martes, 2 de octubre de 2012

De vista, de oídas, de leídas

Reencuentros felices

Ayer volví a Barcelona. Me iba a reencontrar con viejos amigos de libros, de tertulias y de vida. Iba a ser en un centro de la calle Sant Pere més alt, muy cerca del Palau de la Música, bello donde los haya y controvertido últimamente por asuntos de dinero (¡qué lastima que el arte y el mundo de los sentimientos se vea manchado por el del fraude y el interés materialista!), centro donde iba a celebrarse una tertulia. 
 
 
 
El verdadero asunto era que iba a poder abrazar a tres personas que nunca he dejado de querer y admirar. Sus nombres es lo de menos; sólo sé que al abrazarlos, vinieron a mi memoria muchos buenos momentos pasados junto a ellos, en otras tertulias literarias, en lecturas poéticas, en presentación de libros, en entregas de premios, en homenajes a otros amigos poetas, en comidas, reuniones y cafés de reencuentros felices.
Mis amigos han sufrido mucho, la vida les ha jugado malas pasadas, pero siguen en la brecha, unos publicando todavía poemarios bellísimos llenos de amor por las cosas pequeñas y la familia para descubrir su tiempo (¡qué milagro es leer esos versos enamorados de la vida sencilla, pese al dolor de la muerte cercana de un ser queridísimo!), otros llevando una editorial y dirigiendo una tertulia (¡cómo vibra su alma dando a conocer nuevos nombres de poetas o libros que denuncian valientemente casos flagrantes de abusos y hasta robos administrativos de hijas adoptivas!); otros, finalmente, sacrificando su propia vocación poética para alentar y acompañar los logros de los amigos (¡qué visita más reconfortadora la de quien oculta sus propios afanes para aliviar y alentar los del visitado!)
Ayer volví a Barcelona. Y valió la pena. Hoy sé que la amistad es algo que hay que guardar como oro en paño. Gracias, amigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario