sábado, 22 de diciembre de 2012

SABER DE POESÍA

Estas anotaciones, escritas a vuela pluma, van dedicadas a un amigo que quiere saber de poesía. Y ya de paso para quienes se sientan tentados de expresar sus sentimientos de la forma más eufónica posible.
 
 
“Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.”
                         Gustavo Adolfo Bécquer
 
I.                 













I. Del poema
1.      Partiendo de Lamartine
 
Estamos de acuerdo con el poeta francés Alfons de Lamartine (1790- 1869) cuando dice que un poema, para ser considerado así, debe contener los siguientes elementos:
 
-          una idea para la inteligencia,
-          un sentimiento para el corazón,
-          una imagen para la vista,
-          una música para el oído.
Examinemos cuatro ejemplos extraídos de nuestra historia poética para explicar sendos elementos del poema:
 
- una idea para la inteligencia:
El primer ejemplo es la estrofa que emplea como estribillo el poeta romántico español José de Espronceda (1808-1842) en su famosa Canción del pirata, que todos aprendimos una vez de pequeños:
 
“Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza del viento,
mi única patria la mar.”
 
El pirata, personaje que canta la canción en la popa de su bajel El temido, expresa en estos cuatro octosílabos, que forman una estrofa llamada copla, su concepción de la vida, resumida en estas cuatro identidades:
barco= tesoro
libertad= Dios
la fuerza y el viento= ley
mar= patria
La idea de la independencia que tiene el pirata, un proscrito de la ley que vive al margen de las convenciones sociales y políticas no puede expresarse con mejor exactitud y eficacia. La libertad completa es para él lo que Dios para los cristianos. Con eso queda todo dicho.
 
De ahí que podamos decir que cuatro meros versos con una idea expuesta así tendrían solvencia probada para constituir un poema.
 
Se da la circunstancia de que en este caso estos cuatro versos están incluidos en un poema de altos vuelos como el estribillo que define insistentemente la forma de ser del personaje central, como queda dicho.
 
-          un sentimiento para el corazón:
El segundo ejemplo lo forman los ocho primeros versos, hexasílabos por más señas y con rima asonante en los pares, de la Rima LXXIII de Bécquer (1836- 1870):
“Cerraron sus ojos,
que aún tenía abiertos;
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
y otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.”
 
En dichos versos el poeta describe la escena dolorosa en que, unas indeterminadas personas (de ahí el empleo continuado de la tercera persona del plural que expresa impersonalidad), tras cerrar los ojos a un muerto y cubrir su cara, lo dejan solo en la habitación entre llantos y silencio. El sentimiento que desprende la situación no puede ser más afligida, hasta la alcoba donde tiene lugar esa escena aparece precedida del adjetivo triste. Y más cuando avanzamos en la lectura de la rima y descubrimos que el muerto es una niña. Al sentimiento de tristeza se le añade otro sentimiento igualmente doloroso: el de la soledad. No en vano, a lo largo de la composición poética se va repitiendo este estribillo:
“¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!”
 
(Aconsejamos que se lea entera la Rima, que bien puede catalogarse como un buen poema, ya que contiene con creces los cuatro elementos de que estamos hablando, y alguno más que trataremos más adelante.)
 
- una imagen para la vista
El tercer ejemplo lo forma la primera estrofa que José Zorrilla (1817- 1893), otro poeta y dramaturgo romántico escribió en su poema titulado Las nubes, un excelente serventesio formado por cuatro versos alejandrinos (de catorce sílabas), con rima consonante alterna (esquema estrófico 14A 14B 14A 14B):
 
“¿Qué quieren esas nubes que con furor se agrupan
Del aire transparente por la región azul?
¿Qué quieren cuando el paso de su vacío ocupan
Del cenit suspendiendo su tenebroso tul?”
 
Nada más leer los dos primeros versos, vemos en la imaginación lo que pasa allá arriba en el cielo azul y notamos la violencia con que las nubes se agolpan (con furor se agrupan) unas con otras y amenazan cubrir la transparencia del aire. Amenaza que se cumple en los dos versos siguientes, cuando realmente acaban ocupando el espacio con sus ropajes oscuros (tenebroso tul). La visión de esas nubes descritas por el poeta en esos versos recrean en nuestra mente lo que se llama en poesía imagen.
 
-          una música para el oído.
El cuarto ejemplo es un epigrama (composición poética breve que expresa de forma ingeniosa un pensamiento satírico) de Juan de Iriarte (1702- 1771):
 
“A la abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante.”
 
La música es inherente al buen poema y es perceptible especialmente en dos aspectos: el ritmo, que es la distribución de los acentos tonales a lo largo del verso, y la rima, que es la coincidencia de sonidos al final de los versos a partir de la última vocal acentuada.
 
Veamos ambos aspectos en los siguientes versos de Juan Bautista Arriaza (1770- 1837):
“Adiós, pobre pescador;
adiós, red; adiós, barquilla;
que ya no hay en esta orilla
sino vasallos de amor.”
 
En negrita aparecen señalados los acentos de los versos (sílabas 2ª, 3ª y 7ª en los tres primeros versos; 4ª y 7ª en el cuarto versos), y subrayadas las rimas consonantes (-or en los versos 1º y 4º, e –illa en los versos 2º y 3º). De este modo, el ritmo y la rima empleados por Arriaza en estos versos, los convierte en altamente musicales o eufónicos.
 
Si los versos no son eufónicos o musicales se confunden fácilmente con la ramplonería de la prosa que empleamos para hablar diariamente. ¿Y cómo se consigue que los versos sean eufónicos, musicales? Nos llevaría tiempo explicarlo, y no disponemos de mucho en estas breves anotaciones. Baste decir que con la práctica y la lectura de buenos versos nos podemos acercar bastante a lograr que nuestros versos suenen bien. Examinemos los cuatro versos  de Iriarte:
“A la abeja semejante,
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce y punzante.”
 
Ritmo: primer verso: acentos en las sílabas 3ª y 7ª sílabas; segundo y tercer versos: acentos en las sílabas 4ª y 7ª sílabas; cuarto verso: acentos en las sílabas 2ª, 4ª y 7ª (los acentos que más se repiten son los de las sílabas 4ª y 7ª).
Rima: consonante (-ante al final de los versos 1º y 4º y –er en los versos 2º y 3º.
 
La música es, finalmente, perceptible en el poema mediante la repetición de palabras y versos a lo largo de la composición estratégicamente colocados unas y otros. Cuando las palabras se repiten al principio de los versos, dan lugar a figuras literarias llamadas anáforas, paralelismos…
 
Por ejemplo, en la siguiente Rima del ya citado Bécquer
 
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso… yo no sé
qué te diera por un beso”,
descubrimos al principio de los tres primeros versos una anáfora en la repetición de la preposición por.
 
En cuanto al paralelismo, que es la repetición, en dos o más versos seguidos, de una serie de palabras que forman frases, sirva de ejemplo el señalado con negritas en los tres versos siguientes del poeta español Blas de Otero (1916- 1979):
 
Pero la muerte, desde dentro, ve.
Pero la muerte, desde dentro, vela.
Pero la muerte, desde dentro, mata.”
 
Y cuando son, finalmente, varios versos los que se repiten a lo largo del poema intercalados en varias estrofas reciben el nombre de estribillos, que ya hemos visto en estas apresuradas anotaciones.

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