Una tarde noche memorable
Por Victor Manuel abajo damos con la Chiesa Nuova. La Tarrina nos da la bienvenida con sus caños de agua.
El agua inquieta
De la Tarrina canta
ante la iglesia.
Nada más entrar en el templo nos inunda una luz de oro que baja de las bóvedas. Los estucos aparecen entre las columnas y los ángeles que vuelan por todas partes. Llaman la atención los frescos de la bóveda de Cortona y las pinturas del altar hechas por Rubens sobre pizarra y cobre.
Columnas y ángeles
que los techos repiten,
¡luces perennes!
Y el falso Caravaggio representando el Santo Entierro. El original permanece lejos de la cultura popular entre los muros de la Pinacoteca Vaticana.
Después de cenar, nuestro cicecorene familiar nos tiene reservada una agradable sorpresa. Primero nos lleva por calles románticas a media luz y con poca gente. De pronto, en una esquina, aparece una figura de piedra antropomorfa y al lado un plafón con papelitos que son quejas y denuncias de los vecinos. La figura es el famoso Pasquino, llamado así por dos motivos: primero porque cerca del lugar, según la tradfición, vivía un comerciante llamado así y que se atrevió a levantar la voz contra las malas gestiones de la autoridad; y segundo, porque los papeles denunciadores (hoy aparecen fijados en el soporte vertical que acompañan a la estatua) siempre se llamaron pasquines.
Adiós, Pasquino:
tus palabras de piedra
pautan los siglos.
Entramos en una heladería y probamos el helado de anguria (sandía); soberbio y sorprendente. Las calles se van llenando de gente, que como un río humano caminan en una sola dirección. Aquí está la sorpresa que nos tenía guardada nuestro guía: la Fontana de Trevi. Nunca había visto tanta gente junta en el mismo lugar (días más tarde nos encontraríamos un sitio con las mismas características: la escalinata de la plaza de España). Fotos por todas partes, ritos, risas. Siempre había creído que la plaza era enorme. Todo lo contrario. Pero las estauas de la fuente sí son grandiosas, Poseidón en medio (Salvi a partir de un diseño de Bernini). Cumplimos el rito de la moneda y, tras saborear unos minutos la sensación de pisar un sitio tan emblemático (pero a la vez tan masificado y ruidoso), seguimos nuestro camino nocturno por el océano romano sin naufragar nunca. ¿ O sí?
Fuente de Trevi:
los sueños de la tribu,
una moneda.
Una moneda
pacta con las cascadas
la vuelta a Roma.
De vuelta al apartamento, bajo el misterio de la noche, aparece a nuestros ojos la Plaza de la Piedra. Las columnas de Adriano tiemblan a media luz.
Plaza de Piedra.
Las columnas de Adriano:
¡la luna tiembla!
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