viernes, 2 de noviembre de 2012

Origen de un refrán

(Adaptación teatral personal de un cuento de Juan de Timoneda)


 

Personajes
Capellán
Caminante
Sacristán
Posadero

La acción transcurre en una posada en un tiempo indeterminado.

Único cuadro
En el comedor de una posada se encuentran comiendo y mirando al espectador a una misma mesa corrida un Capellán, un Caminante y un Sacristán, de izquierda a derecha. El Posadero va y viene recogiendo vasos y platos.

Capellán
(Con cara de satisfacción)
Este palomino asado está de lo más sabroso que he probado nunca.
Caminante
(Mirando con envidia al plato del Capellán mientras comía un pedazo de pan a secas.)
Tiene razón, señor capellán. El olor que desprende el palomino ya de por sí es exquisito. Si usted quisiera, podría compartirlo conmigo, que yo pagaría gustosamente mi parte.
Capellán
(Sin dejar de comer.) No, señor mío. Cada uno que coma lo que la fortuna le ha deparado. Y todos seguiremos tan amigos.
Caminante
Más amigos seremos si comemos a medias el palomino. Bueno, lo que queda de él.
Capellán
Ya le he dicho que no. Coma usted su pan y dé gracias a Dios por lo que le ha regalado. Que yo debo cumplir con este manjar que ha tenido a bien proporcionarme.
(Pausa para concluir cada uno su comida.)
Capellán
(Limpiándose con la servilleta.)
Por fin he dado cuenta de mi palomino asado. Alabado sea Dios.
Caminante
(Con una sonrisa.)
Ha de saber, señor capellán, que usted con el sabor y yo con el olor ambos hemos comido el palomino asado, lo quiera usted reconocer o no.
Capellán
(Mosqueado.)
Si eso es así como dice usted, quiero que me pague la parte de palomino que se ha comido.
Caminante
Sólo faltaría. Si el sabor ha sido todo suyo, el olor del palomino me pertenece a mí, que a mi lado ha llegado sin yo pedirlo.
Capellán
No estoy de acuerdo. Porque el olor ha salido del palomino asado que yo he comido y a él le pertenece; y por lo tanto es mío también. Así que déme mi parte.
Caminante
Ni lo sueñe. El olor lo he disfrutado yo y con él me quedo.
Capellán
Esto no puede quedar así. (Al Sacristán.) Usted lo ha visto todo. ¿Qué le parece? ¿No tengo yo razón?
Sacristán
No es fácil contestar a esa pregunta.
Caminante
¿Qué quiere decir? ¿Que cabría alguna posibilidad de que el capellán tuviese razón? ¿Y yo? ¿No tengo razón?
Sacristán
Ni una cosa ni otra. Pero si lo que quieren ustedes dos es que yo actúe de juez en este litigio…
Capellán
¡Juez! ¡Eso es! Haga usted de juez. (Al Caminante.) ¿Está de acuerdo?
Caminante
A mí no me importa. (Al Sacristán.) Adelante.
Sacristán
Para ello necesito un testigo.
Capellán
Puede escoger al posadero. (Al Caminante.) ¿Tine usted algún inconveniente?
Caminante
Yo no, pero a lo mejor el posadero sí.
Sacristán
Preguntémoselo a él. (Al Posadero.) ¡Posadero!
Posadero
(Que ha estado siguiendo toda la discusión.)
¿Me necesitan?
Sacristán
¿Quiere hacer de testigo de la decisión que pienso tomar sobre el litigio que enfrenta al capellán y al caminante?
Posadero
Por supuesto. Les he estado oyendo todo el rato y ardo en deseos de saber qué veredicto va a dictar.
Sacristán
Pues no dilatemos más la cuestión. (Al Capellán.) ¿Cuánto le ha costado a usted el palomino asado?
Capellán
¿El palomino asado? Pues un real.
Sacristán
¿Un real? De acuerdo. (Al Caminante.) ¿Tiene usted medio real?
Caminante
¿Medio real? Sí. (Echa mano al bolsillo.)
Sacristán
¿Me lo deja un momento?
Caminante
(Extrañado.) Sí, claro. (Le da la moneda de medio real.)
Sacristán
(Coge la moneda y la hace sonar sobre la mesa.) (Al Capellán.) ¿Ha oído usted el sonido de la moneda?
Capellán
(Sorprendido.)
Y eso ¿qué significa?
Sacristán
Muy simple, señor capellán. Que puede cobrar el olor del palomino asado con el ruido del real. Y todos contentos.
Posadero
A buen capellán, mejor sacristán.
FIN




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