veleidosas a que está sujeto el pensamiento (llamémoslo así) más o menos político. Y la poesía de Foxá merece la pena sacarse a colación de vez en cuando. Según Manuel Machado, quiso ser con la tierra "labios de mares, / hombre de montes, sangre mineral, / vaho de nebulosas estelares... / ...la sal / sedienta, el agua viva, los cantares / del viento, o de piedra callada los pesares." Y es verdad porque entre otras cosas trajo a la poesía española de su momento un nuevo mundo de metáforas, de imágenes, de ingenio con que cantar el amor, el agua, la muerte..., cualquier tema que tenga que ver con la esencia humana y su compromiso con el mundo que le rodea. Entre sus principales poemarios destacan El almendro y la espada y La niña del caracol, del que entresacamos el siguiente soneto titulado Relojes:



Tiene algo de planeta o de sol diminuto;
serpiente en nuestro brazo, ondula de tal suerte,
que no sabremos nunca si oculta en su minuto
el nardo de la vida o el loto de la muerte.

Y hay una aguja lenta como guadaña fina.
Y otra larga que siega los tréboles menores.
gangrena de las torres, supulso determina
el fin de los mendigos y los emperadores.

Si es clepsidra, gotea como lágrima amarga;
si de arena, nos pierde por sus breves desiertos;
si de sol, pone sombras sobre el nido y la hiedra.

¡Quién pudiera en los mares dejar su mortal carga
y, desnudos de horas, arribar a esos puertos
donde Dios mira al tiempo con sus ojos de piedra!


Con una muestra basta. Y a aprender, políticos, que la vida inmortal de la poesía nada tiene que ver con la miseria cotidiana de la política.

No hay comentarios:

Publicar un comentario