Ahora que llega la Navidad es bueno recordar las cosas del alma, las que vivimos en la infancia junto a los nuestros y los seres queridos que ya no están con nosotros. La ciudad del corazón tenía rincones con magia pese a estar señalados por la historia. Uno de ellos es el de la fotografía, el llamado Postigo de la traición, sobre el que el maestro nos había hablado tantas veces y que simbolizaba el tesón y el sacrificio de los zamoranos por defender el buen nombre de Zamora ante las malas lenguas que relacionaban al traidor Bellido Dolfos, gallego de nacimiento, con la infanta doña Urraca.Yo prefería la leyenda de la lanza del Cid clavada en la madera del postigo persiguiendo el cuerpo del traidor en su huida al interior de la ciudad. Y más aún, la romería de Valorio y el encuentro con los amigos para disfrutar de una tarde de asueto entre la música de la charanguita y algún que otro beso robado. A Valorio, a esa otra labor ociosa de la adolescencia se llegaba atravesando esa mágica puerta. Como puede apreciarse, y los que son de la tierra sabrán verlo mejor, la nieve le añade paz y ternura y el recuerdo blanco de los tiempos que desgraciadamente no vuelven.
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