Poema de Granada (y 2)
Bibarrambla entre gritos,
sufridos costaleros,
aplausos y piropos y saetas,
tortas de pan dulce,
flores y faroles encendidos,
carrozas millonarias,
Cristos andaluces,
Vírgenes hermosas…
¡Qué distinto todo a aquellas graves
procesiones de mi tierra!
Aquí Granada canta,
allí Zamora llora.
Cada uno a su modo vive el hecho
y lo adoba en su alma
sufridos costaleros,
aplausos y piropos y saetas,
tortas de pan dulce,
flores y faroles encendidos,
carrozas millonarias,
Cristos andaluces,
Vírgenes hermosas…
¡Qué distinto todo a aquellas graves
procesiones de mi tierra!
Aquí Granada canta,
allí Zamora llora.
Cada uno a su modo vive el hecho
y lo adoba en su alma
con los gestos
heredados de sus mayores,
la devoción que duerme fiel
en el desván insobornable
del corazón.
6-4-96
¡Qué plácida la espera de esta tarde
oyendo platicar al surtidor
sobre el azul espejo de la pica!
El perro de la casa,
acostumbrado a mi presencia,
duerme recostado
a los pies de mi silla.
El cielo, azul perdido,
lleva el suave recuerdo
de la nieve vecina.
La sierra, virgen niña,
se asoma al gran balcón
de Granada y su vega.
No espero nada ya,
nada deseo.
En paz conmigo mismo,
sólo vivo y contemplo
cómo el verso libre va brotando
como otra agua,
el agua de la plácida existencia.
7-4-96
Noche de silencio. Arriba luce,
como una aparición en las tinieblas,
la Torre de la Alhambra,
la del alma, la que late con amor.
Aquí
en la Plaza más Nueva de Granada
aguardamos el paso de la Cruz,
el Cristo humilde
que el Darro, el Albaicín,
mayores y pequeños
veneran al unísono.
Los murmullos se acallan,
las palabras se vuelven oraciones.
En las cuestas más altas,
en los puentes difíciles,
la blancura de cera
del Crucificado
estalla entre las sombras.
Avanza lento,
acompasado,
resignado en su muerte.
La noche de silencio,
de votos y oraciones,
es una gota más del agua oscura
que llora más que nunca
aquí en Granada.
8-4-96
El agua de Granada,
a veces tan poética,
lorquianamente clara,
cede al agua del cielo intempestiva,
atea, revolucionaria.
Estamos esperando a la Señora
en la Puerta cabal de la Justicia.
Injustamente,
impíamente,
las flechas de la lluvia asaetean
el cielo nazarí.
Esperan en vano las bengalas,
las palomas,
las palmas de fervor para cantar
a la Virgen de la Alhambra.
En un instante
se nubla la esperanza de la gente.
Ya no verá este año el rostro dulce
de su Virgen.
La Virgen de la Alhambra
estará en su templo sola
con la muerte del Hijo en el regazo.
Ni palomas de fiesta, ni bengalas…
Sólo el terco asedio de la lluvia
aquí en la Alhambra.
9-4-96
Acabo de llegar y traigo el alma
sembrada de recuerdos.
Un día brotará sola la espiga
de aquella noche oscura de Albaicín
buscando al Cristo blanco del silencio
que tan solo bajaba por el Darro
con la Torre de luz a sus espaldas.
Un día olerán solas las rosas
de aquel vino bebido en Monteluz
con gente de la tierra
que soñaba con sólo hablar de Lorca.
Un día soñaré también yo mismo
con la luz y el agua de Granada,
con cruces y tambores
de su Semana Santa.
Y ya nunca caerá de los telones
del alma esta ciudad
callada y encendida
entre la piedra roja de la Alhambra
y la corona blanca de la sierra,
entre sombras de duelo y resplandores
de Vírgenes y Cristos de su tierra.
10-4-96
heredados de sus mayores,
la devoción que duerme fiel
en el desván insobornable
del corazón.
6-4-96
¡Qué plácida la espera de esta tarde
oyendo platicar al surtidor
sobre el azul espejo de la pica!
El perro de la casa,
acostumbrado a mi presencia,
duerme recostado
a los pies de mi silla.
El cielo, azul perdido,
lleva el suave recuerdo
de la nieve vecina.
La sierra, virgen niña,
se asoma al gran balcón
de Granada y su vega.
No espero nada ya,
nada deseo.
En paz conmigo mismo,
sólo vivo y contemplo
cómo el verso libre va brotando
como otra agua,
el agua de la plácida existencia.
7-4-96
Noche de silencio. Arriba luce,
como una aparición en las tinieblas,
la Torre de la Alhambra,
la del alma, la que late con amor.
Aquí
en la Plaza más Nueva de Granada
aguardamos el paso de la Cruz,
el Cristo humilde
que el Darro, el Albaicín,
mayores y pequeños
veneran al unísono.
Los murmullos se acallan,
las palabras se vuelven oraciones.
En las cuestas más altas,
en los puentes difíciles,
la blancura de cera
del Crucificado
estalla entre las sombras.
Avanza lento,
acompasado,
resignado en su muerte.
La noche de silencio,
de votos y oraciones,
es una gota más del agua oscura
que llora más que nunca
aquí en Granada.
8-4-96
El agua de Granada,
a veces tan poética,
lorquianamente clara,
cede al agua del cielo intempestiva,
atea, revolucionaria.
Estamos esperando a la Señora
en la Puerta cabal de la Justicia.
Injustamente,
impíamente,
las flechas de la lluvia asaetean
el cielo nazarí.
Esperan en vano las bengalas,
las palomas,
las palmas de fervor para cantar
a la Virgen de la Alhambra.
En un instante
se nubla la esperanza de la gente.
Ya no verá este año el rostro dulce
de su Virgen.
La Virgen de la Alhambra
estará en su templo sola
con la muerte del Hijo en el regazo.
Ni palomas de fiesta, ni bengalas…
Sólo el terco asedio de la lluvia
aquí en la Alhambra.
9-4-96
Acabo de llegar y traigo el alma
sembrada de recuerdos.
Un día brotará sola la espiga
de aquella noche oscura de Albaicín
buscando al Cristo blanco del silencio
que tan solo bajaba por el Darro
con la Torre de luz a sus espaldas.
Un día olerán solas las rosas
de aquel vino bebido en Monteluz
con gente de la tierra
que soñaba con sólo hablar de Lorca.
Un día soñaré también yo mismo
con la luz y el agua de Granada,
con cruces y tambores
de su Semana Santa.
Y ya nunca caerá de los telones
del alma esta ciudad
callada y encendida
entre la piedra roja de la Alhambra
y la corona blanca de la sierra,
entre sombras de duelo y resplandores
de Vírgenes y Cristos de su tierra.
10-4-96
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