martes, 4 de diciembre de 2012

EL RELATO DEL MES


 
UN CUENTO A LA SOMBRA      
                                                          Para mis nietos Xavi y Martí.
                                                          Y para Nato, el creador de Cabeza de Tortilla.



Río Duero a su paso por Zamora                                                   

Era verano, y Berni y sus amigos se encontraban en el soto, en el lugar donde se refugiaban para escapar del calor sofocante de la época. El maestro les había dicho que aunque el sol es altamente beneficioso para la salud, conviene protegerse de él para evitar que la piel contraiga graves enfermedades. Así que, tras bañarse en el río y tomar un rato el sol sobre la arena, se reunieron a la sombra de unos álamos para entregarse a su actividad favorita: contarse cuentos inventados. Aquel día le tocaba a Berni inventar uno y, ante la expectación de sus amigos, comenzó su relato.

--Era una vez Cabeza de Tortilla, que tenía el cuerpo de gelatina y la cabeza de tortilla. Y un día que llegó a un pueblo donde vivía una familia de  pobres para darles de comer de su propia cabeza, una bandada de gorriones se abalanzó contra él, y en menos que canta un gallo dieron buena cuenta de su cabeza de tortilla. Pero lejos de morirse, su cuerpo de gelatina formó un charco en el suelo. Asombrados, los gorriones, en vez de salir volando, se arrojaron sobre el charco y lo bebieron. Y ahora viene lo bueno: no habían hecho más que acabar con la última gota de gelatina, cuando sus emplumados cuerpos empezaron a desplumarse y a hincharse como globos, que empezaron a elevarse por el aire.

Todos se echaron a reír.

--Y una vez en el cielo—añadió Berni--, el viento los arrastró hasta la orilla del río, justo donde se hallaba la choza de los pobres. Y empezaron a descender majestuosamente mientras se iban convirtiendo en Cabezas de Tortilla. Los pobres abrieron la puerta y salieron a recibirlas alborozados y a comer las que caían a tierra, las suficientes para saciar el hambre que tenían. Las demás se distribuyeron por otros pueblos para alimentar a las familias necesitadas. Y colorín colorado, mi relato he acabado.

Y como si se hubieran puestos de acuerdo, los amigos volvieron a darse otro baño en el río y a tomar un rato el sol recordando las sabias palabras del maestro.

 

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