lunes, 13 de junio de 2011

Memorias de un jubilado

Por qué escribo poesía


Debo reconocer que más de una vez me he hecho esta pregunta y nunca hasta ahora he sabido contestarme, o al menos no acababa de satisfacerme la respuesta que en cada ocasión me daba. Desde muy niño sabía que había algo especial en las cosas que hacían que me fijara en ellas, hablara de ellas, escribiera de ellas. Había en mi casa de infancia un desván lleno de cosas que tenían algo de especial para mí. Aunque nunca supiera a ciencia cierta de qué se trataba. Yo siempre he sido una persona muy soñadora, muy imaginativa. Debía empezar por aquí esta especie de confesión sobre lo que más me gusta hacer: escribir poesía. Yo siempre he sido una persona muy soñadora, muy imaginativa.
Dicho esto ya puedo continuar con mi alegato. ¿Qué significa ser una persona soñadora? El diccionario afirma que “soñador” es aquel “que sueña mucho” y, figuradamente, “que discurre fantásticamente sin tener en cuenta la realidad”. Enmendando la parte que dice “sin tener en cuenta la realidad”, yo soy un soñador a mi manera porque siempre parto de las cosas que me rodean.
Si veía, por ejemplo, en el desván de mi infancia, entre las sombras filtrarse por un rendija del tejado un hilo de luz, enseguida creía que era polvo de oro donde nadaban seres fantásticos que flotando sin caer nunca querían comunicarnos sosiego, equilibrio, eternidad. Y pensaba que si miraba con intensidad aquel prodigio iluminado, el tiempo no pasaba para mí. Mi sueño casi siempre acababa cuando llegaba hasta mí a través de paredes y espacios la voz de mi madre llamándome para comer o para hacer algún recado en el barrio.
Otra pregunta relacionada con la anterior. ¿Es lo mismo ser soñador que imaginativo? Yo creo que “imaginativo” es el adjetivo hermano de correrías poéticas del adjetivo “soñador”. Si éste califica al que piensa fantásticamente sin tener en cuenta la realidad, “imaginativo” es el “que continuamente imagina o piensa”. Fíjese es el adverbio “continuamente”, que alude a un estado no transitorio o pasajero, sino perenne y constante, y en el verbo del que deriva, “imaginar”, que significa “representar idealmente una cosa, inventarla, crearla en la imaginación.” Va más allá de pensar sin tener en cuenta la realidad: es inventar otra realidad, ideal, imaginada, como se quiera, diferente de la que nos rodea diariamente en los actos cotidianos que van desde asearnos nada más levantarnos por la mañana hasta lavarnos los dientes antes de acostarnos por la noche, pasando por los actos de comer, leer o mirar.
Creo que escribir poesía, sin atreverme a asegurarlo con absoluta certeza, Dios me libre, es eso, inventar otra realidad, claro que con palabras debidamente combinadas para crear belleza y mover a la emoción.

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