En estos días se cumple el centenario del fallecimiento de uno de nuestros más grandes pensadores y filólogos de todos los tiempos, don Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912). Santanderino de pro, estudió bachillerato en el Instituto de la ciudad donde su padre era profesor de Matemáticas. En Madrid cursó la carrera de Filosofía y Letras. Pensionado por el ayuntamiento de su ciudad natal, inició una serie de viajes a Lisboa y Roma, en cuyas bibliotecas del Vaticano encontró libros curiosos. De regreso a Santander, comenzó a escribir la Historia de los Heteroxos españoles. Muy joven aún (1878) obtuvo por oposición la cátedra de Literatura que Amador de los Ríos había dejado vacante por fallecimiento. Dos años más tarde fue elegido académico de la Española. A la muerte de Tamayo,fue nombrado Director de la Biblioteca Nacional, cargo que desempeñó hasta el final de sus días.
A Menéndez Pelayo se le debe estudiar como filósofo, bibliógrafo, crítico literario, historiador y poeta, pues por su pluma pasaron los más diversos géneros literarios y del saber. Entre sus obras filosóficas, destacan La ciencia española, Historia de las ideas estéticas y muchos artículos de la Historia de los heterodoxos españoles. Como bibliógrafo, nos dejó títulos como Horacio en España o Bibliografía hispanolatina clásica, entre otros. Cultivó la poesía con cierto éxito, como puede comprobarse en la Epístola a sus amigos de Santander, la Epístola a Horacio o la oda Añoranzas, que dedicó a una prima suya de la que se había enamorado en Barcelona tiempo atrás. Pero el género que le dio más fama fue la crítica literaria, en la que fue un verdadero genio. Entre las obras que escribió pertenecientes a dicho género, destacamos la ya citada Historia de los heterodoxos españoles, para muchos su obra maestra, Historia de la poesía en la Edad Media, Orígenes de la novela española, Estudios sobre el teatro de Lope de Vega, Calderón y su teatro, etcétera, etcétera.
En conclusión, puede afirmarse que de Menéndez Pelayo arranca la reconstrucción de la Historia de nuestra Literatura y que todos los críticos literarios actuales se consideran deudores de su genio.
"En primer lugar, el carácter que salta a la vista en aquella sociedad española del siglo XVI, continuada en el siglo XVII, en eso que se llama Edad de Oro (y no siglo de oro, porque comprende dos siglos), la nota fundamental y característica es el fervor religioso que se sobrepone al sentimiento del honor, al sentimiento monárquico y a todos los que impropiamente se han tenido por fundamentales y primeros; ante todo, La España del siglo XVI es un pueblo católico; más diremos: un pueblo de teólogos."
"Considerado como poeta, el Arcipreste se levanta a inmensa altura, no sólo sobre los ingenios de su siglo, sino sobre todos los de la Edad Media española, sin excepción ni ofensa de nadie, y reconociendo desde luego todo lo que valen en sus géneros diversos un Ausias March, un Juan de Mena, un Santillana, ambos Manriques, para no hablar de los poemas anónimos y populares. hay quien tiene ´más intimidad de sentimiento lírico que el Arcipreste; muchos le vencen en la nobleza de las fuentes de inspiración..."
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