viernes, 5 de noviembre de 2010

PROSAS DE ANTAÑO

Cabeza de Tortilla

8. Apolo y el cuervo


A Berni le gustaba contar todo tipo de cuentos, fantásticos, realistas, tristes, cómicos; su principal objetivo era contar, inventar historias y personajes nuevos, y hacerles vivir aventuras de cualquier clase, y, mientras las contaba, hacer emocionar y divertirse a la gente que lo escuchaba. Eso justo estaba escribiendo en sus memorias, cuando las primeras gotas de una lluvia que andaba tiempo amenazando caer resbalaron sobre el cristal de la ventana. Berni dejó de escribir y descubrió un negro cuervo posado en el poyete de la ventana. Sin duda la pobre ave, ante el temporal que se avecinaba, había pensado refugiarse allí. Berni se levantó y acudió a la ventana con ánimo de abrirla y dar cobijo al desvalido cuervo. Pero éste al ver al hombre acercarse, emitió un solemne graznido y escapó volando.
--Sólo quería ayudarte—dijo y regresó a la mesa. El papel le esperaba y, por asociación de ideas, empezó a escribir una vieja leyenda que había contado más de una vez a sus amigos del río, El cuervo de Apolo
“Apolo era un dios de la mitología griega que había nacido en la isla de Delos y era hijo de Zeus y de Leto, él el padre de todos los dioses y ella una diosa de aquí te espero. Pues el caso es que Apolo un día de verano ardiente y caluroso como este que estamos viviendo envió al cuervo, que era su criado, a buscar agua para saciar su sed. El ave obedeció al punto y, extendiendo sus alas negras, surcó el espacio majestuosamente y desapareció en la lejanía dispuesto a cumplir la orden de Apolo.”
(Recordó, como en otras ocasiones, la simpática voz de Chago preguntándole quién era Apolo y, acto seguido, la de Merlo reprochándole su ignorancia.)
“Pero el cuervo, al pasar volando sobre un campo de trigo, descendió para ver de cerca cómo las espigas imitaban en su movimiento a las olas del mar. Se posó sobre una estaca del camino y se puso a contemplar a sus anchas el hermoso espectáculo. Y descubrió que una de las espigas aún estaba verde. De repente se olvidó de lo que le había mandado hacer Apolo y se quedó allí esperando a que la espiga verde madurase como las demás. Cuando esto sucedió, recordó lo que tenía que hacer y siguió volando en busca del agua solicitada por su amo. Pronto la encontró en un arroyo oculto entre unos árboles. Descendió hasta el arroyo, cogió agua en su pico y con ella regresó junto a Apolo para aliviarle la sed.
Pero lógicamente Apolo estaba muy enojado con el cuervo por su negligente tardanza, y le castigó como se merecía.
Según la leyenda, Apolo castigó al desobediente pájaro a padecer terrible sed durante los veranos, en todos los veranos de su vida. Desde entonces el pájaro negro está condenado a soportar ese castigo. Y por eso todavía hoy podemos oír sus incesantes graznidos, graznidos que son como quejas.”

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