A un rincón de España algo revuelto ha vuelto el Rey Arturo con su lanza, que no avanza en este tiempo oscuro con tan poco futuro, y le acompaña, cosa extraña, ¡vaya chanza!, nada menos, nada más, que el zampamás Sancho Panza. ¡Vaya dos! Pues quieren ser como Dios, quieren hacer de un corral una granja. ¡No está mal! De naranja a naranjal. Les da igual. Sin conformarse, el Rey Arturo se pone duro y vuelve a armarse con su lanza, y a acompañarse de Sancho Panza, que en ínsulas Baratarias vuelve a soñar, ¡oh, mentes estrafalarias!, sin pensar que estas horas son deshoras, monsergas, cosas banales y juergas de gentes irracionales. Y siguen y prosiguen en su empeño, caballero y escudero, de navegar en un leño por el mar universal, confunden el bien y el mal, y lo que es su obsesión: convertir una región en un Estado. Y romper el corazón de la gente que no siente de su lado. Miente, miente el Rey Arturo cuando les llama enemigos a los que son sus amigos y le tienden aún la mano como a un hermano que necesita su ayuda. ¡Ya no hay duda! ¡Buen matrimonio el del Rey Arturo y Sancho Panza! ¡No lo quiere ni el demonio para bailar en su danza del Infierno más eterno y más oscuro! Dios los cría y en un día ellos se juntan. Tiempos malos para este rincón de España lleno de saña y de palos bien apuntan. Espero que la razón vuelva pronto a dar la luz a tanto tonto contemporáneo junto al Mediterráneo y nos libere de su cruz. Es lo que quiere este catalán de adopción, además de español, nacido bajo el mismo sol de tanto visionario, separatista y sectario, víctimas consumidos, ahora que es Navidad, tiempo de la verdad y de permanecer unidos.
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