viernes, 5 de octubre de 2012

De vista, de oídas, de leídas

UN LIBRO DE POESÍA


DESCUBRIENDO MI TIEMPO, Milagros Martín Carreras
Ediciones Carena, Barcelona, 2011

He aquí un libro de poesía auténtico, y luego diré por qué. A su autora, Milagros Martín Carreras, aragonesa de nacimiento y barcelonesa de adopción (en la ciudad condal ha vivido desde los quince años y aquí formó su familia), la conozco de siempre, aunque por decir una fecha, me referiré a los finales de los años setenta, cuando empezamos a coincidir en el mundo reconfortador de la poesía, en la tertulia sabatina que el maestro de poetas José Jurado Morales dirigía en su piso del Conde de Borrell de Barcelona.
Luego dimos recitales de poesía juntos; publicamos libros en la misma editorial, la Rondas de imposible olvido: ella, Hablo con mi amigo el mar y Trenzados de viento, y yo, Agua vivida; compartimos bienvenidas y adioses de compañeros poetas, y, tras la desaparición de Jurado, volvimos a compartir homenajes, nuevos recitales y otras tertulias, y viajes, y felices reencuentros, como el del Ateneo de Cerdanyola, en el que tuve el honor y el placer de volver a hablar de aquel su primer poemario, luminoso y tierno, que es Hablo con mi amigo el mar.
Las largas ausencias, pues, se llenaban de felices reencuentros, como el de hace unos días en Barcelona en que me dedicó el libro que da título a esta entrada, Descubriendo mi tiempo, poemario que, por otra parte, estuve a punto de presentar en Las Arenas antes del verano, pero que, por motivos inaplazables, no pudo ser.
Descubriendo mi tiempo es uno de esos libros auténticos que tenemos la suerte de que caiga en nuestras manos, luminoso y tierno como el de todos los de Milagros, más luminoso y tierno si cabe que los demás, entre otras cosas porque la autora ha madurado su decir poético, ha profundizado en lo que es la esencia de la poesía (cantar sintiendo lo que se ha perdido y celebrar el camino que sigue abierto), sin contar con su experiencia vital que es rica en alegrías y sufrimientos (el último de los cuales, que supera todos los dolores de una madre, ha sido la reciente pérdida de un hijo). Luminoso porque todo en él es esperanza, confianza en el mundo que la rodea, y tierno porque el amor, la amistad y la ternura rezuman todas las páginas.
Quien lea Descubriendo mi tiempo de Milagros Martín Carreras obtendrá la virtud de darse una vuelta por su mundo, que lleva el “aroma a hogaza recién hecha” o “el perfume de la ropa limpia y soleada”, es decir, un mundo nuevo, limpio, sincero, abierto a quien sepa descubrir sus confidencias, sus confesiones, su singular modo de concebir la vida. Está enamorada y disfruta de las cosas pequeñas y hogareñas, y comulga con los recuerdos entrañables que le traen los caminos, los cantos de los agricultores, la trilla en las eras, recuerdos de los
“Campos anchos y llanos
de esa Castilla
de mis antepasados,
fuerte y sencilla.”
Enamoramiento que la hace anhelar vehemente
“llevar en el alma grabada
toda la alegría de la Tierra.”
Alegría que estalla en poemas, muchos de ellos condensados en reflexiones profundas sobre el sentimiento humano, la fidelidad de la palabra, el desorden que a veces asedia al mundo, el sentido del tiempo (que justifiva por sí solo el título del poemario):
“Siento el ayer
y vivo ya el mañana
que desnuda mi hoy.”
La soledad buscada para encontrarse a sí misma, la paradoja que vive siempre el poeta: “Soñar y estar despierto.”
El amor, como salvador del suplicio cotidiano.
En realidad, Milagros, que se está buscando constantemente, y se hace preguntas y formula dudas sobre su experiencia vital,  acaba encontrándose cuando escribe versos, estos versos suyos que no son para proporcionar la felicidad de los lectores (ella misma dice que la felicidad “no existe, hay que hacerla, construirla cada día”), sino sembrar esperanza y confianza en el propio existir.

Hay en Descubriendo mi tiempo, numerosos ejemplos que prueban lo que digo, pero quizá sea el poema titulado Lejanía el que mejor retrata a Milagros Martín y su concepción tanto de la vida como de la poesía. Buen romance que comienza:
“Tengo la mirada lejos
como atrapada en el tiempo.
La mirada va enlazada
a tu querer y a tus besos.”
Y termina:
“Me agarro fuerte a tu brazo,
como la vela al velero,
y mirándome en tus ojos,
con tanta luz me despierto.”
He aquí  dos de los componentes más importantes del libro: la ternura amorosa por un lado y la luminosidad por otro, pero sabiamente unidas en el fervor del poema: “y mirándome en tus ojos, con tanta luz me despierto.”
Justo como sucede en el acto mismo de crear poesía: al ser cegados por ella, por la luz del arte y la belleza, despertamos en nuestro mundo cotidiano. La suerte está de parte del poeta que consigue atrapar en sus versos un destello de esa luz.
Esto sólo son palabras de un acercamiento a Descubriendo mi tiempo. Cada lector podrá hacer el suyo. Pero estoy seguro de que ninguno cerrará el libro sin que su corazón no se haya emocionado más de una vez y no haya captado la lección de honradez y autenticidad que Milagros Martín Carreras ha vertido en los versos presentes.
                                                Tossa de Mar, 5 de octubre de 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario