4. SAN JUAN DE LA CRUZ (Poesía mística)
San Juan de la Cruz (1542- 1591) nació en Fontiveros (Ávila). En Salamanca estudió Artes y Filosofía. Tras un encuentro con Santa Teresa, abrazó el Carmelo y contribuyó a su reforma. Como carmelita descalzo que era, los calzados le hicieron la vida imposible hasta lograr que sufriera prisión en Toledo. Tras salir de la cárcel, su vida fue un ir de un convento a otro en ciudades diferentes: Beas, Baeza, Granada, Peñuela... Aquí fue relevado de su cargo de vicario provincial y vivió casi prisionero. Finalmente, murió en Úbeda.
Su obra poética es excepcional aunque breve: Dos glosas a lo divino (ejemplo: "Sin arrimo y con arrimo"), Tres coplas (ejemplo: "Entréme donde no supe"), Nueve romances(ejemplos: "En el principio moraba", "Encima de las corrientes"), Dos canciones a lo divino (ejemplo: "Qué bien sé yo la fuente que mana y corre"), y las más importantes: Cántico espiritual o Canciones entre el alma y el esposo, Llama de amor viva y Noche oscura del alma, en las que se cumplen las tres vías de la escala mística.
En Noche oscura del alma ésta, una vez que el cuerpo está sosegado, purificado (vía purgativa), inicia un camino hacia la luz, que nada tiene que ver con la del día.
En Cántico espiritual, el alma va buscando al esposo en las criaturas de la naturaleza, y éstas le contestan que en la belleza que tienen está Él.
Finalmente, en Llama de amor viva, tiene lugar la unión apasionada del alma con Dios:
"¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!..."
Canciones entre el alma y el Esposo
Esposa
"¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti clamando y eras ido.
Pastores los que fuereis
allá por las majadas al otero,
si por ventura viereis
Aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas,
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.
Pregunta a las criaturas
¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!”
“Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura,
vestidos los dejó de su hermosura.”
“¡Ay! ¿Quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero.
no quieras enviarme
de hoy ya más mensajero,
que no sabe decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjanme muriendo
un no sé qué queda balbuciendo.
Mas, ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del Amado en ti concibes?
¿Por qué, pues has llagado
a aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues que lo has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre de ellos,
y sólo para ti quiero tenellos.
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura;
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura."
Nótese nuevamente el empleo de la lira en esta composición, una de las estrofas más típicas del Renacimiento. Y la utilización de los dos planos paralelos: el de la realidad, representada por elementos naturales y el amor terrenal , y la trascendente, que se refiere al mundo místico de la unión del alma con Dios. Para unir ambos planos, el poeta se vale de un lenguaje a veces hermético cuajado de comparaciones ( "como el ciervo huiste "), aliteraciones que imitan el balbuceo del asombro ("un no sé qué que queda..."), gradaciones que muestran el dolor ("decidle que adolezco, peno y muero"), metáforas ("y véante mis ojos, pues eres lumbre de ellos"), derivaciones ("y no tomas el robo que robaste", "¡oh, vida!, no viviendo donde vives"), etcétera.
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