lunes, 22 de octubre de 2012

SOLILOQUIOS DE MALA UVA


            COSAS DE DIOS
 
 
          
 
         Dios necesita ver desde más cerca la tierra. Desde tan alto no puede arbitrar los destinos humanos. Necesita ver a las personas a una altura prudente; de otra manera, éstas escaparían fácilmente de sus continuas acechanzas, del mismo modo que las hormigas, ocultas entre la hojarasca del jardín, burlan mejor las intenciones de los niños de pisarlas con sus enormes zapatillas de deportes. A Dios no le gusta viajar en avión porque sólo podría controlar las vidas de quienes viajan con él apretujados en la lata de sardinas del cielo. Y eso sería hacerle un flaco favor a su arrogante omnipotencia, acostumbrada a los multitudinarios desastres. De ahí que, lógicamente, aborrezca las nubes, cuya aburrida belleza la deja para los poetas sin inspiración y sin talento que cualquier tema, por insignificante que parezca, les satisface. Insistimos, lo que quiere Dios es estar lo más cerca posible del hombre, pero sin que éste lo vea, para no verse obligado a sufrir una de sus rabietas existenciales; de modo que, oculto y pertrechado a una altura prudencial de la víctima, pueda desde su tramoya mover los hilos con toda la impunidad del mundo y a la vez sin que sea advertida su trampa. Amparado, pues, por su invible ventaja, aprovecha cualquier momento de indecisión de tantos como experimenta el hombre a lo largo de una sola jornada para mover el hilo de una mano armada, de un pie agresivo, de una mente perversa o de un corazón desenamorado. Y cuando se cansa de su juego diurno favorito cambia de tercio y aprovecha las sombras nocturnas y se vale del descanso reparador para irrumpir como un bandido en la alcoba de los sueños, modificar los temperamentos de sus protagonistas y confundir al sujeto con apariciones de monstruos, hechos aflidos o aventuras peligrosas de donde casi siempre sale derrotado. Sólo cuando la pesadilla hace despertarse sobresaltado al que sueña, empapado de sudor y presa de espasmos y palpitaciones, abandona como un cobarde los bastidores de la escena, alegrándose del infortunio del sujeto. En vez de un padre solícito que hace lo imposible para ayudar a sobrellevar los avatares de la vida a su hijo, se comporta como un padrastro sin entrañas.

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