(Adaptación libre del cuento Historia del Deán de Santiago y de don Illán de Toledo, de Don Juan Manuel)
PERSONAJES
DON ILLÁN, el mago de Toledo
EL DEÁN DE SANTIAGO
LA CRIADA de don Illán
UN MENSAJERO DE SANTIAGO
UN MENSAJERO DE ROMA
La acción transcurre en la Edad Media, en el laboratorio de magia de DON ILLÁN, a muchos metros bajo tierra, que estará iluminado por velas y al que se accederá por una puerta a la derecha elevada sobre unos escalones.
PRIMER CUADRO
DON ILLÁN y EL DEÁN DE SANTIAGO, sentados frente a frente en sendas sillas y rodeados por cachivaches de alquimia y estanterías llenas de libros y frascos con contenidos extraños. Sobre la mesa cercana habrá una campanilla.
DON ILLÁN. Bien ya estamos en lugar seguro, mágico como verá. Así que ya puede decirme el motivo de su visita.
EL DEÁN. Sí. Verá. En el lugar donde resido, Santiago de Compostela, he oído hablar de su magia y quisiera que me enseñara algunas fórmulas de nigromancia para tratar con mayor eficacia mis asuntos en la rectoría de Santiago. Le prometo que, en caso de verse en algún apuro o necesite de mi humilde persona algún favor, no dude que le ayudaré en todo.
DON ILLÁN. No tengo ninguna objeción que hacerle a su interés por conocer las artes mágicas, pero sí a que yo se las enseñe.
EL DEÁN. (Extrañado.) No comprendo qué quiere decir.
DON ILLÁN. Sencillamente que siendo usted deán y hombre de importancia, se olvidará pronto de ayudarme cuando llegue el caso. Por eso sospecho que cuando haya aprendido todo lo que quiera saber de mí acerca de las artes mágicas, no cumplirá lo que me ha prometido.
EL DEÁN. Sólo la sospecha me ofende. Si yo le digo que le ayudaré es que le ayudaré. Y no se hable más de esa cuestión.
DON ILLÁN. (Tocando la campanilla de la mesa.) Vale. No hablemos de esa cuestión…de momento. (Se abre la puerta de los escalones y se asoma la CRIADA.)
CRIADA. Diga, don Illán.
DON ILLÁN. Vaya preparando unas perdices para la cena, pero no las empiece a guisar hasta que yo se lo diga.
CRIADA. Como usted mande, don Illán. (Sale y vuelve a cerrarse la puerta.)
DON ILLÁN. Bien, ya podemos empezar la primera lección.
EL DEÁN. (Frotándose las manos.) Perfecto. ¿Cuál es?
DON ILLÁN. En primer lugar debe saber que la magia lo mismo puede hacer bien que mal.
EL DEÁN. (Interesado.) ¿De qué depende eso?
DON ILLÁN. Depende de la intención con que se haga.
(Suenan unos golpes en la puerta.)
DON ILLÁN. Adelante.
(Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE SANTIAGO.)
MENSAJERO DE SANTIAGO. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es de su tío el señor Arzobispo. Es urgente.
EL DEÁN. (Extrañado, coge la carta.) Gracias.
EL DEÁN. (Excusándose ante DON ILLÁN.) Perdone unos instantes. (Abre el sobre y se pone a leer el contenido de la carta. Su rostro se aflige.)
DON ILLÁN. (Preocupado.) ¿Ocurre algo grave?
EL DEÁN. (Que ha acabado de leer la carta.) Sí. Que mi tío el Arzobispo está en el lecho de muerte y me ruega que si quiero verle aún con vida me ponga en camino inmediatamente.
DON ILLÁN. Si lo desea, yo puedo hacer que llegue a Santiago a tiempo para ver morir a su tío.
EL DEÁN. Lo siento mucho por él, pero si voy me pierdo sus lecciones de magia y no querría por nada del mundo que eso ocurriera. Voy a escribir al dorso la respuesta y haré que el mensajero se la lleve de vuelta a mi tío.
DON ILLÁN. Como guste. Aquí en la mesa tiene pluma y tintero.
EL DEÁN. (Se sienta a la mesa.) Gracias. (Escribe la respuesta, mete de nuevo la carta en el sobre y se lo da al MENSAJERO.) Parte raudo con la respuesta.
(El MENSAJERO DE SANTIAGO coge la carta, inclina la cabeza y desaparece cerrando la puerta a sus espaldas.)
DON ILLÁN. ¿Seguimos con la primera lección de magia?
EL DEÁN. Ardo en deseos de aprenderla.
DON ILLÁN. Siguiendo con lo que le decía, es conveniente hacer buen uso de la magia si queremos que se ponga de nuestra parte. Si lo que queremos es curar una enfermedad, lo primero…(Suenan unos golpes en la puerta.) ¡Adelante!
(Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE SANTIAGO.)
MENSAJERO DE SANTIAGO. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es del Arzobispado.
EL DEÁN. (Extrañado, coge la carta.) Gracias, mensajero. (El MENSAJERO DE SANTIAGO desaparece.)
EL DEÁN. (Excusándose ante DON ILLÁN.) Perdone un instante. (Abre el sobre y se pone a leer en silencio el contenido de la carta. Su rostro se aflige.)
DON ILLÁN. ¿Es grave?
EL DEÁN. El arzobispo ha muerto y yo voy a ser elegido su sucesor.
DON ILLÁN. Una noticia triste y otra noticia alegre. Usted será elegido arzobispo. Enhorabuena. Y ahora que usted va a dejar vacante el puesto de deán me atrevo a pedírselo para mi hijo.
EL DEÁN. (Contrariado.) Le ruego que consienta en que este puesto de deán se lo dé a mi hermano. Sin embargo, si viene conmigo a Santiago y quiere llevar con usted a su hijo, allí le encontraré un cargo importante.
DON ILLÁN. De momento me quedaré aquí en Toledo trabajando en mis artes mágicas. Y mi hijo seguirá estudiando.
EL DEÁN. Es verdad. Las artes mágicas. Precisamente he venido a aprenderlas de usted. ¿Por qué no continuamos con la lección iniciada?
DON ILLÁN. Podemos continuar siempre que usted esté dispuesto a cumplir lo prometido, y ya al primer favor que le he pedido se ha excusado.
EL DEÁN. Comprenda que mi hermano necesitaba ese cargo, pero si hay un segundo cuente usted con él. Y ahora, si no le importa, continuemos con la magia.
DON ILLÁN. (Sonriendo.) Eso, la magia. Verá usted. Para vivir de la magia debe creer en ella y no creo que un arzobispo… (Suenan unos golpes en la puerta.) ¡Adelante!
(Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE ROMA.)
MENSAJERO DE ROMA. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es de Roma. Un asunto muy importante.
EL DEÁN. Gracias, mensajero. (El MENSAJERO DE ROMA desaparece.)
(Abre la carta. A DON ILLÁN.) Perdone un momento. (Lee en silencio la carta y sonríe satisfecho.)
DON ILLÁN. ¿Algo importante?
EL DEÁN. Mucho. Me siento tan feliz. Me acaban de nombrar Obispo de Tolosa y es un puesto que busco afanosamente desde mucho tiempo atrás.
DON ILLÁN. Me alegro por usted. Y a propósito, ahora que deja vacante el puesto de arzobispo de Santiago, ¿sería tan generoso de dar el Arzobispado a mi hijo?
EL DEÁN. (Mohíno.) Permita, señor, que se lo dé a un tío mío, hermano de mi padre. Pero si venís conmigo a Tolosa acompañado de su hijo allí le encontraré un cargo digno de él.
DON ILLÁN. (Sonriendo.) No se preocupe. Lo entiendo. Y de momento me quedaré aquí en Toledo para que mi hijo continúe los estudios que está haciendo.
EL DEÁN. Es usted muy comprensivo. Como sea igual de mago, estoy convencido de que saldré de aquí conociendo a la perfección las artes mágicas. A propósito, ¿dónde estábamos?
DON ILLÁN. Aquí, en mi laboratorio de Toledo, envueltos de esta atmósfera de magia donde todo es posible. (Ríe maliciosamente.)
EL DEÁN. (Molesto.) ¿De qué se ríe?
DON ILLÁN. No, de nada. De que usted sin moverse ya ha pasado de deán a obispo de Tolosa. Y eso, amigo mío, se debe sin duda a este ámbito sobrenatural y mágico. ¿No es para reírse?
EL DEÁN. Ahora que lo dice, sí. (Ríe.)
(En ese momento suenan unos golpes en la puerta.)
DON ILLÁN. ¡Adelante!
(Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE ROMA.)
MENSAJERO DE ROMA. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es del Santo Padre. Un asunto de capital importancia.
EL DEÁN. Gracias, mensajero. (El MENSAJERO DE ROMA desaparece.) (A DON ILLÁN.) Excúseme un instante. (Abre la carta y la lee en silencio. Gestos de alegría.)
DON ILLÁN. Otro nombramiento, ¿verdad?
EL DEÁN. Así es. Acaban de nombrarme Cardenal y me piden que puedo ceder el Obispado de Tolosa a quien yo desee.
DON ILLÁN. Estupendo. Ya sabe lo de mi hijo. A él le vendría muy bien ese cargo.
EL DEÁN. ¡Cuánto lo siento! Verá. Me gustaría dar ese Obispado a un tío mío hermano de mi madre, puesto que se muere por él. Pero si viene conmigo acompañado de su hijo, allí podré encontrarle un cargo que le venga muy bien. ¿Qué le parece?
DON ILLÁN. Como le he dicho otras veces, prefiero quedarme aquí en Toledo y asistir a la conclusión de los estudios de mi hijo. (Finge estar afligido.)
EL DEÁN. No debe entristecerse. Tarde o temprano logrará su hijo situarse en la vida, mientras que usted, dueño de los conocimientos de las artes mágicas, puede convertirse en el dueño del mundo y de los destinos de los hombres.
DON ILLÁN. Eso espero, pero de momento me conformo con lo que tengo.
EL DEÁN. Que es mucho. Y hablando de lo que posee, ¿por qué no me cede un poquito de su magia?
DON ILLÁN. Para eso, debe estar convencido de que lo que vaya a hacer con la magia es producto de su humildad y no de su engreimiento. Los magos deben ser los hombres más humildes de la creación y usted…
EL DEÁN. (Extrañado.) ¿Yo qué?
DON ILLÁN. Enseguida lo verá. (En ese momento llaman a la puerta.) ¡Adelante! (Se abre la puerta y aparece el MENSAJERO DE ROMA.)
MENSAJERO DE ROMA. (Desciende los escalones, se acerca al DEÁN y le entrega una carta.) Es del Vaticano.
EL DEÁN. (Extrañado.) Gracias, mensajero. (El MENSAJERO DE ROMA desaparece. A DON ILLÁN.) Perdone un instante. (Lee en silencio la carta. Gestos de júbilo.)
DON ILLÁN. Algo que ni se imaginaba, ¿verdad?
EL DEÁN. El Papa ha muerto y el Cónclave me ha nombrado su sucesor. ¡No me lo puedo creer!
DON ILLÁN. Así que Papa, ¿eh?
EL DEÁN. Sí, Papa.
DON ILLÁN. Bueno y ahora que usted es nada más ni nada menos que Papa. El hombre que manda en la tierra. Ahora ya no tiene usted excusas para no cumplir lo que me prometió. Ya le dije al principio que sospechaba de sus promesas.
EL DEÁN. (Irritado.) ¡Cómo se atreve a hablarme así! Soy el Papa y puedo condenarle a prisión de por vida. Usted no es más que un hereje y amigo de encantamientos y brujerías, que no tiene otro oficio en Toledo que ejercer el arte de la nigromancia.
DON ILLÁN. (Sonriendo.) Ya me esperaba una cosa así. Usted se ha convertido por mi magia en toda la jerarquía de la Iglesia aquí en mi laboratorio de Toledo. Y en vista de su desagradecimiento, le hago volver a su cargo de deán, que nunca ha dejado de ser. Ni le voy a dar lecciones de magia ni parte de mi cena. (Coge la campanilla de la mesa y la hace sonar. Al punto se abre la puerta y aparece la CRIADA.)
CRIADA. Diga, señor.
DON ILLÁN. Ponga a guisar las perdices para la cena y acompañe al deán hasta la salida. (Al DEÁN.) Buen viaje de vuelta. Si tiene hambre, a la salida de la calle encontrará una posada. (Salen la CRIADA y EL DEÁN.) (Al público.) A quienes ayuden y no sepan reconocer sus favores, ninguna ayuda tendrán de ellos cuando sean personas muy importantes.
(Oscuro.)
FIN
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