lunes, 7 de marzo de 2011

De vista, de oídas, de leídas

Un buen regalo, un libro (1)



El mes pasado cumplí... muchos años, y entre los regalos que recibí de la familia, destacan tres libros: uno, de poesía; el segundo, una novela, y el tercero, un libro difícil de definir. El de poesía es la última obra poética de Juan Ramón Jiménez formada por los libros En el otro costado, Una colina meridiana, Dios deseado y deseante y De ríos que se van, que se han reunido bajo el título global de Lírica de una Atlántida. Es, para decirlo de una vez, un conjunto excepcional de obras escritas entre 1936 y 1954, es decir, durante el exilio del poeta en América. Me encuentro en plena lectura y debo decir con Octavio Paz que la carrera hacia la muerte de Juan Ramón Jiménez fue una carrera hacia su juventud poética. Adelanto que el volumen, de quinientas páginas, contiene un libro absolutamente desconocido para la mayoría de los lectores y desde luego para mí, Una colina meridiana, y eso, por una razón y es que nunca se había publicado antes como libro autónomo (eso sí, 19 poemas suyos aparecieron en la Tercera Antolojía poética). Los versos que componen dicho libro fueron escritos a partir de noviembre de 1942, cuando el poeta y su mujer se trasladaron a Washington y se instalaron en un apartamento de Dorchester House, en una zona de la ciudad llamada Meridian Hill (como todo el mundo sabe, Colina Meridiana en castellano). Pues bien, desde ese año hasta 1950, Juan Ramón Jiménez escribió los versos que componen dicho libro, articulado en 10 apartados con nombres tan significativos como Hacia otra desnudez, Invierno anunciador o Primavera más primavera, por citar los tres primeros.


Una muestra:

Nunca la paz de los árboles grises,
redonda paz de los troncos desnudos,
la recta paz de los árboles grises
se ha repartido más bella en mi vida.

Porque tengo la edad de abonarles
la copa de abril con mi sangre,
y mi sangre cargada de luz.

Me rodean las flores humanas
(redonda paz de las flores humanas)
más hermosas que nunca. Son mías,
y les amo mi propio calor.

"Mías", grito con nuevo sentido,
pues que es nuevo el sentido del dios
que les deja su sitio de luz
en la plácida luz.

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