domingo, 6 de marzo de 2011

Versos de antaño

Inicio hoy un recuerdo de versos que escribí hace mucho tiempo, tanto que me da miedo que se queden arrumbados en el desván de la memoria para acabar un día siendo pasto del polvo del olvido. De ahí que los saque al aire antes de que todo eso suceda. Éstos de ahora fueron escritos durante una breve estancia en Granada en 1996, en plena Semana Santa, y gracias a la hospitalidad de mis cuñados Primi y Eduardo, a quienes van dedicados especialmente.



POEMA DE GRANADA (1)

A Eduardo y Primi.
A José Vílchez, cartujo atentísimo.
A Nasi.



Abril y Granada,
cuerpo y alma
de todo lo imposible.
Agua y piedra,
cita de amantes
en los jardines
bajo la luna.
Agua y piedra,
silencio y palabra,
verso y labio del poeta muerto
en la guerra más agria.
1-4-96


Escribir en Granada,
soñar despierto,
coronado de nieve
y de esperanza.
Semana de Dolor
a un paso de la Alhambra,
muros silenciosos
donde canta el agua.
Sueño bajo el sol
con la sierra arriba
coronada de plata.
3-4-96




Detrás de la casa,
olivos,
jóvenes almendros,
higueras que rezuman leche nueva.
Y el monte silencioso.
Crece aprisa el paisaje
bajo el sol azulado de este abril
y la manta nevada de la sierra.
Pero entre las puertas antiguas,
las calles artesanas,
los monumentos donde canta el agua
amenaza aquel Judas de los besos
más negros,
la muerte más flagrante.
4-4-96





La Huerta,
cipreses y arrayanes,
lugar donde un poeta
cantó siempre la oscura
libertad de los hombres,
la idea creadora,
la devoción sin mancha
del pasado.
Esta es la tierra,
el perfume, el aire,
el fuego de la luz
que ardió en el pecho
del poeta caído
por el arte más libre.
Este es el sitio
del sueño,
taracea de Dios
con su metáfora.
Hoy suena de otro modo
el agua de las fuentes.
Las visitas
desfilan por la casa
donde un día
floreció el abogado de los débiles,
de los bellos gitanos.
Cierro los ojos,
y lo veo reflejarse en los cristales
con un libro. La música
llora en su piano…
Abro los ojos,
y estoy a varios siglos de su voz,
rodeado de gente que visita
su ausencia entre estas cuatro
paredes de su casa.
La Huerta,
cipreses y arrayanes,
versos sueltos
de un poema
que no acabó el poeta.
5-4-96

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