Libertad condicional
En mi ruta matinal de bicicleta paso habitualmente por la finca que guarda dos caballos. Entreveo al fondo sus bellos cuerpos, solos, inmóviles, como engarzados en una soledad de sombras, y luego su imagen me sigue grabada en la retina mientras me interno en el camino de las hiniestas y eucaliptos buscando la salida a la carretera, junto a San Eloy. Cada día vivo la misma melancólica experiencia de los caballos recluidos al fondo de la finca, en las sombras del establo que les ha habilitado su amo. Pero hoy la cosa ha sido diferente. Hoy he descubierto este caballo siena, de lomo brillante, comiendo a sus anchas en el talud del camino que acaba en las aguas breves y tranquilas de la riera. Bueno, a sus anchas del todo no, porque, al parar la bicicleta para contemplarlo a gusto, descubro que el amo le ha atado las patas para que no se vaya lejos. Libertad condicional. El caballo ramonea en el talud, es feliz a su manera. Y la mañana lustra su lomo. Mi ruta matinal en bicicleta cambia. Ya no me llevo hacia el interior del bosque la triste sensación de otras veces. Uno de los caballos come hierba al sol con libertad a medias, junto a la transparente libertad de los caminos y de la riera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario