miércoles, 10 de noviembre de 2010

TEATRO ADAPTADO



Reanudo la sección TEATRO ADAPTADO con un nuevo sainete de don Ramón de la Cruz titulado




Las tertulias de Madrid

PERSONAJES (Por orden de aparición)
DOÑA INÉS. Dama distinguida en cuya casa se celebran tertulias.
DOÑA PETRONILA. Su hermana.
DON LUIS. Amigo de don Juan, marido de doña Inés.
PERIQUILLO. Paje de doña Inés.
ABATE.
INVITADA 1.
INVITADA 2.
INVITADA 3.
CRIADA.
MÉDICO.
PEPITO. Un jovenzuelo aficionado a los títeres.
DON JUAN. Dueño de la casa y marido de Doña Inés.

La acción transcurre en casa de DON JUAN y DOÑA INÉS. En el salón, con una mesa baja y sillones alrededor, algún mueble más, cuadros y cortinas. Habrá dos puertas al fondo. Una da al dormitorio de DON JUAN y otra a la cocina. Y una tercera puerta comunicará con la calle, por la que irán entrando los invitados y demás personajes ajenos a la casa.

DOÑA INÉS. (Llorando desconsolada.) ¡Qué desgracia, Dios mío! No poder hacer hoy la tertulia de los jueves.
DOÑA PETRONILA. (Condolida) Pero exactamente, ¿qué le ocurre a tu marido?
DOÑA INÉS. Está muy mal. Ha sufrido un terrible accidente. ¡Ay, Dios mío! ¿Qué será de mí si él me falta? (Solloza.)
DOÑA PETRONILA. (Intentando calmarla.) Pues te ocurrirá lo que le ha pasado a otras. Aún eres joven y bien puesta. Por lo pronto, embanasta lo que puedas en los baúles y asegura las joyas. O, mejor, yo lo haré, que tú no estás para nada.
DOÑA INÉS. Espera un poco a ver qué dicen los médicos. Lo que siento es que no podré avisar a los contertulios.
(Entra DON LUIS.)
DON LUIS. ¿Cómo sigue el enfermo?
DOÑA INÉS. Mal, muy mal. (Repara en PERIQUILLO, su paje.) Periquillo.
PERIQUILLO. Diga usted, señora.
DOÑA INÉS. Que digo yo que sería mejor que fueras a avisar a los invitados a la tertulia para que no vinieran.
PERIQUILLO. ¡Pues vaya que son poquitos para avisarlos a todos.
DON LUIS. Perdone, doña Inés. Al que habría que avisar es al médico.
DOÑA INÉS. Tiene razón. Anda, Periquillo, ve a buscar al doctor de la familia. Ya sabes dónde vive.
(PERIQUILLO se va y entra un ABATE invitado previamente a la tertulia.)
ABATE. (Viendo llorosa a DOÑA INÉS y a su lado a PETRONILA consolándola.) ¿Qué sucede?
DOÑA INÉS. Que don Juan se encuentra muy mal a causa de un accidente que ha sufrido hoy en la calle.
ABATE. ¡Cuánto lo siento! ¿Han avisado ya al médico?
DON LUIS. Sí ya han ido a buscarlo.
DOÑA INÉS. Voy a dar una vuelta al dormitorio a ver cómo sigue el enfermo. (Desaparece por la puerta de la habitación.)
(Entran tres INVITADAS que, tras saludar, toman asiento en los sillones.)
DOÑA PETRONILA. Voy a ver por qué la criada no saca algún refresco.
INVITADA 1. Por mí no te apures. Hoy perdono el chocolate y los bizcochos.
INVITADA 2. Yo con lomo fresco me apaño.
INVITADA 3. A mí, media roca tierna y las pasas de siempre.
DOÑA INÉS. (Llegando de la habitación.) Sigue desmayado. (A DON LUIS.) Mire usted a ver si puede hacer algo.
DON LUIS. Ya me gustaría. Pero bien sabe usted que no entiendo nada de medicina ni de enfermedades. El que tendría que estar aquí ya es el doctor.
(Entra PERIQUILLO con el DOCTOR.)
DOÑA INÉS. Gracias que está usted aquí.
DOCTOR. En cuanto me lo han dicho. Vamos a ver al enfermo.
(Se va al dormitorio acompañado de DON LUIS. La CRIADA trae de comer y las invitadas y el abate se ponen a comer como verdaderos ansiosos.
CRIADA. (Aparte.) Bueno va esto. Y mi amo a punto de dar su alma a Dios.
(Entra PEPITO.)
PEPITO. ¿Llego a tiempo? (Se sienta a la mesa y picotea alguna cosa de los platos servidos.)
DOCTOR. (De vuelta de la habitación del enfermo. Mala cara.) La cosa no pinta bien.
PEPITO. (Al ABATE.) ¿Qué ocurre?
ABATE. Que don Juan está muy grave. Y ese doctor lo acaba de confirmar.
(Pero pronto vuelven los invitados a comer y a levantar la voz en chanzas y bromas.)
DON LUIS. (Sale de la habitación del enfermo enfadado.) Señoras, señores, valga la cortesía por Dios, que Don Juan se va de este mundo.
(Guardan unos segundos de silencio, pero enseguida vuelven al barullo y al bullicio.)
DOÑA INÉS. (Molesta.) Amigas, por la Virgen que os vayáis. El doctor me acaba de decir que mi marido no pasa de esta noche. Y yo deseo quedarme a solas con don Juan.
PEPITO. (Llamando a la CRIADA.) ¿Tenéis jamones en casa? ¿Y café? Con eso habrá bastante. En un rincón pasaremos la noche como duques.
DOÑA INÉS. Es imposible, amigos. Todos debéis iros ahora mismo.
DON LUIS. Perdone, doña Inés. Pero yo creo que es mejor que sea usted quien se vaya. Que alguna amiga de estas la acompañe. Y pues tanta confianza tiene con estos amigos suyos, nombre a uno que se haga cargo de las disposiciones legales, llaves, documentos y todo el protocolo que en estos casos luctuosos suelen aparecer.
INVITADA 1. Yo sería la primera en llevarte, pero ya sabes que tengo muchos hijos y me necesitan.
INVITADA 2. Yo también si mi casa dispusiera de una alcoba más.
INVITADA 3. Algo parecido me ocurre a mí, pues la única habitación de más la está ocupando ahora un pariente mío de Valladolid, que ha venido a pasar unos días en mi casa.
ABATE. En cuanto a mí, eso de los papeles y documentos no está bien visto que los haga gente de mi condición.
PEPITO. Yo lo haría si entendiera de papeles y si los testamentos no me dieran gafe.
DOÑA INÉS. (Sin poder contenerse.) ¡Basta! ¡Basta! ¿Y vosotras sois mis amigas en quien deposité tanta confianza? ¿Y cabe en los hombres mayor falta?
DOÑA PETRONILA. Esto te pasa por ofrecer tu casa a gente tan egoísta y gorrona.
(Aparece en la puerta de su habitación DON JUAN, vestido y con muy buena cara.)
DOÑA INÉS. (Entre sorprendida y ansiosa.) ¿Qué es esto, Juan mío? ¿No te estabas muriendo?
DON JUAN. (Acercándose al grupo muy solemne.) No, querida Inés. Por ahora no me muero. Todo ha sido una comedia que he preparado con mi amigo Luis y el Doctor para que aprendas hoy lo que te puede ocurrir mañana. Te lo repito una vez más, querida. Esta gente que viene a las tertulias sólo viene por un interés egoísta, a huir de sus casas y sus obligaciones y a comer gratis, sin importarle nada si alguien está enfermo o a punto de morirse. (Al grupo de gorrones.) ¿No es esto, señoras, señores? Respondan. Y quien mienta, que se caiga muerto de verdad.
(Todos se ponen de pie con la cabeza gacha y uno a uno, en silencio, desfilan avergonzados hacia la salida.)
FIN

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