II. EL RENACIMIENTO (SIGLO XVI)
- GARCILASO DE LA VEGA
La vida de Garcilaso de la Vega (1501- 1536) es un vaivén entre las armas y las letras. Nace en Toledo en el seno de una familia ilustre y muy pronto entra al servicio del Emperador. Lucha contra los Comuneros, participa en la expedición a Rodas y en las batallas contra los franceses en Navarra. Contrae matrimonio de conveniencia con Elena de Zúñiga, pero pronto conoce a una dama portuguesa llamada Isabel de Freyre, de la que se enamora platónicamente, y a quien dedica gran parte de su poesía Y cuando ésta se casa, el poeta sufre mucho. Intenta en vano refugiarse en el viaje que realiza a Italia acompañando a Carlos V Los infortunios aumentan cuando el Emperador lo destierra a una isla del Danubio por asistir a la boda de su sobrino sin el consentimiento del monarca. Recuperada la confianza real, se traslada a Nápoles, donde reside un tiempo y establece relaciones con escritores del lugar, quienes le ponen en contacto con la literatura renacentista italiana. Forma parte de la expedición a Túnez donde es herido en la mano y en la boca y, finalmente, en el asalto a la fortaleza de Muy (Provenza) recibe un fuerte golpe en la cabeza, y como consecuencia de ello muere poco más tarde en Niza.
La obra de Garcilaso, publicada en su primera edición (1543) junto con la de su amigo Boscán por la viuda de éste, es muy breve : una epístola, dos elegías, tres églogas, cinco canciones y cuarenta sonetos. Destacamos las siguientes composiciones:
A la flor de Gnido es una canción en liras (el nombre de esta estrofa procede del primer verso: "Si de mi baja lira") dedicada a una belleza de Nápoles, Violante de Sanseverino, de la familia de los Nido y a quien amaba un amigo del poeta. La importancia de esta canción reside en que la estrofa utilizada servirá de guía e inspiración a muchos poetas posteriores, entre los que destacan Fray Luis de León y san Juan de la Cruz.
Los sonetos siguientes: el que recrea el mito de Dafne ("A Dafne ya los brazos le crecían"), el relacionado con la muerte de Isabel de Freyre ("¡Oh dulces prendas por mi mal halladas") y el que comienza "En tanto que de rosa y azucena", que desarrolla el tópico del "Carpe diem". Los tres son amorosos, como la canción citada y la mayoría de la obra del poeta.
Las Églogas, escritas tras su viaje a Italia y donde se combinan el amor y la naturaleza: en la primera dos pastores, Salicio y Nemoroso (trasuntos del propio Garcilaso), exponen sus lamentos amorosos: el primero por los desdenes de Galatea, y el segundo por la muerte de Elisa (a su vez, una y otra pastoras representan a Isabel de Freyre); en la segunda aparece tratado el tópico literario "Beatus ille" junto con una enumeración de las hazañas de la casa de Alba y los amores de la pareja de pastores Camila y Albanio; finalmente, la tercera es de asunto mitológico, pues cuatro ninfas del río Tajo hacen compañía a un pastor que sufre de amores, mientras bordan tapices que representan tragedias amorosas, tres referidas a otros tantos mitos clásicos (el de Dafne es uno de ellos) y la cuarta, los amores desgraciados de Elisa y Nemoroso nuevamente.
La Epístola a Boscán recuerda las del poeta latino Horacio; combina lo doctrinal con lo familiar y trata de la amistad y de la vida sencilla y cotidiana.
De las dos elegías, destaca la que dedica el poeta a su amigo Boscán.
En el estilo de Garcilaso, verdadero maestro en la construcción de sonetos y diálogos entre pastores, destaca, por un lado, su honda melancolía, influjo de Petrarca pero con mayor contención y ocultando, por ejemplo, su personalidad bajo imaginarios pastores; por otro, su elegancia (adjetivación cuidada y personificaciones y metáforas relacionados con el mundo natural) al describir el paisaje, lleno de encanto y serenidad, no como lugar para alcanzar la perfección espiritual, sino como ambiente donde situar sus propios sentimientos. Eso, unido a la musicalidad de sus versos, lo convierte en un poeta admirado por otros de su generación ( como el sevillano Gutierre de Cetina) y de generaciones posteriores. De hecho, en la segunda mitad del siglo XVI, sus seguidores se agruparon en dos escuelas: la salmantina (en torno a Fray Luis de León) y la sevillana, cuyo jefe fue Fernando de Herrera.
Los textos seleccionados corresponden al soneto XXIII, la Canción V y, finalmente, la Égloga I, las tres composiciones mencionadas más arriba:
SONETO XXIII
"En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color de vuestro gesto,
y que con vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena,
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
Coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado;
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza su costumbre."
"No pienses que cantado
sería de mí, hermosa flor de Gnido,
el fiero Marte airado,
a muerte convertido,
de polvo y sangre y de sudor teñido.
..............................................
Mas solamente aquella
fuerza de tu beldad sería cantada,
y alguna vez con ella
también sería notada
el aspereza de que estás armada;
y como por ti sola,
y por tu gran valor y hermosura,
convertida en vïola,
llora su desventura
el miserable amante en su figura.
Hablo de aquel cautivo,
de quien tener se debe más cuidado,
que está muriendo vivo,
al remo condenado,
en la concha de Venus amarrado. " ÉGLOGA I
"Divina Elisa, pues agora el cielo
con inmortales pies pisas y mides,
y su mudanza ves, estando queda,
¿por qué de mí te olvidas, y no pides
que se apresure el tiempo en que este velo
rompa del cuerpo, y verme libre pueda,
y en la tercera rueda
contigo mano a mano,
busquemos otros montes y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos,
donde descanse, y siempre pueda verte
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte?
Nunca pusieran fin al triste lloro
los pastores, ni fueran acabadas
las canciones que sólo el monte oía,
si mirando las nubes coloradas,
al trasmontar del sol bordadas de oro,
no vieran que era ya pasado el día.
La sombra se veía
venir corriendo apriesa
ya por la falda espesa
del altísimo monte, recordandoambos como de sueño, y acabando
el fugitivo sol de luz escaso,
su ganado llevando
se fueron recogiendo paso a paso. "
En lo que respecta a las estrofas de la Égloga I, debe quedar constancia de que se tratan de estancias, series de versos heptasílabos y endecasílabos iguales con rima consonante dispuesta a gusto del poeta.
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