lunes, 19 de noviembre de 2012

ANTOLOGÍA COMENTADA DE LA POESÍA ESPAÑOLA


2. FRANCISCO DE QUEVEDO  (Escuela conceptista)

 


Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645), rival literario de Góngora, con el que mantuvo una acérrima disputa durante toda su vida, nació en Madrid en el seno de una familia que trabajaba en la Corte. Hizo sus primeros estudios con los jesuitas en Madrid y luego cursó Humanidades, Lenguas modernas y Filosofía en la universidad de Alcalá de Henares. Finalmente, estudió Teología en la de Valladolid. Llegó a ser secretario real y estuvo en Italia como consejero del duque de Osuna en un tiempo de zozobras e inseguridades para su persona. Aunque contrajo matrimonio a los 54 años, su vocación de casado era nula y al poco tiempo se separó. Su afición a las intrigas palaciegas le llevaron a la cárcel en más de una ocasión; la más dura (5 años) la pasó en el convento de San Marcos de Léon. Al salir de la prisión, su salud quedó tan menguada que, tras una estancia de confinamiento en la Torre de Juan Abad, de su propiedad, acabó de morir en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).

En tres grupos podemos dividir la inmensa producción poética de Quevedo:

Poesías amorosas, entre las que destacan muchos romances, letrillas y sonetos dedicados a damas ocultas bajo nombres clásicos, como Lisi, Lisis o Liseida, nombre que encubre a Luisa de la Cerda, de quien estuvo enamorado; otros ejemplos: A Dori, A Flora o A Aminta, que se cubrió los ojos con la mano, cuyos primeros versos dicen: “Lo que me quita en fuego me da en nieve / la mano que tus ojos me recata”.

Dámaso Alonso, gran conocedor de la poesía de Quevedo, dice de él que “es el más alto poeta de amor de la literatura española”. Y hablando de amor, así define este sentimiento nuestro poeta: “Es hielo abrasador, es fuego helado, / es herida que duele y no se siente”

Poesías sentenciosas y morales, entre las cuales sobresalen sátiras, sonetos y otras composiciones de tono moral, sagrado, fúnebre, político… Algunos títulos son: A Cristo resucitado, Al mal gobierno de Felipe IV, Enseña cómo todas las cosas avisan de la muerte oDesde la torre: “Retirado en la paz de estos desiertos, / con pocos pero doctos libros juntos, / vivo en conversación con los difuntos / y escucho con mis ojos a los muertos…”

Poesías festivas, entre las que destacan letrillas, canciones, epitafios, sonetos, jácaras…, donde se denuncian o atacan defectos físicos y morales y costumbres licenciosas; otras veces son simples juegos verbales. Muestras de lo que decimos son las tituladas Poderoso caballero es don dinero, Contra don Luis de Góngora (“Y para adelante digo / que te enmiendes de tus cargos, / y pues eres manicorto, / no seas lengüilargo”), Mujer puntiaguda con enaguas, Al ruiseñor o, la más famosa aún, A una nariz, que empieza: “Érase un hombre a una nariz pegado, /érase una nariz superlativa…”


Quevedo emplea un lenguaje especial que convierte el verso en una expresión rápida y densa de sentido a la vez. La construcción sintáctica es nerviosa y el vocabulario expresivo y rico, y, cuando quiere y la expresión lo necesita, inventa neologismos (archipobre, protomiseria). Y si hablamos de figuras retóricas, en sus versos encontramos una amplia representación de ellas: antítesis (“si un tiempo fuertes, ya desmoronados”), expresiones de doble o múltiple sentido (“en breve cárcel traigo aprisionado”), imágenes inusuales (“traigo el campo que pacen estrellado / las fieras altas de la piel luciente”), metáforas esplendorosas que unas veces embellecen (“relámpagos de risas carmesíes”) y otras deforman la realidad (“la fortuna mis tiempos ha mordido”), empleo especial de las formas de algunos verbos (“soy un fue, y un será, y un es cansado”). Paradojas, hipérboles y juegos de palabras conceptistas que a veces se interrelacionan entre sí.

 
Los textos elegidos son cuatro composiciones quevedianas, pertenecientes a los cuatro tipos de poesías que preferentemente cultivó el poeta. La primera es un intento de definir algo tan indefinible como el amor. La segunda, escrita un par de años antes de su muerte, refleja la situación de ruina de todo cuanto rodea al poeta y de su propia persona. La tercera es un juego metafórico que define a un ruiseñor. Y la cuarta, la letrilla Poderoso caballero es don dinero.

 

1.

 “Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!”

 

2.

 “Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
de la carrera de la edad cansados,
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo, vi que el sol bebía
los arroyos de hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.
 
Entré en mi casa; vi que, amancillada,
de anciana habitación era despojos;
mi báculo, más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada.
Y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.”

Quevedo es uno de nuestros más grandes sonetistas junto a nombres como Garcilaso, Lope de Vega, Herrera, Bocángel o Góngora en la Edad de Oro, y Unamuno, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego o Miguel Hernández en el siglo XX. Nótese la progresión de las ideas en los dos cuartetos y en parte de los tercetos, para culminar el desenlace en el último terceto del primer soneto ( "Éste es el niño Amor, éste su abismo...")y en los dos últimos versos del segundo soneto ("Y no hallé cosa en que poner los ojos / que no fuese recuerdo de la muerte.").
 
 
3.

“Flor con voz, volante flor,
silbo alado, voz pintada,
vida de pluma animada
y ramillete cantor.
Di, átomo volador,
florido acento de pluma,
bella organizada suma
de lo hermoso y lo süave,
¿cómo cabe en sola un ave
cuanto el contrapunto suma?”

 Obsérvese el juego de metáforas empleado a lo largo de los ocho primeros versos (hasta nueve metáforas: flor con voz, volante flor, silbo alado, voz pintada, vida de pluma animada, ramillete cantor, átomo volador, florido acento de pluma, bella organizada suma de lo hermoso y lo suave), y la pregunta final de los dos versos últimos que expresan la admiración y la sorpresa del poeta. No pasa inadvertido el empleo de las dos "suma" para lograr la rima consonante: una palabra es sustantivo y otra un forma verbal. Se trata, pues, de una décima genial, como pocas de las que existen en nuestra poesía.
 
4.
 
 “¿A quién no le maravilla
ver en su gloria sin tasa
que es lo más ruin de su casa
doña Blanca de Castilla?
Mas pues que su fuerza humilla
al cobarde y al guerrero,
poderoso caballero
es don dinero.
Sus escudos de armas nobles
son siempre tan principales,
que sin sus escudos reales
no hay escudos de armas dobles;
y pues a los mismos nobles
da codicia su minero,
poderoso caballero
es don dinero.
Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos,
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don dinero.
Es tanta su majestad
(aunque son sus duelos hartos),
que aun con estar hecho cuartos,
no pierde su calidad;
pero pues da autoridad
al gañán y al jornalero,
poderoso caballero
es don dinero.”
 
No pase por alto el estribillo del pareado "poderoso caballero / es don dinero", con el que se cierran las mudanzas que forman la letrilla, así como el llamado verso de vuelta de cada una de ellas y que rima con el citado estribillo ("al cobarde y al guerrero", "da codicia su minero", "y ablanda al juez más severo" y "al gañán y al jornalero", respectivamente). Así pues, el esquema estrófico de la letrilla presente sería: 8a 8b 8b 8a 8c 8c 5c  y así, sucesivamente.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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