Otro día de emociones
Empezamos la mañana en Santa María de la Victoria. La victoria fue nuestra al poder disfrutar a solas de las maravillas que el templo guarda celosamente. La más grande, el éxtasis de Santa Teresa, de Bernini. Como en un teatro, las figuras de los lados de la capilla se asoman en sus palcos al prodigio de la monja española.
Bernini estalla:
Santa Teresa en éxtasis,
el ángel ríe.
El ángel ríe
con el dardo en la mano:
es un teatro.
Es un teatro
donde el mármol dialoga
subido a un palco.
Sobe los arcos
los ángeles celebran
el gran milagro.
Los espectadores son el cardenal Cornaro, que da nombre a la capilla, y sus antecesores que parecen estar discutiendo la obra que se representa ante ellos.
Por la vía 20 de septiembre abajo llegamos a las Cuatro Fontanas, situadas en el cruce de la citada vía con la que ostenta el nombre de las fuentes, una de las cuales representa al río Tíber, acompañado de la loba, otra al Arno, y las dos restantes, figuras femeninas, a la diosa Juno o la fuerza y a la diosa Diana o la fidelidad.
Cuatro fuentes,
cuatro esquinas
y dos calles
para una vida.
En la misma vía, aunque con el nombre cambiado (ahora es la via del Quirinal) y junto a las Cuatro Fontanas, se levanta la iglesia de San Carlos, obra maestra de Borromini (curvas en la fachada y en el interior y cúpula oval).
Y un poco más abajo, frente al Palacio del Quirinal, sede del presidente de la república italiana, la iglesia de San Andrés, conocida como la perla del barroco y obra de Bernini, que ocupó magistralmente el escaso espacio del que disponía para ubicarla. También llama la atención la crucifixión de San Andrés en el retablo mirando a la reproducción en estuco de sí mismo un poco más arriba junto a la linterna y la representación del espíritu Santo.
En San Andrés
Bernini gira en torno:
cúpula y suelo.
Cúpula y suelo
y alrededor capillas
con luz en vuelo.
A petición de nuestro cicerone particular hacemos un alto en el recoleto jardín del Quirinal.
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