miércoles, 7 de noviembre de 2012

MEMORIAS DE UN JUBILADO

Hablar de libros (y II)

 
Sigo hablando del libro de Encarna Fontanet, Ante los tres peldaños, poemario donde se juntan sabiamente el mundo de lo real y el mundo trascendente. Por un lado, la vida personal de la autora, con sus estados de ánimo, soledad, desaliento, desesperanza, ensimismamiento, melancolía, evocación de la infancia..., y sus relaciones, unas veces con los elementos naturales que la rodean, paisajes, flores, puentes, noches, estaciones, tiempos...,  y otras con los seres más queridos, el padre, la madre..., para acabar en la relación más íntima y espiritual con Dios, ese Tú cercano que
"buscamos
sin saber dónde, fuera de nosotros."
Y por otro, el mundo trascendente, que late entre las sombras del camino místico que ha emprendido la autora. ¡Qué bien ha leído la Biblia, el mejor Dante y sobre todo a nuestro más excelso poeta místico san Juan de la Cruz y su Noche oscura del Alma! Estos iluminados versos de Encarna Fontanet la ayudan a subir esa escala oculta, a superar la noche más oscura de la eterna búsqueda de la esencia personal, escala y noche que llevan siempre a la luz más alta. Para atravesar tanta tiniebla se vale del recuerdo y el apoyo de sus seres más queridos, especialmente la madre.
"Tan sólo espero que la noche séptima
de la séptima luna
nos sea favorable.
Mi mano en tu mano de nuevo."
"Volveré a ti,
tan segura en mi noche
tu impalpable presencia
que en el yermo sombrío
serás mi toda luz."
Como Dante, recorre las "inhóspitas cimas" de su solitario y doloroso camino, dejando atrás el orgullo, la envidia, la ira, la avaricia.
Como san Juan, al final de la ardua ascensión, encuentra las dulces azucenas
"que en el último tramo
de amargura candente,
agostarán el lujurioso fuego."
Y ante ella se alzan seguras
"las llamas de la hoguera inextinguible,
llamas de vivo amor, de muerte nunca."
 Por todo ello y mucho más que descubrirán los lectores en las páginas del libro, Ante los tres peldaños es un libro sincero y exquisito que contiene los cinco rasgos que, decía Lamartine, debe reunir un perfecto libro de poesía: ideas para la inteligencia, sentimientos para el corazón, imágenes para la vista y música para el oído.

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