lunes, 15 de noviembre de 2010

EL RELATO DEL MES


Un mueblecito familiar


Durante la breve visita que hace unos días hice a un pariente mío, me fijé en un mueblecito que adornaba la ventana de su cocina y que, no sabía por qué, me resultaba familiar. Los costados, curvados por delante, eran de mayor grosor que el techo y la parte trasera, que estaban formados por paneles; unos y otros aparecían sujetos por clavitos dorados. Pero la parte más llamativa del baulito era la portezuela, una especie de persiana formada por piezas cilíndricas pegadas a un cartón, que subía y bajaba por un carrilito practicado en la parte curvada de los costados. Mi pariente advirtió mi curiosidad y, cogiéndome del brazo, me llevó a otra dependencia con el pretexto, me dijo, de que aún no había visto lo más importante. Pero lo más importante para mí allí era aquel baulito, que me resultaba tan familiar. Me despedí de mi pariente hasta otra ocasión y, al llegar a mi casa, empujado por un extraño pálpito, revisé los álbumes familiares. Y mi sorpresa fue mayúscula cuando en uno de ellos descubrí una foto de mi padre de joven, cuando era carpintero, que sostenía en una mano el baulito en cuestión. Una pregunta vino inmediatamente a mi cabeza: ¿cómo había llegado a la casa de mi pariente? Éste me desveló el secreto unos días más tarde. Mi padre se lo había regalado a una primera novia que tuvo, y al morir ésta, el baulito pasó a manos de mi pariente, su hijo por más señas.

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