domingo, 16 de diciembre de 2012

DE VISTA, DE OÍDAS, DE LEÍDAS

Las cenas de Navidad


 
Anoche nos volvimos a reunir viejos amigos y compañeros de oficio para cenar y recordar viejos tiempos. Esta cena nuestra  de Navidad tiene, a diferencia de la mayoría de las cenas de Navidad, que se celebran para agasajar o burlarse del jefe de la empresa donde los comensales trabajan actualmente, su pequeña historia. Empezó el año en que algunos profesores del Colegio privado donde enseñábamos, y de cuyo nombre no quiero acordarme, dejamos de trabajar allí para aportar nuestro pequeño granito de arena a la enseñanza pública. Estoy hablando de mediados de los noventa. Empezamos a llamarla Cena Clandestina porque solíamos reunirnos a la vez que lo hacían los del Colegio. La intención era olvidarnos lo antes posible de aquel centro y de los jerifaltes que lo regían y hablar, en cambio, de nuestras familias, de nuestros proyectos, de nuestros afanes presentes y cotidianos, salpicando la charla de ocurrencias y entre chistes: la alegría sana dominaba en la mesa entre plato y plato, copa y copa. Pero tras los primeros tragos, la añoranza y la melancolía empezaban a hacer su aparición entre los asistentes, que, unos más, otros menos, echaban una ojeadita atrás para recordar cosas vividas en el Colegio del que queríamos escapar. Porque, queramos o no, los años que pasamos allí nos marcaron para siempre, a unos bien y a otros no tanto. Menos mal que todo eso nos servía (y nos sigue sirviendo) de terapia para asumir unas experiencias que forman parte de nuestro pasado. Y acababa la reunión, como acabó anoche, leyendo un poemilla que el autor de estas líneas confeccionaba (y sigue confeccionando) para el evento y así felicitar las fiestas a los que empiezan a ser sus eternos compañeros de... recuerdos.
El poema de este año es el siguiente:
ENTRE NEVADA Y NEVADA
 
 
¿Quién ha entrado en el Portal
Para llevarse la magia
Que soñábamos de niños
Entre nevada y nevada?
¿Quién nos traerá aquella luz
Que alumbraba nuestra infancia
Haciéndonos ver las cosas
Tan familiares y humanas?
¿Es que va a ser todo oscuro?
¿Van a faltar las palabras
Que acercaban las personas
Y cantaban esperanzas?
Pues armémonos de sueños,
De recuerdos, de la casa,
De villancicos que duermen
En los desvanes del alma.
Y acaso vuelva al Portal
Aquella perdida magia,
Pese al desangelado mundo
Que nos acosa y nos cansa.
Y de nuevo aquella luz
Y aquellas bellas palabras
Nos marcarán el camino
                           Entre nevada y nevada.
        
 

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